El juez Lleral emitió un fallo que "descarta cualquier intervención de Gendarmería en la desaparición y fallecimiento de Maldonado", la ministra Bullrich dijo que se trató de "un relato". Los hechos los desmienten.
Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2
Jueves 29 de noviembre de 2018 15:11
En su fallo de 263 páginas el juez Lleral no puede convencer con sus argumentos, pero se aventura en una definición tajante: "Así las cosas, y de acuerdo a las informaciones que emergen de los elementos reunidos en la causa y analizados exhaustivamente ut supra, que descartan de plano cualquier intervención de la Gendarmería Nacional, en general, y del Sr. Emmanuel Echazú, en particular, en la desaparición y fallecimiento de Santiago Andrés Maldonado, entiendo no existe mérito alguno para convocar al nombrado a declarar en los términos del art. 294 del C.P.P.N (Código Procesal Penal de la Nación)".
"En consecuencia - se apresura Lleral - frente a la contundencia de los hechos probados, y a la exigencia constitucional y convencional de ajustar la duración de todo proceso judicial a los plazos que sean estrictamente necesarios y razonables, corresponde dictar el SOBRESEIMIENTO TOTAL y DEFINITIVO de Emmanuel Echazú (resaltado nuestro) en orden al delito de desaparición forzada de persona, con relación a los hechos que fueron objeto de la presente investigación. Asimismo, se deberá indicar expresamente que en el presente trámite no se ha afectado el buen nombre y honor del nombrado Echazú".
Para rechazar las responsabilidades de Gendarmería el juez articula el relato oficial con algunos hechos que es imposible desconocer. Por ejemplo los relatos de los testigos, que cuentan que “avanzaron una gran cantidad de gendarmes, efectuando disparos de escopeta y aparentemente con algunas armas reales”. U otro de los jóvenes mapuches que cuenta “veo a Santiago que está agachado escondido entre los sauces. Y esa fue la última vez que lo vi, agachado entre esas ramas de sauce”.
Sin embargo, esos y otros testimonios no le alcanzaron al juez para avanzar en una investigación profunda de lo que sucedió. Tampoco aceptó las medidas de prueba que pidió la familia ni su pedido de una investigación independiente. Por último, Lleral prefirió no indagar en las repetidas contradicciones de los integrantes de los escuadrones 35, 36, y 37, que este y otros medios revelaron.
Solo de esa manera se puede entender su afirmación, en la página 179 del fallo: “Ningún gendarme tomó contacto físico con Santiago, ninguno lo vio sumergirse en el Río Chubut y ninguno lo vio desaparecer en esa hondonada donde lo esperaba la muerte”.
Resulta incomprensible, para quienes seguimos el caso, entender esa y otras conclusiones. Más entendible es, en cambio, el provocador mensaje de la ministra Bullrich: "La verdad le ganó al relato" dijo la principal encubridora del crimen de Estado más conmocionante de los últimos tiempos.
Por eso recordemos, porque siempre hace falta, cómo ocurrieron los hechos aquel 1° de agosto.
La vigilia de los cazadores
Ese martes 1º de agosto de 2017, a las 3:30 de la madrugada, la ruta 40 era liberada por hombres de los escuadrones 35 y 36 de Gendarmería. A esa hora, un grupo de efectivos quitaba las ramas cruzadas sobre la curva donde se bifurca la ruta 40 vieja.
A la madrugada del 1º la ruta había sido despejada (Fotos Escuadrón Esquel)
Todavía permanecían en el operativo más de 100 efectivos de los dos escuadrones, a los que se sumaban los del 37 de San Martín. Contaban, por lo menos formalmente, con una orden judicial de liberar la circulación de la ruta. Pero la orden política y operativa iba más allá, como terminarían revelando los hechos.
Cerca de las 10:30 de la mañana, un Chevrolet Onix sale de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen, en el km 1848, con dirección a Esquel. En ese momento, los responsables del operativo ordenan seguirlo con una Ford Ranger. No existía ningún delito, pero era parte del plan de asedios y provocaciones de GNA.
En ese momento, los integrantes de la comunidad y Santiago salen nuevamente hacia la ruta, para repudiar el hecho. Entonces, tal como estaba previsto, empieza el avance de los escuadrones sobre la Ruta 40. Quien dirige la ofensiva es el comandante Juan Pablo Escola, del Escuadrón 36. Sin embargo, la mayoría de los hombres a su mando son del escuadrón 35 de Bolsón.
