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SUPLEMENTO

Paisajes del pasado: resiliencia de una comunidad obrera

Juliana Yantorno

RESEÑA

Paisajes del pasado: resiliencia de una comunidad obrera

Juliana Yantorno

Ideas de Izquierda

Reseñamos el libro de Daniel James, historiador británico, y Mirta Lobato, historiadora argentina, que estudian la clase trabajadora de la localidad de Berisso. Marcada por la pérdida de la principal fuente de trabajo hacia los años setenta y ochenta: los frigoríficos. En Paisajes del pasado (Edhasa, 2024) los autores hacen un recorrido histórico de la comunidad obrera que lo habita.

Dada la enorme riqueza de Paisajes del pasado, intentar sintetizar sus núcleos principales es una tarea muy compleja. Por eso, elegimos ofrecer nuestra propia lectura, reflejando las reflexiones que el libro nos inspiró, sin buscar hablar “por el libro” sino expresar lo que despierta y genera en el lector. Decidimos incorporar el uso de imágenes, que se encuentran disponibles en la página web del museo 1871, ya que estas tienen un papel central en los hallazgos y aportes que este realiza.

A pesar de que los autores tienen diversos libros sobre la región y la temática, este resulta novedoso en distintos aspectos. Primero, porque se publica en un contexto en el cual Argentina está permeada por visiones de emprendedurismo, meritocracia, individualidad, que promueven una construcción de lo social como una suma de individuos aislados. Contra estas visiones, James y Lobato nos recuerdan la importancia en nuestra sociedad, y particularmente en comunidades obreras, de los héroes, los lazos de solidaridad, las tradiciones políticas, los lazos familiares y la creatividad entre las y los trabajadores. En segundo lugar, el libro es innovador en cuanto al sujeto que estudia y la forma de realizar una investigación social. Nos acerca a la comunidad obrera de Berisso a través de las narraciones y relatos de sus protagonistas, de sus objetos (sus fotografías, sus álbumes, sus cartas con sus familiares), y el conocimiento de sus tierras de origen.

Paisajes del pasado se estructura en cuatro capítulos. Si el lector busca una descripción cronológica de la historia de Berisso, no es esto lo que encontrará. El orden de los capítulos no es diacrónico, sino que se basa en ejes problemáticos, preguntas, derivas de los objetos y de los sujetos. El primer capítulo, “La Nueva York, historia de una calle”, nos sumerge en un mundo complejo de experiencias atravesadas por el trabajo en los frigoríficos, los modos de vida, entretenimiento y sociabilidad de los trabajadores. La calle se transformó en el gran escenario de la vida cotidiana de Berisso. El segundo capítulo, “Fotos familiares, narraciones orales y formación de identidades étnicas: ucranianos y croatas”, nos adentra en las historias de vida de trabajadores inmigrantes, de las nacionalidades mencionadas, y las emociones y sentimientos que produjo la inmigración. En el tercer capítulo, “Los santiagueños de Berisso: migración interna, identidad y cultura”, se detienen en la inmigración proveniente de Santiago del Estero, recorriendo parajes como Loreto y Atamisqui. Por último, “Narraciones comunitarias: patrimonio, museos y fiestas”, donde analizan las formas de memoria de los habitantes de Berisso y cómo el pasado es resignificado.

Berisso obrero: en y más allá del frigorífico

En el primer capítulo, analizan la historia de la calle Nueva York, que corría paralela a los grandes frigoríficos Swift y Armour, como puerta de entrada a elementos de la comunidad obrera.

