El dirigente de Política Obrera hace como que “debate”. Pero su ofuscamiento solo confirma lo lejos que está del convulsivo escenario francés.
Viernes 31 de marzo de 2023 21:12
Foto: O Phil Des Contrastes
En lo que parece una especie de “respuesta” a nuestra polémica sobre lo que viene ocurriendo en Francia, Jorge Altamira saca a relucir un nacional-trotskismo recargado. Lejos de intentar siquiera un diálogo mínimo con nuestros planteos, el ex dirigente del PO abre el baúl de las calumnias y se despacha contra el PTS con las mismas frases hechas -porque no califican como argumentos- que se repiten, sin mucho fundamento, desde hace tiempo.
Así, las acusaciones injustificadas sobre “despreciar” o “sabotear” al movimiento piquetero se mezclan con las críticas a la actuación del Frente de Izquierda o balances “retrospectivos” sobre la Asamblea Nacional Piquetera del año 2002. Sí, leyó Usted bien: 2002.
Dicho sea de paso, pretendiendo atacar a nuestro partido, Altamira reivindica aquellas asambleas piqueteras como ejemplo de “autoorganización”. Ahora sabemos que, además de rechazar la autoorganización formalmente, el dirigente de Política Obrera tampoco la comprende conceptualmente.
Desde el punto de vista marxista, la autoorganización presupone la organización democrática de las masas. Es decir, su derecho a debatir y decidir democráticamente. Poco tenían aquellos encuentros de ese formato. El autor de estas líneas, aunque militaba en aquellos años en Córdoba, tuvo la oportunidad de participar en una de ellas -realizada en Avellaneda- y contemplar cómo se les negaba la palabra a las y los representantes de Zanon y Brukman, empresas recuperadas que -mal que le pese a Altamira- eran un emblema de la enorme rebelión popular de 2001.
No sabe/no contesta
Volvamos a Francia. Nuestro crítico confirma que no tiene idea de qué pasa en la izquierda francesa. De hecho, en otra nota publicada el mismo día afirma que se informa por los cables de noticias y por la corresponsalía de La Nación.
Intentando atacar al PTS y a Révolution Permanente, Altamira afirma que “su grupo en Francia se instaló en el Nuevo Partido Anticapitalista para defender la construcción de ‘partidos amplios’. El NPA había nacido de la bancarrota política del trotskismo francés, que había renunciado a la estrategia de una revolución socialista. Con la incorporación de ecologistas, feministas, guevaristas, animalistas y cuanta rama identitaria estuviera dando vuelta por el Boulevard Saint-Germain, los promotores del NPA pretendían superar los límites electorales que adjudicaban al trotskismo”.
El ex dirigente del PO no solo no sabe que el NPA explotó, sino que, además, ignora que nuestra corriente hermana fue expulsada de aquel partido, con métodos completamente burocráticos, a mediados de 2021. Esa expulsión estuvo ligada a las enormes diferencias -estratégicas y de práctica política- que se evidenciaban entre la dirección formal del NPA y nuestro grupo hermano, organizado en la Corriente Comunista Revolucionaria (CCR).
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Esas diferencias venían de larga data. Desde su ingreso al NPA, quiénes integraron la CCR batallaron abiertamente por avanzar hacia un programa y una estrategia claramente revolucionaria e internacionalista. Eso implicó la pelea política explícita contra la perspectiva de construir partidos amplios. Esos combates quedaron registrados en múltiples materiales y declaraciones públicas.
Lamentablemente, el ex dirigente del PO reitera las mismas cosas una y otra vez. Estos debates fueron abordados hace tres años, por ejemplo. Aun antes del estallido del NPA. Sin embargo, Altamira las repite como un mantra sagrado [1] .
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Aquella distancia entre las distintas tendencias del NPA se evidenciaba, también, en el terreno de la intervención en la lucha de clases. Allí, en los múltiples conflictos que cruzaban la realidad francesa, la militancia obrera y juvenil de CCR intervenía apostando a desarrollar la coordinación democrática y la autoorganización, mientras que el viejo núcleo del NPA trabajaba buscando confluir con el espacio electoral de Mélenchon.
En ese constante repetir de argumentos, Altamira hace abstracción de los resultados de aquel proceso político. Hace más de una década, eran poco más de una decena los compañeros y compañeras que integraban la FT-CI y militaban en el NPA. En junio de 2021, fueron expulsados 300 militantes, donde se destacaban dirigentes obreros y obreras, además de una numerosa juventud militante. Ese número se potenció, posteriormente, en el Congreso Fundacional de Révolution Permanente, del que hablamos en nuestro artículo anterior.
