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Red Internacional
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FILOSOFÍA. Pandemic!: ¿qué dice el nuevo folleto de Zizek?

Reseñamos críticamente la nueva publicación del filósofo esloveno

Miércoles 13 de mayo de 2020 00:48

La irrupción repentina del COVID-19 en nuestras vidas no puede ser subestimada. Al momento de escribir esta reseña hay más de 250.000 muertes y más de 4 millones y medio de casos confirmados alrededor del mundo. Cuarentenas obligatorias, distanciamiento social, crisis de los sistemas de salud y aceleración de la crisis económica mundial; parece que no hay ningún ámbito de nuestra sociedad en el que este virus no haya entrado. Siendo así, no es extraño que haya suscitado la reflexión y el debate entre algunos de los intelectuales más prominentes. ¿Cómo impacta este virus en la sociedad y en la vida cotidiana de los individuos? ¿Nos ayudará a desnudar los profundos problemas del capitalismo, o en cambio, profundizará nuestros prejuicios individualistas y reforzará la dominación del Estado burgués? Estas son algunas de las preguntas que fueron parte de los debates entre filósofos como Byung-Chul Han, Giorgio Agamben o Slavoj Zizek. Este último ha escrito en velocidad récord “Pandemic! COVID-19 shakes the world”, un libro que contiene sus reflexiones respecto de la pandemia.

El filósofo de origen esloveno es famoso por sus análisis provocadores. Recientemente se hizo oír al afirmar, en una columna del sitio Russia Today, que el coronavirus es un golpe mortal al capitalismo, “una señal de que no podemos seguir el mismo camino por el que venimos hasta ahora, que un cambio radical es necesario”. Esencialmente, el ensayo que reseñamos en esta ocasión, trata de sostener esta posición sobre la pandemia (al punto de que uno de sus capítulos -el cuarto- es la misma columna que mencionamos), contra numerosos intelectuales que directa e indirectamente respondieron a sus dichos, y a partir de ésto, se adelanta a los caminos que se abren.

¿Golpe mortal para el capitalismo o reforzamiento del régimen burgués?

Como es de esperar, tal sentencia suscitó debate al encontrarse en plena contradicción con las apreciaciones de otros intelectuales. Muchos de éstos hicieron notar cómo la pandemia sirvió de justificativo para reforzar medidas de control y regulación que habrían sido impensables desde hace poco - “La cuarentena de toda Italia es ciertamente la aspiración más salvaje de un totalitarista hecha realidad” [1], admite el mismo Zizek. Giorgio Agamben, por ejemplo, ve en la epidemia otro recurso del que se sirven los gobiernos para justificar gobernar bajo un estado de excepción. Sin embargo, el filósofo esloveno dispara contra visiones como esta en la izquierda, que reducen el pánico causado por el virus a un ejercicio de control social con tintes racistas: en efecto, aún siendo así, esta interpretación no elimina ni reduce la muy real amenaza que plantea el virus. “¿Nos obliga la realidad a efectivamente restringir nuestra libertad?” [2], se pregunta Zizek, y la respuesta a esta pregunta es afirmativa.

A continuación, advierte contra la tendencia a reducir automáticamente las medidas para el control de las epidemias al paradigma foucaultiano de la vigilancia y el castigo, ya que, de esta forma, se comete el mismo error que la (extrema) derecha. Es decir, negarse a aceptar la realidad de la epidemia y lo que ésta conlleva, quedándose simplemente en una denuncia de su significado social: “Trump y sus adeptos insisten reiteradamente [en] que la epidemia es un complot de los Demócratas y China para hacerle perder la elección, mientras que algunos en la izquierda denuncian las medidas propuestas por el Estado y los aparatos de salud como teñidos por la xenofobia y por tanto insisten en continuar con la interacción personal, simbolizada por el apretón de manos. Tal posicionamiento no ve la paradoja: el no estrechar las manos y el aislarse cuando es necesario SON la forma de solidaridad de hoy” [3].