Frigorífico Armour. Fuente: Museo 1871 de Berisso

A través del puerto y la inmigración interna, Berisso se pobló de trabajadores que articularon sus vidas alrededor de los frigoríficos instalados en la región desde 1907. Además de la experiencia del trabajo, este se configuró como un espacio de sociabilidad, cooperación, solidaridad, y de intercambio entre las diversas culturas. Las organizaciones y acciones contra las injusticias laborales también tuvieron su lugar. Ahora bien, la propuesta de James y Lobato es observar cómo esta comunidad configurada a partir de los frigoríficos se extendía más allá de sus portones. La calle Nueva York se transformó en un espacio de disputas y construcción política con asociaciones mutuales y étnicas, y de construcción comunitaria con la vida en los conventillos, la formación de instituciones y asociaciones, de centros culturales, de grupos teatrales y corales, clubes deportivos, y bares, que moldearon historias personales y colectivas. Buscaron mantener su identidad en el nuevo espacio: se retrataban, colgaban cuadros, tenían postales de sus localidades y realizaban comidas étnicas. La calle Nueva York se transformó así en el gran escenario de esta vida cotidiana de los obreros de Berisso donde la escenografía se extiende más allá de los propios límites.

Bar Lito Cruz. Fuente: Museo 1871 de Berisso

Al mismo tiempo, remarcan cómo se buscaban nuevas experiencias y entretenimientos a través del cine “El Progreso”, permitiendo una desfamiliarización de lo cotidiano, el encuentro con amantes mientras que “un mundo de ensueño desfilaba tras sus ojos”. Las casas de fotografías como “La Moderna” de Jacobo Berman eran parte de esa construcción de sueños y de experiencias de ese mundo moderno.

Cine El Progreso. Fuente: Museo 1871 de Berisso

Ante estos espacios de sociabilidad nos surgió la pregunta en torno a los esfuerzos que los trabajadores realizan para mantener sus culturas, sus tradiciones. Contra la vida alienante que imponía la fábrica, especialmente los frigoríficos, los trabajadores generaban y recreaban espacios de sociabilidad que les permitía escapar, aunque sea por momentos, de esa alienación. Ejemplos como Clara, santiagueña que enseña quichua para que las nuevas generaciones no olviden su idioma natal; las danzas que se enseñan en los centros culturales; los objetos y fotografías atesorados de sus tierras como es el caso del álbum de Julián Zabiuk. Estas formas de conservación de objetos, y las distintas narraciones dan cuenta de la complejidad en la construcción de las identidades, su heterogeneidad, y el esfuerzo para mantener esas tradiciones y su reapropiación en el presente.

Ahora bien, nos surgen interrogantes que el libro no aborda en profundidad ¿Cómo surgieron esos espacios de sociabilidad colectiva? ¿Qué lugar tuvieron las distintas tradiciones políticas en configurar esa cultura? Si bien, en el tercer capítulo se realiza un análisis sobre las tradiciones políticas, queda subvaluado el rol de los partidos y tradiciones políticas de socialistas, comunistas, anarquistas y trotskistas en la conformación de estos espacios.

Berisso, ¿la ciudad del peronismo y del inmigrante extranjero?

James y Lobato desafían dos ideas profundamente arraigadas en la comunidad y en la intelectualidad sobre Berisso: la ciudad como la capital del inmigrante y del peronismo. Contrariamente a estas visiones, el libro revela la existencia de otras tradiciones políticas y destaca que su población no está compuesta únicamente por quienes “bajaron de los barcos”, sino que también cuenta con una significativa inmigración interna. Los autores subrayan la riqueza y la heterogeneidad de esta comunidad, afirmando que “si una tradición se impone sobre las demás, la singularidad es acallada”.

Puerto de Berisso. Fuente: Museo 1871 de Berisso

Siguiendo los pasos de los inmigrantes de Berisso

En el segundo capítulo, a través de narraciones, fotos familiares y cartas, nos sumergen en los sentimientos que la inmigración generó en ucranianos y croatas. Nos alucinamos con las narrativas de Juzwa y de Bogdan Zabiuk de procedencia ucraniana. La comunicación epistolar mantenía vínculos a pesar de las largas distancias, y en esas cartas se reflejan la ansiedad y los deseos, la vulnerabilidad y la fragilidad derivadas de las condiciones de trabajo, así como la nostalgia y el sufrimiento por la familia y paisajes dejados atrás. Además, se evidencian las disputas familiares generadas por problemas de dinero y divergencias políticas. En una de las cartas Emilio Zabiuk que había emigrado a Canadá le dice a su hermano Julián residente de Berisso: “En cuanto a la política, ¿qué podemos hacer si tú eres fascista y yo soy comunista?” Estas tensiones ponen en tela de juicio la continuidad del vínculo familiar.

