La ofensiva reaccionaria del Régimen contra el movimiento democrático catalán, la persistencia de la crisis social y el fracaso de las apuestas políticas neorreformistas, imponen la necesidad de abrir el debate sobre la construcción de una fuerte izquierda anticapitalista y revolucionaria en el Estado español.
Viernes 26 de enero de 2018 18:36
Introducción
La crisis que ha vivido el Régimen del 78 en los pasados meses con la irrupción del movimiento democrático catalán ha sido el mayor desafío al Estado heredero de la dictadura en el último período. A pesar de la imposición del 155 y la derrota de la apuesta independentista -una responsabilidad que recae no sólo en la ofensiva represiva del Estado, sino también en la capitulación de la dirección burguesa y pequeña burguesa del procés-, las razones de fondo que abrieron dicha crisis siguen planteadas.
Por un lado, la llamada “recuperación económica” encuentra sus límites en un marco internacional de cierta recuperación pero sin perspectivas a mediano plazo (con baja inversión, bajo crecimiento del comercio internacional y de la productividad, y burbujas financieras que están en niveles “pre-crisis”). Pero al mismo tiempo sigue descansando sobre los hombros de la clase trabajadora y los sectores populares, en forma de desempleo de masas, precariedad, deflación salarial y desmantelamiento de servicios públicos y otros derechos como las pensiones. Una ampliación de la miseria que golpea en especial a la juventud, las mujeres y los inmigrantes. Por el otro, las grandes demandas democráticas que se plantearon del 15M en adelante, como el rechazo a la “casta política” y su corrupción, a la Corona y en general a esta democracia para ricos, siguen vigentes.
En este marco, la izquierda neorreformista ha mostrado su incapacidad por expresar una política de independencia de clase frente a los distintos bandos burgueses que unificara las reivindicaciones democráticas con un programa que de salida a los padecimientos de las mayorías obreras y populares. Una bancarrota que tiene su paralelo en otras experiencias de la izquierda europea como Syriza, convertida hoy en fiel aplicadora del memorándum de la Troika, y que no se puede separar del ascenso de la extrema derecha que se está viviendo en diversos países del continente o el triunfo de Trump en Estados Unidos.
El fracaso de proyectos políticos como Unidos Podemos en el Estado español o la CUP en Catalunya, plantea el problema de qué tipo de izquierda es necesario construir. Y cuando hablamos de “fracaso” no nos referimos a su retroceso electoral, que también existe y para ellos es una evidente señal de crisis, sino a su incapacidad para ser un instrumento de transformación radical de la sociedad en favor de las necesidades de la clase trabajadora y los oprimidos.
Desde la CRT e Izquierda Diario asumimos la responsabilidad de “mover ficha” y abrir el debate. ¿Nuestro objetivo? Avanzar en la construcción de una fuerte izquierda anticapitalista, revolucionaria, internacionalista y de la clase trabajadora en el Estado español, que en lo inmediato se proponga enfrentar la ofensiva reaccionaria que recorre todo el Estado, pero que al mismo tiempo se prepare para la irrupción de nuevos fenómenos de la lucha de clases.
El intento del bloque monárquico de imponer una restauración reaccionaria del Régimen del 78
La respuesta represiva de la Corona, los partidos monárquicos y la Judicatura para liquidar el movimiento independentista catalán esconde tras de sí un objetivo más amplio: el intento de cerrar la cuestión catalana y la propia crisis del Régimen del 78 por la vía reaccionaria.
La pantalla ideológica del “españolismo” desatado al calor de la crisis catalana encubre la intención de represtigiar a la Monarquía y la Constitución del 78 para avanzar con un modelo territorial más centralizado. Al mismo tiempo, busca dar más poder al “partido judicial”, que hoy se encuentra a la cabeza de una “nueva inquisición” persiguiendo las libertades democráticas con fallos aberrantes como la prisión a los líderes del procés catalán por “rebelión”, los procesos a tuiteros, periodistas, artistas o los casos de los jóvenes de Altsasu, Alfon, o el intento del gobierno de impedir la investidura de Carles Puigdemont. De este modo, el Régimen se propone recobrar una cierta estabilidad con la que poder continuar con la agenda de recortes y contrarreformas que demanda el capitalismo español, la UE y los acreedores de deuda, empezando por liquidar el sistema de pensiones público, nuevos ajustes fiscales y otra reforma laboral en clave precarizadora.
