México es el segundo país a nivel mundial en transfeminicidios, tan sólo en lo que va del año se han registrado 28 casos y se calcula que la cifra es mayor, de 3 a 1 por cada caso registrado.
Miércoles 3 de julio
Este fin de semana se conmemoró una vez más la marcha del orgullo en México, sin embargo, no hay nada de qué enorgullecerse mientras las cifras de transfeminicidios van en aumento. En lo que va de este año, se tiene un recuento de 28 transfeminicidios, según cifras de distintas organizaciones; por su parte miembros de la comunidad LGBTIQ+ calculan que en realidad pueden ser de 3 a 1 por cada registro que se tiene, ya que por más esfuerzos y recomendaciones que se han hecho por parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y denuncias en las calles, de establecer protocolos y nombrar de primera instancia la orientación sexual y la identidad de género para las investigaciones de los casos de transfeminicidio, han sido insuficientes. Además de que en los casos que se han llevado desde una identidad de género, por exigencia de familiares, se ha revictimizado y cuestionado desde su identidad hasta el lugar y hora en el que han sido atacadxs.
El recuento de casos de transfeminicidios en México es estremecedor, lo que nos ha colocado en segundo lugar en casos de transfeminicidio a nivel mundial, tan sólo en los últimos 15 años se tienen registrados 701 casos, siendo 2016 el año con el mayor número de transfeminicidios con 80 y en 2023 de enero a septiembre con 33. Siendo Chihuahua, Veracruz, Guerrero, el Estado de México y la Ciudad de México, las entidades con mayor número de transfeminicidios.
Estas cifras nos demuestran de forma salvaje que aunque cada junio nos pintemos de colores, aún hay mucho por hacer, que vivimos en un país donde la transfobia, homofobia, el odio y la discriminación a lo trans, lo gay, lo queer, matan. Porque aún cuando en 22 de los estados de la República se reconoce y garantiza el derecho a la identidad de género, es evidente que no es suficiente que por vías legales y administrativas se reconozca éste derecho, es necesario continuar saliendo a las calles y denunciar por aquellxs que ya no están, así como también el exigir el acceso a los servicios de salud, educación y de trabajo.
Porque no puede ser que la tasa estimada de vida de una persona trans sea de 35 años, cuando el estimado en general es de 77 años. Esto involucra además de una discriminación y odio, una falta de acceso a servicios públicos básicos, así como también al trabajo. Lo que hace evidente romper con los modelos de familia y de las instituciones, porque todxs tenemos derecho a una vida plena, sin violencias, explotación ni hostigamiento.
Es necesario movilizarnos en las calles para denunciar y exigir nuestros derechos para todas, todos y todes, es necesario levantar la voz contra los transfeminicidios y la transhomolesbofobia. La única vía para poder arrancar derecho a la vivienda, a la salud digna y al trabajo digno es peleando por cupo laboral trans y por plenos derechos para toda la población trans y LGBT+. En esta pelea, es fundamental que las organizaciones sindicales abracen estas demandas como parte del combate al machismo y a la violencia contra las mujeres y personas LGBT+.
El movimiento de mujeres y de disidencias deben pasar a la ofensiva para no solo denunciar la violencia sistemática contra estas poblaciones, sino para exigir e imponer con la movilización obrera y popular estas demandas al gobierno y las instituciones, y a la derecha conservadora y su agenda anti derechos.