En el tercer capítulo, exploran la inmigración interna, particularmente de santiagueños, a través de las narrativas de miembros de la comunidad, de la historia del Centro de Residentes Santiagueños, y recorriendo los parajes santiagueños de Loreto y Atamisqui. Buscan entender la situación de aquellos que no habían “descendido de los barcos”, rastreando la compleja construcción de la identidad santiagueña que se mueve entre los recuerdos del paraje, las expresiones musicales, el baile, pero también con la reivindicación de la lengua quichua.

El punto de partida de esta inmigración fue la gran sequía que afectó a Santiago del Estero entre 1936 y 1938, y la consecuente falta de trabajo. En sus viajes a los parajes, se adentran en los rituales y las ceremonias, las creencias vinculadas al catolicismo popular rural y las relaciones con los patrones en los campos. Este capítulo destaca las diferencias y disputas entre “nativos”, “extranjeros” y “criollos”. Los santiagueños eran y son conscientes de los estereotipos de los “porteños” hacia los inmigrantes de otras provincias, como el “cabecita negra”. En sus narrativas expresaron las connotaciones negativas explícitas en la expresión, por lo que para los autores existió un afuera constitutivo de la subjetivación obrera. Por ejemplo, el Partido Comunista jugaba un rol en los frigoríficos para combatir el desprecio racial explícito expresado por sus compatriotas comunistas contra los trabajadores migrantes recién llegados.

De conjunto, en los capítulos dos y tres, muestran la heterogeneidad de las experiencias culturales de los obreros de Berisso, las disputas internas, los sentimientos generados por la inmigración y las tensiones y arreglos con sus familiares que permanecían lejos de su localidad.

Berisso, ¿kilómetro cero del peronismo?

Según Lobato y James, la localidad afianzó su historia asociada a la inmigración, la armonía y la movilización popular del 17 de octubre de 1945, que favoreció la construcción de lazos políticos con Juan Domingo Perón. Sin embargo, remarcan las contradicciones de este relato y las huellas que quedan fuera de la memoria.

Una primera huella relegada es la gran huelga de 1917, donde los trabajadores de Swift y Armour exigieron mejores salarios, doble jornada los domingos, una jornada máxima de 8 horas, y hasta habían organizado un sindicato. Esta heroica jornada tuvo heridos y muertos, pero es un enigma hasta para los más viejos de la comunidad, que durante años han repetido que Berisso comenzó con la movilización de 1945. A pesar de este ensombrecimiento de la memoria colectiva, James y Lobato consideran que este acontecimiento fue crucial en la conformación de una identidad y una cultura en la localidad, en relación a la conciencia de la existencia de una situación injusta en el trabajo.

A su vez, argumentan que la percepción pública de un monolítico apoyo santiagueño a Perón oculta la existencia de otras tradiciones políticas. Líderes importantes de la comunidad santiagueña eran comunistas, como los dos primeros presidentes del Centro de Residentes Santiagueños. Corrientes anarquistas y socialistas también tuvieron peso en los conflictos laborales y en la gran huelga de 1917. Desde fines de los ‘30 y principios de los ‘40, los socialistas tenían una presencia creciente en los frigoríficos. A nuestro entender, en estos años con las huelgas de la madera en 1935 y el comité de lucha de la construcción en 1936 surgieron dirigentes obreros, muchos de los cuales fundaron el Partido Laborista como Cipriano Reyes y María Roldán, y otros dirigieron sindicatos ligados al Partido Comunista como José Peter.