Aún no está dicho que este proyecto logre imponerse. En primer lugar, existen un buen número de contradicciones internas para lograrlo. No hay unanimidad sobre el grado de recentralización que el PP y Ciudadanos quieren imponer vía 155 y las intervenciones de cuentas a Comunidades Autónomas y Ayuntamientos.
Al mismo tiempo, la pugna abierta por la hegemonía de la derecha tras el hundimiento del PP y el ascenso de Ciudadanos en Catalunya, pone límites a la unidad de propósitos dentro del bloque monárquico a las puertas de un nuevo período electoral.
Por otro lado, aunque coyunturalmente se haya logrado una estabilización conservadora en el Estado español y una paralización del movimiento catalán, este proyecto puede volver a encontrarse frente a la movilización social a pesar de sus direcciones y una reapertura por abajo de la crisis del Régimen, como vimos en el ciclo de luchas del 2011-2014 o en los pasados meses en Catalunya.
Ante el intento de restauración conservadora del Régimen y la probable reactivación de la agenda de recortes, en la situación se encuentra inscripta la posibilidad de que resurjan nuevas luchas democráticas (empezando por la catalana, pero también contra la ofensiva represiva del Estado y la Judicatura), de las mujeres (que vienen protagonizando un profundo movimiento que el próximo 8 de marzo inundará las calles en todo el Estado impulsando la huelga feminista), de la juventud (cuya generación más joven sólo ha vivido la crisis, la precariedad laboral, la depresión y la falta de futuro) y de la clase trabajadora (especialmente de los sectores más precarizados, que en el último período han protagonizado distintas luchas y procesos de organización significativos).
Esto es así porque, aunque la ofensiva de la derecha impregna el escenario político, las tendencias a la “crisis orgánica” (según Antonio Gramsci, “una crisis de hegemonía de la clase dirigente, una crisis de autoridad del Estado en su conjunto”, producto de la separación entre las masas y sus representaciones tradicionales) se mantienen con toda su fuerza. Es en la grieta que deja abierta esa crisis por donde la lucha de clases puede colarse más temprano que tarde.
De la ilusión política a ser la pata izquierda del Régimen: la izquierda neorreformista no ha pasado la prueba
Para obturar la restauración reaccionaria en curso e imponer una salida a la crisis del Régimen y el capitalismo español a favor de las mayorías obreras y populares, es necesario que la fuerza social de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud se pongan en marcha con su propia “hoja de ruta”. El problema es que las actuales representaciones políticas de la izquierda neorreformista que podrían promover esta dinámica se posicionan en las antípodas de esta perspectiva. Este es el balance de las políticas “del cambio” en los últimos años.
El surgimiento del nuevo reformismo -encarnado en Podemos, las confluencias y en alianza con el reformismo tradicional de Izquierda Unida se dio en el marco de un agotamiento del ciclo de movilizaciones del 2011-2012. Este reflujo de lo “social” estuvo propiciado por el rol de las direcciones burocráticas de los grandes sindicatos que se negaron y boicotearon cualquier posibilidad de una entrada en escena de la clase trabajadora a la altura de los ataques que se estaban llevando adelante. Los dirigentes de CCOO y UGT desaparecieron después de la segunda jornada de huelga de 24 horas del 14N de 2012, tras haber aislado y llevado a la derrota la gran huelga minera de ese mismo año.
En ese marco, la izquierda sindical fue incapaz (en parte por su debilidad, pero también por sus propios errores sectarios) de utilizar sus posiciones para mostrarse como alternativa o contratendencia a la política de la burocracia sindical. En un escenario de fragmentación de las filas de la clase trabajadora, los sectores sindicales que se reivindican antiburocráticos y combativos no han sabido plantear una perspectiva superadora a la atomización de las propias organizaciones de la clase trabajadora.
Podemos se presentó como la expresión política del descontento social, vendiendo la ilusión de que el único cambio posible vendría de la vía de conquistar posiciones de gobierno por la vía electoral. Con un programa reformista, que en un principio recogía parcialmente parte de las reivindicaciones del 15M en adelante, emergió en las europeas y municipales logrando sus primeras posiciones gubernamentales en las principales capitales del Estado. Sin embargo, construyó un nuevo tipo organización política “de izquierda” confinada a los estrechos límites “institucionales” permitidos por el Régimen, en los cuales no se puede transformar absolutamente nada desde el punto de vista de la dominación capitalista. Así, de las ideas más “radicales” de sus inicios, rápidamente Podemos se fue domesticando, devaluando su programa hasta la mera reforma constitucional y el cogobierno con el PSOE.
