En este artículo realizamos un análisis sobre la construcción de los “nuevos” (y viejos) estilos de vida que presenta la derecha a nivel internacional: sus valores, principios y aspiraciones en esta nueva época. La batalla contra esas ideas para desarrollar la organización desde abajo, los principios colectivos y una cultura de izquierda están a la orden del día.
En el mes de enero salieron varias notas hablando sobre el fenómeno de las nuevas derechas. El Financial Times expresaba una situación novedosa: en estos últimos años se ha generado una amplia brecha ideológica entre varones y mujeres. Los primeros giraban a posiciones más conservadoras y votaban a candidatos de ultraderecha, mientras que las segundas a posiciones más “progresistas”. En una reciente nota de Jacobin, Maya Vinokur intenta explicar este fenómeno bajo lo que llama el “estilo de vida del fascismo”. En nuestro país una nota de Anfibiadiscute la adhesión de grandes franjas de la juventud masculina sub-25 a la ideología política de Milei. La propuesta de esta nota es intentar explicar los fenómenos ideológicos descritos por estos tres artículos mediante el análisis de los “estilos de vida” de las nuevas derechas.
Lo ético-político y estilos de vida
El avance de las nuevas derechas en nuestro país ha sido analizado de varias maneras estos últimos años. Desde quienes lo observaban parados en la crisis del peronismo y del sistema político [1], quienes analizaban los valores de los simpatizantes de Milei relacionados a problemas político-económicos (y específicamente en relación a la democracia) [2]. La larga crisis argentina y el triunfo de Milei, quienes veían en él una expresión de la crisis orgánica que atraviesa al país o un producto de disociación de la gente con la política por medio de la inflación y la pandemia [3]
Además de esos estudios nacionales, recientemente se ha publicado una nota en Jacobin que brinda un nuevo punto de vista al estudio de las nuevas derechas que podemos apropiarnos para nuestro fenómeno nacional. Esta nota parte del análisis sobre dos influencers estadounidenses y su relación con las nuevas derechas. En ella la autora hace un análisis ideológico de estos fenómenos, relacionándolos con los estilos de vida que proponen y cómo estos ya cargan con la ideología de las derechas radicalizadas. En sus palabras:
“Desde el advenimiento de las redes sociales, que han monetizado el contenido extremo y situado a los usuarios en burbujas de filtros, la política y el estilo de vida se han acercado aún más. No sólo las decisiones políticas se han convertido en cuestiones de estilo de vida, las opciones de estilo de vida se han acumulado en ideología.”
Siguiendo este hilo de reflexión en esta nota me propongo analizar el fenómeno de las nuevas derechas en Argentina y su surgimiento desde la óptica del desarrollo de ciertos estilos de vida y la propagación de sus ideas “radicalizadas” dentro de éstos. Estos estilos de vida son la actividad práctica de un fenómeno político e ideológico, una filosofía que se ha convertido en una “fe”, al decir de Gramsci: “que haya producido una actividad práctica y una voluntad (...) que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifestaciones de la vida individual y colectiva" [4]. Es debido a esta capacidad de las distintas concepciones de mundo de devenir prácticas que se pueden encontrar en la actividad de los sujetos una dirección política particular.
Estilos de vida y el fenómeno liberal
Si algo caracteriza al fenómeno liberal es la capacidad de instalarse en redes sociales mediante algunos “influencers” que ofician de prototipo para el “estilo de vida” que se propone. Un ejemplo muy expresivo de esta forma de vida nos lo da un influencer llamado Llados, de 468 mil seguidores. Además, un ejemplo nacional, aunque mucho menor en su calidad de expresarnos esta concepción práctica del mundo, es un video reciente de un influencer Tomás Holder, con un discurso que presenta una pequeña variante del mismo tipo.
Vemos en estos influencers algunas características que resaltan y yacen unidas. En principio, la fijación con un cuerpo musculoso, la disciplina que hay que tener para conseguirlo, el valor que uno posee por tener ese cuerpo, siendo el propio trabajo lo que le permite conseguirlo (que todo el mundo podría tener según el primer influencer). Segundo, el cuerpo como medida de éxito, de ganadores y perdedores, de pobres y ricos, de bestias y plebeyos. Tercero, una crítica a las universidades y a la calidad de la educación universitaria para el mundo contemporáneo, ofreciendo como alternativa el coaching personalizado. De esta manera se ve cómo hay una homología, una igualdad de lógica entre un cuerpo musculoso y la riqueza. En los cuerpos y en el dinero es cómo se objetiva, se realiza, la propia persona socialmente. A esto se le suma una batería de conceptos económicos aplicados a la vida cotidiana como el de invertir en uno mismo y el de mejorar el valor de uno.