En relación a este aspecto, James y Lobato argumentan, a partir del caso de los santiagueños, que la experiencia política en aquel momento estuvo atravesada por un amplio repertorio de acciones en los lugares de trabajo En los parajes existía un respeto hacia los patrones, que en Berisso se expresó en el temor de participar en las organizaciones sindicales en la década del ‘30 cuando se enfrentaron a las empresas. Con la estatización de los sindicatos bajo el gobierno de Perón, que implicó la subordinación de la autonomía sindical a los parámetros gubernamentales, muchos trabajadores se sintieron seguros para incorporarse. Los sindicatos jugaron un rol mediador entre sus afiliados y el Estado peronista, “Hemos conocido frecuentes ejemplos de santiagueños que se inclinaban por otras adhesiones políticas. Cuando elegían ser leales a Perón, gran parte de esa identidad se expresaba a través de su participación en los sindicatos de trabajadores frigoríficos”.

Un último aspecto que nos interesa remarcar en esta temática, es cómo se buscó reafirmar la identidad peronista de Berisso cambiando el nombre de la calle Nueva York a 17 de octubre. Sin embargo, existe una omisión de este cambio, ya que la calle está asociada al esplendor del trabajo en los frigoríficos, a una experiencia de vida comunitaria que coloca en primer plano a los inmigrantes y al trabajo. Por eso, tanto los viejos como los nuevos pobladores llaman a la calle por su antiguo nombre.

Réquiem para un frigorífico

Con el cierre de los frigoríficos Swift y Armour, los autores se preguntan ¿Qué pasa cuando el capital se va? Los dueños se marcharon y demolieron las fábricas, primero fue el cierre del frigorífico Armour en 1969 y luego del Swift en 1983. Llevándose consigo las expectativas de ascenso social y modernidad.

Cierre del frigorífico. Fuente: Museo 1871 de Berisso

La comunidad se recreó a base de la nostalgia y la añoranza de esa sociedad. Los sueños de generaciones pasadas están estrechamente ligados con la esperanza de las generaciones presentes. Analizan cómo las fotografías de Oscar Merlano se encuentran paisajes de ruinas y desolación que dan cuenta de la fuerza destructiva del capital. Alicia Mustafá lo relata en un poema:

Calle de fantasmas (...) Ellos saben, que la esperanza es posible. Y están esperando… Una resurrección, una luz entre las sombras. Un futuro de trabajo.

Así, en el cuarto capítulo, analizan este proceso de construcción de Berisso como un teatro de memorias en pugna. La comunidad y sus participantes recrean narrativas, arman un museo, realizan fiestas para conmemorar a los inmigrantes. En sus caminatas por Berisso la historia fluía de diferentes modos, se multiplicaban significados. Como plantean los autores: “Torrentes de vida comunitaria nos aparecía detrás de la vida de personas y relatos diversos, porosos y mezclados. Por momentos la ciudad era un enjambre bullicioso de trabajadores, en otros emergen los claroscuros de las ruinas industriales.”

A nuestro entender, todas estas preguntas son de una profunda riqueza para analizar la comunidad obrera en la actualidad. Berisso, y la ciudad aledaña Ensenada, continúan siendo dormitorios obreros. Hay 3.500 trabajadores en el Astillero Río Santiago, 4.400 trabajadores en YPF, y una serie de pequeñas y medianas empresas, como Propulsora, que constituyen el polo petroquímico e industrial de la región. Los encuentros en las “covachas”, la cooperación en el trabajo, los sistemas de valores, la cultura, y las tradiciones obreras continúan allí, en una actual disputa entre las diversas tradiciones políticas. Por eso en el libro no encontramos solo paisajes del pasado, sino que nos despierta preguntas por los paisajes del presente.

