En un contrapunto con Juan Carlos Monedero, reflexionamos sobre el derrotero de la formación política Podemos en el Estado Español, una experiencia que ilusionó a sectores del peronismo local y que se tambalea ante la renuncia de Pablo Iglesias a la política.
Jueves 24 de junio de 2021 22:41
Mucho se viene discutiendo alrededor del anuncio de Pablo Iglesias sobre su renuncia a la “política activa”, luego del fracaso de Unidas Podemos en las últimas elecciones madrileñas del pasado 4 de mayo, ante el avance del Partido Popular (PP) y del grupo de extrema derecha Vox.
Esta renuncia tiene lugar después de que Podemos llevó adelante una campaña, que en palabras del propio Iglesias, representaba la disputa entre democracia y fascismo, pero ante los magros resultados tiró la toalla para dejar de dar batalla en la política en general. En este sentido, la novedad de Iglesias es tan solo la punta del iceberg de la impotencia de una estrategia que buscó construir un proyecto progresista que retoma los viejos valores de la socialdemocracia, dentro de los marcos del régimen en un país imperialista.
Uno de los principales teóricos de la experiencia de Podemos, Juan Carlos Monedero, ya comenzaba a esbozar algunos elementos de balance en un artículo para Jacobin Latinoamérica a finales del 2020, que queremos retomar a la luz de los últimos acontecimientos.
Este autor comienza definiendo al neoliberalismo como “una exacerbación del capitalismo desregulado en su fase financiera y de servicios– se hizo hegemónico al punto de constituir un nuevo sentido común.” Para después plantear que “la primera respuesta al neoliberalismo triunfante viniera de América Latina, en concreto de Venezuela, con la victoria de Hugo Chávez en 1998”. Sin embargo, en esta primera definición se encuentran ausentes los desarrollos de las innumerables luchas de la clase trabajadora y los sectores populares que se enfrentaron a la instauración del neoliberalismo desde un comienzo.
El primer ciclo de la lucha de clases en respuesta al neoliberalismo tiene lugar en los procesos latinoamericanos que durante la década del 90´y principios de los 2000 desafiaron la profundización del modelo neoliberal en la región. Distintos ejemplos de este proceso fueron las experiencias argentinas de los levantamientos provinciales contra el menemismo, o en México la insurrección zapatista de Chiapas, las guerras del agua en Bolivia, el Caracazo en Venezuela, las luchas populares que llevaron a la caída Bucaram en Ecuador y Fujimori en Perú, entre otras.
Al respecto, Christian Castillo plantea: “estas acciones no han concluido en triunfos revolucionarios. En ello incide que el nivel de conciencia política de partida ha sido bajísimo y que las derrotas del período anterior han afectado en particular a la clase obrera de la región, que viene muy golpeada por la desocupación y la precarización. Esto ha permitido que las situaciones revolucionarias abiertas (...) fuesen contenidas en base a recambios gubernamentales, preservándose la continuidad de los regímenes políticos y evitando que los procesos en curso tomen una dinámica claramente anticapitalista. Es así que en todos los casos el desarrollo de organismos de doble poder fue apenas embrionario (o episódico), lo cuál ha sido un verdadero hándicap para los llamados “gobiernos de transición”.
Sin embargo, Monedero no analiza los límites de este ciclo, y plantea que Podemos nace a la vida política como superación de estos procesos, sin indagar en la relación que existe entre la estrategia de Podemos y la de los movimientos que intentaron desviar y canalizar las luchas antineoliberales en salidas democrático burguesas.
Podemos surge en el contexto abierto por la crisis del 2008, en donde el pueblo trabajador y la juventud salió a las calles en el Estado Español contra los planes de ajuste, en las manifestaciones de los “indignados” y el movimiento del 15M. En este sentido, Podemos se materializó como el intento de institucionalizar el 15M, desviando ese proceso asambleario.