Careciendo de influencia orgánica en la clase trabajadora (a diferencia del reformismo clásico), Podemos ha reforzado la “obra” de la burocracia sindical de CCOO y UGT para calmar la calle, colaborando complementariamente en la mantención de la división y fragmentación social y material de la clase obrera.
Cuando nos acercamos al tercer aniversario de los llamados “ayuntamientos del cambio”, estas experiencias de gobierno se han transformado en la prueba más palmaria de como la “izquierda del cambio” se ha topado con el muro de los grandes poderes capitalistas urbanos. El fin de los desahucios y la falta de vivienda ha chocado con su negativa a enfrentarse a los bancos e impulsar la expropiación de las viviendas en manos de la banca. Demandas como la remunicipalización de servicios se ha abandonado para seguir dejando en manos de un puñado de multinacionales servicios públicos esenciales. Y ni siquiera los prometidos “planes de emergencia ciudadana” se han puesto en marcha fruto del acatamiento de los límites de gasto y hasta las intervenciones de Montoro, como la del Ayuntamiento de Madrid.
Paralelamente, el cogobierno con el PSOE se ha ensayado en Barcelona con el extinguido pacto con el PSC, con la entrada de Podemos en el gobierno de Castilla la Mancha y el sostén parlamentario a este partido en Aragón y otras comunidades. Por último, su posición ante la cuestión catalana terminó de confirmar la integración en el Régimen del 78 como su nueva pata izquierda, negándose a reconocer el resultado del 1-O y el derecho a la autodeterminación de Catalunya, y mucho menos a impulsar la más mínima movilización en el resto del Estado contra la ofensiva represiva del Estado y la monarquía.
El acelerado proceso de domesticación de Podemos (y subsidiariamente de sus socios de Izquierda Unida) ha transformado a la fuerza política de izquierda más potente de los últimos 20 años en el Estado español en un partido inofensivo para el Régimen y los capitalistas, formado por nuevos “profesionales de la política” provenientes en su mayoría de la pequeña burguesía ilustrada, con un discurso moderado al extremo y sin “épica”, completamente burocratizado y cada vez con menos militancia real.
La izquierda independentista y su impotente subordinación a la dirección burguesa y pequeñoburguesa del procés
La otra gran hoja de ruta por la que apostó una buena parte de la izquierda en estos últimos años, en especial en Catalunya, fue la que se referenciaba en la CUP y su política en el proceso catalán. Ésta planteaba que la ruptura territorial del Estado español podría, por sí sola, desencadenar el derrumbe del Régimen del 78 y la concatenación de procesos de “ruptura” en el resto del Estado. Todo esto, además, con independencia de quien estuviera al frente de la lucha por la independencia de Catalunya y del proyecto social que encarnara la futura república catalana.
Los resultados del proceso catalán han constatado que se trataba de otra “ilusión”, en este caso en que la alianza con los representantes políticos de la burguesía y la pequeña burguesía catalana eran la vía para que la lucha por los derechos democráticos en Catalunya pudiera desatar un proceso de “ruptura” o “revolución democrática”.
La dirección “procesista” ha demostrado que en ningún caso estuvo dispuesta ni tan siquiera a provocar dicha “ruptura” con el Estado. La profundidad del movimiento catalán y en especial la gran movilización social y los elementos de autoorganización puestos en marcha desde las semanas previas al 1-O -que tuvieron su continuidad con las huelgas generales del 3-O y el 8N-, los llevó más lejos de lo que ellos mismos querían. El referéndum tuvo lugar y el 27-O incluso se realizó una proclamación de independencia. Sin embargo, como era de esperarse, acto seguido optaron por una claudicación en toda la línea que continúan profundizando con el retorno a la “vía negociadora”.
La política de “mano extendida” de la CUP convirtió a la izquierda independentista, y al resto de la izquierda anticapitalista que la asumió, en una fuerza subordinada políticamente y en la lucha de clases a la hoja de ruta burguesa del “procesisme”. La “etapa democrática” a la que había que llegar de la mano de las direcciones burguesas y pequeñoburguesas se mostró, una vez más en la historia, una utopía reaccionaria. Para conquistar el derecho de autodeterminación hasta el final era necesario poner en marcha grandes fuerzas sociales, con la clase obrera a la cabeza. Sin embargo, este escenario era rechazado por el PDeCAT, ERC y las entidades soberanistas, fieles a su composición de clase.
