El miércoles 18 de diciembre, Fernando Gómez, de 27 años, muere en un operativo de la gendarmería con un disparo en el pecho. El joven era un humilde trabajador informal que transportaba hojas de coca desde la frontera de Bolivia, en el norte de Salta.
Los hechos se dan en la ciudad de Orán, una zona cálida de las yungas, la segunda ciudad más grande de la provincia de Salta. Con sus 130.000 habitantes, está a menos de 40 minutos de la frontera con Bolivia.
Siguiendo la ruta 34 al norte, en el pueblo de Pichanal, se toma el desvío a la ruta 50 para la frontera. En el camino, a pocos minutos está el Ingenio El Tabacal, después el pueblo de Irigoyen, la ciudad de Orán, y finalmente el pueblo fronterizo de Aguas Blancas.
Está demás decir que estos lugares recónditos son olvidados por los gobiernos, la falta de obra pública, mínimos servicios públicos, etc. Los porcentajes de pobreza superan la media nacional, llegando al 60%. Esto es consecuencia de las políticas de gobiernos tras gobiernos.
Las zonas fronterizas tienen la característica de que dependen de los vaivenes de la economía y en especial del comercio, marcada por el cambio del día, del dólar, de las monedas que entran en juego, algunas a favor, otras en contra para cada lado de la frontera. Desde alimentos de primera necesidad, ropa, utensilios de bazar, etc., todo se comercializa.
La frontera con Bolivia no puede dividir esa unidad cultural y tradiciones con todo el norte argentino. Además de nuestra “raza”, es el hábito común de mascar, peschiar, coquear; el consumo de la hoja de Coca es ancestral en toda la zona andina, y se ha extendido en el país.
La Ley 23.737 en su artículo 15 establece que "la tenencia y el consumo de hojas de coca en su estado natural destinado a la práctica del coqueo o masticación, o a su empleo como infusión, no será considerada como consumo de estupefacientes". Pero el comercio no está autorizado, aunque se realiza igual.
Siempre es un negocio para grandes empresas el comercio a gran escala, pero también un gran negocio para el que controla el comercio, que solo recauda: el aduanero. Pero no todo pasa por ahí: el verdadero control es de las fuerzas de seguridad. La Gendarmería, una fuerza militar instalada en toda la frontera, que además reprime con dureza, deciide quién pasa o no, incauta sin piedad y tiene “su cuota”.
Como nos relatan muchos pasadores, los que pasan mercadería llamados “bagayeros” y los que pasan hojas de coca “chancheros”, sufren abusos constantes, malos tratos, extorsiones y persecuciones.
La mayoría de los habitantes de Aguas Blancas vive de esta actividad, así como un gran porcentaje de los de Orán, y esto ha ido en aumento. Porque si no trabajas en el Ingenio, en las fincas agrícolas o el Estado, no hay muchas más fuentes de trabajo, “y tenés que vivir de algo”, y terminás de bagayero o chanchero, viviendo al día por unas monedas. Son trabajadores precarizados, informales.
Para pasar por la frontera que divide el Río Bermejo, se hace por el puente habitualmente, pero pocos lo hacen, exponiéndose a los vejámenes de los uniformados, el cobro del arancel aduanero. La mayoría cruza el río en pequeñas y precarias barcazas, las “chalanas”, por pasos alternativos pero conocidos por la gendarmería, que los vigilan sigilosamente.
Una actividad que habitualmente realizaba la gente, ahora en el marco del Plan Güemes (firmado por el Gobernador Saenz y Patricia Bullrich), la gendarmería ataca y criminaliza a los trabajadores informales que viven de ser pasadores, envalentonados también por el discurso agresivo y xenófobo de Milei.
El fatal desenlace de la vida de Fernando Gómez, se enmarcaría en uno de esos operativos de rutina de la gendarmería en los pasos alternativos, y que se hacen más intensos en temporadas altas (que son las fechas festivas como Navidad, año nuevo, día del niño, de la madre, etc.). Fernando era un trabajador informal, un “Chanchero”.
Ya entrada la noche, de camino de la fronteriza Aguas Blancas a Orán, los bagayeros y Chancheros hacen su peregrinación a pie por los montes, paralelamente a la ruta 50, para esquivar el puesto 28 de gendarmería.
En ese lapso fueron sorprendidos a la vera del río Pescado, en inmediaciones del sector denominado La Isla. Los empiezan a correr por el monte, para que no le quiten la mercadería que llevaban en la espalda. “Los gendarmes empiezan a disparar”… “dispararon a matar contra los trabajadores”, nos cuenta un chanchero que presenció todo.