Como observamos en este apartado del artículo en Jacobin: “Podemos nace de la experiencia fracasada de la izquierda en el siglo XX; nace de la derrota de las luchas emancipadoras, y también de algunas victorias. Sus fundadores han militado en partidos políticos de izquierda, en movimientos sociales y han conocido de primera mano la experiencia latinoamericana.” Monedero, en esta cita, pone en evidencia la deformación del concepto de izquierda asociado al estalinismo y las atrocidades cometidas por él.
En Estrategia Socialista y Arte Militar, Emilio Albamonte y Matias Maielo desarrollan el trauma epistemológico de la izquierda en la actualidad: “La IV Internacional después de la Segunda Guerra Mundial quedó diezmada, entre la persecución del fascismo, el stalinismo y el imperialismo “democrático”. En este marco, se produjo un quiebre en la unidad entre programa y estrategia. El resultado de esta separación fue la adaptación a otras estrategias fortalecidas en la posguerra, la de los Partidos Comunistas europeos, la del nacionalismo burgués, o la guerrilla. Esta deriva estratégica se profundizó luego de la derrota, y en la actualidad la primacía es del pacifismo y la adaptación a los neorreformismos.” (Albamonte, Maiello “estrategia socialista y arte militar” 2017, p. 18)
Podemos no es una superación de este trauma epistemológico que acarrea la izquierda, sino que los neo reformismos se presentan como una adaptación a las condiciones dadas. El máximo horizonte que tenemos por delante, entonces, está determinado por las derrotas que tuvieron lugar en las décadas previas, renunciando así a la toma del poder como parte de su programa y estrategia.
¿Ha renunciado a algo Podemos por gobernar?
Con este interrogante, Monedero plantea que: ¨Podemos nació con voluntad de gobierno. Y en sus análisis era claro que, a través de unas elecciones, lo que se gana es el gobierno, no el poder.” Previo a su renuncia, Iglesias ocupaba el cargo de vicepresidente en un gobierno de coalición, lugar al que llegó gracias a la alianza que tejió Unidas Podemos con el PSOE, uno de los partidos pilares del régimen Español.
Es decir, Podemos se alió con uno de los partidos responsables de aplicar los planes de ajuste contra los cuales se habían levantado la juventud y lxs trabajadores en el movimiento de los indignados a partir del cual se formó como partido político al calor de las grandes movilizaciones que sacudieron al Estado Español y toda su casta política en 2011.
Para Monedero, esta estrategia tuvo dos efectos muy positivos: "el PSOE se inclinó hacia la izquierda, rompiéndose la inercia neoliberal propia de esa formación desde los años ochenta. Por otro lado, el gobierno conjunto ha impedido –aunque seguirán intentándolo– la caída del gobierno, algo que hubiera resultado mucho más sencillo en el caso de un gobierno en solitario de Unidas Podemos.”
Pero al contrario de lo que plantea Monedero, esta coalición no llevó a que el PSOE diera un giro a izquierda sino que fue Podemos quien terminó avanzando en un giro a derecha, bajando una a una sus banderas como parte de la integración al gobierno. De la misma manera giraron de la defensa de la autodeterminación catalana al llamado por un imposible referéndum pactado con los agentes del Régimen monárquico. Por eso, plantearon una solución de compromiso entre la autodeterminación que pedían los catalanes y el artículo 155 que le impuso el régimen.
En las últimas semanas se desató un escándalo internacional ante la violencia con la cual el imperialismo español busca resolver la crisis migratoria, desplegando su ejército en Ceuta para deportar a 6.000 migrantes.
Además, una de las principales promesas de Podemos en elecciones fue la derogación de la reforma laboral del PP y el fin de los desahucios, pero nada de esto se cumplió: pasaron de exigir su derogación a votar en contra de la misma. A su vez, los desalojos se siguieron produciendo incluso durante los momentos más duros de la pandemia, quitándole la vivienda a miles de familias, en favor de los bancos y grupos inmobiliarios millonarios, con el apoyo policial del Estado.
