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Ideas Desde La Universidad. Mujeres y pandemia: visibilizar la desigualdad para enfrentarla

La pandemia del COVID19 profundizó los preocupantes índices de desigualdad económica, laboral y de acceso a la vivienda que sufren con más fuerza las mujeres y disidencias. Las luchas por las tomas de tierras muestran también, cómo la resistencia en medio de la crisis, tiene rostro de mujer.

Miércoles 16 de septiembre de 2020

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Precarización de la vida

La ONU Mujeres publicó recientemente una investigación, que da cuenta del aumento en los ya escalofriantes índices de pobreza femenina, al pronosticar que 47 millones de nuevas mujeres y niñas pasarán a estar debajo de la línea de pobreza a partir de las condiciones agravadas por la pandemia. Un estudio conjunto de la ONU Mujeres con la CEPAL estima un impacto considerable en Latinoamérica: conocida como la región más desigual del planeta, pasaría a tener alrededor de 118 millones de mujeres en situación de pobreza, lo que equivale a un aumento del 22% de nuevas pobres con respecto al 2019.

Ahora bien, ¿qué pasa si nos detenemos en las condiciones previas a la pandemia? Las mujeres y disidencias ya encabezaban los índices de pobreza extrema en el mundo, como también los de precariedad laboral y desigualdad económica, que se acrecientan a medida que se profundizan las consecuencias de la crisis actual.

Si ponemos el foco sobre Argentina, un reciente estudio del CONICET revela que la situación no es muy distinta a las condiciones de extrema vulnerabilidad descritas por la ONU. Allí se relevaron 2.274 casos de mujeres cis y trans/travestis que residen en Argentina, en donde 2.135 (93,8%) lo hacen en zonas urbanas y 139 en zonas rurales y/o rur-urbanas (6,1%). Del total de encuestadas un 6% debió adaptarse a la virtualidad (con todas sus implicancias) para poder seguir trabajando, y un 20 % del total manifestó haber visto afectadas sus condiciones laborales, siendo sometidas a mayores niveles de precarización por rebajas salariales, disminución del trabajo, falta de pagos y/o despidos.

El acceso al trabajo resulta también un desafío verdaderamente difícil para la mayoría de las mujeres: gran parte de las encuestadas plantean estar viviendo de trabajo precario o “changas”.

Si leemos estas cifras junto con las publicadas por el Observatorio de Despidos durante la Pandemia de Izquierda Diario, podemos ver como esta situación forma parte de una tendencia generalizada: “el sector de comercio con más de 1 millón 200 mil trabajadores afectados se concentran el 31% del total de los ataques; le siguen las trabajadoras domésticas con 500 mil afectadas que concentra el 12,8% del total; y en tercer lugar, la construcción con 484 mil afectados lo cual representa el 12,4% del total. En cuarto y quinto lugar, se encuentran el sector estatal (11,2%) y gastronómico (8,7%) respectivamente.”

Las mujeres son mayoría en sectores con altos niveles de precarización e informalidad: el golpeado sector de trabajadoras de casas particulares (97%), el sector salud -que aparte de estar en la primera línea de la batalla contra una pandemia, reclaman hace meses condiciones de trabajo e insumos, y protagonizaron también numerosas huelgas contra amenazas de descuento y multas por enfermedad- con 71,2% de trabajo femenino, y el sector de la educación (73,6% ocupado por mujeres) y fueron afectadas por las graves condiciones de salubridad e higiene en medio de la pandemia.

Por su parte, el sector comercio, el más afectado de los rubros según el informe del Observatorio, contiene una tasa de empleo femenino no registrado del 46 %. Coincide también, con la tendencia general que señala el informe del INDEC sobre la Encuesta Permanente de Hogares de 2019 (tercer trimestre), que entre otros índices midió de forma comparada la precarización laboral entre mujeres y hombres, analizado en este artículo.

La desigualdad económica y los altos niveles de informalidad del trabajo que ya pesaban con más fuerza sobre las mujeres y disidencias antes de la pandemia parece haberse acrecentado sobre las mujeres.