Este autodisciplinamiento del cuerpo y la autoexplotación que predican, levantándose muy temprano para ver el mercado, hacer fitness con tus gym-bros o "trabajar", tiene una afinidad con el resurgir de Nietzsche y el estoicismo y sus interpretaciones. Estos hombres serían el ejemplo de “los hombres únicos, incomparables, los que se dan leyes a sí mismos, los que se crean a sí mismos”. [5] Como menciona Semán en el libro Está entre nosotros: ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? esta es una concepción del yo como unidades productivas; donde la persona, sumida en una competencia feroz, se convierte en su propia empresa, debiendo racionalizarse como tal: maximizando su producción, aumentando su productividad, autodisciplinándose, invirtiendo en sí mismo, etc. En otras palabras, el “homo economicus", que vela por su interés y calcula la mejor manera de lograrlo, se vuelve integral, se hace carne en el estilo de vida cotidiano. De esta concepción es donde se apoya la idea de “capital humano” que el Estado oficializa e institucionaliza. La idea de capital humano se halla contenida en la forma en que los patrones ven a los trabajadores, como un mero apéndice de la máquina, como una mercancía y no como un sujeto humano.
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Como dice Vinokur, hoy las nuevas derechas se masifican traduciendo la política a un estilo de vida (lifestyle en inglés), es decir, haciéndola un modo de vida y una consagración de las propias diferencias sociales. Dinero y cuerpo son dos formas de valor porque son formas fetichizadas de reconocimiento, y lo que las encubre es la ideología del self made man (el hombre que se hace a sí mismo) [6]. Lo que pasa desapercibido es que los gustos, aparentemente personales, tienden a consagrar a la clase dominante, a la burguesía y, mediante esto, imponen su estilo de vida y concepción de mundo, su “fe” [7].
No obstante, la lifestylización de la política no es algo nuevo y tampoco el culto al esfuerzo individual, y menos a la apariencia. Las concepciones aquí encontradas tienen un largo asidero dentro de las formas de representar sus condiciones de vida que da la burguesía a lo largo de su existencia. Retomando a Weber, vemos en Benjamin Franklin un ejemplo central: “Piensa que el tiempo es dinero. El que puede ganar diariamente diez chelines con su trabajo y dedica a pasear la mitad del día (...) en realidad ha gastado, o más bien derrochado, cinco chelines más.” [8]. De esta manera observamos que las nuevas derechas, en su ideología y forma de vida, son una radicalización de los supuestos centrales de la ideología burguesa fundacional traducidos a los problemas y medios de comunicación de hoy.
Sin embargo, este espíritu del capitalismo radicalizado no posee esa ética del ahorro que describe Weber como ética capitalista. Su modo de vida se basa en la capacidad de demostrar su valor objetivamente a través de mercancías de lujo inalcanzables para la gran mayoría de la población. No solo es consumismo, que como fenómeno de masas está ligado al llamado “Estado de bienestar” de la posguerra, sino que las mercancías de lujo objetivizan el valor de la persona. Aunque se mantiene la actitud racional, en el sentido de racionalizar la propia conducta dirigida a un fin, al “éxito”.
Esta concepción del mundo y estilo de vida obtiene gran parte de su influencia en que empalman con las condiciones materiales que le dan sustento. No solo en los nuevos medios de comunicación y redes sociales, sino en los grandes cambios económicos que atraviesa toda una generación, donde se profundiza la desigualdad social, la precarización y el pluriempleo, así como una economía altamente financiarizada. La gran crisis social que atravesamos da cada vez menos lugar a expectativas intermedias como comprar una casa y vivir de un trabajo fijo. En su lugar tenemos por un lado, el problema de la precarización que azota a la mayoría de la juventud y un futuro incierto, y por otro, la fantasía del millonario. En esta dicotomía también se hace presente una economía ligada al desarrollo de las criptomonedas y billeteras electrónicas, que acercan la posibilidad del deseo de integrarse a la especulación financiera. En relación a esto último se halla la idea de la monetización rápida y de los secretos del mercado. Y a este fetichismo financiero se le adosa el sueño diurno de “pegarla” . Esto es lo que puede darle significado al incremento en los juegos de apuestas deportivas en la juventud. La realidad de este acercamiento de la especulación financiera y su ideología a los sectores más jóvenes va en detrimento del deseo de un estudio formal superior con la finalidad de conseguir un trabajo y una jubilación en el futuro, cada vez más difíciles.