Al mismo tiempo, y este es un elemento fundamental del balance, el hecho de que el proceso fuera dirigido por estas formaciones, responsables del sufrimiento de la crisis por parte de la clase trabajadora y sectores populares de Catalunya, detrás de un programa de construir una república burguesa que en lo esencial poco se diferenciaba del Régimen actual, fue un obstáculo para que importantes sectores de la clase trabajadora catalana se sumaran al movimiento y para poder despertar la solidaridad en el resto del Estado. Una dinámica a la que también contribuyó por un lado la nefasta política del nuevo reformismo y la burocracia sindical dándole la espalda al movimiento democrático catalán, y por otro la misma izquierda independentista que se no ha tomado ninguna iniciativa para vincular la lucha del pueblo catalán con la clase trabajadora y los sectores populares del resto del Estado.
Si la estrategia de Podemos ha fracasado por su sumisión a los límites del Régimen del 78, la de la CUP naufraga en su subordinación a los representantes históricos de la burguesía y la pequeña burguesía catalanas. La política de ambas formaciones, sin embargo, tiene un denominador común: la confianza en que cualquier proceso de transformación política sólo podrá conquistarse desde arriba o, en el mejor de los casos, con posiciones en el régimen y movimiento sociales que presionen desde afuera, pero en ningún caso mediante la lucha de clases independiente.
Ilusiones reformistas y debilidad de la izquierda anticapitalista: la urgente necesidad de una alternativa independiente de los partidos del Régimen
Como demuestran las encuestas electorales, las ilusiones en el neorreformismo comienzan a retroceder. En sus últimas declaraciones Pablo Iglesias ha sostenido que con la crisis catalana se ha producido un “giro reaccionario de estilo monárquico”, cuya consecuencia sería que el PSOE “ha renunciado a que seamos su socio preferente, y esto no es buena noticia para el cambio político”. Pero lo que pretendía ser una autocrítica no es más que una autojustificación. ¿No debería una fuerza política como Podemos, que junto a IU y las Mareas tiene 67 diputados en el Congreso y gobierna en las principales ciudades españolas, preguntarse si le cabe alguna responsabilidad en el giro conservador de la situación? Nosotros creemos que sí. Porque las relaciones de fuerzas desfavorables no caen del cielo. Son producto de derrotas, o, peor aún, como es el caso, de derrotas sin lucha.
Al no enfrentar al Régimen, promoviendo una politica de conciliación de clases de acuerdo con Pedro Sánchez y ubicándose como furgón de cola del bloque constitucionalista en Catalunya, Unidos Podemos abrió el espacio no sólo a la recomposición de los social-liberales del PSOE, sino también al ascenso de la nueva derecha de Ciudadanos, que busca presentarse como una “solución” a los problemas de las masas. Una situación en la que la CUP comparte responsabilidad, aunque su adaptación fue en sentido opuesto, a la dirección que a todas luces se dirigía a una capitulación anunciada.
Pero sería un error reconocer esta realidad y no el hecho de que a la izquierda de Podemos (o de la CUP), aún no existe una alternativa política viable. Catalunya, por haber sido el punto más crítico para el Régimen en las últimas décadas, es quizá la demostración más dura de esto. La ausencia de una fuerte fuerza política que se ubicara de forma totalmente independiente de las diferentes variantes burguesas, que se propusiera desarrollar los métodos de la lucha de clases y levantar un programa que uniera las demandas democráticas como el derecho a decidir o la pelea por procesos constituyentes, con un programa anticapitalista y de clase, dejó sin alternativa a un movimiento que está siendo conducido a la derrota por la combinación de la represión y la claudicación de su dirección.
En este escenario, la debilidad de la izquierda que se reivindica anticapitalista y revolucionaria para plantear una alternativa, tanto en Catalunya como en el resto del Estado, se ha hecho patente. En primer lugar, porque en estos últimos años una buena parte de la izquierda que se reivindica anticapitalista se ha liquidado política e incluso organizativamente, ya sea por la vía de la adaptación al nuevo reformismo o a la política de conciliación de clases de la izquierda independentista.
Es el caso de Anticapitalistas, que después de la irrupción del 15M llegó a ser la organización anticapitalista más fuerte del Estado, hoy se halla disuelta como una corriente interna en Podemos y ha renunciado abiertamente a todo horizonte de transformación revolucionaria de la sociedad, asumiendo plenamente la hoja de ruta de la gestión del capitalismo y el cogobierno con el PSOE. El ejemplo del Ayuntamiento de Cádiz, dirigido por Anticapitalistas, es un buen de ejemplo de cómo no marcar ninguna diferencia del resto de ayuntamientos del cambio. Pero incluso ante las posiciones más aberrantes de Podemos, como la sostenida en Catalunya, sus principales figuras públicas, Teresa Rodríguez y José María González, “Kichi”, han salido a rechazar el reconocimiento de la república catalana y a cerrar filas detrás del constitucionalismo de Iglesias.