Tenían una superioridad numérica que multiplicaba por 10 a los manifestantes. Varios de ellos portaban escudos y “machetes”. Además había 4 escopeteros (Pelozo, Zoilán, Ramírez y Echazú) y al menos seis efectivos iban armados con pistolas Pietro Beretta 9mm, entre ellos los que conducían los vehículos. Se trataba de varias camionetas (Ford Ranger y VW Amarok) y camiones (Eurocargo).
Es cierto que para cumplir “la orden”, el subalferez Gómez había solicitado más poder de fuego. Como le ordena a Emanuel Echazú en una conversación telefónica a las 14:09 del 31/7: “Vos conseguime todas las escopetas esas, y las que yo tengo acá y yo te despejo la ruta, no tengo drama. Cuando forme 50 negros con escopetas atrás, ni bola que van a revolear piedras estos. A la nuca…”
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En los videos del avance se escucha la balacera. En las comunicaciones entre los vehículos y los handys, se pueden oír algunas de las órdenes impartidas: “¡Fuego libre!”, “¡Ahí nomás!”, “¡Lo tenés, lo tenés!
A las 11:20, los integrantes de la comunidad ya estaban nuevamente dentro de su territorio. Había “cesado el delito” que la Gendarmería supuestamente perseguía.
A las 11:32 la fotógrafa del Escuadrón 36, desde la ruta, congelará la última imagen que se conoce de Santiago con vida. Estaba junto a la casilla de guardia de la Pu Lof, con su campera celeste. En medio de la huida, agarraba su mochila, esa que nunca apareció. Antes alcanzaba a cruzar algunas palabras con las mujeres y niños que se quedaban allí. Sentía que iban detrás de él. De todos.
La última imagen de Santiago con vida (Fotos Escuadrón Esquel)
El "Manual de invasión Noceti”
Sin embargo, con los manifestantes ya dentro de su territorio, los jefes de escuadrón avanzaban en el segundo paso, tal como habían acordado el día anterior con Pablo Noceti. Lo confiesa el propio comandante Fabián Méndez en su “Relato de los acontecimientos incorporado” en la causa 8232. “El Dr Noceti orientó que ante la comisión de ilícitos tales como ‘corte de ruta’, la fuerza ‘debe’ actuar basada en la reacción por la “flagrancia” de delito. De ese accionar, deberá luego darse cuenta a la/s autoridad/es judicial/es”. Tal como su camarada de armas Escola, en su informe remarcará que “dos agentes resultaron heridos de gravedad en la Ruta 40”.
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¿Por qué tanta coincidencia en ese y otros relatos escritos de la fuerza? Porque el “delito de flagrancia” será el argumento para justificar la irrupción en la Pu Lof. Pero como reflejó La Izquierda Diario en base al expediente, el relato de Gendarmería se choca hasta con los dichos de sus propios hombres. Aún con la “paciente” preparación de las declaraciones por parte de Daniel Barberis, hombre de confianza de Patricia Bullrich.
Emanuel Echazú asegurará el 16/8 que “tratando de ingresar a la tranquera, recibo un impacto de piedra en el pómulo derecho. Vuelvo a la ruta y hago entrega del armamento al cabo primero Yañez, quien posteriormente es herido”. O sea los dos agentes fueron heridos cuando ya se había ordenado ingresar a la comunidad. Lo mismo confirmará el cabo Vera.
Todo quedará “marcado” en la causa.
Las contradicciones de Echazú que desmienten la "flagrancia"
Lleral intenta conservar "el buen nombre y honor" de Emannuel Echazú, pero es el gendarme el que se empeñó en tener protagonismo en aquella cacería.
A esta altura de los hechos no hay ninguna duda. Ya había cesado el corte de ruta: el operativo dentro de la Lof que terminó con la muerte de Santiago fue totalmente ilegal. Los gendarmes son heridos cuando entraban al predio a cazar manifestantes. A “meterles corchazos”, a “garrotear indios”, a quemar sus pertenencias y “aprenderlos”.
La cacería y el relato
Pasadas las 11:30, se produce el ingreso al territorio mapuche. Algunos con disciplina militar, otros más desaforados, los gendarmes comienzan a saltar alambrados y tranqueras. Luego, las abren para el paso de los vehículos. 54 hombres ingresan a la comunidad, 49 de ellos del Escuadrón 35 de Bolsón. Como mínimo, con las armas y vehículos que describimos más arriba.
Los gendarmes irrumpen en el territorio a balazos, saltando alambrados y tranqueras (Fotos Escuadrón Esquel)
La reconstrucción de los minutos siguientes al ingreso, y las horas que se quedaron dentro de la comunidad, no serían fáciles. A diferencia del “delito” del corte de ruta, del avance en la 40 o el gendarme lastimado, “casualmente” no quedaron registros de la persecución. Los hechos se pudieron ir reconstruyendo a partir de los relatos de los testigos y las versiones de los involucrados, preparadas por el propio Ministerio de Seguridad. Cruzando las declaraciones de puño y letra de los gendarmes, las entrevistas grabadas con los funcionarios de seguridad y las posteriores indagatorias a la justicia fueron quedando en evidencia un gran número de inconsistencias. Eran, simplemente, las costuras de la mentira.