Ya que mencionamos la pandemia, el gobierno “progresista” tomó una postura completamente pro empresarial frente al desastre social y económico que hundió en la pobreza y la miseria a millones de trabajadores: préstamos de la UE destinados directamente a los bolsillos de los grandes empresarios y una ley anti despidos que no solo llegó después de que 1 millón de trabajadores perdieran sus puestos sino que en los hechos fue papel mojado, como se analiza en estas otras notas.
A su vez Monedero plantea: “La respuesta de Podemos era ideológicamente vaga y más confrontativa que programática aunque planteaba, con acierto, un elemento central: había que luchar contra las desigualdades, era necesario regresar a la redistribución de la renta. Y eso pasaba porque los ladrones fueran castigados, que los ricos pagasen y que, además, lo hicieran más que los pobres y las clases medias.”
Lo que Monedero no dice es que en concreto, la UE acordó un plan de “reconstrucción” de 750.000 millones de dólares repartidos entre todos sus integrantes entre subsidios directos y préstamos. Podemos sacó un comunicado/0] diciendo que este era “un primer paso en los cambios que la sociedad y la economía necesitan” para desarrollar la transformación del modelo productivo y avanzar hacia “la transición ecológica, la digitalización, la movilidad sostenible y el desarrollo de la economía de los cuidados”.
El propio Monedero también alaba este acuerdo diciendo que “rompe la inercia neoliberal”. Pero, gran parte del dinero debe ser devuelto con intereses, Cada Estado deberá devolver su propia deuda (cláusula que afecta particularmente a España) así como también restringe sus presupuestos, condiciona su habilidad de establecer nuevas políticas “sociales” y abre la puerta a ser un mecanismo de presión para que los distintos integrantes pasen nuevas leyes pro empresariales y flexibilizadoras. Por eso este acuerdo continúa y asegura la prevalencia neoliberal en el corto plazo.
Para paliar realmente la crisis desatada por la pandemia, se tendría que haber avanzado en medidas elementales como la nacionalización y unificación del sistema de salud, y el cobro de impuestos a las grandes fortunas junto con la nacionalización del comercio exterior y de la banca pública, para destinar estas ganancias a los distintos programas y ayudas monetarias directas para la clase trabajadora y los sectores populares. Por eso, para conquistar y defender estas medidas es necesaria la más amplia organización y lucha de los sectores oprimidos por garantizarlas. Como estas medidas cuestionan profundamente los cimientos del sistema capitalista, para lograrlas habría que enfrentarse no solo con los banqueros y los grupos empresarios, sino también a todo el aparato del Estado y la Troika como intentaremos ver en el siguiente apartado.
¿Podemos cambiar el sistema desde el Estado y sus instituciones?
Otro de los debates centrales que plantea Monedero es acerca del carácter actual del Estado, en alusión a los desarrollos de Alvaro García Linera: “La alternativa que presentaba Podemos no era integral porque asumía que, en el corto plazo, no hay alternativa al sistema capitalista. Esto implica cierta paradoja: hace imperativo asumir que vivimos en un mundo signado por la complejidad, por «tensiones creativas» (como definió Álvaro García Linera). En el diagnóstico de Podemos es evidente que el problema es precisamente el capitalismo, la ahora llamada «economía de mercado» y la mercantilización del mundo y de sus imaginarios, que producen «sociedades de mercado» y devastación medioambiental. Podemos dirige su ira no hacia «el capitalismo» sino hacia las élites políticas que trabajan como «mayordomos» del sistema y que han vaciado la democracia. En su radar están, igualmente, los políticos, empresarios y banqueros concretos responsables de la corrupción, del deterioro medioambiental, de las guerras, del fascismo financiero (en expresión de Boaventura de Souza Santos), de las privatizaciones, de la subida de las tasas de los servicios públicos, etc.”
Basándonos en esto, el planteo de Podemos parte de un escepticismo acerca de que el capitalismo es inamovible y busca, utópicamente, cambiar esa casta política que es la expresión que adquiere la democracia burguesa, donde los políticos están al servicio de sostener y garantizar los negocios de los capitalistas. Por eso, sin atacar al corazón del capitalismo y a los intereses de quienes se benefician de este sistema, es inviable pretender cambiar el régimen político.
