Por segundo día consecutivo las trabajadoras salieron en su hora de almuerzo a trancar la calle, protestando contra el mísero salario que reciben a cambio de su trabajo.
Viernes 2 de marzo de 2018
Tal como lo habían anunciado en su manifestación de ayer, hoy volvieron a salir a las calles las obreras de la planta de la Ovejita ubicada en Catia, zona popular por excelencia, si la hay, del oeste de la capital. Para evitar los descuentos que por retaliación les ha hecho el patrón en otras ocasiones que ha participado de acciones en defensa de sus derechos, han optado por sacar tiempo de su hora de almuerzo para manifestar en la calle su reclamo, y volver luego a la máquina.
Una de las trabajadoras con quienes conversamos es Rosalba Villamizar, delegada de prevención y costurera, apresuradamente porque ya le tocaba volver a su puesto de trabajo. Cuenta que lo más urgente que están exigiendo las trabajadoras es un salario digno, pues su salario actual no les alcanza ni para adquirir lo elemental. Ganan mínimo más cestatickets, y ya sabemos que en las condiciones actuales un ingreso así no cubre ni una semana de las necesidades de una familia.
El sindicato, conducido por dirigentes pro-patronales, firmó el año pasado un contrato colectivo a espaldas de las trabajadoras y trabajadores, con una vigencia hasta el 2020. ¿A quién que realmente quiera defender los intereses de los trabajadores se le puede ocurrir, en medio de la hiperinflación que vive el país, firmar un contrato en el que los beneficios no se puedan actualizar en tres años? Apenas la cláusula salarial quedó abierta a discutirse anualmente –¡anualmente, en un país donde los precios suben todas las semanas!–, y aún así, no se ha cumplido con esa disposición, pues el 02 de febrero debía discutirse la actualización salarial y no se ha hecho, llevando ya un mes de mora.
Luego de la protesta del jueves 1ro el patrón junto a los jefes pasó por los puestos de trabajo justificando el no aumento del salario y queriendo apaciguar los ánimos ofreciendo un mísero “bono” de poco más de 100 mil bolívares, y no aplicable a todas las trabajadoras y trabajadores sino solo a algunas.
Esa cosa llamada plusvalía
Carlos Marx, el intelectual y militante revolucionario que desarrolló la crítica más profunda y completa que ha habido hasta hoy del capitalismo, popularizó su denuncia a la explotación capitalista sobre los trabajadores con un término sencillo y potente: la plusvalía, el plus-valor, ese valor adicional que genera el trabajo del obrero y con el cual se queda el patrón. Es la fuente de la ganancia capitalista, es el robo legalizado en la sociedad burguesa, la manera en que los dueños de las empresas le roban a los trabajadores el fruto de su trabajo, dándoles a cambio solo una pequeña parte del valor que estos generan. Por lo general esta pequeña parte es un salario suficiente apenas para que se siga reproduciendo esa fuerza de trabajo que el patrón necesita, es decir, para la manutención básica del trabajador y su familia… aunque en situaciones de crisis, como hoy, esa parte en forma de salario no cubre ni siquiera la sobrevivencia elemental de los trabajadores.
Las obreras de la Ovejita no son expertas en marxismo, pero no les hace falta para tener bien claro la relación desigual que tienen con el patrón, la explotación a que son sometidas. Ellas sacan cuentas: en promedio ganan alrededor de 8 mil Bs. por día, mientras nada más un mono escolar lo vende la empresa en un millón seiscientos mil Bs., un solo bóxer puede costar 537 mil Bs., un pijama 800 mil Bs., y son miles de piezas las que diariamente confeccionan las cientos de obreras de la planta.
Con todos los descuentos que les hace la empresa, incluyendo las deducciones por las deudas que los trabajadores terminan contrayendo con la empresa por los préstamos que se ven obligados a solicitar, una costurera, como mucho, puede sacar unos 50 o 60 mil Bs. semanales, sin embargo, cuentan, “ahorita una compañera fue a comprar cuatro plátanos y le costaron 90 mil Bs.”.
Es un salario de hambre, sin lugar a dudas, el que perciben en esta empresa privada las 687 trabajadoras y trabajadores que quedan –entre diciembre de 2017 y enero de este año renunciaron más de 300.
Las trabajadoras también se dan cuenta del trato diferenciado del patrón con el personal jerárquico, esos profesionales y personal de mando cuya función es garantizar día a día la explotación: mientras las trabajadoras no tienen ni para comer lo elemental, para traer comida digna elaborada en sus casas, cuando suena el timbre y deben entrar de nuevo a la fábrica para volver a su faena los ven pasar, “mira, ahí van los jefes, ellos van a comer en restaurantes”.
Una lucha en curso
Las trabajadoras de la Ovejita de Catia no piden, no mendigan, no están rogando “bonos”, ¡exigen lo que les pertenece!, lo que por derecho es suyo. Parafraseando una canción del cantautor mexicano León Chávez Teixeiro: “lo que tiene el patrón, más la limosna que da, lo fabricamos las mujeres que te invitan luchar”.
La lucha la impulsa una vanguardia de trabajadoras de base junto a las delegadas de prevención, y un parte minoritaria del sindicato que llegó allí en las últimas elecciones, aunque el patrón no reconoce ni se reúne con este sector el sindicato. En cada departamento las trabajadoras tienen compañeras que cumplen la función de voceras o delegadas, escogidas por ellas mismas. Es una lucha obrera en plena capital del país, que debe ser rodeada de la más amplia solidaridad.
La exigencia de un salario mínimo igual al costo de la canasta básica, no solo aumentos de salarios nominales que se come la inflación, sino salarios que cubran el costo real de la vida, e indexados según aumente la inflación, es una demanda necesaria para responder a la situación de las trabajadoras de la Ovejita y del conjunto de la clase obrera del país. Es una exigencia que plantean ya algunos sindicatos, como el Sirtrasalud del Distrito Capital, y también sectores de las organizaciones de izquierda que se movilizan contra la represión a las luchas.
Un salario que cubra el costo de la canasta básica familia, indexado de acuerdo a la inflación, y un verdadero control de precios garantizado por los propios trabajadores y las comunidades, son necesidades urgentes para frenar la terrible depauperación de las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo pobre. Así como también resulta urgente la necesidad de un encuentro de trabajadores, que junte las diferentes luchas, que permita unir las fuerzas y desarrollar planes de lucha y movilización unificados, venciendo la dispersión y el aislamiento actual de muchas luchas.
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Ángel Arias
Sociólogo venezolano, nacido en 1983, ex dirigente estudiantil de la UCV, militante de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) y columnista de La Izquierda Diario Venezuela.