Otro grupo que ha seguido la senda de la liquidación ha sido el extinto En Lucha, que decidió disolverse dentro de Podemos y en la CUP en el caso de Catalunya, reivindicando abiertamente la renuncia a construir una organización revolucionaria independiente y la política de servir de consejeros de izquierda ante las direcciones reformistas de distinto tipo emergidas del 15M o el proceso catalán.
En otro nivel, diferentes grupos que se reivindican de la tradición “marxista-leninista” (estalinista) en el Estado español se presentan como críticos a la política de Podemos, IU o incluso la CUP por diferentes motivos, pero en su programa y estrategia defienden una perspectiva de revolución por etapas (en virtud de la cual se consideran como aliados a sectores de la burguesía que devenga en “democrática” o “republicana”) y una vuelta al Estado nación en clave “soberanista de izquierda”.
Otras organizaciones, sin embargo, como Corriente Roja, IZAR, nuestra propia organización, la CRT, y otros grupos más pequeños, nos hemos mantenido como organizaciones revolucionarias independientes a la izquierda del neorreformismo. Otros grupos, aunque participan dentro de las organizaciones reformistas, se mantienen como corrientes políticas con distinto nivel de independencia política y organizativa, como Izquierda Revolucionaria (que sigue practicando “entrismo sui generis” en Podemos e IU) o Lucha Internacionalista (que milita dentro de la CUP).
Hablamos de organizaciones que van de varias decenas a algunos cientos de militantes, con distinto nivel de intervención en la lucha de clases y los sindicatos, la juventud, el movimiento de mujeres, etc. Todos ellos, al menos discursivamente, defienden una política obrera, anticapitalista y revolucionaria, y se reivindican del legado teórico y político del marxismo revolucionario, de Lenin, Trotsky y la revolución de octubre, así como el combate contra la monstruosa degeneración burocrática de la URSS en manos del estalinismo y la tradición de la Cuarta Internacional.
Ninguna de ellas, no obstante, puede en su propio nombre reivindicarse como el “partido hegemónico” o “la dirección revolucionaria” de la clase trabajadora en el Estado español (al menos no sin caer en el ridículo), ni representa por sí misma una alternativa política viable a la crisis del neorreformismo.
Con todas estas organizaciones, desde la CRT mantenemos distintos niveles de diferencias, tanto programáticas, como teóricas y estratégicas, en algunos casos muy profundas (por mencionar sólo algunas, sobre cuestiones internacionales de primer orden como la evaluación de los gobiernos “posneoliberales” en América Latina, la relación entre las reivindicaciones democráticas y le programa revolucionario, la guerra civil en Siria o el posicionamiento frente la “primavera árabe”, sobre la política revolucionaria hacia los sindicatos, el posicionamiento político frente al neorreformismo o la izquierda independentista, los métodos de construcción de partido, entre otros), las cuales fundamentan la existencia de distintos grupos y corrientes. Sin embargo, creemos que el fracaso de la estrategia neorreformista, así como el reconocimiento de la debilidad de la izquierda anticapitalista, nos plantea a quienes nos revindicamos anticapitalistas y revolucionarios la responsabilidad de abrir el debate sobre una nueva hipótesis política para la izquierda en el Estado español.
Al mismo tiempo, existe también un amplio sector de activistas juveniles y sindicales independientes, que no militan orgánicamente en ninguna organización política, pero luchan diariamente en su universidad, su instituto, su empresa, su sindicato o su barrio contra los ataques de las patronales y el Gobierno. Muchos de ellos depositaron mayores o menores ilusiones en Unidos Podemos, los llamados “ayuntamientos del cambio” o la CUP, pero hoy transitan un proceso de reflexión y crítica en busca de una nueva perspectiva política.
Entre las organizaciones de la izquierda revolucionaria y el activismo obrero y juvenil que viene resistiendo en los últimos años, en forma independiente del neorreformismo y toda variante de colaboración de clases, creemos que está delimitado el terreno desde el cual abrir el debate sobre la necesidad estratégica de que surja una alternativa política revolucionaria para el próximo periodo.