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Una de las primeras y más importantes sería la de Juan Pablo Escola, el oficial de mayor rango que participó de la cacería. En una entrevista al diario Clarín el 4 de septiembre aseguraba que “nunca estuvimos a menos de 40 metros (…) Quedamos a varios metros de la costa del río”.
Otra, la del ladero de Patricia Bullrich, Daniel Barberis. Al terminar el "ciclo de entrevistas" con varios gendarmes propondrá una "conclusión": "Yo voy a poner esto: que hay una coincidencia en las declaraciones: primero, todos tapados (...) segundo, que el lugar más cercano fue entre 50 y 60 metros".
Así, en las declaraciones escritas de los gendarmes, todos ubicarán a los manifestantes entre 40 y 70 metros del pelotón que los perseguía (causa 8332).
Pero la verdad, ese 1º de agosto, fue otra. A medida que continuaban las declaraciones, antes algunas evidencias, los gendarmes deberán reconocer que el mediodía de ese 1º de agosto la cacería llegó a corta distancia. Daniel Gómez, el oficial de mayo rango que estuvo en la vera del río reconocería que “cuando llego a la costa escucho un compañero que dice “tengo uno, veo uno, acá hay uno”, cuando llego busco que lo tenía agarrado y no lo veo. Le pregunto dónde y me levanta el dedo y lo veo en la última línea de sauces que estaba cruzando el río. Entonces ahí le pregunto y lo veo al manifestante 7 u 8 metros más adelante” (16/08/2017).
El sargento Pelozo, parte del grupo de avanzada, reconocerá que “cuando llego a la costa visualizo a uno a 4 o 5 metros”. También lo harán a su turno Vera y Yucra.
60 metros, 50, 8, 7, 5, 4... Cada vez más cerca.
Pero no era solo la distancia, sino la forma en que avanzaba el pelotón de Gendarmería. En una conversación telefónica con su jefe Pablo Badie, el 9 de agosto, el subalférez Gómez reconoce que “yo estuve con Vera, Fortunato, creo que Vázquez, en un momento Echazú, Pelozo, que son gente mía y estuve con ellos allá abajo. ¿Si algún manifestante fue herido cruzando el río? En la costa del río había muchos árboles, salvo que el milico haya tenido una puntería de los dioses para pegarle en la cabeza. Que los chicos ejecutaron disparos, ejecutaron disparos, pero ni las postas de goma le pegaron que eran un montón le pegaron, justo le va a pegar una piedra”.
Gómez, Echazú y otros 12 gendarmes llegan a la costa del río, donde es visto por última vez Santiago (Fotos Escuadrón Esquel)
Confirmado: varios gendarmes llegaron a la vera del río y dispararon contra a quienes cruzaban el río.
La reconstrucción de las querellas y los periodistas que no revestían al Ministerio de Seguridad permitieron determinar que, en esos 10 minutos que entre las 11:30 y las 11:40, al menos 12 gendarmes llegaron a la vera del río, persiguiendo a Santiago Maldonado, Lucas Pilquimán y los jóvenes mapuches.
¿Quiénes fueron? Los escopeteros Emmanuel Echazú, Juan Pelozo y Darío Zoilán, que siguieron de cerca de las huellas de Santiago. Daniel Gómez, que ordenó más tarde la retirada. Ramón Vera, Julio Segovia, Federico Yucra, Jorge Fortunato, Jesús Vázquez, Sergio Rigonatto, Neri Robledo y Cecilio Fernández. Lucio Buch llegó hasta la vera del río con su Eurocargo, bajó de allí armado con su 9 mm, pero no se pudo comprobar que haya llegado a la costa. Echazú fue el último en subir, con varias heridas en el rostro.
Todos pertenecían al Escuadrón 35.
El camión conducido por Lucio Buch, esperando a la vera del río (Fotos Escuadrón Esquel)
Se sabe: Santiago fue el único que no cruzó el río ese mediodía.
El pacto de sangre de GNA, la negación y el encubrimiento del Estado, la complicidad del Poder Judicial Federal (primero Otranto, luego Lleral), impiden saber hasta hoy qué pasó exactamente en esos minutos claves. Sabemos cuando desapareció y cuál fue la causa de su muerte; pero ni dónde murió, ni cuándo ni la mecánica con que sucedió.
