Como un orfebre que fue perfeccionando su arte con un cincel de resignación y sumisión a los poderes fácticos, el gobierno de Alberto Fernández fue develando que su agenda es la de hacer el ajuste necesario para pagar la entrada, el plato principal y la mesa de dulces de la fiesta de especuladores y empresarios, profundizada durante los años macristas. Lejos de la hermenéutica dedicada a interpretar los vocablos y silencios de la carta de Cristina, para encontrar mensajes de rebeldía encriptada, el gobierno de conjunto está abocado a esta tarea.
Vicentin y los aumentos a los jubilados por decreto, que empeoraron la fórmula del ajuste macrista, fueron las bandas soporte de un recital de claudicaciones que adquirieron un volumen muy superior, concentrado en dos actos: los palos en Guernica y la media sanción del presupuesto del FMI. El futuro post macrista ya llegó.
Foco y fuera de foco del peronismo
En cine, muchas veces, lo que aparece en foco es tan o incluso menos relevante que lo que está fuera de escena. Es un recurso muy utilizado en el cine de terror, donde lo que acecha no está en lo que se nos aparece ante nuestros ojos, sino en lo que no podemos ver, que inquieta desde su invisibilidad. En política sucede muchas veces lo mismo: hay que fijarse en lo que queda fuera de cámara.
La autopercepción sobre “las épocas doradas de Néstor”, tan utilizadas en el peronismo electoral del 2019, buscó apelar a las ya vaporosas pero efectivas imágenes de paritarias, “patrias grandes” y cuadros de Videla bajados en la ESMA. Ese discurso quitó del foco que el gobierno del peronismo kirchnerista se basó en el trabajo sucio de la devaluación del peronismo duhaldista y el default del también peronista Rodríguez Saá, con la comodidad que tiene el peronismo de tomar y desechar lo que quiere de sí mismo, según convenga. Y ni hablar que se tapó que fue legitimado el legado de desigualdad, precarización, privatizaciones e impunidad de Menem, otro hijo poco reconocido del peronismo.
Pero, sobre todo, se soslayó que el rol fundamental del kirchnerismo fue reconstituir el rol del Estado, el poder de fuego de sus policías, las leyes de mano dura, la represión a los sectores de vanguardia, algo que ocurría menos visiblemente. Que quedó “fuera de foco”. Ahora ocurre algo similar aunque de manera más patética.
Militancias en plural y una estrategia en singular: ajustar
¿Qué dice Alberto Fernández de sí mismo y cuál es el rol “en serio” de su gobierno? Esta semana ayudó mucho a entenderse ambas cosas. Fernández publicó un tuit en el que trató de instalar su propio relato: cómo él quiere ser visto. Alberto reivindicó lo que llamó “las militancias”. No “la militancia” en singular: usó el plural.
El presidente buscó apelar a la imagen de una suma de movimientos o sectores, donde cada uno pelea por su demanda para que un Estado “presente y benefactor” responda. El movimiento de mujeres reclama no morir en abortos clandestinos, y Alberto responde mandando el proyecto de Ley, sin explicar, claro, porqué se desechó el proyecto defendido por millones de mujeres en las calles, el de la Campaña. Los y las ambientalistas militan contra la destrucción de hábitats enteros para la especulación inmobiliaria o la explotación ganadera, y el Estado se impulsa la Ley de quemas. La militancia social oficialista está agobiada un poco de tantos amagues como en Vicentin, y el gobierno arroja el mal llamado “impuesto a los ricos” para calmarlos. Todos obtendrían algo con sus “militancias”. Justo en la misma semana que se aprobó el presupuesto del FMI. La pregunta que queda flotando como globos rojos, es: ¿quiénes deberían militar contra el ajuste? ¿Está permitida esa “militancia”? La respuesta no lo sorprenderá.
Militancia del despojo
Esta definición de Alberto Fernández tiene, al menos, tres problemas. En primer lugar, separa lo que toda estrategia cuestionadora del statu quo debería unir: la fuerza social de trabajadores, la potencia transformadora del movimiento de mujeres, y la frescura y combatividad de la juventud, incorporando los justos reclamos del ambientalismo para enfrentar a los grandes empresarios, al extractivismo y a los especuladores. La lógica de las “militancias” separa, divide cada uno de esos actores, porque no se propone enfrentar a esos poderes concentrados. En segundo lugar, cada demanda que el gobierno se ve obligado a entregar, lo hace sin poner en cuestionamiento a las “corporaciones de cada rubro”: se habla de la ley de quemas, mientras se impulsa el extractivismo y la especulación inmobiliaria como estrategia. Se impulsa el “aporte extraordinario”, pero para financiar fracking. Se manda el proyecto de aborto legal en el exacto momento en que se le hace guiños a la Iglesia.