Y es esta la cuña que las nuevas derechas han introducido. Es mediante la autoayuda, el bienestarismo individual y hábitos individuales para hacerse rico en un mercado hipercompetitivo que crea perdedores y ganadores, como lo dijo Llados. En otras palabras, se moraliza la dominación de clase y unos se convierten en exitosos emprendedores que se crean a sí mismos y otros en perdedores y resentidos, panzas y débiles.
Esto no quiere decir que las acciones como estudiar con un método que maximice el rendimiento, ir al gym, programar y un largo etc. sean prácticas “libertarias” o de la nueva derecha en sí misma. Es la ideología que cimenta todo ello en una unidad que le confiere su poder de experiencias colectivas, capaces de formar sujetos a través de prácticas sucesivas y que le dotan de un sentido a sus condiciones de existencia.
Estos modos de vida no solo son específicos por los medios sobre los cuales operan, como las redes sociales, sino por los problemas a los cuales le dan solución y a las éticas a las cuales se oponen. Fundamentalmente, la renovada ética del neoliberalismo radicalizado se opone a la ética del reformismo neoliberal que es impotente para resolver el deterioro de vida de grandes partes de la juventud, y, por ende, de darle sentido. Para ello hay que analizar un poco este proceso.
Un breve repaso sobre la crisis del estatismo neoliberal
El peronismo kirchnerista colocó como piedra angular el “rol del Estado como motor del desarrollo con inclusión social” y la integración de distintos movimientos sociales, o de la sociedad civil como dicen los gramscianes, al desarrollo del Estado capitalista. Como menciona Fernando Rosso, en los primeros años del kirchnerismo “ciertos mecanismos de pasivización operaron para lograr la estabilización, la restauración del orden y la autoridad del Estado.” [9]
Todo esto bajo la condición de ser compatible con la acumulación de capital. De esta manera, el Estado que era puesto como actor crucial para reducir la desigualdad terminó consagrandola, manteniendo los pilares del neoliberalismo. Uno de ellos es la pobreza, que nunca volvió a ser tan baja como en los 70, o la precarización laboral en gran parte de la población.
La recomposición de las instituciones, del Estado burgués y de la economía duró poco; ya para el gobierno de CFK y Macri estas se habían distanciado. La nueva esperanza de esta ética estatalista, de confianza en que el Estado y sus instituciones eleven la calidad de vida de las grandes mayorías mientras prima la pasivización en las calles, fue probada bajo el último gobierno. A raíz de este es que recrudece la crisis del estatalismo basada en lo que Semán en el libro ya citado llama “mímicas”. Este concepto intenta dar cuenta de la política ambigua y contradictoria del último gobierno, donde se combinaba un discurso progresista como puede ser la defensa de la educación pública con la contradicción en la realidad de este discurso, expresada por ejemplo en el estado deplorable de la infraestructura de los colegios. Estas mímicas, sentidas por los sectores populares como tal, no sólo son estatales (ej. El Estado que te “protege” en la pandemia mientras tenías que decidir si te infectabas por ir a trabajar o no podías comer por no tener trabajo), sino que pueden ser incluso monetarias [10].
Esta contradicción es la incapacidad del Estado capitalista argentino de darle solución al problema de la desigualdad, del empleo informal, de la inflación, de la opresión sexo-género, la depreciación de la moneda y la imposibilidad del mercado de integrar a cada vez más egresades universitaries al mercado laboral. Todo esto mientras se asume un discurso progresista. Se hace como si se incluyera una parte de la población mientras se empeora su situación de vida. En otras palabras, el discurso se hace charlatanería, formal, y este punto débil del progresismo que se encolumnó detrás del último gobierno y aceptó su conciencia práctica de confianza en el Estado es el que es criticado duramente por la nueva derecha mileísta.
Esta crisis no es sólo del último gobierno, sino que es el derrotero de 40 años de democracia donde las masas populares no han visto casi mejorar su posición social y han atravesado cuantiosas crisis, deudas internacionales, defaults, aumento de la precarización y explotación laboral, y la consolidación de una población que el capitalismo argentino en su forma neoliberal no puede sacar de la pobreza. Bajo este panorama estructural, de subordinación a los mandatos del imperialismo y la acumulación neoliberal, es ilusorio que puedan resolverse los problemas ya mencionados.