La paradoja de encontrar un potencial unificador en una epidemia que nos obliga a permanecer alejados de los demás es interesante, en tanto nos muestra la realidad profundamente contradictoria de nuestra situación, tanto de la pandemia en sí, como de la crisis más profunda de la sociedad capitalista que esta ayudó a desatar: no es posible analizar los sucesos tan solo como se nos presentan a primera vista. En este mismo sentido, en el último capítulo de su libro, Zizek sale al cruce del filósofo Byung-Chul Han. El surcoreano había contestado a los dichos del esloveno, sentenciando, muy por el contrario a éste, que el capitalismo saldría fortalecido de la epidemia, y que “el virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte”. Zizek le da gran importancia a la solidaridad, contradictoriamente surgida de nuestro aislamiento de los demás, mientras que Han afirma que “la solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa”.

Al margen de esta discusión, el esloveno hace notar cómo la pandemia ya está llevando a que se tomen medidas que hasta hace poco eran impensables, poniendo como ejemplo el anuncio de Boris Johnson respecto a la nacionalización temporal de los ferrocarriles británicos. Parece ser que todo es posible, pero sin embargo nos advierte: “Por supuesto, todo fluye en todas direcciones, de las mejores hasta las peores. Nuestra situación actual es por tanto profundamente política: nos estamos enfrentando a opciones radicales (radical choices, en el original) [4].

A pesar de que, inicialmente, la posición de Zizek parecía estar declarando de antemano al coronavirus como la causa de muerte del capitalismo, nos encontramos en realidad con que el autor ve a la pandemia como desencadenante de una crisis mayor -económica, política, social y hasta ecológica-, que se venía gestando de antemano, y tras la cual solo podemos encontrar dos caminos. “No hay un retorno a la normalidad, la nueva ‘normalidad’ habrá de ser construida sobre las ruinas de nuestras viejas vidas, o nos encontraremos en una nueva barbarie cuyos signos ya son claramente discernibles” [5]. Esta dicotomía -que se ha planteado en el pasado y con más fuerza hoy día- es entre comunismo y barbarie.

Una barbarie con rostro humano

Lo que le preocupa a Zizek no es, según dice, una regresión a una barbarie abierta, a una lucha abierta por la supervivencia, sino una “barbarie con rostro humano, -despiadadas medidas supervivencialistas impuestas con remordimiento e incluso simpatía, pero legitimadas por opiniones de expertos” [6]. Para poder justificar estas medidas, hipotetiza el filósofo, los poderosos tratarán de demostrar calma y proyectar confianza, al tiempo en que comparten predicciones terribles sobre la pandemia -que tardaría un par de años en resolverse, y que llegaría a infectar a la mayoría de la población del mundo-. De esta forma, intentarán convencernos de la necesidad de “restringir la piedra angular de nuestra ética social: el cuidado de los viejos y los débiles” [7]. Las medidas tomadas en Italia son ejemplo de ésto: adultos mayores con enfermedades preexistentes no serán atendidos ante el colapso del sistema de salud.

Al mismo tiempo, los medios corren el foco de las acusaciones hacia los individuos; los noticieros están llenos de historias de personas que actuaron de forma indebida y pusieron en riesgo a otros. “Tal foco en la responsabilidad personal, por necesaria que sea en cierto grado, funciona como ideología al momento en que sirve para ofuscar las preguntas más grandes sobre cómo podemos cambiar nuestro sistema económico y social entero. La lucha contra el coronavirus solo puede ser llevada a cabo junto a la lucha contra la mistificación ideológica, como parte de una lucha económica de conjunto” [8].

Para Zizek, entonces, no se trata de una lucha por un sistema de salud a nivel global, no hay medias tintas en este debate: debemos ser capaces de cuestionar los problemas profundos de nuestra sociedad, y proponer una alternativa que contemple todos los aspectos económicos, sociales, y hasta ecológicos. En este último sentido, llama muchísimo la atención que se estime que se han salvado más vidas en China por la parálisis económica que produjo el virus (reduciendo la contaminación que genera muertes por enfermedades respiratorias), que la cantidad de gente que éste ha matado.

