Después de este 28M con el importante avance de la derecha y el batacazo de Podemos y sus marcas municipales, hemos visto una vuelta del clásico discurso neoreformista que echa la culpa de esto a las masas por “no saber votar”. ¿Es el avance de la derecha culpa de no saber votar o de las políticas de este gobierno durante los últimos cuatro años? Hagamos un repaso.
Jueves 15 de junio de 2023
El 28M ha supuesto un importante avance de la derecha y la extrema derecha, que obtienen muy buenos resultados en comunidades como Andalucía o Cataluña que históricamente han sido bastiones del PSOE y de la burguesía catalana respectivamente. A la vez que una derrota monumental de Unidas Podemos, que con la aparición de Sumar ven un futuro aún más incierto de cara a las próximas elecciones generales. Esto, como siempre que la izquierda reformista sufre una derrota electoral, trae una vez más ese discurso vago y bastante reaccionario que plantea que la culpa ha sido de aquellas personas de clase trabajadora a las que o bien no les importa la política o bien son tontas y que han votado mal. Entendamos por eso no votarles a ellos.
"Que una señora diciendo que la libertad es tomar cañas, pon la maceta, que te vote Txapote, arrase en una comunidad en la que la mayor parte tienen estudios, revela que estamos en una época distinta". @PabloIglesias #ZonaComanche pic.twitter.com/YPX3q3jnVN
— Canal Red (@CanalRed_TV) June 9, 2023
Bien, pues esto no solo es falso sino que oculta el verdadero motivo de este auge de la derecha, que tampoco es cosa de estas elecciones a pesar del resultado más abultado. No es que la clase trabajadora no sepa votar, es que no queremos votar a quienes llevan cuatro años de gobierno haciendo políticas de derecha maquilladas de progresismo.
Hagamos un pequeño repaso. Nada más llegar abren un nuevo CIE, en plena crisis inflacionaria plantean subidas del salario mínimo que terminan en nada cuando enfrentamos esta subida a la inflación o el precio de la cesta de la compra, prometen derogar leyes completamente represivas como la ley mordaza pero terminan no tocándole ni una coma, en plena escalada de rearme en Europa destinan 26.000.000.000 de euros a armamento mientras solo destinan 6.000.000.000 a sanidad y a educación, inversión a lo que si también sumamos la inflación sale nuevamente una infrafinanciación.
Y la lista sigue con una reforma laboral que venía a terminar con la precariedad laboral pero que la mantiene mientras, con la patronal encantada con Yolanda Díaz, aplauden la masacre de Melilla, consideran a la inmigración como amenaza híbrida… Vamos, lo más progresista que nos podemos imaginar.
Y es que quienes repiten esto del “no saber votar” se dejan fuera un par de cosas clave que ilustran perfectamente esta realidad. Las pasadas elecciones municipales son ya la cuarta jornada electoral con más abstención desde la entrada en vigor de la Constitución, y se han visto especialmente en los barrios y municipios más precarizados. Tomando el caso de Madrid, se ve claramente como aumenta la abstención cuando nos vamos a municipios como Coslada, con casi un 30%. Lo que esto nos muestra es que los partidos de la izquierda reformista no representan una alternativa a la derecha para amplios sectores de la clase trabajadora. Y en realidad… ¿cómo van a serlo cuando aplican sus mismas políticas disfrazándolas de progresistas?
Que no se saque la conclusión errónea, que gobierne el PP con Vox no es lo mismo a que gobierne el PSOE con Sumar y compañía (aunque tampoco es que haya tanta diferencia). Si sale la derecha van a intentar recortar todas las pequeñas concesiones que hemos conquistado por todos los medios a su alcance, como ya amenazan hacer con la ley trans.
Pero no nos podemos olvidar de que, por ejemplo, esta ley si bien es una conquista importante está muy incompleta, dejando a fuera a las personas no binarias y a las migrantes entre otras cosas. Si de verdad queremos terminar con la precariedad, la LGTBfobia, el racismo, el machismo, frenar a la derecha, etc. no lo vamos a conseguir votando cada cuatro años a quienes se hacen llamar progresistas mientras calcan sus políticas de la derecha. Son conquistas que tendremos que arrancar a los capitalistas y sus gobiernos.
Y es que si algo nos muestra el 28M es que no se puede enfrentar a una derecha de verdad con una izquierda de mentira. Quienes llevan años presentándose como el dique de contención contra la extrema derecha han terminado poniéndoles la alfombra roja. Cuando el “progresismo” en el poder aplica las grandes líneas del consenso del “extremo centro” en política económica, social, vivienda, servicios públicos o seguridad, lo que se refuerza no es ese “progresismo” sino la derecha y la extrema derecha que avanzan sin obstáculos en el terreno que más cómodo les resulta.
No se puede enfrentar a la derecha amiga de la patronal presumiendo de haber logrado que Barcelona siga siendo la sede de los mega eventos capitalistas, como hacía Colau en Barcelona. No se puede enfrentar a la derecha de Jusapol, prometiendo más policías como hacía Rita Maestre en Madrid. No se puede combatir a la derecha de Desokupa, desalojando centros sociales en Barcelona o tachándola de ilegal como hace Más Madrid.
El preocupante avance de la derecha y la extrema derecha, que será previsiblemente parte de numerosos gobiernos en las próximas semanas y puede que pase a formar gobierno después del 23J, no lo enfrentaremos de la mano de esta izquierda que ni resuelve los grandes problemas sociales, ni combate la agenda que impone la derecha. La clase trabajadora y la juventud tenemos por delante el desafío de construir una alternativa política de clase, anticapitalista y socialista, que se prepare para pararles los pies a ellos y a todas las políticas de derecha, las aplique quien las aplique.