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Además, el estatalismo intenta pasivizar a la población por medio de la integración de las instituciones de la sociedad civil y los movimientos sociales al Estado. La pasivización tiene distintas formas; puede ser mediante la famosa burocracia sindical, la cooptación ministerialista del movimiento de mujeres y diversidades, la institucionalización del movimiento estudiantil vía centros de estudiantes de servicios, etc.
La lógica pasivizante se basa en instar a los sujetos de cada lucha pasada a dejar sus destinos en las manos de funcionarios públicos “nacional-populares”. Se efectúa una separación entre lo público y lo privado mediada por el voto, que es altamente individual en el marco de la democracia burguesa [11]. Esta lógica es individualista en tanto busca que los sujetos colectivos de las diferentes luchas se diluyan al abandonar la pelea colectiva por la confianza en el Estado. Esto se vuelve individualizante en el peor sentido del término al distanciar al sujeto de los padecimientos colectivos, reforzando las salidas individuales o la espera inerte a un Estado que puede garantizar cada vez menos derechos. Además, ésta se torna contraproducente cuando el Estado ataca las condiciones de vida que dice garantizar. Esta visión más que oponerse al individualismo se opone a la idea de lo comunitario, autoorganizado, que ponga en relación los proyectos individuales y lo social. A raíz de ello llega la impotencia y la resignación, y así una salida salvadora. La crisis del gobierno albertista es también la crisis de un estilo de vida que no puede seguir perpetuándose para los problemas que tenemos y que solo sirvió para allanarle el camino a la derecha más radicalizada.
Además, es incapaz de enfrentar al gobierno de Milei. Con la pasividad expresada en los dichos de Cristina de esperar 100 días o en el abstracto “aguantar hasta ganarle las elecciones” de Grabois [12] no se va a tirar abajo el paquete de medidas de guerra contra la clase trabajadora, los estudiantes, las mujeres y la pequeñoburguesía arruinada. Estos discursos de espera paciente y aguante cuando el transporte, la comida, los alquileres aumentan son impotentes contra el gobierno, aunque tienen asidero en la fórmula de “fingir demencia” de gran parte de la juventud que aguarda una salida desde arriba o intenta no pensar en ello.
Si el estatalismo no puede darle solución a los problemas del momento, la apuesta e hipótesis es que nazca una nueva cultura de izquierda, recuperando para sí valores comunitarios y socialistas al calor de la lucha contra los ataques del gobierno neoliberal y la crisis que puede suscitar la imposibilidad creciente para franjas más grandes de la población de cumplir el estilo de vida que las nuevas derechas proponen.
Por una nueva cultura de izquierda en la juventud. Hipótesis de surgimiento
Plantear una cultura de izquierda en la juventud puede parecer algo problemático. En principio se puede señalar que las formas que adoptan los estilos de vida parecen ser individuales, conectados a la experiencia del espectáculo y basados en el sentido común (que es la ideología de la clase dominante). Y bajo este problema, ¿Qué sería un estilo de vida de izquierda sino esta cultura del discurso progresista pasivizante que vimos anteriormente?
En principio una cultura de izquierda o estilo de vida de izquierda en la juventud no es algo novedoso: los ejemplos recogidos en los ‘70 en el mundo ilustran cómo eso puede ser. Si vemos estas experiencias, muchas no existían para ser objetos de consumo sino valores y acciones compartidas, una unidad entre concepciones de mundo teóricas y prácticas que eran el producto de la lucha de clases. Además, estas nos dan el paradigma de una cultura de izquierda que no estaba necesariamente subordinada a la ética pasivizadora ni a la reproducción del capitalismo en las condiciones dadas, sino que elaboraron una serie de imaginarios colectivos de una sociedad comunista.
Además, la lucha política en este terreno tiene precedentes. Gramsci mencionó que “La comprensión crítica de sí mismo se logra a través de una lucha de “hegemonías” políticas, de direcciones contrastantes, primero en el campo de la ética, luego en el de la política, para arribar finalmente a una elaboración superior de la propia concepción de la realidad.” [13]
Inclusive, mencionando la importancia del concepto de hegemonía, el autor decía que este “implica y supone una unidad intelectual y una ética conforme a una concepción de la realidad que ha superado el sentido común y se ha tornado crítica, aunque sólo sea dentro de límites estrechos" [14].
En este sentido, si bien las ideas dominantes son las de la clase dominante, estas no tienen la vaca atada porque es de la experiencia de los sujetos en la lucha de clases donde se generan grietas en el sentido común que permiten la conformación de nuevos sentidos, actividades y formas de relacionarse colectivamente en contraposición con la ideología dominante. Habiendo visto la necesidad de discutir este momento ético de la hegemonía, como dice Gramsci, tenemos que tener en cuenta qué fenómenos de la realidad pueden servir de punto de apoyo para el desarrollo de una cultura de izquierda en la juventud en Argentina.
