De las acerías de Techint a los campos de “Menemcito” Manzur. De los call centers a los obradores telefónicos. Quienes hacen funcionar el país ya miran con desconfianza tanto debate sobre si la “reforma laboral” tiene que ser por ley o convenio.
Horacio Rodríguez Larreta dice en la tele que “con estas indemnizaciones nadie quiere invertir”. Lousteau lo hace proyecto de ley. Ricardo Pignanelli pone voz grave y jura que va “salir a la calle” si avanzan contra la indemnización. Con una mano sostiene el teléfono y con la otra firma el acta que le arranca el sábado de descanso a los obreros de Toyota. Alberto Fernández jura que va a defender los “derechos laborales” en el mismo momento que tercerizados ferroviarios y eléctricos salen a la calle: “pase a planta”, “no somos descartables”. Randazzo atiende el llamado: “pero sí mamá, hay que hacer la reforma laboral”. Moroni dice que mejor “por ley no, modernicemos los convenios”. Kicillof repite a Alberto pero le reforma la jornada laboral a los estatales bonaerenses. La CGT dice “de ninguna manera señores”, desempolva palabras combativas, pero va al Congreso de la producción a decir "claro que sí señores", hay que modernizar los convenios. Las mismas palabras usa Rodolfo Daer para festejar su re-reelección con padrones truchos.
Así, la reforma laboral se mete en la campaña electoral para empujar el debate (todavía) más a la derecha. Entonces viene la pregunta: ¿estamos ante un nuevo punto de quiebre? ¿Son solo eslogan electorales o preparan el terreno para nuevos ataques a los derechos laborales?
1. El teorema de Bolsonaro y las recetas de un mundo en crisis
El capitalismo vive una nueva crisis. En el mundo se debate “quién paga la cuenta”. En Latinoamérica también. Iván Duque desató la rebelión colombiana con su paquetazo. Guillermo Lasso propone en Ecuador una nueva ley laboral: legaliza la jornada de 12 horas, los 22 días corridos de trabajo y hasta la “indemnización inversa” si el trabajador es despedido con justa causa. Suena delirante, pero es el reflejo más crudo de una realidad: un neoliberalismo agotado ensaya salidas cada vez más reaccionarias, mezcladas con demagogia. Jair Bolsonaro es quizás quien mejor lo resume: “o trabajo sin derechos o derechos sin trabajo”.
En Argentina, para quien dudaba de la bronca por el aumento de la desocupación y la pobreza, las urnas fueron un cachetazo. Los diálogos del principio muestran que en esa polarización entre Juntos y el Frente de Todos también hay mucho de demagogia. Cada cual con sus recetas, sus relatos, incluso sus tiempos, empiezan a hablar el mismo lenguaje: que para la “recuperación” se necesita “más flexibilidad”, “modernizar los convenios”, “más competitividad”, "más incentivos para invertir”.
Hablemos entonces de la Argentina flexibilizada y de la que aún resiste, que son las caras de una misma moneda. Hablemos de las reformas que ya tenemos encima y las que se cocinan.
2. La patria flexibilizada
Hugo Sivori trabajó más de 30 años en Siderar, la siderúrgica creada tras la privatización de Somisa. “El Grupo Techint siempre se caracterizó por ser precursor en ‘reformas’ laborales. Con la privatización y los despidos vinieron los ataques más profundos. El primero fueron las tercerizaciones. Cientos de compañeros entraron como contratados con el convenio UOCRA: menos salario, peores condiciones, sin indemnizaciones como se discute ahora. Sin experiencia, eran los más expuestos en las acerías. La burocracia se hizo socia en algunas contratistas”.
La cosa no terminó ahí. “Luego vinieron por los efectivos, flexibilizando el convenio y con acuerdos por empresa. Primero las categorías. Después los contratos por un mes y la movilidad. Ahora aprovecharon la pandemia para eliminar las 6 horas en sectores insalubres y pasar a turnos de 12 horas en producción”. El estallido de un horno hace pocas semanas desnudó las consecuencias de las “nuevas condiciones”.
Detrás de todas esas concesiones a Paolo Rocca en Siderar está Naldo Brunelli, histórico dirigente de la “patria metalúrgica” y actual candidato a diputado provincial del Frente de Todos bonaerense. Su socio Antonio Caló dijo hace poco que “hay que modernizar el convenio de la UOM”.
¿Cómo sigue? Hugo habla por experiencia. “Es cierto que quieren avanzar por fábrica o rama. Incluso por convenio como dice Caló. Pero yo creo que las grandes metalúrgicas quieren que en algún momento todos esos avances queden abrochados en leyes. Y si avanzan sobre los derechos que tenemos los efectivos, los contratados y tercerizados van a estar más complicados”.