No por casualidad, en este mismo artículo de Monedero, se menciona el libro “Las tensiones creativas de la revolución” de Álvaro García Linera. El reconocido intelectual boliviano, es uno de los principales teóricos de los gobiernos pos neoliberales en la región latinoamericana, que a su vez acompañó a Evo Morales como vicepresidente entre los años 2006 y 2019 en Bolivia. En este texto que retoma Monedero, García Linera desarrolla sus postulados acerca de las «tensiones creativas», que para el autor son las contradicciones que se presentan cuando una fuerza popular llega al poder.
Siguiendo esta teoría, esas determinadas tensiones creativas serían las que condicionan la posibilidad de llevar adelante una transformación social del sistema capitalista a fondo, dejando como única alternativa posible, la pelea dentro de los marcos de las propias instituciones impuestas por la burguesía como es el Estado. Como consiguiente, la salida propuesta por García Linera se presenta cuando propone “avanzar en la democratización expansiva del Estado-social”.
De esta caracterización que realiza García Linera, se desprende la orientación desarrollada en otros escritos del autor sobre la necesidad de llevar adelante una disputa al interior del Estado Burgués, con el objetivo de cambiar desde adentro su orientación social. Siguiendo esta línea, se podría cambiar el contenido de clase del Estado en el capitalismo, como si el mismo fuese una cáscara vacía que uno puede llenar con distintos contenidos dependiendo de quien detente las instituciones del gobierno. Sin embargo, en este camino, se intentan atenuar las propias contradicciones existentes en la sociedad capitalista entre dos clases sociales antagónicas que se encuentran permanentemente en disputa, y renuncian a la pelea por una transformación social de fondo.
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El propio Monedero en su nota dice que “Ante ese resultado electoral con el que se presentaba Podemos (una fuerza política nueva que, además, no había pedido dinero a los bancos y tenía un discurso claramente antineoliberal), se activaron lo que en España se llaman las «cloacas». La utilización de los aparatos del Estado –policía, guardia civil, agencia tributaria– en connivencia con una prensa corrupta y sectores de la judicatura (aquí en menor medida, de momento, que en América Latina y el lawfare) para atacar y debilitar a Podemos. Pero la lógica es la misma: utilizar abusivamente la judicatura para sacar a Podemos del Gobierno de España”.
Si se quiere enfrentar a estas cloacas la única manera efectiva de hacerlo es enfrentando directamente a la herencia del franquismo y el régimen del 78, como también a la institución de la monarquía. Las “cloacas” no aparecen por generación espontánea ni son actores externos que influyen el aparato del estado para defender sus intereses. Si se claudica la pelea contra estos, de la manera que sea, no existe manera en deshacerse de estas cloacas.
El rey anterior, Juan Carlos I, se encuentra implicado en un enorme escándalo de corrupción, en donde se encuentra acusado de recibir millonarios sobornos de Arabia Saudita. ¿Qué hizo Podemos dentro del gobierno frente a esto? nada. Se plegó a sus aliados del PSOE en el mantenimiento de la imagen de la monarquía, solo haciendo alguna que otra declaración altisonante y algún pedido al actual rey (Felipe VI, el hijo de Carlos y también salpicado por el escándalo) que renuncie voluntariamente a sus privilegios.
Como ya desarrollamos a lo largo de la nota, Podemos formó una alianza para entrar en el gobierno con el PSOE, uno de los partidos que, junto al Partido Popular se encargó de garantizar en las últimas décadas la continuidad del régimen pactado con la monarquía y la dictadura franquista (aún impune) en 1978. Y como parte de esa alianza dejó de lado la pelea por la república, y contra esta monarquía corrupta.
Muchas veces escuchamos el argumento de que “no da la relación de fuerzas” para enfrentar a los poderosos que manejan los hilos de la economía en el capitalismo, y que por eso la única opción posible termina siendo dar batalla dentro de los límites establecidos por el sistema. Veamos cómo se desenvolvió esta premisa en la experiencia griega tan reivindicada por sus pares españoles.
