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Red Internacional
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Opinión. No miren arriba… ni al cambio climático

Lo advierte el poster de la película: “basada en hechos posibles”. La nueva producción de Netflix resulta ser una historia política acerca de cómo una gran potencia imperialista como Estados Unidos enfrenta el peligro de un cometa que amenaza con la extinción masiva de la vida en la Tierra.

Pablo Minini

Pablo Minini @MininiPablo

Axomalli Villanueva

Axomalli Villanueva @1quiahuitl

Miércoles 29 de diciembre de 2021 18:57

Nota: Posibles Spoilers

Lo advierte el poster de la película: “basada en hechos posibles”. La nueva producción de Netflix resulta ser una historia política acerca de cómo una gran potencia imperialista como Estados Unidos enfrenta el peligro de un cometa que amenaza con la extinción masiva de la vida en la Tierra. De hecho si se sustituye la palabra ´cometa´ por Covid-19 o crisis climática, bien podría resultar un documental de cómo las crisis actualmente se salieron de control.

El disparador de la historia es sencillo: la doctoranda Dibiasky (Jennifer Lawrence) descubre un cometa y su director de tesis, el doctor Mindy (Leonardo DiCaprio), calcula que ese mismo cometa va en trayectoria directa a estrellarse contra la Tierra en 6 meses y 14 días. Dan a conocer el descubrimiento por los canales oficiales y llegan al jefe de la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria, el doctor Oglethorpe (Rob Morgan). El siguiente paso es informar a la presidenta de Estados Unidos, Janie Orlean (Meryl Streep), que aparece en cada escena junto a su hijo y jefe de gabinete, Jason. Y es en ese preciso encuentro en que la acción de la película comienza.

Porque un cometa que se dirige hacia la Tierra y tiene el potencial de extinguir a toda la vida es un hecho que no se ve todos los días. Pero lo que dispara la primera acción es que la presidenta, más preocupada por sortear un escándalo sexual de un allegado político, especula y ordena “sentarse y evaluar”. Hasta que Dibiaski, Mindy y Oglethorpe acuden a toda la prensa que pueden para dar a conocer la noticia y obligan a que los políticos decidan destruir el cometa. Y ahí es donde interviene el tercer hombre más rico del planeta, Isherwell (Mark Rylance), a la sazón el mayor aportante a la campaña de la presidenta (su patrón, digamos), para convencer sin mucho esfuerzo de que ese cometa contiene metales útiles para la industria por un valor incalculable y que lo mejor es domar al cometa, no destruirlo.

El final es, por cierto, previsible. Pero, como en toda buena narración, no importan tanto los hechos, sino que estén bien contados. Y No Miren Arriba es esa clase de películas que cuentan bien hechos que nos interpelan.

Una presidenta que no hace caso a las voces de científicos que alertan de la catástrofe, (que bien puede ser una caricatura de Donald Trump), sometidos a empresarios que ante una emergencia global, no les importaría arriesgar el planeta si de eso pueden obtener ganancias, pues al final si todo sale mal, siempre pueden tomar una nave espacial y comenzar de nuevo en otro planeta, al estilo de Jeff Bezos.

(Nota al margen: el desprecio de Isherwell por la humanidad es asombrosamente similar al desprecio de Bezos por la vida de los trabajadores de Amazon, decenas de los cuales murieron en uno de sus almacenes durante un tornado porque no se les permitió protegerse en un lugar seguro.)

Cuando los científicos acuden a los medios, notan la primera de las lecciones: ir con la noticia de un cometa enorme que va a estrellarse contra el planeta puede no ser tan contundente. Hay que saber contar la historia. Mientras los medios de comunicación tradicionales diluyen la importancia del asunto, las redes sociales parecerían un refugio para la acción. Sin embargo, al mismo tiempo se convierten en una guerra politizada, donde hacer lo incorrecto es una cuestión revolucionaria y los hechos científicos carecen de importancia, haciendo espejo a la situación que vivimos también con la pandemia del Covid-19, donde crece descaradamente el movimiento negacionista y antivacunas. Y es un acierto de la película: retratar que el descontento y la frustración de las masas con respecto al sistema lleva a descreer de todo.