El trabajo no reconocido

Los meses de cuarentena implican para las mujeres mayor sobrecarga del trabajo doméstico y de cuidados de niñes y personas mayores, un trabajo históricamente feminizado. El cierre de establecimientos educativos y de cuidados implicó que se superpongan el espacio laboral con el privado para las mujeres cuyos trabajos permiten la conexión remota, por lo cual se volvieron cada vez más largas y extenuantes las jornadas laborales para quienes conviven y deben hacerse cargo de sus hijes y familiares mientras a la vez trabajan, limpian y cocinan. Sumado a que, el 92,6% de las encuestadas respondieron que son quienes se encargan de ayudar a les chiques con las actividades escolares, a lo que se le debe sumar el cuidado de familiares enfermos y personas mayores. Además el 55,1% de ellas se reconocen a sí mismas como las jefas de hogar a cargo de los trabajos domésticos y de cuidados en sus casas.

Recientemente, el Ministerio de Economía publicó una medición que señala cómo el aporte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado equivale a un 16% del PBI nacional, siendo la actividad que más ingresos aporta a la economía del país, y en donde se calculan que son destinadas 96 millones de horas diarias. Allí también se confirma la preeminencia femenina en la realización de este tipo de tareas: 9 de cada 10 mujeres son las que están a cargo de estas en los hogares argentinos.

Sin embargo, a pesar de la doble jornada laboral que implica, siendo necesario para el desarrollo y la reproducción de la clase trabajadora (algunos incluso lo llaman el “motor oculto” que mantiene el funcionamiento de la economía y la sociedad), esta labor que muchas veces no es reconocida, tampoco se encuentra remunerada.

Si no es amor, ¿quiénes son los que se benefician de este trabajo no pago? Al asegurarse las tareas de cocina, limpieza y cuidado a través de un ejército de millones de mujeres para que los demás puedan seguir trabajando al día siguiente, para que les niñes asistan a la escuela, o el cuidado de les adultos mayores, los Estados y las empresas se ahorran de tener que hacerse cargo de todas estas tareas, lo que implicaría recursos económicos jamás invertidos en estas tareas así como pondría de manifiesto que no es "natural" el rol de las mujeres en las tareas de cuidado y reproducción.

Muy distinto sería si se socializaran este tipo de tareas para que no sigan recayendo mayoritariamente en las mujeres; si desde el Estado afectando las ganancias de los empresarios, se garantizaran los comedores, lavanderías y guarderías comunitarias para las familias trabajadoras. Porque como también mostró la pandemia, hay quienes tienen el privilegio de contratar a trabajadoras domésticas para realizar estas tareas por ellas a cambio de salarios bajísimos y en muchos casos exponiéndolas a contagios.

La pelea por la vivienda tiene rostro de mujer

Desde el 20 de julio, en Guernica, 100 hectáreas de tierra que durante años no tuvieron absolutamente ningún tipo de uso pasaron a ser el refugio de 2500 familias y 3000 niñes, que se montaron entre chapas y cartones viviendas precarias, que lejos están de tener las condiciones para el desarrollo de una vida digna ni mucho menos poder enfrentar una pandemia ya que no tienen agua, luz ni gas. La policía, además de hostigar a quienes viven allí, permanentemente bloquea el ingreso de materiales para la construcción de viviendas. En esas tierras sin dueños declarados, se dividieron en cuatro barrios, se trazaron los espacios que corresponden a la construcción de escuelas y jardines de infantes. Como en la mayoría de los barrios populares y tomas, las mujeres se pusieron al frente de las ollas populares que abastecen de comida a cientos de familias.

¿Qué significa que las mujeres sean las que encabezan los índices de informalidad y precariedad, las que hacen el trabajo reproductivo no remunerado, y las que, además de todo, sufren violencia y opresión? Significa que ante una crisis son las primeras en quedar en los lugares más vulnerables. La mayoría de las que están peleando por su derecho de tener tierra donde vivir, son mujeres que en los últimos meses, se quedaron sin ingresos por ser trabajadoras informales, feriantes o que fueron despedidas de donde trabajaban cuidando niñes y limpiando casas particulares. Algunas están junto a sus parejas que tuvieron que devolver el carro que usaban para juntar lo poco que podían. En Argentina se estiman que crecieron en un 48% las denuncias por violencia de género durante la pandemia. Esa realidad se vive en carne propia en Guernica, ya que muchas de las mujeres que allí resisten, también manifiestan haberse escapado de situaciones de violencia de género junto a sus hijes.