Un libro vivo: la sensibilidad necesaria de los investigadores sociales

Desde que conocimos la existencia del libro, este nos acompaña en cada momento: en los ratos de viaje en micro, en las esperas entre cursadas, en las lecturas antes de dormir. El libro pesa, estamos llevando 30 años de investigaciones de ambos investigadores que dieron vida al proyecto “Berisso obrero”. A lo largo de sus páginas, encontramos sus preguntas en torno a prácticas sindicales y políticas, la comunidad y su memoria, y sobre la inmigración. También encontramos sus vaivenes, sus dudas, y sus certezas. Nos muestran la viveza de la investigación, incorporando notas de campo donde explicitan las puertas que se les abren, incorporando nuevas preguntas como la del lugar de los objetos en la construcción de identidades, y las que se le cerraron, quedando truncas.

Los capítulos 2 y 3 son también capítulos metodológicos, repletos de imágenes, de archivos, de fotografías, de cartas que otorgan, a esas historias de inmigrantes, un carácter fragmentario. Frente a estas dificultades recurren a dos conceptos de Walter Benjamín: la analogía de un complejo entrelazamiento de tela tejida, con su trama y urdimbre para remitir al proceso por el que se construye el pasado y el presente, la memoria y la historia. Ante la falta y exceso de documentos, tomaron de Benjamín la noción de arqueología de excavación, para referirse metafóricamente a los objetos y el descubrimiento, excavando, en las historias sociales y culturales. Sobre estos objetos y la excavación, toman también el concepto de “montaje” de Benjamín, haciendo alusión a cómo ante múltiples caminos yuxtapuestos como el trabajo, relaciones de género, prácticas políticas y sindicales, comunidad y memoria, fueron construyendo fragmentariamente las identidades. De esta forma, lejos de buscar verdades absolutas y solo repetir los testimonios, los investigadores realizan preguntas a los relatos, “no se casan con las fuentes”. La teoría se vuelve una herramienta en dicha creatividad e imaginación.

El libro no duda en mostrarle al lector las dificultades y contradicciones que aparecen a la hora de realizar una investigación. La diferencia en los puntos de vista de ambos, los momentos complejos que aparecen en toda investigación social, como les fue para no querer quedarse en los parajes de Santiago por el miedo al Chagas. La aproximación a la realidad social está permeada por nuestras tradiciones, nuestras experiencias, nuestras pasiones y el reto para acercarnos a ella es sinuoso y está repleto de dificultades.

Pero también nos dejan ver sus pasiones. El libro despierta preguntas e inquietudes y transmite la pasión por conocer la historia de la clase trabajadora de nuestro país. En las notas de investigación del capítulo 2 plantean: “Nuestras visitas a Berisso para recoger información llevan más de tres décadas. Recorrimos sus calles, visitamos instituciones, hablamos con decenas de personas. Muchas veces se contaban ciertas historias que localmente tenían cierto aire de naturalidad pero que para nosotros eran increíbles”. Los investigadores sociales no podemos perder esa sensibilidad. Con la vorágine cotidiana y la necesidad de publicar papers en un sistema científico cada vez más atravesado por una lógica productivista y mercantilista, mantener esa sensibilidad es una tarea nada sencilla. El libro es un recordatorio de cómo no perderla.

Participamos en una de las presentaciones del libro en la ciudad de Berisso. Imaginamos que estábamos asistiendo a una charla académica en donde relatan las principales conclusiones del libro. Lejos de eso, nos encontramos con un reconocimiento a la comunidad y sus actores. Estaban presentes alrededor de cien personas de la comunidad de Berisso, muchos de ellos con lágrimas en los ojos porque su historia fue contada. Fue una conmemoración, un reconocimiento, no sólo a sus autores, sino a los protagonistas de Berisso. No pudo faltar el vino y las danzas. Así tenía que ser.


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Juliana Yantorno

@JuliYantorno
Socióloga UNLP, becaria doctoral Conicet