El Círculo Rojo. ¿Qué es la batalla cultural?

· La “batalla cultural” de la semana pasada empezó con la pelea con Lali Espósito y terminó con la mención al comunista italiano Antonio Gramsci. Ni Marvel imaginó un metaverso tan grande.

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· En una charla en Radio Con Vos radio entre el periodista Ernesto Tenenbaum y el politólogo Agustín Laje (referente ideológico del mundo mileísta, autor de varios manuales de ideas predigeridas, como La batalla cultural) aparecieron varias cosas sobre esta “batalla”.

¿En qué consiste la batalla?

· Qué dicen: que su pelea no es política sino moral, que defienden los valores, gobiernan para los argentinos de bien y pelean con las fuerzas del cielo de su lado.

· Qué hacen en realidad: aplican la misma receta que usaron muchos referentes y partidos de las “nuevas derechas”. Para esa receta, siguen la guía de Steve Bannon, ex estratega de Donald Trump, que llegó a fundar una academia en Europa para formar a los “gladiadores de la lucha cultural”.

· ¿Qué es? Son ideas y discursos que acompañan una agenda económica a la medida de los intereses del capital concentrado, de las grandes empresas e inversores. Ni más ni menos que eso.

· Javier Milei no inventó nada. Como escribió Juan Dal Maso en “Gramsci para idiotas”: “Sigue al pie de la letra el manual de Margaret Thatcher: la libre empresa como garantía del progreso, la identificación de la pequeña propiedad con la gran propiedad y la consiguiente analogía entre el monetarismo aplicado a la macroeconomía y la administración del hogar, las privaciones personales de hoy como garantía de la abundancia de mañana, todo ello presentado como alternativa el ’colectivismo’ y el ’estatismo’”.

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¿Cuáles son los ingredientes?

· Moral. Moralizar las discusiones políticas: plantear la discusión en términos de una oposición entre el bien y el mal, darle relevancia a discursos místicos y religiosos (ser elegido, tener una misión, usar referencia bíblicas como el libro de Macabeos, buscar el respaldo del Papa).

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· Reacción. Milei y La Libertad Avanza utilizan prejuicios reaccionarios, es decir, que reaccionan a movimientos y cambios sociales. Por ejemplo, el antifeminismo o alentar discursos de vuelta a la familia tradicional, identificada con un momento cuando “todo estaba en su lugar”, un “orden natural” que (dicen) se rompió por la acción del feminismo o el movimiento LGBT (varón = proveedor, mujer = familia/hogar). Esto tiene muchas versiones, elegí la más conocida.

· Enemigos. La pelea con Lali Espósito es casi un calco de la batalla Donald Trump - Taylor Swift (Trump y sus seguidores desatan la batalla cuando la cantante se identifica con los derechos LGBT y las mujeres y termina apoyadno al candidato démocrata Joe Biden en las elecciones de 2020). Ambas son mujeres jóvenes, ninguna es activista o intelectual y representan versiones mainstream de discursos progresistas.

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· Neoliberalismo progresista. Sumo un elemento porque su presencia representa una ventaja en esta batalla de las “nuevas derechas”. Los enemigos elegidos por referentes como Milei o Trump suelen confluir con lo que la filósofa estadounidense Nancy Fraser bautizó “neoliberalismo progresista”, cuyo resumen apretado sería “gobernar para los ricos y tener agenda con perspectiva de género o ajuste con corbata verde”.

¿Qué pasa con esos gobiernos?: mucha gente que sufre el ajuste siente que vive peor porque le dieron más importancia a otros temas y los sectores reaccionarios machacan que “vivís peor porque se ocuparon de la violencia machista o legalizar el derecho al aborto” ( y no porque se gastó más en pagar la deuda externa que en salud). Algo de esto pasa con el INADI y los festejos por su cierre.

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· Qué hacer. Hay opiniones encontradas. ¿Participar en la batalla cultural o es un show para no hablar de lo importante? ¿Son relevantes los debates en redes sociales donde hay voces sobrerrepresentadas y otras no existen? Es una discusión con muchas aristas pero creo que no hay que minimizar ninguno de estos debates ni dejar de discutir los prejuicios. Porque aunque muchas veces se instalan en micromundos virtuales, a su vez alimentan los grandes medios y la conversación social, en la que se mezclan los problemas. Y muchas veces cuando se habla de una cosa en realidad se está hablando de muchas otras a la vez.