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Medido en términos de desarrollo político, ese proceso expresa un avance muy importante de la izquierda revolucionaria. Una situación completamente diferente cruza a otras organizaciones que se reivindican del trotskismo y que se encuentran en pasmoso retroceso.
El ofuscamiento como “método”
Altamira intenta traficar todas sus críticas bajo un solo argumento: “Los acontecimientos franceses son utilizados por ID como una cortina de humo”. Pero la humareda (bastante precaria por otro lado) corre por cuenta del ex dirigente del PO.
Y esa humareda busca tapar el fracaso propio en la construcción de una corriente internacional y la ausencia de influencia alguna en Francia. Altamira se enoja y tira bombitas de humo porque no puede hacer más que analizar lo que ocurre en Francia.
Pero, incluso, al analizar, lo hace mal o tergiversando los hechos. Centremos la discusión en un solo punto: nuestro crítico repite que Révolution Permanente promovería “una red de comités” autoorganizados que “sabotean cualquier acción dentro de los sindicatos”.
La realidad es completamente distinta. La Red por la huelga general va mucho más allá de nuestro grupo hermano en Francia. Nuclea a cientos de dirigentes y activistas independientes, que provienen de diversos sectores de la vanguardia obrera combativa y de la juventud. Muchos de ellos, dirigentes destacados en sus propias organizaciones sindicales. Uno de los más importantes es Alexis Antonioli, dirigente de la CGT Total de Normandía [2]. Eso demuestra su potencialidad para cuestionar el control burocrático de las conducciones burocráticas de la Intersindical.
Para ir finalizando, hay otra cuestión a señalar. Nuestra polémica discute sobre Francia y Altamira contesta esencialmente sobre Argentina. En su concepción, aparentemente, los problemas electorales locales son más importantes que el enorme proceso de lucha de clases que sacude a uno de los países más importantes del planeta. Si eso no es nacional-trotskismo, ¿cómo lo definimos?
En julio de 1932, León Trotsky le envió una carta a Andreu Nin, dirigente del POUM español, luego asesinado por el stalinismo. Allí le señalaba “escribe usted que me rehúso a ayudar a la Oposición española. No puedo responderle más que por un alzamiento de hombros (…) ¿Quizá quiere usted decir que en este momento, no me ocupo particularmente de los españoles? Es cierto, pero se explica por razones políticas objetivas. En el desarrollo de la revolución española, no veo, sobre el terreno, principios ni problemas nuevos. Durante estos últimos meses se han planteado en la U.R.S.S., en Alemania, en Oriente, problemas siempre nuevos, de una gravedad inmensa. Al repartir mi tiempo de trabajo, me dejo guiar por las ideas políticas. Todos los manuscritos consagrados a los asuntos alemanes se los he enviado al mismo tiempo que los enviaba a Alemania. Pienso que los problemas alemanes tocan de tan cerca a los camaradas españoles como los problemas españoles”.
El método conserva toda su validez. En Francia, en el calor de la lucha de masas contra la reforma de Macron, se despliega problemas esenciales para la lucha de clases a nivel internacional y para el marxismo revolucionario. Eso obliga a ponerlo como centro de la reflexión político, programática y estratégica.
No puede haber debate sin interlocutores. Y el ex dirigente del PO renuncia a serlo en las cuestiones esenciales que hacen a la actual lucha de clases en Francia. Ante el ofuscamiento de Altamira, parece que no queda otra opción que alzar los hombros.
[1] A Altamira no le basta falsear la historia de la izquierda francesa. Ya que también tergiversa la de la izquierda argentina. Después de un recorrido histórico arbitrario por las posiciones del morenismo -al que amalgama con el PTS-, afirma que “el autobombo y la autorreferencia llegaron a su punto culminante en el Congreso del MAS, en 1989, cuando votaron ‘el Comité Central para la toma del poder en Argentina’. Meses más tarde el MAS implosionó en 17 tendencias. La primera en salir fue precisamente el futuro PTS”. Lamentamos tener que recordarle que el PTS nació en mayo de 1988, muchos meses antes de ese estallido.
[2] Demás está decir que si esos dirigentes y activistas obreros formaran parte de RP estaríamos hablando ya del surgimiento de un partido revolucionario de vanguardia en Francia. Pero este tampoco es un tema sobre el que Altamira elija reflexionar.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.