A medida que se acercan las votaciones para elegir al presidente de Estados Unidos, el debate sobre la gestión de la migración se convierte en un factor crucial que influirá en las decisiones de los votantes y en el futuro del país vecino del norte.
Lunes 4 de noviembre
En los últimos cuatro años, Estados Unidos ha experimentado un aumento considerable en el flujo de migrantes, tanto por vías legales como ilegales. Este fenómeno es el resultado de múltiples factores interrelacionados, como las crisis económicas, la explotación, la violencia y los conflictos armados en los países de origen, huracanes o sismos y la búsqueda de mejores oportunidades laborales, todos exacerbados por los efectos de la pandemia, con más represión y explotación contra los migrantes.
Según datos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), las llegadas a la frontera han alcanzado cifras históricas, superando los 2 millones anuales en este periodo. Tal panorama ha propiciado un debate político intenso, donde las posturas de los candidatos a la presidencia, Kamala Harris y Donald Trump, reflejan divisiones cada vez más marcadas y reaccionarias en torno a la cuestión migratoria.
La narrativa antimigratoria que criminaliza y deshumaniza a nuestros hermanos migrantes, que los republicanos asocian con la inseguridad en ciudades gobernadas por demócratas —como Nueva York, que ha recibido 210 000 migrantes en los últimos dos años, o Boston, Chicago y Denver, que han recibido 50 000 cada una en el mismo periodo— ha impulsado al partido de Harris a defender el endurecimiento de las políticas migratorias, incluyendo el cierre de la frontera sur.
Esta respuesta surge de la preocupación de que los desafíos inherentes a los centros urbanos se extiendan a las comunidades suburbanas. Un reciente sondeo de Siena College indica que poco más del 60 % de los neoyorquinos percibe un deterioro en la situación migratoria en el último año, con un número significativo que la califica como “muy grave”. Esta tendencia refleja no solo la creciente ansiedad pública sobre la migración, sino también el impacto de estas percepciones en la formulación de políticas, revelando la urgencia de un debate más crítico sobre la migración en el contexto actual.
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Control de fronteras
Por un lado, Kamala Harris aboga por un enfoque de seguridad fronteriza, destacando la importancia del control de las fronteras y la seguridad nacional utilizando la tecnología. Este enfoque refleja una nueva era de muros y controles fronterizos en respuesta al desplazamiento masivo de migrantes.
En parte, esta postura se debe a la presión ejercida por el discurso republicano, que asocia a los migrantes con la delincuencia y los acusa de ocupar viviendas y recibir ayudas (por ejemplo, las de alimentos) destinados a ciudadanos estadounidenses; lo que ha significado para los demócratas la adopción de posturas más estrictas para no perder apoyo electoral.
Aunque Harris ha subrayado que el control de las fronteras debe ir acompañado de un compromiso para abordar las causas profundas de la migración, como la violencia y la pobreza en los países de origen, proponiendo una mayor cooperación internacional y apoyo a programas de desarrollo en Centroamérica, esto sólo se ha dicho de “dientes para afuera”, ya que los demócratas no sólo no han tenido una política integral al respecto, sino que han profundizado las políticas antimigratorias durante décadas.
Igualmente, cabe resaltar, que Harris en el pasado se autodenominó como “la mejor policía” cuando detentaba el récord en cantidad de encarcelamientos de trabajadores durante su labor como fiscal de California, además de que fortaleció las penas en contra de sectores pobres y marginales.
Por su parte, Trump ha mantenido su narrativa xenófoba y antimigratoria desde su candidatura pasada, su mandato y la reciente campaña. El reaccionario republicano implementó una serie de políticas destinadas a restringir la inmigración y ha continuado defendiendo su enfoque centrado en el control de las fronteras.
Su retórica gira en torno a la construcción de un muro fronterizo, que impida el paso a los migrantes irregulares, y en el aumento de la seguridad a través de la militarización, presentando la inmigración ilegal como una amenaza a la seguridad nacional y a los empleos de los estadounidenses, acusándolos de haber sido “tomados por los sin papeles”. En su campaña suele reiterar la necesidad de incrementar el financiamiento para las fuerzas de seguridad en la frontera, así como la implementación de políticas más estrictas para desalentar la inmigración ilegal.
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Hay que decir, claro y fuerte, que fue durante la administración de Trump que se escaló en las políticas antimigratorias, como el levantamiento de 800 kilómetros de barreras físicas, militares y con alta tecnología que impidiesen el paso de automóviles y, por supuesto, de personas migrantes sin documentos. Asimismo, afirmó que sería México quien pagaría la construcción del muro de 595 kilómetros de extensión; promoviendo políticas xenófobas con más represión, detenciones y expulsiones contra los caminantes del mundo cuya única intención es mejorar sus condiciones de vida y de sus familias.
A pesar de la construcción de muros, que a menudo se erigen a costa de la integridad y vida de los migrantes, estos siguen intentando cruzar hacia el lado estadounidense con la esperanza de alcanzar el “sueño americano” y mejorar sus condiciones de vida; sin embargo, ante la implementación de políticas antimigratorias, se ven obligados a transitar por rutas cada vez más peligrosas, como es el desierto de Sonora.