Fernando Gómez habría caído primero producto de un disparo en el pie. En el intento de escaparse, recibe otro disparo en el pecho. “Los gendarmes se acercan al cuerpo que tendía en el piso”, relata un compañero, “Pretendían desechar el cuerpo en el Río Pescado”. Ahí es donde sus compañeros lo rescatan. Pero siguen los disparos de los uniformados, en el monte son varios heridos. La escena muestra entre los arbustos los cuerpos tendidos en el suelo, aferrados a los bultos que llevaban. Un amigo que socorre a Fernando Gómez, alcanza a decirle “vámonos tu vida no vale un fardo de coca”. Lo saca cargado en los hombros de la zona como a los otros heridos, para buscar primeros auxilios, muy cerca del puesto 28 de gendarmería.
Los heridos son llevados de urgencia al Hospital San Vicente de Paul de Orán. A las 3 de la madrugada le informan a su familia el trágico final de Fernando. Cuando la familia se acerca a buscar noticias al destacamento de gendarmería, los mismos efectivos los echaron a golpes y los amenazaron.
La bronca estalló entre los compañeros, amigos y familiares de Fernando, que salieron minutos después enfurecidos a reclamar explicaciones a los gendarmes, haciendo foco en ellos como responsables. En el puesto 28 sobre la ruta 50, la respuesta de los efectivos es brutal: balas de goma y gases. Ahí se dan los primeros incidentes, donde la resistencia a la represión se empieza a masificar.
“¡Esta vez el gendarme no le quitó la carga, le quitó la vida!” afirmó Gisela Gómez, hermana de Fernando.
Los refuerzos de gendarmería no tardan en llegar. Se suma además la Policía Federal, la infantería de la Policía Provincial, para retomar el control de la ruta y despejarla en varias oportunidades. Cuando pensaban que podían disuadir a la muchedumbre, el cuerpo de infantería de la policía provincial se aventuró a los humildes barrios linderos a la ruta.
Creían tener todo controlado. Al instante se vieron sorprendidos por la masiva resistencia de jóvenes y trabajadores informales que volvían a avanzar una y otra vez sobre los uniformados para echarlos del barrio. Salieron a disputar calle por calle, reagrupándose en cada esquina. Los efectivos se vieron superados; retrocedieron varias veces hasta que salieron corriendo a refugiarse de vuelta a la ruta. Se repetían los enfrentamientos en cada barrio: El caballito, Che Guevara, Libertad, 200 años, fueron los más combativos, se armaron barricadas con ramas, troncos y cubiertas que ardían.
Los efectivos de las diferentes fuerzas de seguridad apostadas a lo largo de la ruta 50, que coordinaban la represión, fueron superados. Son divididos en dos por el avance de la muchedumbre. Los hacen retroceder en un grupo hacia el sur y el otro hacia el norte sobre la ruta 50. Los efectivos con pertrechos de disuasión, gases y balas de goma no pueden con la lluvia de piedras y palos que les caen, y empiezan a retorcer, en una lenta retirada.
Fue una verdadera pueblada protagonizada por los pobres de la periferia de Orán, por los jóvenes de los barrios y los trabajadores informales, en la que participaron miles resistiendo heroicamente, repitiéndose desde la madrugada hasta la noche del miércoles 18 de diciembre. Ese día la frontera y el comercio se paralizó.
Muchos medios repetían la versión del gobierno Nacional y Provincial, de una turba que quiso tomar el puesto 28 de gendarmería. Solo unos pocos se animaron a contar el brutal crimen. Ni sindicatos, ni partidos tradicionales como la UCR, PJ, etc. expresaron su apoyo, solo algunas pocas voces de la Izquierda nos pronunciamos en apoyo y solidaridad.
La mañana del jueves recién la familia logra que le entreguen el cuerpo de Fernando Gómez después de intensas gestiones. La normalidad aparente en la ruta parece regresar. Mientras, en la ciudad de Orán casi militarizada, los patrulleros, camionetas y móviles de casi todas las fuerzas recorren las calles sigilosamente.
Velan el cuerpo del joven chanchero en su humilde casita del barrio “200 años”, levantado con tablas de madera, chapas y plástico, donde convivía hacinado junto a otros familiares —18 personas, en no más de 3 habitaciones—.
Camila, la compañera de Fernando, está desconsolada. Abraza a sus tres pequeños niños. “Salió a trabajar y no volvió más”, nos cuenta entre lágrimas, “él era el único sostén de la familia”.