En los últimos dos meses hemos visto cómo los ataques de Milei han sido rechazados por una parte la población, como expresan las marchas contra el protocolo de Bullrich, la marcha convocada por la CGT del 27 de diciembre, los cacerolazos, las asambleas barriales, el paro general y las luchas contra la Ley Ómnibus, donde también jugó un rol las disputas entre los partidos patronales y el gobierno, que han logrado imponer una primera derrota a La Libertad Avanza.
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Ahora bien, en estas luchas se ha visto cómo cada vez más jóvenes se hacían presentes para defenderse de semejante plan de guerra, ya sea a través de las asambleas barriales, de acciones culturales, con algunos -pocos y vaciados- de sus centros de estudiantes, secretarías o comisiones de base contra los ataques del gobierno e incluso en la posta de salud y cuidado atendiendo a los heridos de la feroz represión policial.
Este fenómeno nos plantea nuevos interrogantes sobre la situación actual y los contornos embrionarios de una nueva cultura o modo de vida de izquierda en la juventud. Es evidente que no puede emerger ninguna cultura de izquierda si a) no hay antagonismo, b) si no hay movimiento o colectivo. De esta manera, el estilo de vida o la cultura de izquierda sólo se va a construir en la experiencia de lucha en que la juventud se vea inmersa contra los planes que le quieren imponer. Si la política es ética, y viceversa, una nueva ética debe emerger a partir de la política.
Otro factor a considerar es la contradicción de la ética de las nuevas derechas con su base social. Es principalmente una forma de vida que solo puede dar éxito a unos pocos, y cada vez menos. En las condiciones de crisis que atraviesa el país esta concepción de mundo va a evidenciar límites objetivos que van a ser reforzados por la propia política del gobierno. En otras palabras, el gobierno solo puede avanzar destruyendo las posibilidades de realización e influencia de su propia cultura.
Ahora bien, esta nueva cultura de izquierda no ha de ser conjurada del aire; existen ya valores, prácticas y experiencias donde se puede apoyar. Un ejemplo claro es el movimiento de mujeres, que ha expresado una potencia masiva de una ética colectiva-comunitaria, cuestionadora de los valores patriarcales, del culto al cuerpo y de la misma vida cotidiana, así como ha dado grandes luchas políticas. Si su estatalización y pasivización fue un ingrediente principal que le aró la tierra para que las nuevas derechas cosechen su fortuna, la nueva activación de éste puede dar un gran golpe a los ataques del gobierno e impulsar una lucha ideológica hacia su cultura. A su vez, les medicxs y estudiantes que colaboraron en la posta de salud durante las represiones en Congreso mostraron la posibilidad de que una parte de la juventud ponga sus conocimientos y aprendizajes al servicio de las clases populares y la lucha contra el gobierno. Esta experiencia puede servir de punto de apoyo para pelear por otro ideario en torno a la ciencia y el arte, donde sus contenidos no queden recluidos en la academia o puestos en función de la ganancia empresarial.
Es evidente, entonces, que es necesaria la lucha en todas sus formas contra los ataques del gobierno y las patronales para el desarrollo de una cultura de izquierda, y viceversa. De estos ataques nadie se puede salvar solx ni “fingir demencia”. Para derrotar el plan motosierra hay que profundizar la autoorganización en todos los ámbitos y ligar estas instituciones, asambleas, etc. con la mayor cantidad de fenómenos de lucha, para que así peleen para masificarse e imponerle la huelga general a las centrales sindicales. Sin ese poder de fuego no va a ser posible derrotar al gobierno en sus planes de guerra.
Es al calor de estas experiencias que puede resurgir una juventud que pelee por la unidad del proyecto individual y el colectivo [15], por la solidaridad entre los oprimides, por la autoorganización y coordinación de las luchas, por una crítica hacia la opresión de género y para que en las Universidades y centros científicos y de investigación, los conocimientos estén al servicio de las necesidades del pueblo explotado y oprimido. El desarrollo de esta cultura tiene que responder al problema de la superexplotación y la precarización, y pelear por el derecho al ocio con la reducción de la jornada laboral contra la meritocracia y el yo como unidad productiva. Estas luchas colectivas y valores pueden (y es también nuestra tarea) reconstruir un imaginario comunista que le ponga fin al realismo capitalista y el mal menorismo que nos trajeron hasta acá.
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