Los mecanismos de mercado, a la luz de los sucesos, muestran su costado más barbárico; desde lobistas y empresarios exigiendo que se reanude la actividad económica -a costa de la vida de miles y millones de trabajadores-, hasta Trump ofreciéndole a una farmacéutica alemana una fortuna para que le asegure la venta exclusiva de una vacuna para los Estados Unidos. Mientras tanto, por el otro lado, medidas que hasta hace poco parecían inverosímiles son aplicadas de inmediato al transformarse en esenciales para combatir la enfermedad y enfrentar la crisis -la nacionalización temporal del sistema de salud por parte del Estado Español, Trump anunciando que tomaría control del sector privado para combatir la pandemia de ser necesario-. Naturalmente, los capitalistas dan un carácter excepcional a estas medidas, al tiempo que las limitan lo más posible. Pero en definitiva, esto es una muestra de que solo una alternativa radical puede oponérsele al capitalismo más barbárico. Esta alternativa, dice Zizek, es una nueva forma de comunismo, pero, ¿en qué consiste?

¿Qué comunismo?

Hasta el momento, hemos coincidido con la disyuntiva que plantea el autor. La crisis desatada por el coronavirus -que, como hemos visto, lo excede- acentúa las contradicciones propias del sistema capitalista al punto de que, parafraseando a Lenin, podríamos decir que a los oprimidos se les hace cada vez más difícil seguir viviendo como hasta ahora, mientras que a los opresores se les complica seguir gobernando de la misma manera. También acordamos a priori con la respuesta que contrapone a la barbarie capitalista, es decir, el comunismo. Sin embargo, es en esta respuesta donde hallamos las mayores limitaciones del autor.

En principio, el comunismo al que se refiere Zizek no es una utopía sino una medida de emergencia, en sus palabras, un comunismo de desastre. “Es desgraciadamente una versión de lo que, en la Unión Soviética en 1918, se llamó ‘comunismo de guerra’” [9]. Al acercarse una gran crisis económica, con millones de personas que perderán sus trabajos, o los cuales perderán importancia durante la pandemia, a lo cual Zizek agrega también la gran crisis europea de refugiados provenientes del Medio Oriente. ¿Qué respuesta nos da el autor ante estos problemas?

“Dos cuestiones son claras. El sistema institucional de salud deberá confiarle el cuidado de los débiles y los viejos a comunidades locales. En el extremo opuesto, una especie de cooperación internacional efectiva deberá ser organizada para producir y compartir los recursos. Si los Estados simplemente se aíslan, estallarán guerras. Este tipo de desarrollos son a lo que me refiero cuando hablo de ‘comunismo’” [10]. Sin embargo, en nuestra visión, aquí Zizek comienza a flaquear. En primer lugar, no nos da ningún tipo de respuesta sobre qué constituiría este tipo de organización local “desde abajo”, limitándose a hacer referencia a que debería ejercer algún tipo de control sobre el poder del Estado: “la infección viral ha dado también un tremendo impulso a nuevas formas de solidaridad locales y globales, y ha dejado aún más clara la necesidad de tener control sobre el poder mismo. La gente tiene razón al hacer responsable al poder estatal: ¡ustedes tienen el poder, ahora muéstrenos lo que pueden hacer!” [11].

De esta forma, parecería ser que el medio que propone Zizek es el de influenciar y controlar a los Estados por medio de otras instituciones, locales o globales. ¿Cuáles serían estas instituciones o medios de coordinación locales? ¿Cuál es el sujeto social que se encargaría de crearlas y dirigirlas? Para ésto no hay respuesta, pero en parte nos da una respuesta sobre cómo serían las instituciones globales. “El primer modelo difuso de dicha coordinación global es la Organización Mundial de la Salud, de la cual no estamos recibiendo la usual charlatanería burocrática sino advertencias precisas proclamadas sin pánico. A tales organizaciones se les debe dar más poder ejecutivo” [12].