Y sobre todo: se hace todo en función de maquillar que se coronó al FMI como virrey en el país. Más que “Alborto”, el mote con el que se ilusionó un sector del feminismo durante la campaña electoral, Alberto es “Aljuste”. Esa es la tercera y más importante observación. Lo que está terminantemente prohibido es cuestionar el mandato imperial del FMI. Toda movilización que se proponga enfrentar esa agenda, alrededor de la cual se teje una verdadera unidad nacional por encima de la grieta, es desacreditada y, llegado el caso, reprimida.
El proyecto es el ajuste
Esta semana fue la de los gestos hacia esas “militancias”, pero justamente porque fue la semana en la que el peronismo se asumió sin disimulo como instrumento de aplicación del brutal ajuste que exigen el FMI y el empresariado más concentrado. Los guiños a las militancias fueron para que no se hable de lo que dejaron, como ya dijimos, fuera del foco: que el FMI manda en Argentina porque el FMI manda al peronismo.
Se aprobó un aporte extraordinario engañoso como un acto de prestidigitación para que no se hable del Presupuesto 2021. Se festejó la media sanción de un impuesto que recolectará 3 mil millones de dólares, como si fuera el asalto al Cuartel Moncada, pero en el propio déficit reconocido en el presupuesto, el gobierno ajustaría 16 mil millones. Encima Guzmán negocia que esa suma sea superior aún.
Se festejó el impuesto ese como si fuera el gol de Maradona a los ingleses, pero el “Messi de las negociaciones”, Martín Guzmán, entregó 17 mil millones de dólares más de lo que ofreció originalmente a los bonistas privados hace pocos meses. Quitan 100, entregan 2 y piden que aplaudamos todos como focas a ese tamaño acto de distribución de la riqueza.
El presupuesto 2021 consolida una condena que nos acompañará como una pesada sombra: el régimen del FMI y de los “miserables” empresarios de la AEA no es cuestionado por nadie. Cuando hay crecimiento, y cuando hay una crisis enorme. Los que pagarán esto son los trabajadores, los jubilados y los pobres. La eliminación del IFE, las paritarias raquíticas, el irrisorio aumento en las asignaciones, entre otras medidas, confirman que se gobierna, lisa y llanamente, bajo la bota del FMI.
5% de amor a los viejos
“Elegiremos a los jubilados antes que a los bancos”, nos emocionaba el Alberto Fernández electoral. A menos que los jubilados se llamen HSBC, Galicia o ICBC, el Presidente mintió. Los bancos, en medio de una pandemia que elige “selectivamente” a quién afecta, ganaron 117 mil millones de pesos en los primeros seis meses de 2020. Pero la jubilación mínima, con el inenarrable último aumento de 5% de esta semana, llegará a 19.035 pesos. Tres empanadas. Un aumento de 33 pesos por día de acá a fin de año.
Lucía Ortega, economista de La Izquierda Diario, demostró que en todas y cada una de las categorías, desde la mínima hasta los que están más holgados, los jubilados y las jubiladas aumentarán este año menos que si hubieran cobrado con la movilidad macrista que fue tan horrible, que miles de personas combatieron durante dos días en diciembre de 2017. El gobierno continúa los ataques de Macri contra los jubilados.
Cada frase, tuit o declaración macartista contra la izquierda, por parte de funcionarios del gobierno, son manifestaciones histéricas para no mirar esta realidad de frente.
Una “solidaridad” de pobres para otros pobres y de todos ellos hacia los ricos
Contra todo discurso de que el “impuesto extraordinario” podría abrir un modelo tributario menos regresivo, sucede todo lo contrario. Hoy, por ejemplo, pagan impuesto a la “ganancia” (bah, al salario) un millón más de trabajadores que hace 5 años.