Esto no sólo los expone a un mayor riesgo de violencia y delitos, como la trata de personas, el secuestro y la extorsión, sino que también ha resultado en miles de muertes que no son consecuencia exclusiva de la construcción de estructuras físicas, también están relacionadas con la violencia ejercida por militares y grupos del crimen organizado, donde la tecnología no aporta a que los migrantes tengan más derechos, como dice Harris, sino que con sus operaciones socavan la integridad de nuestros hermanos migrantes, ya que se emplea para vigilarlos y cazarlos, literalmente, desde aire, tierra y mar con esa tecnología especializada.
Reforma migratoria
Harris ha sido portavoz de lo que los demócratas han prometido en cada elección, anunciando una y otra vez una reforma migratoria “integral” que resuelva la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados y trabajadores migrantes precarizados, pero en la realidad no sólo le han dado continuidad a la política antimigratoria, sino que la han profundizado con deportaciones masivas como hizo Biden con el Título 42.
En sus discursos, podría resaltar cómo esta reforma beneficiaría a la economía, mencionando ejemplos de contribuciones de inmigrantes en diversos sectores. También podría proponer la protección de los Dreamers (jóvenes migrantes que llegan siendo aún niños) y la extensión de programas de trabajo temporal.
En contraste con la visión de K. Harris, Trump propone una reforma que incluya medidas de deportaciones masivas contra migrantes indocumentados y limitar la inmigración legal, promoviendo una visión de “American First” que prioriza a los ciudadanos estadounidenses en temas laborales y de beneficios sociales. Su enfoque podría incluir restricciones más severas en los programas de visa reduciendo las que son para trabajar y colocando restricciones en el sistema de asilo, argumentando que el proceso actual es susceptible a abusos.
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Políticas de asilo y refugio
Harris, de manera demagógica, dice entender la necesidad de un sistema de asilo más accesible y humano, argumentando que EE. UU. debe cumplir su papel de líder en derechos humanos, pero lo hace sólo para criticar las políticas de la administración de Donald Trump que restringieron el acceso al asilo y ha abogado por restaurar el derecho de las personas a buscar refugio y, aunque quiere recuperar el papel de EE. UU. como un país de asilados que huyen de las injusticias y la persecución, la realidad es que Barack Obama tuvo uno de los gobiernos con más deportaciones de la historia de Estados Unidos; es decir, la persecución a los migrantes ha sido un eje que han compartido republicanos y demócratas.
Trump ha criticado lo que considera es un abuso del sistema de asilo y defiende que se necesitan reformas y medidas más estrictas. En su retórica, podría plantear la necesidad de rechazar solicitudes de asilo de ciertos países o grupos, haciendo hincapié en la seguridad y la protección de la frontera como prioridades, a menudo utilizando un lenguaje que resalte la amenaza que representa la inmigración ilegal.
Durante su mandato, se hicieron esfuerzos para restringir la elegibilidad para el asilo y para implementar acuerdos con países vecinos, como México, para gestionar el flujo de migrantes. Trump ha presentado estas medidas como necesarias para proteger a los estadounidenses y mantener la seguridad en la frontera.
El imperialismo estadounidense es el responsable
La crisis migratoria remite a un fenómeno estructural, cuyas causas están en la creciente violencia y la pobreza resultado de la aplicación de planes neoliberales ordenados por el imperialismo estadounidense, junto con los efectos del cambio climático. En el contexto de las próximas elecciones estadounidenses, es fundamental señalar que las estrategias propuestas en torno a la migración parecen ser meros paliativos que perpetúan los elementos fundamentales de los acuerdos establecidos durante la administración Trump y continuados bajo la actual administración Biden, aunque con una retórica más diplomática por parte de los demócratas.
Estas iniciativas incluyen propuestas concretas destinando millones de dólares a la inversión privada, utilizando tecnologías que sólo benefician a los capitalistas, con más militarización y represión en las fronteras contra los más pobres: nuestros hermanos migrantes, con deportaciones masivas, con leyes como el ambicioso proyecto de ley bipartidista para “arreglar” la frontera, cuyo objetivo es desalentar la migración hacia Estados Unidos, siendo su política rapaz capitalista la responsable de la precarización, que se nutre de la violencia, las crisis económicas y la explotación en países subordinados al imperialismo como México, Guatemala, Argentina, entre otros.
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Mientras los candidatos de ambos partidos, republicano y demócrata siguen viendo una oportunidad de ganar votos endureciendo sus discursos contra los trabajadores migrantes de a pie, nosotros desde este lado de la frontera denunciamos que, en realidad, evaden su responsabilidad en el tema de la opresión y explotación en los países subordinados al imperialismo yanqui, que son condiciones que impulsan la migración.
Recordemos que tenemos una lucha significativa que emprender en defensa de nuestros hermanos migrantes. Es esencial promover esta causa en ambos lados de la frontera, mediante un movimiento encabezado por la clase trabajadora multiétnica de Estados Unidos y un amplio movimiento obrero mexicano, ambos con una política independiente de los diversos gobiernos.
Frente a la política antimigrante y xenófoba de ambos candidatos, es imperativo fomentar la más amplia solidaridad entre los explotados y oprimidos de Centro y Sudamérica, el Caribe y Norteamérica con las familias migrantes que huyen de la violencia y la miseria en busca de una vida mejor. Debemos exigir el libre tránsito y la residencia automática al momento de ingresar a otros países, avanzando hacia una perspectiva antiimperialista y anticapitalista que reconozca la dignidad y los derechos de todos los trabajadores, sin importar su origen.
Diana Palacios
Profesora egresada de la Normal Superior, colaboradora en IdZMx