40 años del golpe: entre las calles y la teoría de los dos demonios. Del Centro Cultural Kirchner al Senado. Herencia recibida y “relaciones carnales”. La izquierda y la escena nacional.
Domingo 27 de marzo de 2016 10:21
La semana que se cierra dejó dos hechos incontrastables. Por un lado, la lucha contra la impunidad de los genocidas sigue siendo un poderoso motor de la movilización popular. Lo evidenciaron las más de 200.000 personas que, groso modo, pudieron constatarse en las grandes ciudades del país.
El segundo hecho fue la confirmación de la vocación proimperialista medular del gobierno de Macri y amplias franjas de la oposición política patronal. La cena del miércoles por la noche mostró a tirios y troyanos unidos por su común disposición a mostrarse serviles frente al gran amo del Norte.
Ambos hechos determinan, en gran parte, el contenido político-ideológico de los editoriales de hoy.
La Nación y sus demonios
Este domingo los periodistas de la “Tribuna de doctrina” hacen un llamado explícito a terminar con el “relato” de los DD.HH. que, según su obtusa visión, creó o impuso el kirchnerismo. En ese sentido dan continuidad a la tarea que ayer arrancó Alfredo Leuco en Clarín, cuando pidió por “nuevos organismos de Derechos Humanos”.
Jorge Fernández Díaz, lanza en La Nación que “en la Argentina hay progresistas inteligentes y modernos, pero también cunde un progresismo retrógrado y papanatas formado por kirchneristas y antikirchneristas (…) Una parte de ese segmento, formado por tiernos artistas y épicos militantes de Palermo Hollywood, apoyó en otra época asesinatos políticos en nombre de la Patria Socialista y luego se enamoró de un régimen autoritario y corrupto (…) comparten incluso las mismas taras que los kirchneristas, esa cosa culpógena, arrogante y simplificadora según la cual toda la vida puede encerrarse eternamente en izquierdas y derechas, algo tan antiguo e inservible como la linotipia”.
Lo liberales que hacen de “ideólogos” del gobierno de Macri están hechos unos genios, derrochan creatividad y por eso…repiten las mismas fórmulas que los liberales de la época de Menem.
Agrega Díaz que “cierto progresismo vernáculo (…) esta semana cayó en el ridículo con la visita de Obama y convalidó sin escandalizarse que notorios corruptos e impresentables se vistieran de santos a expensas de los desaparecidos durante la conmemoración de los 40 años del golpe militar”.
En este caso, no queda claro si hace referencia a Macri y Obama visitando el Parque de la Memoria o a Guillermo Moreno y Aníbal Fernández en la movilización de Plaza de Mayo. Quedará a elección de quien lo lea.
En el mismo diario Pablo Sirven vuelve con el “argumento” de que no hubo 30.000 desaparecidos. Afirma que “es imprescindible que la Argentina dedique un espacio a recordar a las víctimas del peor de todos los terrorismos: el que es organizado desde un Estado constituido. Pero eso no habilita a hacer un relato, por momentos, avieso y a mezclar los nombres de víctimas inocentes con los de "combatientes", muchos de los cuales, incluso, alzaron sus armas contra la democracia. Aun sumados unos con otros los nombres inscriptos en los muros, están muy lejos de ser 30.000, el número sacralizado por las organizaciones de derechos humanos que, incluso, para Horacio Verbitsky "quedó instalado como un lema, como un símbolo". Por decir algo parecido, casi le cuesta el cargo al ministro de Cultura de la Ciudad, Darío Lopérfido, al que artistas K y activistas intentaron darle un frustrado y patético minigolpe de Estado por el crimen de opinar distinto”.
El discurso de la reconciliación nacional emerge por todos los poros. De fondo, suena la teoría de los dos demonios: “víctimas inocentes” en oposición a “quienes se levantaron contra la democracia”.
La comparación de Lopérfido con Verbitsky no resiste ni una brisa. Señala el autor de Robo para la corona -en una entrevista que le hicieron Martín Rodríguez y Tomás Rodríguez Ansorena- “conozco por lo menos siete, ocho casos de desaparecidos que no fueron denunciados. Gente con la cual he hablado del tema. Y no puedo proyectar eso como número válido, porque no lo es, pero me da la pauta de que la existencia de indemnizaciones y de registros escritos no agota el tema”.