Lo que no hay dudas es que, ese día de aguas congeladas, un pelotón de Gendarmería persiguió a Santiago y sus compañeros a pocos metros. Lo persiguió desaforado; lo persiguió con gritos de guerra y la arenga de “fuego libre”; lo persiguió a los tiros y piedrazos; lo persiguió porque, como ordenaba Noceti, “cuando se produzca algún daño o haya algún corte de ruta, van a ser inmediatamente detenidos y judicializados”.
Por eso, ese 1º de agosto, Noceti no podía faltar en el escenario de los hechos. “12:30 pasé por la ruta, saludé a los gendarmes y seguí” reconoció el hombre de Patricia Bullrich días después. Más tarde sería fotografiado al detenerse frente a la estancia Leleque, entre las 17 y las 18 horas de ese 1º de agosto. ¿Casualidad?
Noceti vuelve al "teatro de operaciones" en la tarde del martes (Foto Gustavo Zaninelli)
Arranca la búsqueda
Antes de las 14 h los jóvenes de la comunidad mapuche, con las formas de comunicación que tenían para estas situaciones, avisaron a una de sus lamien: “Falta un compañero”. Todos sospechaban que era “el Brujo”, como le decían. El mensaje corrió rápido. Enseguida, las abogadas recomendaron los primeros pasos de la búsqueda: comisarías, escuadrones, hospitales.
Al poco tiempo llegaban a la Pu Lof organizaciones de derechos humanos, como la APDH. Más tarde el defensor de menores de Esquel, Fernando Machado.
Pero la tranquera estaba blindada. Desde afuera se veía como ardían muchos objetos de la comunidad (¿pruebas?) y hacían una requisa cinematográfica. Los gendarmes habían copado el territorio. A las 15:30 Echazú, supuestamente herido de gravedad, redactaba el acta del allanamiento. Daniel Gómez había quedado a cargo, porque Escola y Méndez habían desaparecido del “teatro de operaciones”. Pero el subalférez tenía que partir al Paraje Leleque, frente al ingreso de la Estancia Benetton. Allí todavía estaban “demorados” Soraya Maicoño y Fernando Jones Huala, las personas que habían salido en el auto antes de la cacería.
Ese 1º de agosto, los gendarmes se quedarían 5 horas más dentro del territorio. Pero además, como confirman los registros de guardia a los que tuvo acceso La Izquierda Diario, un centenar de efectivos se quedó “custodiando” el lugar hasta las 5:30 del día siguiente. Entre ellos Echazú, que aunque estaba “gravemente herido” se retiró en el Unimog U400, dominio KGS799, 18 horas después de la desaparición de Santiago.
Todo ese tiempo fueron dueños de la zona. ¿Qué hicieron en esas horas, dentro del territorio y en la zona de la Ruta 40 vieja?
Al atardecer de ese 1º de agosto, un grupo de mujeres y niños mapuches hablaban con el defensor de menores, Machado. Había miedo, mucha bronca. Las cosas quemadas, golpes, destrozos. Pero sobre todo, les preocupaba que faltaba uno de sus peñis.
Faltaba Santiago.
***
“Hola Juan, perdón que te moleste. Mi nombre es Andrea Antico, soy de Bariloche estamos pidiendo información sobre Santiago Maldonado. Buscamos a Santiago. Es de la localidad de 25 de Mayo, pero se encontraba viviendo en la zona de Bolsón. Fue visto por última vez durante el operativo realizado en la Pu Lof en Resistencia de Cushamen. Desde ese momento se encuentra desaparecido. Participaron del operativo escuadrones de Chubut y Río Negro. Santiago Andrés Maldonado, DNI 34.589.722. Cualquier información contactarse con nosotros. Muchas gracias”.
El mensaje era de Andrea, la compañera de Sergio Maldonado. Era el punto de partida de una desesperada búsqueda, luego de que el defensor del Pueblo y la APDH presentaran la denuncia penal y un habeas corpus el 2 de agosto. La copia del mensaje se haría conocida porque la “filtró” el comandante Méndez al teléfono personal de Pablo Noceti. Es que el Centro de Reunión de Información (CRI), el sistema de espionaje de Gendarmería, ya estaba actuando.
Ya estaba en marcha el “manual de la negación y el encubrimiento” que utilizan las fuerzas de seguridad en los crímenes de Estado. Ya estaba en marcha el relato que buscaría conseguir el fallo que conocimos en las últimas horas. Un fallo que niega las responsabilidades materiales de los hombres armados que participaron de la desaparición y muerte de Santiago, así como las responsabilidades políticas de los funcionarios del Poder Ejecutivo y Judicial que garantizan su impunidad.
Lucho Aguilar
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.