Romper con la rutina y abrir el debate sobre cómo construir una fuerte izquierda anticapitalista, revolucionaria y de la clase trabajadora
La CRT viene batallando por influir a sectores cada vez más amplios de la clase obrera, las mujeres y la juventud en todo el Estado como parte del combate por poner en pie un gran partido revolucionario e internacionalista en el Estado español. Una pelea que para nosotros es internacional y en primer lugar europea. La tarea de forjar fuertes partidos en el viejo continente, armados con un programa transicional revolucionario como parte de la lucha por construir una internacional de la revolución socialista (para nosotros la Cuarta Internacional), es una tarea vital para enfrentar la crisis de la UE y las “alternativas” reaccionarias que ganan terreno desde posiciones xenófobas y nacionalistas ante el fracaso de experiencias neorreformistas como la griega.
Estamos orgullosos de haber apoyado y sido parte de las principales luchas obreras del último período, como la lucha de los trabajadores y trabajadoras de Panrico y Coca-Cola, donde contribuimos a soldar la unidad y la coordinación, la lucha de las contratas de Movistar, de las trabajadoras precarias de los hoteles (Las Kellys) o la de los jóvenes precarios de Telepizza, que impulsan la campaña estatal contra la precariedad laboral #ValemosMasQueEsto, para enfrentar la precariedad que nos ofrecen las patronales. Como parte de nuestra lucha contra la burocracia sindical, por el frente único obrero y la independencia de clase, somos parte de las Marchas de la Dignidad, un espacio de frente único de la izquierda política y sindical con un programa progresivo que en los últimos años actuó como contratendencia a la pasivización impuesta por el neorreformismo y la burocracia sindical.
Somos parte del movimiento de mujeres, donde impulsamos un ala anticapitalista, poniendo en pie la organización feminista socialista Pan y Rosas, junto a decenas de trabajadoras y estudiantes. Una organización internacional de mujeres para luchar día a día contra todas las opresiones de este sistema capitalista y patriarcal. Desde Pan y Rosas, junto con compañeras independientes, impulsamos junto con Las Kellys una gran campaña contra las violencias machistas -una cadena cuyo último eslabón son los feminicidios-, contra la precariedad y la desigualdad en las condiciones laborales, en defensa de nuestros derechos conquistados, como el tan elemental derecho al aborto libre y gratuito para todas, y por desarrollar un gran movimiento de mujeres en las calles, en forma independiente de los patrones, sus partidos y su Estado. Con esta perspectiva este 8 de marzo estaremos en la primera fila por hacer una gran huelga feminista, en alianza con todas las mujeres y hombres de la clase trabajadora.
Al mismo tiempo, luchamos por organizar el movimiento juvenil y estudiantil y crear corrientes anticapitalistas, impulsando agrupaciones amplias como Armas de la Crítica en Madrid –que junto a Pan y Rosas y la lista Revoluciona tu Universidad acaba de ganar la mayoría del claustro estudiantil de Filosofía en la UAM-, No Pasarán en Barcelona -nacida en el 15M bajo la bandera de llevar las asambleas a los lugares de trabajo y apoyar las luchas de los trabajadores-, el SEI (Sindicato de Estudiantes de Izquierdas), con años de historia en Zaragoza, y en otras ciudades como Vigo o Burgos, conformando una “red de agrupaciones anticapitalistas y revolucionarias”. Nos proponemos construir una juventud anticapitalista y revolucionaria en el seno del movimiento estudiantil, una juventud anticapitalista, feminista, antirracista, internacionalista, que defienda la vigencia del marxismo, que enfrente al antidemocrático régimen universitario y la ideología dominante que se profesa desde la academia, que impulse la autoorganización y luche por un programa de alianza obrero-estudiantil. Que tome la universidad también como una trinchera de la lucha ideológica en defensa del marxismo, como venimos haciendo con el impulso de la Cátedra Libre Karl Marx en distintas ciudades y con el impulso en el Estado español del proyecto editorial de Ediciones IPS-CEIP de Argentina y la Asociación Izquierda Diario en el Estado español.
El lanzamiento de Izquierda Diario hace ya más de dos años, se enmarca en este proceso de intervención política. Fue el comienzo de un proyecto de periodismo militante audaz e inédito en la izquierda española, con el objetivo de acercar a decenas de miles no solo las ideas de izquierda anticapitalista y de clase, sino también a las experiencias de autoorganización y de lucha de las trabajadoras y trabajadores. Un periódico digital que es parte de una Red Internacional de Diarios, que se publican en 12 países y en 8 idiomas (castellano, catalán, portugués, inglés, francés, alemán, italiano y turco), un verdadero “organizador colectivo” internacional como parte de la batalla cotidiana por poner en pie una izquierda revolucionaria arraigada en la clase obrera, las mujeres y la juventud de diversos países. Porque para nosotros el internacionalismo no es una definición abstracta sino una práctica militante concreta. Con esta ambición, en pocos meses Izquierda Diario alcanzó una importante repercusión, superando ampliamente los accesos a los sitios web de otras corrientes que se reivindican de la izquierda revolucionaria.