Más allá del previsible pataleo del empresariado más concentrado por el “impuesto”, lejos de un fantasmagórico discurso redistributivo, la única redistribución que existe es entre los sectores menos golpeados de trabajadores y jubilados, hacia los que están peor. Y de todos ellos, a los grandes empresarios, especuladores y el FMI. El presupuesto del 2021 es para contentarlos a ellos. Guzmán y Fernández continúan la obra de Macri, Dujovne y Caputo.
Guzmán, con su cálido tono de voz, asumió con laureles de redistribucionista, poniendo sobre la mesa su CV de alumno del heterodoxo Joseph Stiglitz. Pero una vez que entró a la cancha actuó como aprendiz de la magia negra de la economía ortodoxa. Como dice Pablo Anino: “Solo dos veces en la historia nuestro país firmó acuerdos de facilidades extendidas (con el FMI, n. de r.): uno en 1992, bajo la gestión de Domingo Cavallo; otro en 1998, cuando el ministerio de Economía lo conducía Roque Fernández, un Chicago Boy”. No más preguntas, Señor Juez.
Acá tenés a los pibes para la liberación de toma de tierras
Hay una canción que sabemos todos, la que dice que el ajuste no pasa sin represión. El despojo inflexible que pretenden hacer pasar Alberto, Cristina y Guzmán, no puede suceder sin resistencia de los trabajadores y sectores populares, y el Estado responderá a esa resistencia con palos, gases y Bernis. No por nada el milico que hace abdominales en Twitter sigue allí en su cómoda poltrona.
Guernica fue eso. Una situación social que, ya antes del presupuesto del FMI, agobia las gargantas y los estómagos de los sectores populares, y los empuja a buscar salidas propias. En Guernica, en Rafael Castillo, en González Catán, en Los Hornos, en General Roca o en Magaldi de Rosario, se ven familias que apelan a la acción directa ante el agravamiento de la situación habitacional.
No es una acción coordinada de agrupaciones insurreccionales, como trata de instalar el Cuervo Larroque, que cambió su lenguaje culto de militante egresado del Colegio Nacional Buenos Aires, por el léxico gutural de un militar retirado, un panelista de Intratables o de Patricia Bullrich en un asado de viernes. Son sectores de las masas laboriosas que dicen basta y pasan a la acción.
No hay forma de que estas tendencias orgánicas no se desarrollen, amplifiquen y generalicen si el conjunto de la actividad económica va a estar al servicio de pagar una deuda ilegal, ilegítima e impagable. La derecha argentina siempre clamó por un país de 20 millones de personas. El resto es material sobrante. El gobierno peronista, mal que le pese, actúa casi en función de esa hipótesis.
Lo curioso y enormemente simbólico es que en la provincia de Buenos Aires, donde la crisis social galopa a un ritmo vertiginoso, es la “maravillosa” juventud camporista la encargada de usar el “palito de abollar reclamos de tierra y vivienda”. Los que cantaban ser “los pibes para la liberación”, se ofrecen para ser los que liberen ocupaciones de tierras, para construir countries. La ilusión de una izquierda que disputa dentro del peronismo se disipó junto a los gases lacrimógenos en Presidente Perón.
El fantasma de la post-pandemia: un peronismo con lucha de clases
La toma de tierras para encarar el problema de la falta de vivienda fue la primera y más aguda expresión de las luchas de los explotados y oprimidos en la post pandemia, pero no fue la única. Y lenta pero incesantemente se agregan otros sectores que salen a la calle con sus reclamos.
Los gobiernos no se privaron de usar la cuarentena como discurso de disciplinamiento y control social. Y no solamente por el control de las fuerzas de seguridad, el empoderamiento de las policías y hasta el involucramiento de las FFAA, algo visible y palpable. La propia cuarentena implica, más allá de las millones que obligadamente tuvieron que salir a sus lugares de trabajo, un “control de los cuerpos” y un discurso punitivista, que necesariamente conlleva una atomización de toda construcción colectiva. En un contexto de degradación de las condiciones de vida, el “quedate en casa” tuvo objetivamente una acepción anti lucha de clases por parte de los gobiernos: no salgas a pelear por cosas elementales y urgentes. Bueno: esa situación se agotó o, como mínimo, comenzó a agotarse. La post-pandemia ya empezó.