El mismo guionista Adam McKay dijo que empezó a escribir la película como una alegoría al cambio climático, preguntándose ¿Cómo actuarían los políticos ante un apocalipsis inminente si fuera tan visible y táctil como, digamos, un cometa que se dirige a la Tierra? Por supuesto, a pesar de que los efectos de la crisis climática ya son visibles a nivel global, aún científicos y el movimiento ambiental está luchando para que se tomen en serio estos asuntos. E incluso hay quienes dicen que el cambio climático es un invento marxista. Y la película lo retrata: se tilda de comunistas a los científicos. Se ve que cuando se cuestiona el accionar de las empresas y sus gobiernos, el marxismo es el gran fantasma a temer.

Desde hace décadas, reportes científicos advertían sobre los riesgos que traía consigo el modo de producción capitalista que ha dado como resultado la actual crisis climática. Sin embargo la mayoría de gobiernos hasta hace apenas unos años negaban la importancia del asunto. No fue hasta este 2021 que el reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) contundentemente recalcó que el aumento de las temperaturas globales tiene un origen en la actividad humana e industrial.

Leonardo DiCaprio, un ferviente activista contra el cambio climático, dijo que esperaba que la película “comenzara a crear diferentes conversaciones, y que más personas que hablen de ella presionaran al sector privado y los poderes establecidos para hacer un cambio masivo”. Pero admitió que no tenía “mucho optimismo” sobre la capacidad de los gobiernos para resolver esta crisis.

“Especialmente después de regresar de Glasgow y ver estos compromisos que pueden ser cambiados por la próxima administración local que pueda entrar y salir”, advirtió. Justamente este año casi 200 países se unieron en un acuerdo global para combatir el cambio climático después de dos semanas de lentas negociaciones, pero no alcanzaron lo que la ciencia asegura que es necesario para contener los peligrosos aumentos de temperatura.

El personaje de DiCaprio, el doctor Mindy, parece ser el más dramático de la película. Es quien se pregunta explícitamente (y a los gritos) que le ha pasado a la humanidad que no puede ver la realidad aun cuando la tiene enfrente. Y acusa a empresarios y al gobierno de Estados Unidos de llevar a la humanidad hacia su destrucción. El doctor Mindy tarda en comprender que cometió un error: confiaba demasiado en que la verdad era evidente y que sólo necesitaba apoyarse en un modelado matemático. Finalmente lo que disipa todas las dudas es la aparición del cometa, a la vista de todos.

La película es abiertamente anti republicana y se lanza contra determinado tipo de empresariado. Y claro que ha comenzado conversaciones, como lo esperaba DiCaprio. Pero la película se limita a espejar la realidad: empresarios inescrupulosos y gobiernos a su servicio. Y una, quizá, muy marcada tendencia al catastrofismo: es más fácil pensar en el fin de la vida en la Tierra que en el fin del capitalismo. Y es que las enormes mayorías, al final, terminan dándole la espalda al gobierno. Pero aún así no hay organización, no hay una dirección clara para frenar el desastre. Y esa es una buena conversación para tener luego de ver la película: ¿no es posible una organización desde abajo para frenar el colapso? Si los trabajadores dicen “NO”, ¿cuánto poder tiene Isherwell (o Bezos, o Musk), u Orlean (o Trump o Bolsonaro), o quien sea? No podemos dejar de pensar que, por ejemplo, si la comunidad y los trabajadores organizados pudieron, por ejemplo, frenar las intenciones mineras de la PanAmerican Silver en Chubut, quizá frenar a nivel mundial la crisis ambiental no sea
una utopía.

Como toda buena película, abre decenas de interrogantes y de elementos que están presentes en nuestra vida cotidiana y que no podemos abrir en una sola nota. Está la juventud que, con cometa o sin cometa, no tiene mucho futuro y tampoco espera tenerlo. Están los animales que son mostrados a lo largo de toda la película y que, aun si el cometa fuera destruido, todavía tendrían por delante la crisis climática.

Paralelamente, mientras se estrena esta película, se ha anunciado el récord de temperatura en el Ártico con 38°C, tormentas devastadoras como el super tifón Rai devasta Filipinas, oleadas de incendios en verano en Europa, Estados Unidos, Argentina y la Amazonía, donde la peor parte se la lleva el 99% de la población que produce menos de la mitad de las emisiones de carbono, y que, tal como lo retratan en No mires arriba, no tienen accesos a las cápsulas de salvamento para escapar del planeta del apocalipsis que, contrario a lo que nos acostumbró Hollywood, no tiene el soundtrack de Aerosmith en Armagedón, no hay Día después de mañana y Estados Unidos no salva al mundo, sino todo lo contrario.