Estos avances se han apoyado en la formación a contracorriente de una camada de militantes en la estrategia revolucionaria, el internacionalismo y la lucha por llevar las ideas del marxismo revolucionario a la clase trabajadora y la juventud, en un contexto social donde primaron en un primer momento las derrotas de la ofensiva neoliberal y en un segundo momento las ilusiones reformistas. Todas las iniciativas, proyectos y esfuerzos que hemos desplegado en los últimos años desde la CRT (y antes como Clase contra Clase), han estado puestas al servicio de construir un gran partido de trabajadores revolucionario que supere a los proyectos neorreformistas. Una tarea que no concebimos como un desarrollo evolutivo de nuestra propia organización, sino como parte de un proceso de lucha política, teórica y estratégica, en el que nos proponemos debatir y confluir con otros sectores de jóvenes, trabajadores y militantes de la izquierda que se reivindica revolucionaria.
Con este espíritu impulsamos desde 2015 del frente político “No Hay Tiempo Que Perder” junto a compañeros y compañeras de IZAR, activistas independientes y otras organizaciones que se reivindican anticapitalistas y revolucionarias. Para nosotros, una muy importante iniciativa, aún a pequeña escala, de avanzar en una experiencia político práctica y de debate programático y estratégico, cuyos fundamentos no sólo se mantienen en la actualidad, sino que se refuerzan por la crisis del neorreformismo y el balance de la “prueba” catalana.
Al calor de las lecciones de Catalunya y de tres años de experiencia neorreformista, la izquierda que se reivindica anticapitalista y revolucionaria, así como los sectores más conscientes del sindicalismo de izquierda, de la juventud combativa y el activismo independiente, tenemos una disyuntiva ante la cual bien vale la famosa interrogación de Lenin: “¿Qué hacer?”.
Si la liquidación política dentro del neorreformismo o la subordinación frentepopulista a algún sector burgués “democrático” sólo han llevado al fracaso, la autocomplacencia sectaria y la irrelevancia no representan un destino mucho más alentador para la izquierda revolucionaria. Por ello es necesario superar la rutina propia de la vida de “pequeñas fracciones”, atreviéndose a verificar en el terreno del debate programático y estratégico, así como en la práctica política común y la lucha de clases los acuerdos y diferencias.
La alternativa es comenzar a construir en base al balance de la experiencia del neorreformismo y la izquierda independentista, una izquierda que sea verdaderamente anticapitalista y de la clase trabajadora, que haga suya la bandera de la defensa de los derechos democráticos desde la independencia de clase y sin subordinarse a ningún “campo” burgués; que tome en sus manos la tarea de organizar a los sectores más explotados y precarizados de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud, enfrentando a las burocracias sindicales y políticas; que luche por superar la fragmentación de las filas de la clase trabajadora, impulsando el frente único obrero y la unificación de todos los sectores del sindicalismo combativo y antiburocrático; que se proponga enfrentar al Régimen del 78 y el intento de restauración conservadora, luchando por procesos constituyentes verdaderamente libres y soberanos, en la perspectiva de un gobierno de trabajadores que expropie a los expropiadores y una libre federación de repúblicas obreras ibéricas; y que lo haga luchando por una salida obrera e internacionalista a la crisis de la UE, que no pase por la vuelta al Estado nación sino por la construcción de los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Una izquierda así es la que está construyendo en Argentina el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, que encabeza nuestra organización hermana, el PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas), junto a otras organizaciones revolucionarias trotskistas como el Partido Obrero e Izquierda Socialista.
El Frente de Izquierda en Argentina es actualmente el mayor ejemplo a nivel mundial de que los revolucionarios pueden ganar influencia en sectores masivos de la clase obrera y la juventud, e incluso conquistar fuertes posiciones electorales, sin relegar un programa de transformación revolucionaria de la sociedad. Así lo demuestran compañeros como Nicolás del Caño, Myriam Bregman o Alejandro Vilca, defendiendo abiertamente un programa anticapitalista en el parlamento como una tribuna para desarrollar a lucha de clases junto a decenas de miles que vienen enfrentando en las calles el ajuste antiobrero y la represión del Gobierno de Macri. Un ajuste contra los pensionistas y la clase trabajadora, que sin embargo comienza mostrar sus límites y plantea nuevos desafíos de la izquierda y el movimiento obrero en Argentina para enfrentar y derrotar al gobierno del empresario Macri.