Renglones más abajo, Verbitsky añade que “una cosa es alguien que se ponga a hacer una investigación, a ver cuántos son. Y otra cosa es que aparezca un frívolo que diga que inventaron el número para cobrar subsidios. Eso es un ataque simbólico, deliberado, clarísimo”.
Este último es el ataque que hizo Lopérfido y que Sirven no solo no rechaza sino que, incluso, termina validando.
Del CCK al Senado
Una suerte de preferencia por el realismo invade las oficinas de Clarín. Junto a tanto festejo por la visita de Obama, está la política real.
Julio Blanck escribe que “hoy Macri y su gente se sienten en el Paraíso. Es un bello estado del espíritu, sólo empañado por la constatación de que sus tareas y sus problemas son ferozmente terrenales”.
Entre esos problemas terrenales está la necesidad de seguir aceitando los mecanismos de acuerdos parlamentarios del oficialismo. Blanck relata que, para afianzarlos, “el momento elegido fue la cena del miércoles en el Centro Cultural Kirchner. Allí hubo una breve recepción privada con Obama y Macri (…) Estuvieron la vicepresidenta Gabriela Michetti por el Gobierno; Emilio Monzó, Federico Pinedo y el radical Mario Negri por el oficialismo en el Congreso; Elena Highton y Juan Carlos Maqueda de la Corte Suprema de Justicia y se abrieron cuatro lugares para opositores: Sergio Massa, Margarita Stolbizer, el senador Miguel Pichetto y el diputado José Luis Gioja (…) El gesto tiene al menos dos lecturas. Una, el reconocimiento a Massa y Stolbizer, que operan como aliados parlamentarios del Gobierno sin desdibujar su perfil opositor. Otra, igual o más sustancial, es la búsqueda de consolidar la convivencia con el sector del peronismo dispuesto a dialogar y llegar a acuerdos puntuales”.
Por su parte, Eduardo Van der Kooy escribe que “la visita de Barack Obama a la Argentina representó el suceso político más importante para Mauricio Macri desde que llegó al poder. Tres razones podrían explicarlo. La primera, el valor del apoyo del jefe de Estado de una de las dos principales potencias hacia un mandatario recién estrenado (…) La segunda, la posibilidad de abrir al presidente argentino en el mundo una visibilidad detrás de la cual está corriendo (…) La tercera, el efecto que el respaldo de una figura como Obama y su carismática esposa, Michelle, podría provocar en el plano interno para consolidar la autoridad presidencial aún en construcción y la conservación de la expectativa social que generó su ascenso”.
La continuidad de esta dinámica se juega también en el Senado, con la aprobación completa del acuerdo con los fondos buitre. Señala Van der Kooy que “el Gobierno obtuvo el aval de Diputados. Se encamina esta semana a lograr la aprobación en el Senado (…) Tal progreso hubiera resultado imposible sin la buena voluntad de una parte del Frente para la Victoria. Allí los peronistas parecen diferenciarse cada vez más del kirchnerismo. Se notó con la nutrida participación de dirigentes de ese palo durante la visita de Obama. Varios de los cuales habían acompañado a Cristina sin chistar en su enfado con Washington”.
La “nutrida participación” viene a constatar que, tras doce años de discursos sobre la soberanía nacional, lo que quedan son los fríos intereses materiales de la casta política que sirve al gran capital. Una parte no menor de quienes fueron parte de la viaje coalición oficialista, hoy garantizan el ajuste en curso.
Desde Página12, Mario Wainfeld lo confirma. Hablando de los despidos en la Biblioteca Nacional, señala que “los cesanteados cuentan con un gremio que los banca, ATE. La Unión de Personal Civil de la Nación (UPCN) sigue sin aparecer. Fue el gremio estatal privilegiado por los gobiernos kirchneristas, que deberían repensar sobre sus aliados y sus favoritos”.
Luego, como quien no quiere la cosa, agrega un consejo: “también sería interesante y novedoso que dirigentes y legisladores del Frente para la Victoria acompañaran a laburantes desamparados en pie de lucha. Es arduo hacerlo desde el llano, sin llevar soluciones en la mano. Seguramente, de entrada toparían con rechazos (…) volver al llano es duro: conlleva costos y fuerza a buscar caminos nuevos”.
El consejo tiene su contradicción. Quienes “vuelvan al llano” posiblemente deban explicar cómo convivieron tanto tiempo con “traidores” como Bossio o Pichetto. Pero además, deberán rendir cuentas de porqué gobernadores de su mismo signo político -en Santa Cruz y Tierra del Fuego- aplican el mismo ajuste que el gobierno nacional. Es probable que el consejo de Wainfeld caiga en saco roto.
