Firmará contrato en China, continuando las negociaciones iniciadas por CFK. Gasto total: 30 mil millones de dólares, incluyendo mantenimiento. Alternativas energéticas, políticas y sociales.
Jueves 11 de mayo de 2017 15:39
Fue recién a finales de marzo cuando el ex CEO de Shell, el ministro de Energía y Minería Juan José Aranguren, anunció nuevos tarifazos de gas de hasta un 37 % para los hogares, y anticipó otras dos nuevas alzas en noviembre de este año y abril del 2018. Por este aumento habría sido imputado por la Justicia, ya que habría beneficiado a los empresarios amigos del presidente Mauricio Macri. Ahora Cambiemos anuncia más negocios con energía, y en perjuicio del pueblo trabajador.
El miércoles 17 de mayo se firmará el primer contrato comercial con China para la construcción de Atucha III, la central nuclear de 745 MW en la localidad de Lima (PBA), más otra en el sur del país. Al respecto, Pedro Casariego, del PRO Río Negro y exfuncionario radical, sostuvo a la agencia APP que “me juego que se construirá en la Patagonia, en la provincia de Río Negro. Se está estudiando su factibilidad”. Se trataría de una planta nuclear de 1.150 MW de potencia. Casariego también señaló que “si esto se confirma, las obras comenzarán a fin de año o principios del próximo. Todavía no me puedo imaginar todo lo que ello representa para nuestra región especialmente, y para el país en general”. De conjunto, habría una inversión de U$S 14.000 millones, de los cuales unos U$S 12.500 millones serán financiados por China. Con respecto a Embalse, la central nuclear ubicada en Córdoba, se plantea su extensión de vida por otros 30 años.
El presupuesto total para todo este plan nuclear alcanzaría los U$S 30.000 millones, más de 20 veces de lo destinado a energías renovables. La semana pasada se conoció otro anuncio para explorar el subsuelo de Río Negro en busca de uranio en la zona del Bajo Santa Rosa, área protegida entre Lamarque y Valcheta. La resistencia ante estos proyectos ya se siente en la región.
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Energía nuclear y megaminería
En el pasado las minas de uranio en Mendoza y Córdoba tuvieron derrames ácidos sobre los arroyos y ríos de la región, ante lo cual se realizaron múltiples denuncias y se logró condenas y multas a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Años después muchas provincias prohibieron los métodos de minería química para todos los minerales. Ante la imposibilidad de extraer uranio en Argentina, el costo ambiental lo viene pagando el pueblo trabajador de los países desde donde se importa el uranio, como Canadá, Rusia o Australia, gracias a las leyes compradas por las mineras. Ante el aumento del precio de la tonelada, el Gobierno viene evaluando hace años nuevos proyectos para el autoabastecimiento y exportación del combustible, con la resistencia de las comunidades cercanas.
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Cuánto CO2 emite la energía nuclear
Unos de los “argumentos fuertes” que utiliza el Ministerio de Energía y Minería de Juan José Aranguren, el ministro de los tarifazos y ex CEO de la imperialista Shell, es que la energía nuclear no emite dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global y aumento del régimen de sequías y lluvias torrenciales. Esto es verdad solamente durante el proceso en el cual las barras de uranio generan vapor y hacen girar las turbinas, pero en todos los procesos anteriores y posteriores se genera CO2.
Según distintos estudios en donde comparan todos los procesos necesarios como la minería, el transporte, la construcción, el mantenimiento, etcétera, para producir electricidad con distintas tecnologías, la energía nuclear produce 66 gr de CO2 por cada KWH de electricidad, mucho más que la mayoría de las energías renovables como la eólica (10 gr/KWH) o solar térmica (13 gr/ KWH), aunque menos que el carbón (1000 gr/KWH), el gas (443 gr/KWH) o el diesel (778 gr/KWH).
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Cuanta energía genera y los residuos radioactivos
Luego de todo este proceso de minería, el uranio (en los reactores realmente existentes, no los prototipos, hipotéticos o promesas de futuro) solo tiene unos pocos meses de vida útil, es decir que ya no puede hacer hervir el agua del reactor y producir electricidad. Al agotarse las barras de uranio empieza otro proceso de trabajo constante de gasto de energía y materiales para mantenerlas aisladas del entorno, durante varios miles de años.
Durante todo el proceso de minería, procesamiento del combustible, transporte, construcción del reactor, mantenimiento y desmantelamiento, el saldo entre la energía gastada para todos estos procesos y la electricidad generada es de alrededor de 14 veces. Este saldo energético o Tasa de Retorno/ganancia de lo invertido inicialmente es mucho menor que la tasa que devuelven varias de las energías renovables, pero si además se analizan los costos ambientales por la contaminación generada durante la minería, accidentes que afectan miles de Km2, vidas, enfermedades, o mantener confinados los residuos nucleares durante una eternidad, el saldo sería negativo, o sea que se pierde más de lo que se ganó.
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Nuestras vidas valen más que sus ganancias
Con esto no descartamos que las investigaciones futuras puedan llevar algún día a resultados superiores a los de las tecnologías actuales, sin estas contradicciones y peligros evidentes, pero es un grave error ligar la necesidad de la investigación científica y el desarrollo de nuevas tecnologías, con naturalizar la comercialización masiva de un sistema de generación energética con problemas sin resolver, con costos ambientales para obtener el combustible, gestionar eternamente los residuos o aceptar el riesgo de vivir con cáncer como los trabajadores afectados por las centrales accidentadas de Chernobyl o Fukushima.
Por eso, antes de entrar en el debate de qué energía renovable necesitamos, hay que hablar sobre qué se produce con tanta energía, quienes amasan ganancias con eso y que otro modelo de producción y de sociedad podemos construir los trabajadores y sectores populares, impulsando una reconversión tecnológica en las industrias, sin caer en las contradicciones o dilemas entre elegir salud pública, medioambiente, trabajo o el acceso a los bienes necesarios para la vida cotidiana.
Esto, de la mano de impulsar la prohibición de la megaminería, así como la nacionalización de las empresas del sector energético bajo gestión de trabajadores y consumidores, la nacionalización del gas y petróleo para reorientar esos recursos hacia la construcción de una matriz energética basada en energías renovables.
Como dijo Marx, el capitalismo tiende a la destrucción de la únicas dos fuentes de donde mana toda la verdadera riqueza, los trabajadores y la naturaleza. No se trata solamente de qué métodos de reconversión industrial, transporte o generación de energía es más conveniente ambientalmente, sino de pensar cómo decidir sobre nuestras propias vidas, mejorando radicalmente las condiciones de trabajo y vida, así como una jornada de seis horas o menos, ambas incompatibles con la ganancias de una ínfima minoría de grandes propietarios.
De lo que se trata es de ampliar los límites de lo posible, organizar la economía y la sociedad en función de las necesidades de la gran mayoría del pueblo trabajador, poniendo bajo su gestión democrática (y junto a los consumidores) todo ámbito productivo, para que los trabajadores podamos tener mas tiempo para vivir y un mejor lugar donde hacerlo, que todos podamos dedicar nuestras energías al ocio creativo de la ciencia, el arte y la cultura, y desplegar así todas las capacidades humanas y establecer una relación más armónica con la naturaleza, algo que los empresarios y sus gobiernos nos niegan a cada instante.
O como decía el propio Karl Marx: “El comunismo es la unidad esencial plena del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo consumado del hombre y el humanismo consumado de la naturaleza”.
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