En el año 2015 ganó las elecciones en Grecia la coalición del partido neo reformista Syriza, que se presentaba a sí mismo como una fuerza de “izquierda radical” representante de las enormes movilizaciones callejeras en donde la clase obrera y el pueblo griego se enfrentaron al ajuste de los principales organismos internacionales de crédito como la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), conocidos como la troika.
Pero este discurso anti ajuste de la coalición Syriza se desvaneció rápidamente una vez que ocuparon las instituciones del gobierno. Para enfrentar a los planes de ajuste de la troika, la coalición de gobierno de Syriza contaba con la fuerza del pueblo griego que con 30 huelgas generales se mostró en pie de guerra contra el ajuste hacia las y los trabajadores. Sin embargo, el gobierno supuestamente de izquierda decidió desoír el reclamo popular que se expresó en el enorme referéndum del 2015 que se posicionó claramente contra los planes de rescate de la troika (más del 60% de los votos fueron para él “No”) ante los cuales Syriza sucumbió sin chistar.
El mismo Pablo Iglesias justificó esta traición diciendo que Syriza no tenía otra alternativa. “El problema es que todavía se tiene que verificar que alguien desde un Estado puede plantear semejante desafío (...) tienes todo contra ti, absolutamente todo. Y un sistema parlamentario, en el que como aseguras tu una mayoría absoluta, es muy difícil (...)” (declaraciones de Iglesias en el canal Fort apache en 2016 en https://www.dailymotion.com/video/x4wm0zo)
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De esta forma, Syriza terminó por consolidar su traición a los sectores populares que habían apoyado el programa anti ajuste levantado por la coalición neo reformista durante las elecciones. Y nos permite ver cómo los postulados de García Linera sobre la posibilidad de dar una disputa desde el interior del Estado burgués para torcer los intereses del mismo en favor de los sectores populares, son irrealizables sin enfrentar a los poderes fácticos que sostienen al régimen capitalista. Podemos sigue exactamente el mismo camino.
Al contrario, los marxistas apuntamos a la destrucción del Estado burgués en la perspectiva de subvertir el orden social de conjunto, apostando a que se desarrollen las fuerzas de los sectores más avanzados de la vanguardia obrera y popular para desde allí socavar las bases capitalistas del estado, con el objetivo de construir un nuevo estado de las y los trabajadores.
A modo de conclusión
El derrotero de la política de Podemos, muestra una vez más la imposibilidad estructural que tienen los neo reformismos para plantearse como alternativa de un régimen político al que en última instancia ayudaron a relegitimar. En el transcurso de la última década, desde que se abrió la crisis del 2008, la estrategia de Podemos fue la de desviar y aplacar al movimiento popular que se había levantado contra la monarquía y los partidos tradicionales. Intentando recomponer las instituciones burguesas dándoles un barniz de “izquierda” al gobierno de coalición que formaron con el PSOE, y por esta vía también a un estado imperialista miembro de la OTAN como lo es español.
Este mismo proceso de relegitimación de los partidos tradicionales fue el que le abrió la puerta al avance de los sectores más conservadores y de derecha, que se expresaron en las últimas elecciones regionales. Líderes del populismo de derecha como Isabel Díaz Ayuso del PP, a la que también apodan como la Trump española, intentan dialogar con el descontento que existe en las masas frente a la imposibilidad de los partidos tradicionales de dar una respuesta a la crisis económica que se vio agravada por la pandemia.
Esta ubicación de Podemos los lleva a rehusar incluso de la pelea por enfrentar a la misma derecha a la cual no le tiembla el pulso para utilizar métodos violentos como se vio en la reciente campaña electoral de Madrid donde Vox y sus grupos de choque salieron incluso a amenazar de muerte al mismo Pablo Iglesias. Esta actitud de no confrontar con los métodos violentos también los encontramos frente a las acciones del propio aparato represivo del estado. Que por ejemplo fue empleado contra al pueblo catalán que se movilizó masivamente por su autodeterminación y solo encontró una respuesta violenta de parte de los distintos gobiernos, con represiones que el mismo Pablo Iglesias reivindicó como acciones coordinadas de la policía nacional y los mossos d’esquadra de Catalunya durante la represión.