De la pelea por tierra y vivienda que simbolizó Guernica, vemos crecientes ejemplos de luchas de trabajadores ocupados, que pelean por salario y en defensa de los puestos de trabajo: los y las trabajadorxs de la salud, los paros en las fábricas de la alimentación, la importante huelga nacional telefónica, la impactante huelga y movilización de choferes en Rosario, las marchas de la oposición ferroviarias, los paros y conflictos en comercios y call centers, entre muchos otros ejemplos reflejados en esta nota de La Izquierda Diario, muestran el despertar de nuevos sectores de la clase trabajadora. Aire fresco.
Unir a los trabajadores y sectores populares: de la pelea por vivienda y trabajo a una salida anticapitalista de la crisis
En esta nota, María Chaves y Matías Maiello hacen un balance del primer tramo del conflicto de Guernica, reflejando la pelea por la autoorganización democrática de los vecinos y las vecinas, la necesidad de la unidad con otros sectores en lucha y con organizaciones sindicales recuperadas, y, por último pero no por ello menos importante, el combate de una vanguardia con la Policía de Berni, Larroque y Kicillof. La emergencia de nuevas tomas y de otros sectores de trabajadores ocupados que rompen el congelamiento de las burocracias sindicales, plantean con mucha más fuerza cuál es la estrategia para unir esas peleas, así como las de la juventud precaria y las mujeres, poniendo en pie organizaciones democráticas de base y coordinación peleando por recuperar los sindicatos con esta perspectiva, necesaria frente a una crisis que llama a la acción.
La profundidad de la crisis, el alcance de los reclamos irresueltos en juego pero también la extensión y la brutal desigualdad, hacen que haya que pensar una política para garantizar las demandas de trabajo y vivienda como causas motoras de millones de personas, y no convertir en estrategia en sí mismo la justa obtención de planes sociales, ni menos el reclamo de una mera renta universal que legalice la división de la clase trabajadora. Argentina debe ser comprendida en el “concierto de un mundo” que acumula riquezas y adelantos técnicos y científicos como para hacer la vida de millones algo hermoso, no un calvario. Sucede que esas riquezas y adelantos se concentran en pocas manos.
La pelea es por “trabajo y vivienda”, pero no como demandas formales o estancas, para que sean absorbidas por un Estado que absorbe menos que una esponja vieja. Es tierra y vivienda para resolver esas dos demandas de las mayorías populares haciendo un plan de obras públicas para construir las 2 millones de casas que hacen falta, y no las 12 mil miserables viviendas que calcula construir el gobierno. Un plan así podría, además, dar trabajo a los millones que perdieron el empleo por la crisis.
La plata para encarar ese plan, está. Pero hay que evitar que los bancos hagan lo que hacen: timbear con los ahorros nacionales y fugar. Para eso hace falta nacionalizar el sistema bancario y poner en pie un banco estatal único lo que, además, permitiría preservar los ahorros nacionales, evitar la fuga y la especulación y evitar nuevos desfalcos de la clase media.
Quien no quiera leer a Trotsky para comprender la importancia de este planteo, puede apelar a Arturo Jauretche: “Una banca nacionalizada está en condiciones de controlar una crisis, graduando sus reclamos, administrando sus recursos, según las condiciones de solvencia de una plaza y nunca provocará deliberadamente un "crack"; con una dirección única concentrará todos sus esfuerzos en evitarla. Una banca privada puede provocar una crisis deliberadamente, con que varios de los bancos se pongan de acuerdo, o puede hacerlo dejándose arrastrar por el pánico y por el sálvese quien pueda”.
La pelea por resolver tareas en apariencia elementales como vivienda y trabajo, solo se pueden garantizar con un enorme movimiento obrero y popular que tenga el horizonte de un gobierno de los trabajadores, que organice la economía sobre bases democráticas y racionales, no con el afán de la búsqueda de la ganancia privada de los mismos que hundieron el país en la dictadura, en el 89, en el 2001 y en la actualidad. Los intereses de esas minorías sociales hay que afectar para evitar nuevos mazazos.
La crisis que comenzó en Argentina y en el mundo, las consecuencias de la situación social y las luchas de los trabajadores en América Latina y el mundo, nos empujan a pensar en esta perspectiva, lejos de la pelea por meras demandas parciales que naturalizan que siempre ganan los mismos y siempre pierden las mayorías.
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