La familia con una profunda tristeza recibe en el velorio a los amigos y compañeros de trabajo, que vienen a despedir con mucha bronca sus restos. Allí recuerdan entre anécdotas y aventuras, los duros momentos del oficio de ser “chanchero” y lo buen amigo que era “el Pelado”, como lo llamaban a Fernando. Hasta relatan las charlas, las bromas con él, previas al fatídico momento en que se cruzó con los gendarmes que le darían el disparo mortal.
Llegadas las 16 hs. su cuerpo parte camino al cementerio, detrás de la carroza fúnebre. Más de 500 jóvenes lo acompañan a pie, otros en moto y una larga caravana de autos atrás tocando bocina. Muchos se van sumando en el camino: un pasacalle del club de fútbol de los Chancheros al frente, sostenida por amigos del barrio, trabajadores informales que van cantando consignas: “Fuera el plan Güemes, fuera la gendarmería”, “Saenz asesino, Patricia Bullrich asesina, Milei la vas a pagar”. Juran que no quedará impune el crimen.
Expresan el avance desde la primera reacción espontánea en la calles ante el asesinato de Gómez y la pueblada que desató, a la idea consciente sobre los responsables materiales y políticos.
El cortejo fúnebre recorre los barrios humildes, donde el día anterior se enfrentó y expulsó a las fuerzas de seguridad. En medio de las calles de tierra, salen los vecinos a aplaudir y a saludar a la larga caravana.
La despedida final en el cementerio municipal de Orán, fue desgarradora. La familia, sus pequeños niños, abrazando el féretro. Los amigos, y su compañero de trabajo, juraban ante la tumba que esto no va a quedar impune: “Hoy se va Fernando, no queremos que mañana le toque a otro chango”.
En todos ellos se podía ver la tristeza en sus ojos; en la boca, bronca e indignación; en sus cuerpos, las marcas del heroísmo y la combatividad desplegada, cicatrices de las balas de goma, como testigos de la pueblada.
Fernando Gómez es el primer muerto durante el gobierno de Javier Milei
Todos saben que fue víctima de la crueldad y el abuso de la gendarmería y las políticas represivas del gobierno provincial de Sáenz y Patricia Bullrich, de su “Plan Güemes”. Que no tuvo más resultado que el control social por las fuerzas de seguridad y criminalizar a los trabajadores informales, a los sectores más humildes. Para que solo un puñado de ricos, empresarios, terratenientes, sigan ganando en esta injusta Salta.
El plan Güemes muestra el fracaso de la política represiva, que emprendió Patricia Bullrich y el Gobierno de Milei. Al igual que en Rosario, intenta mostrar éxitos robándole la vida a un joven humilde que lo califican de narcotraficante.
En Orán buscan a los narcos entre las villas y no donde están las casas lujosas, fastuosas, con toda la ostentación que solo los funcionarios del gobierno, de la justicia, y los directivos de gendarmería solo pueden tener. Recordemos que los pocos casos de narcos detenidos en la zona, estuvieron vinculados al poder Político de la Provincia de Salta: uno de ellos es Carlos “Cornejo” Martínez, ex intendente de Aguas Blancas. Otro famoso narco, “El Gringo” Palavecino, que cuando se empezó a investigarlo se descubrió el amplio tejido y vínculos con el poder judicial y político de Salta. Entonces prefirieron “guardar al canario antes que cante” y empiece a salpicar al poder.
No sabemos si el caso quedará impune: dependerá de la fuerza, la organización y la movilización de los joven trabajadores informales y su familia, como de todos los sectores solidarios que apoyamos y nos indignamos con la política criminal de Patricia Bullrich y Milei, para superar el aislamiento, el silencio y el manto de complicidad que quiere tapar todo el poder en la provincia de Salta. Se han militarizado las calles y la ciudad de Orán. Pocos se animan a expresarse públicamente, por miedo a las represalias. Buscan sembrar el temor.
Pero después de esto las cosas han cambiado, la resistencia crece por abajo. El primer muerto durante el gobierno de Milei tuvo como respuesta una pueblada de los sectores populares, de la juventud y los trabajadores informales, a los que cada vez más son empujados a la pobreza, y se les roba el futuro.
Muy diferente al discurso que intentan instalar, de que la rebeldía y la juventud se hizo de derecha y libertaria, o de que es imposible enfrentarlo por el consenso social que tienen sus políticas en sectores populares, como nos dicen desde algunos espacios políticos, desde el PJ, y hasta las centrales sindicales como la CGT o la CTA, para no salir a luchar, negociar y pactar el ajuste con Milei.
La respuesta de cómo hay que enfrentar al gobierno de Milei y su plan de ajuste del FMI, viene muchas veces de los que menos tienen que perder en este sistema. Esa fuerza que viene desde abajo debe unirse a la resistencia del conjunto de la clase trabajadora de todo el país.
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