Las condiciones que las llevaron a tomar la decisión de ocupar esos pedazos de tierra están detalladas en la carta que mandaron las Mujeres en Lucha de la Toma de Tierra en Guernica a las ministras de mujeres, géneros y diversidad, Elizabeth Gomez Alcorta y Estela Díaz. En su relato, las mujeres de Guernica proponen que el Ministerio acompañe el pedido mínimo de que no se avance en los desalojos de sus familias y que se las acompañe en su exigencia por una vivienda digna. Al momento, no tuvieron respuesta oficial. Sin embargo, lejos de quedarse en silencio, el gobierno respondió a estas familias a través de sus voceros: en el prime time de la tele, en sus redes sociales y en entrevistas on the record, Sergio Massa y Sergio Berni las estigmatizan y alientan una línea de defensa de la propiedad privada por sobre cualquier derecho elemental para garantizar un lugar digno donde vivir. La retórica oficial vino seguida de hechos: luego de algunos días de acciones de la policía bonaerense, el presidente Alberto Fernandez anunció, rodeado de figuras políticas e intendentes del conurbano, un aumento de 35 mil millones de pesos para la Bonaerense. Incentivo suficiente para que al día siguiente del anuncio desalojen la toma de San Fernando, escoltados por la burocracia sindical de ferroviarios. No tardó en llegar a través de la justicia la orden de desalojo de las miles de familias que resisten en Guernica.

“Violencia de género también es no tener una vivienda digna, y un acceso a la niñez con plenos derechos”, aseguran las mujeres de la toma de Guernica.

Bajo la consigna de #NiUnaMenosSinVivienda las mujeres de la toma apelan a la solidaridad de las millones de mujeres que fueron parte de esa marea que impulsó en Argentina el reclamo elemental para terminar con la violencia hacia las mujeres y también adoptó como propia la pelea por el aborto legal. Las cientos de tomas en todo el país se suman a los 4416 barrios y asentamientos precarios (según los datos del Registro Nacional de Barrios Populares) evidencia un problema estructural del país que requiere de medidas urgentes. De aprobarse el impuesto extraordinario a las grandes fortunas que se presentó en el congreso por les diputades del Frente de Izquierda se podría llevar adelante una primera etapa de construcción de 100 mil viviendas nuevas. Para llevar adelante un plan integral de viviendas para los millones que lo necesiten en el país, se debería dejar de pagar la deuda externa, fraudulenta e ilegítima. Les niñes de la toma nos lo dicen de la forma más sencilla: “queremos una casita”. ¿Cómo no los vamos a apoyar?.

Visibilizar la desigualdad para enfrentarla

Como indican todas las investigaciones aquí mencionadas, sobre las mujeres y las disidencias, caen con más fuerzas las peores consecuencias de las distintas dimensiones de esta crisis (sanitaria, social y económica) que nos atraviesa. Ese odio hacia un mundo que nos deja la peor parte y que arroja a millones a estar por debajo de la línea de pobreza, es el mismo odio que nos da las energías para ser la punta de lanza de la resistencia en este momento. Las más oprimidas y explotadas fueron olvidadas por los sindicatos, invisibilizadas (y criminalizadas) por los medios. Nosotras nos preguntamos ¿podrá su lucha por una vida digna ser una de las vías para un cuestionamiento más profundo a esta crisis y -por ende- a este sistema?

Si logramos unir su lucha al resto de las y los trabajadores afectados por la crisis, en donde desde las fábricas, los barrios, y las miles de pibas de la marea verde, le den un mensaje conjunto al gobierno y las patronales, sería un cambio en la relación de fuerzas que pondría en jaque la perspectiva de que sean las y los trabajadores les que pague la crisis.

Por eso creemos que las mujeres que luchan por un futuro para sus hijes en las tomas de Guernica, defendiendo el derecho a la vivienda digna, marcan el camino de resistencia y organización para quienes, parafraseando a Louise Michele, nos sentimos asqueadas de todo lo que las rodea y nos queremos sublevar contra el viejo mundo. No se olviden, ese día nacerá el nuevo mundo.


Brenda Hamilton

Profesora de historia (UBA). Miembro del comité editorial del suplemento Armas de la Crítica.

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