Por tanto, de lo que se trataría para el autor es de imponer las medidas necesarias para solucionar la crisis del sistema capitalista, por medio de un control y una coordinación de los aparatos de estos Estados: “El desafío que se le presenta a Europa es el de probar que lo que China hizo, se puede hacer de una forma más transparente y democrática” [13]. Aunque aclara que esta forma más democrática no necesariamente (!) se trata de una “democracia occidental multipartidista” [14], sigue tratándose de una ilusión de, en cierto sentido, reformar al capitalismo mediante su democratización y coordinación a escala internacional, sin mostrar vías claras hacia ello o sujetos sociales que estén encargados de llevarlo a cabo.

Zizek plantea la existencia de una situación dicotómica, una “lucha entre privatización/barbarie y colectivismo/civilización” [15], una especie de lucha ideológica para imponer una cierta idea (la del comunismo). En primer lugar, creemos que el comunismo es un fin por el que pelear. Lo entendemos, siguiendo a Marx, como una asociación de productores libres e iguales, que pongan su fuerza de trabajo social y todo el desarrollo de la ciencia y de la técnica en pos del beneficio de toda la sociedad. En este sentido, la lucha por imponerlo necesariamente se chocará con la resistencia de la clase capitalista y su aparato estatal; Zizek, en cambio, parece ser demasiado optimista con respecto de las posibilidades de imponer al mismo Estado burgués las medidas radicales necesarias: declara que, de hecho, tales medidas “ya están siendo consideradas e incluso parcialmente impuestas” [16], pero en ningún momento reconoce los muy claros límites que los gobiernos le están poniendo a las mismas, ni cuán lejos están dispuestos a ir con tal de no tomarlas. Los capitalistas y sus gobiernos miden constantemente su horizonte de posibilidades, y están dispuestos a hacer concesiones -incluso nacionalizar temporalmente el sistema de salud- con tal de que no se cuestione su régimen o su propiedad privada. Cuando Marx propone la formulación de que el comunismo es el movimiento real de las cosas que anula el estado actual está diciendo que anula o niega el capitalismo. Zizek, al contrario, está amalgamando dos procesos que en la realidad responden a principios diferentes. Por un lado, la solidaridad de las y los trabajadores y comunidades para satisfacer las necesidades básicas en la crisis actual, que constituyen sin dudas un punto de partida para pelear por una nueva sociedad. Por otro lado, las medidas parciales y contradictorias que ensayan los Estados capitalistas para evitar que la crisis adopte dimensiones catastróficas (como el ejemplo que da del Reino Unido de Boris Johnson). Sin embargo, la alternativa "comunismo o barbarie" requiere identificar dónde están las fuerzas sociales que, de desarrollar su organización y resistencia, pueden evitar que los capitalistas descarguen el peso de esta crisis sobre nuestras vidas. Y los Estados capitalistas, a la vez que toman alguna medida sanitaria (muy básica y sin violar los principios neoliberales actuales como vimos en EEUU) están desarrollando políticas de rescate al capital a costa del empobrecimiento de las fuerzas del trabajo.

En síntesis y a pesar de nuestras diferencias, el libro de Zizek nos invita a reflexionar sobre la crisis en la que nos encontramos, evitando caer en lugares comunes. Debemos comprender la situación en su realidad contradictoria y hallar los posibles horizontes que se aproximan. Para el autor -y para nosotros también- estos nos plantean la vieja, pero renovada disyuntiva entre el comunismo y la barbarie capitalista.


[1Slavoj Zizek, Pandemic! COVID-19 shakes the world (OR Books, 2020), página 74

[2Ibídem, página 75

[3Ibídem, páginas 76 y 77, el destacado es del original

[4Ibídem, página 99

[5Ibídem, página 3

[6Ibídem, página 86

[7Ibídem

[8Ibídem, página 89

[9Ibídem, página 92

[10Ibídem, página 104.

[11Ibídem, página 75.

[12Ibídem, página 41.

[13Ibídem, página 75

[14Ibídem, página 10

[15Ibídem, página 91

[16Ibídem, página 103