Herencia y relaciones carnales
La visita de Obama volvió a poner en escena la relación entre Argentina y la mayor potencia imperialista del mundo. Los 40 años del golpe genocida son parte del trasfondo de esa relación.
Luego de repasar brevemente las últimas décadas, entre ellas la dictadura y la nueva conformación de la clase dominante que emergió de la misma, Horacio Verbitsky señala que “Néstor Kirchner y su esposa CFK avanzaron más que nadie sobre esos intereses, confrontaron con las patronales agropecuarias y el sistema financiero global, replantearon los alineamientos de la política exterior, reestatizaron algunas de esas empresas y desarrollaron una agenda de defensa y expansión de derechos. Pero no consiguieron eludir aquellos condicionamientos estructurales: la extranjerización de la economía, la pérdida del autoabastecimiento energético, la recuperación del empleo industrial y el consumo sobre la base de actividades deficitarias en divisas, como la armaduría electrónica de Tierra del Fuego y la industria automotriz. La reaparición, ahora por medios democráticos de los programas neoliberales y de ajuste son uno de los efectos de aquellas modificaciones estructurales que hizo la dictadura y que siguieron operando en forma subterránea”.
Que la dictadura de 1976-1983 vino a implementar un genocidio de clase, al servicio del gran capital es algo universalmente aceptado desde el progresismo hacia la izquierda. Como ya hemos señalado, se trata de una “memoria” distinta a la que intenta implementar el nuevo gobierno con sus aliados mediáticos.
Pero lo que resulta harto evidente es que esas consecuencias sociales no fueron alteradas por el kirchnerismo, a pesar de tanto “relato”. O, precisamente, porque fue más relato que realidad.
En el mismo sentido, en otra columna, Mario Wainfeld hace una suerte de balance breve de los gobiernos progresistas de la región, en el marco de la visita de Obama. Allí se puede leer que “la acción positiva de los líderes sudamericanos se tradujo en un avance de la integración, a niveles muy superiores al pasado pero, ay, insuficientes (…) líderes que armonizaban políticamente se plasmaron intervenciones pacíficas que frenaron conatos de golpes de estado en Bolivia, Venezuela y Ecuador. Detuvieron una escalada belicista de Colombia contra Ecuador y Venezuela. Proezas sin antecedente conocido, a pura política y sin disparar ni una bala de goma (…) en momentos de declinación de los regímenes progresistas, opositores al Consenso de Washington, la Casa Blanca propone un nuevo trato. Le paga casi de contado a Macri la sobreactuación en su primera Cumbre contra el presidente bolivariano Nicolás Maduro y le adelanta capital (simbólico, ojo) para jugadas que vendrán. El debilitamiento del PT en Brasil, del gobierno de Maduro y la derrota del kirchnerismo siembran el terreno”.
Como se ha señalado en otras ocasiones, lo que evita Wainfeld - como la enorme mayoría del progresismo latinoamericano- es problematizar en profundidad el balance de esos gobiernos y el porqué de su actual retroceso. Para el lector o lectora que quiera interiorizarse en una visión desarrollada desde la izquierda trotskista, se recomienda arrancar por acá.
Señales
Las movilizaciones por el 40 aniversario del golpe ilustraron dos postales de una misma Argentina. Además fungieron como señal de que los tiernos abrazos de Obama no garantizan un camino de rosas para el ajuste gubernamental en curso.
Las rabiosas columnas de opinión en La Nación y Clarín se dirigen, en última instancia, contra la relación de fuerzas social que se expresó en las movilizaciones y que no puede ser alterada solo con bellas declaraciones. Los llamados a la "reconciliación" y el "diálogo" buscan atemperan las tensiones sociales que el ajuste necesariamente despierta. Pero una cosa son los deseos y otra la realidad.
En ese marco, la crisis del proyecto kirchnerista se sigue desarrollando. La semana que empieza volverá a poner en escena el acuerdo entre muchos de sus ex integrantes y el nuevo gobierno para votar a favor del acuerdo con los fondos buitre.
La izquierda referenciada con el FIT aparece como la única fuerza que, de manera consecuente, combate en las calles y en el terreno parlamentario como el ajuste y la entrega nacional. En las movilizaciones de este jueves 24 de marzo, su desarrollo creciente volvió a hacerse evidente.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.