En el Estado español, la persistencia de la crisis orgánica y la experiencia que cada vez más sectores están haciendo con las formaciones neorreformistas -aunque la “ilusión” que genera en amplias capas es todavía muy grande- puede dar lugar a nuevos fenómenos políticos sobre los que pueda fundarse una fuerte izquierda revolucionaria como la que se está desarrollando en Argentina.
Con este objetivo, avanzar en acercamientos políticos y programáticos entre organizaciones y activistas independientes, estableciendo un marco para la intervención común en la lucha de clases sobre los cuales poder verificar acuerdos y diferencias, es para nosotros una tarea preparatoria de primer orden que debe estar en la agenda de toda organización que se proponga a combatir por una salida revolucionaria y de los trabajadores a la crisis actual.
Algunas propuestas para avanzar
En la CRT consideramos que es posible dar pasos en esta dirección y para ello proponemos tres primeras propuestas que podrían ser útiles para avanzar:
1) En primer lugar, proponemos abrir las páginas de la prensa de cada organización, en nuestro caso de Izquierda Diario, para iniciar el debate sobre los principales problemas de intervención política, programa y estrategia que plantea la situación política en el Estado español, europea y a nivel internacional. Poder debatir fraternal y públicamente, de cara a nuestra militancia y los sectores de vanguardia, es un primer aspecto clave para poder ir clarificando acuerdos y diferencias.
2) En segundo lugar, frente al proyecto de restauración reaccionaria en curso que tiene como punta de lanza la ofensiva del Estado en Catalunya, desde la izquierda revolucionaria y anticapitalista podríamos impulsar una campaña política común –con declaraciones, materiales de agitación, actos públicos, etc.- denunciando la ofensiva represiva contra el pueblo catalán, exigiendo la libertad de todos los presos políticos y enfrentando el intento antidemocrático del Gobierno y la Judicatura de impedir la investidura de Carles Puigdemont, un atentado sin precedentes contra el derecho de los catalanes a elegir su presidente. Al mismo tiempo, defender el derecho del pueblo catalán a constituir su propia república y la necesidad de que esta pelea se imponga mediante los métodos de la lucha de clases, con independencia de la dirección burguesa y pequeñoburguesa catalana y en la perspectiva de luchar por una república catalana socialista y una federación de repúblicas socialistas en toda la península ibérica. Una posición en la que diferentes organizaciones hemos coincidido en el último período y que es perentorio que luchemos por que aparezca como una posición alternativa e independiente de las “hojas de ruta” fracasadas de Podemos y la CUP.
3) Por último, frente al paro y la precariedad laboral que sigue azotando a millones de trabajadoras y trabajadores en todo el Estado, consideramos que sería necesario impulsar una gran campaña estatal por el reparto de las horas de trabajo sin reducción salarial. Una demanda transicional de total vigencia, que además constituye una alternativa a los programas redistributivos y ciudadanistas como el de la “renta básica universal”, que vienen ganando peso en los movimientos sociales y sectores de la izquierda sindical.
De avanzar en esta perspectiva, no descartamos que un proceso de acercamiento pueda sentar las bases para articular una iniciativa electoral que conforme un polo anticapitalista y de independencia de clase de cara a las municipales del 2019, pero creemos que el reagrupamiento revolucionario que hoy necesitamos no puede basarse solo en principios generales ni en acuerdos circunstanciales, sino que debe partir de acuerdos profundos en el terreno del programa y la perspectiva estratégica que la crisis capitalista internacional y la crisis del Régimen del 78 han puesto en debate para la izquierda del Estado español.
Este llamamiento tiene el objetivo de plantear el problema y ser un incentivo al debate fraternal, a partir de cual puedan desarrollarse los núcleos estratégicos y programáticos que, junto con la prueba de la práctica política y la lucha de clases, permitan delimitar en el campo de la izquierda una estrategia verdaderamente revolucionaria.
A 100 años de la Revolución de octubre y 50 años del Mayo francés, la tarea de los socialistas revolucionarios no puede ser otra que hacer los máximos esfuerzos por que la clase obrera se transforme en una fuerza hegemónica y construya un gran partido revolucionario de combate, capaz de ofrecer una solución íntegra y efectiva a las reivindicaciones del conjunto del pueblo trabajador, con el objetivo de derrotar el poder de la burguesía y conquistar un gobierno de la clase trabajadora.
Contacta con la CRT! Escríbenos a [email protected]