3. Derechos laborales, en este momento no podemos atender su llamada
Daniel trabaja como tercerizado para Telefónica hace muchos años. “¿Qué querés que te diga del convenio del 75? Nunca tuve el gusto” dice con ironía. A él le tocó estar “del otro lado” que Hugo. La privatización de Entel también tuvo su festival de tercerizadas. “Yo entré con convenio UOCRA, libreta de desempleo para pagarme mi propio despido, tenía que poner vehículo, ropa, herramientas”.
Pero en el capitalismo hay una disputa permanente, no solo por la duración de la jornada, sino por las condiciones de trabajo en general. “En 2006 una rebelión le impuso una lucha al gremio” cuenta Daniel. Hubo efectivizaciones y también cambios para quienes seguían en convenio UOCRA.
La disputa siguió. Vino el contrataque, con la traición de la conducción de FOETRA. Según calcula Daniel Letcher, un investigador del Conicet, para 2017 Telefónica Argentina tenía 15.303 trabajadores directos bajo convenio telefónico y 18.423 tercerizados en áreas técnicas, call centers o sistemas de gestión. “Hoy si vos estás en convenio UOCRA cobrás 15 mil por quincena y el resto ‘en negro’. Si sos efectivo, 100 mil en blanco” dice Daniel.
Esos golpes sobre los más precarios sirvieron para presionar sobre las condiciones de los efectivos. Cuenta Florencia Saracho, trabajadora de Telecom y referente de la Violeta de Telecomunicaciones: “la conducción del sindicato, con dirigentes de la CGT y la CTA, viene firmando actas inconsultas extendiendo la jornada laboral en áreas técnicas, manteniendo un convenio a la baja en móviles, o firmando la telegestión en los sectores administrativos, y no pelean por mejores condiciones de teletrabajo. Ahora hace campaña diciendo que defiende nuestros derechos, pero no convocan asambleas para discutir cómo enfrentar cualquier reforma laboral e incluso anular esas actas de flexibilización”.
4. No en nuestro nombre
“Tengo amigos que después de varios laburos no conocen lo que es una obra social, un aguinaldo, unas vacaciones pagas”. Nadia tiene 23 y trabaja en un call center en la zona oeste del Gran Buenos Aires. “Yo ahora tengo un contrato de 3 meses que me van renovando. Hasta parece un ‘lujo’ para otros amigos que se la pasan pedaleando en Rappi con monotributo o laburan por dos mangos en Comercio”. Son esos miles de pibes y pibas que si les dan un recibo lo ponen en un portarretrato y si les preguntan cuándo se toman las vacaciones creen que les están haciendo un chiste.
Nadia tira una reflexión que va al hueso de una de las ideas que quieren meter los empresarios. “Ahora salen a decir que los derechos que no tenemos son por culpa de los trabajadores que sí tienen derechos, y cosas como que sacando esos derechos se pueden generar nuevos puestos. Eso es falso. Nosotras queremos tener trabajos con derechos pero no que haya cada vez más laburantes precarizados, o en peores condiciones como nosotros. Esos derechos se pudieron conquistar porque hubo trabajadores que se organizaron, pelearon años, décadas. No podemos dejar que borren todo eso así nomás”.
Tomensé unos minutos para escuchar acá cómo debaten otros dos jóvenes, Moisés y Gaby, con los empresarios en la tele.
5. ¿Un nuevo saqueo?
Hagamos un breve paréntesis. Si la ganancia empresaria se basa en cuánto trabajo le pueden robar a la clase que hace funcionar el mundo, cada intento de avanzar sobre la jornada, el salario o las condiciones, abre una disputa con final abierto. Derecho contra derecho, decide la fuerza decía Marx.
Veamos las últimas décadas. Para intentar contener el último ascenso obrero, el tercer gobierno peronista tuvo que conceder muchos reclamos, como los que se expresaron en las leyes y convenios firmados hasta 1975. La dictadura vino a cortar ese proceso político y también a “corregir” los papeles. De aquellos años heredamos la tercerización, la caída del salario real, el trabajo no registrado.
El menemismo, pleno ascenso neoliberal, impulsó las privatizaciones, leyes flexibilizadoras y ataques los convenios. La desocupación estalló. Una derrota con el auspicio del FMI y la CGT (no importa cuando leas esto) que dejó una clase obrera más dividida todavía.
El kirchernismo vino a desviar las rebeliones de los noventa y las jornadas de diciembre de 2001. Con los salarios devaluados y el “viento de cola” creció el empleo. Muchos salieron a pelear para “recuperar lo perdido”. Aunque se derogaron leyes como la “Banelco”, otra parte de las conquistas patronales quedaron intactas. La “reforma laboral” era mala palabra, así que el avance fue por abajo.