En este sentido, retomamos los postulados de Trotsky sobre cómo enfrentar a la derecha y los sectores más reaccionarios en el marco de la pelea contra el ascenso del fascismo en la década del 30, aunque en la actualidad no priman las formaciones fascistas como en esa época. El fascismo propiamente definido es la apuesta extrema de la burguesía para mantener el orden capitalista cuando no funcionan los métodos “normales” (la policía, el ejército, la cobertura parlamentaria) para preservarlo. Sin embargo, retomar estos postulados nos sirve también para mostrar las falencias de la (no) estrategia de Podemos a la hora de plantear un enfrentamiento a otros partidos y grupos de extrema derecha.
En su contexto, el revolucionario ruso planteaba la urgente necesidad de construir un Frente Único de la clase obrera y los sectores populares para enfrentar al fascismo, apoyándose en las propias organizaciones proletarias como los comités de acción. En este camino, Trotsky también batalló contra la política capituladora del estalinismo con la orientación de los frentes populares, que buscaba depositar expectativas en la clase obrera sobre tejer alianzas con sectores burgueses, como parte de una línea oportunista con las direcciones traidoras.
Al respecto Trotsky escribió: “el Frente Popular, en su forma actual, no es otra cosa que la organización de la colaboración de clases entre los explotadores políticos del proletariado –reformistas y estalinistas– y los explotadores de la pequeño burguesía, los radicales. Verdaderas elecciones de masas a favor de los comités de acción expulsarían automáticamente a los negociantes burgueses del Frente Popular y, así, harían saltar por los aires la política criminal dictada por Moscú (...) las huelgas, las manifestaciones, las escaramuzas callejeras, los alzamientos directos, son totalmente inevitables en la situación actual. La tarea del partido proletario consiste, no en frenar y paralizar esos movimientos, sino en unificarlos y darles una fuerza mayor” (Trotsky ¿Adónde va Francia?, 1934)
Siguiendo estos postulados, en la actualidad creemos que es necesario pelear por la construcción de una izquierda que sea anticapitalista, revolucionaria e independiente de los poderosos y las burguesías. Porque la independencia de la clase trabajadora de sus verdugos es indispensable para poder pelear sin tener las manos atadas con nadie, para desde allí apostar a la organización autónoma de las y los trabajadores junto con todxs los sectores oprimidos por su total liberación.
De lo contrario seguirán avanzando los sectores de derecha a los cuales hay que enfrentar. Porque como nos muestra el ejemplo de Podemos, cuando sectores de la izquierda institucional se integran al régimen terminan dando vía libre para que avancen los sectores reaccionarios y xenófobos que apuestan a la división de los explotados en el camino de darle una salida aún más por derecha a la crisis en curso.
Del otro lado de quienes intentan convencer a las mayorías populares de que la única salida viable es pelear por la miseria de lo posible, nos encontramos quienes estamos convencidos de que este sistema es irreformable. Por eso, creemos que las salidas a mitad de camino son totalmente insuficientes, porque ningún poder dejó a lo largo de la historia sus privilegios de manera pacífica y es urgente enfrentar a quienes se siguen enriqueciendo a costa del hambre de millones. Para eso, hay que destruir al estado burgués y al sistema capitalista que lo sostiene, en perspectivas de pelear por la construcción del socialismo.
Si realmente queremos cambiar las cosas, tenemos que unir nuestras peleas entre trabajadores formales, informales y desocupados, con los estudiantes, con los activistas ambientales, con quienes pelean contra el racismo, con las mujeres y la comunidad LGBT+. Desde nuestro lugar apostamos al desarrollo de la clase obrera como sujeto de transformación social, junto a todos estos sectores que viven la miseria y la desigualdad estructural a la que nos arroja el sistema capitalista que merece ir al basurero de la historia.
Brenda Hamilton
Profesora de historia (UBA). Miembro del comité editorial del suplemento Armas de la Crítica.