Víctor Ottoboni, obrero de Fate y dirigente del SUTNA por la Lista Granate, lo vivió en carne propia: “en los 90’ las multinacionales del neumático y las seccionales gremiales pactaron convenios por empresa. Se pasó de trabajar en turnos fijos de lunes a sábado a turnos rotativos de 7 días seguidos. Así la empresa ganó 3 meses de producción en el año. Pero ese modelo menemista luego fue reafirmando por Pedro Wasiejko (CTA) y Carlos Tomada, que en 2006 homologan todos esos acuerdos de fábrica”.
Otra vez las preguntas. ¿Ese modelo de flexibilización está agotado ante la profundidad de la crisis capitalista? ¿La “reforma laboral” es solo un cuco que agitan para hacer pasar “reformas en cuotas”? ¿O preparan un ataque más profundo?
6. Funes de Rioja y Daer: dos adelantados
“Daer fue el primero en firmar un acuerdo flexibilizador, en 1994. Después hubo muchos acuerdos por empresa. Acá en Pacheco pusieron la jornada de 6x1. Desde entonces el turno noche pisa la fábrica los 7 días de la semana. En Cadbury, hoy Mondelez Victoria, firmaron el “Convenio Mantecol” con condiciones a la baja para los nuevos". El que habla es Javier “Poke” Hermosilla, obrero de Mondelez Pacheco (Kraft) y referente de la Agrupación Bordó. “Todo eso se fue actualizando durante el kirchnerismo. Pero también es cierto que hubo peleas contra esa herencia. Era la época del sindicalismo de base. Primero Pepsico, después Kraft. La primera vez que cortamos la Panamericana por la efectivización de los contratados y aumento salarial fue en 2007. Los contratados saltaban los molinetes y había paros adentro de la fábrica”.
Ese mismo lugar fue el que coparon años después los delegados y activistas de Lear despedidos por rechazar que los pibes nuevos entraran con contratos precarios.
Luego vino un contrataque patronal. El personal se redujo de 2000 a 1200. En algunos sectores se invirtió en tecnología, pero la clave fue la precarización. Como cuenta Pamela Bulacio acá, eso incluye el aumento de la tercerización en sectores de limpieza, vigilancia, mantenimiento e incluso el sector de carga y descarga donde hay quienes trabajan “en negro”. El colmo fueron los jóvenes de las casas de comidas rápidas “prestados” durante la pandemia y luego descartados.
Dice “Poke” que “la empresa quiere aprovechar la pandemia y la crisis para avanzar de nuevo”. Un ejemplo es el conflicto de estos días. Meses antes de las elecciones gremiales, la empresa tomó como contratados a jóvenes familiares de obreros de la fábrica. Daer les prometió que quedarían efectivos si ganaba su lista Verde, pero tras la votación la empresa los dejó en la calle. Así desató un conflicto que nadie esperaba. La Autopista Panamericana volvió a estar cortada en el emblemático kilómetro 35. ¿Son “recuerdos del futuro”? ¿La vieja tradición renace para los tiempos que vienen? El sindicato (Daer) y la comisión interna (PCR) quieren evitarlo, pero ya se sabe: la crisis es partera de rebeliones.
La Bordó les exige que pongan todo para lograr la efectivización y propone organizarse democráticamente para esa pelea, como contamos acá.
El “Poke” se mete en la pregunta del principio: ¿vos crees que se conforman con la precarización que ya tenemos? “La Copal siempre fue una referencia patronal, por eso hoy Funes de Rioja dirige la UIA. Mientras puedan van a avanzar, pero para mí las grandes patronales es preparar las condiciones para avanzar en “reformas” más profundas. Si vos comparás con Brasil o Chile, en Argentina hubo duros golpes pero no una derrota. A pesar de todos los ataques que te conté, hay un sector que mantiene conquistas. Hay crisis internacional, no les alcanza con los beneficios impositivos, el tipo de cambio, necesitan aumentar la tasa de ganancia, o sea la explotación. Por eso es importante exigirle a la burocracia que no solo enfrente retóricamente la reforma laboral, sino convoque medidas de fuerza para no perder nuestros derechos”.
7. El modelo de “Menemcito” Manzur: un camino de espinas
Tras la derrota de las PASO, un hombre cobró un protagonismo inusitado. Se llama Juan José Manzur y era gobernador de Tucumán hasta que el deber llamó a su puerta. O a su teléfono, da lo mismo. En los pasillos del poder lo apodan “Menemcito”. Él lo toma como un halago. Pero detengámonos un minuto en su modelo laboral: la industria del citrus.
Víctor Santillán es uno de los casi 50.000 hombres y mujeres que cosechan, empacan y procesan el “oro” tucumano. “La mitad de nosotros no tenemos ni el convenio UATRE. Trabajamos en condiciones infrahumanas, bajo la lluvia, sin baños, sin indemnización. En la última poda la gente tuvo que caminar por las espinas, porque los patrones no quieren que se le pinchen las ruedas de los tractores”. ¡En 2021! Pero a quienes están bajo convenio también los están entregando. “La cúpula del gremio deja que nos sigan sacando los ítems del convenio: zona desfavorable, la garantía de jornal por día de lluvia, los viáticos, el calzado”.
Con ese modelo, por cada kilo de limón exportado las empresas reciben 85 pesos y pagan 1 al cosechero. Uno se pregunta: ¿y quieren más? Siempre quieren más. Por eso este año la provincia de la nueva esperanza del progresismo se picó. Víctor junto a cientos de cosecheros y cosecharas cortaron las rutas provinciales por salario, jornada de 8 horas, temporada mínima de 6 meses, plan interzafra, obra social todo el año.
8. La pelea que viene
Hoy en la Argentina hay más de 9 millones de trabajadores y trabajadoras registrados. La mitad de ellos está alcanzada por negociaciones colectivas en el sector privado. Pero más la mitad de la clase trabajadora está precarizada. Es monotributista, tercerizada, desocupada, con programas sociales de 14 mil pesos o trabajos informales. Allí están quienes volvieron a irrumpir estos meses recuperando tierras para vivir o en masivas movilizaciones contra el hambre. Los más castigados por el ajuste.
Los testimonios muestran cómo viven el debate quienes todavía tienen derechos y quienes ya perdieron bastantes. Tienen claro que son parte de una misma clase, pero también que las patronales, sus políticos y medios quieren dividirlos. Meter la idea, como resume Nadia, de que los derechos y el trabajo que les faltan a unos son los que les sobran a otros. Un revival de la mentira de Menem ayer, de Bolsonaro hoy. Porque la entrega de derechos y los beneficios a las patronales no aumentaron ni el empleo ni el trabajo registrado. Todo lo contrario. Lo único que aumentaron fueron sus ganancias. La historia y las estadísticas están para confirmarlo.
Ahí está la respuesta a la pregunta que nos hacíamos al principio. Los dueños del país quieren volver a naturalizar la idea de que “para superar la crisis hay que discutir las condiciones laborales”. Mientras puedan avanzar por sectores como en Toyota lo harán. Pero la historia muestra que la única forma de imponer nuevas condiciones para los negocios capitalistas es derrotar a los sectores estratégicos y con más derechos de la clase trabajadora. Para eso se preparan.
El Frente de Todos y Juntos ya les tomaron el libreto. No tienen el mismo discurso, es cierto. Pero es un peligro pensar que el peronismo jamás haría un ataque así: la profundidad de la crisis y el antecedente menemista están para desmentirlo.
Solo el Frente de Izquierda Unidad se planta del otro lado. Lo expresan sus candidatos y candidatas en los debates y en sus propias historias. Nicolás del Caño siempre en la primera línea de las luchas obreras. Myriam Bregman como reconocida abogada de gestiones obreras, delegados y activistas combativos. Alejandro Vilca y Raúl Godoy, referentes desde los 90 de grandes luchas contra la flexibilización, entre los recolectores de basura de Jujuy o en las fábricas ceramistas de Neuquén. Lo mismo los cientos de trabajadores y trabajadoras que van en nuestras listas. Esa coherencia es la que empiezan a ver muchos que se desilusionan con el Gobierno pero no se comen los versos de la derecha.
Con ese creciente apoyo que le permitió convertirse en tercera fuerza nacional, tomará la campaña como una tribuna para mostrar otra salida a la crisis. Con el rechazo a cualquier reforma laboral por ley o convenio. Con la reducción de la jornada laboral a 6 horas, 5 días y el reparto de las horas trabajadas, que como mostramos acá si se aplicaran a las grandes empresas se liquidaría la mitad de la desocupación. Con el no pago de la deuda al FMI.
Es parte de la preparación para los momentos que vienen. Ese apoyo al Frente de Izquierda, junto a la unidad del sindicalismo combativo, los autoconvocados, las organizaciones piqueteras independientes y todos quienes quieran sumarse, tiene que servir para fortalecer y coordinar cada lucha, e imponerle a la CGT, la CTA y sus sindicatos que dejen de hacer “toyotismo” y convoquen medidas para rechazar los ataques que denuncian.
Si lo hacen allí estaremos. Con nuestras propias banderas.
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