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SUPLEMENTO

¿Qué rol puede jugar el movimiento estudiantil para enfrentar a Milei?

Celeste O’Higgins

Gabriel Altamirano

Segundo Asse

RomPTS

¿Qué rol puede jugar el movimiento estudiantil para enfrentar a Milei?

Celeste O’Higgins

Gabriel Altamirano

Segundo Asse

Ideas de Izquierda

La vuelta a clases en el contexto actual plantea preguntas muy importantes a todes les que quieren enfrentar a Milei: ¿Puede resurgir el movimiento estudiantil? ¿Qué rol tienen los centros de estudiantes? ¿Cómo nos organizamos junto a las asambleas barriales y otros sectores para enfrentar a Milei?

En las universidades públicas argentinas hay más de 2 millones de estudiantes, cientos de miles son ingresantes [1]. Los jóvenes volvemos a las facultades bajo los ataques de un gobierno que solo beneficia al poder económico concentrado, mientras ataca los derechos de las y los trabajadores y las mayorías populares, entre ellos, la educación pública: el congelamiento del presupuesto universitario lleva a las propias universidades a afirmar que las clases no podrán funcionar con normalidad, avanzando en arancelamientos como en la Universidad Nacional de Tucuman, o conel recorte de la oferta académica en la Universidad Nacional de Quilmes, o el arancelamiento para extranjeros no residentes. También pretende avanzar con las conquistas del movimiento feminista, como con la amenaza de derogar el derecho al aborto.

Mucho se ha escrito sobre la base político-electoral que logró conquistar la extrema derecha libertaria en la juventud. Se trata de sectores de clase media "acomodada", base histórica de JxC que se radicalizó, como también de sectores "populares" desesperados por la falta de perspectiva tras el fracaso de los gobiernos peronistas. El apoyo a Milei en la juventud llegó también a las universidades, y aunque hoy todavía no se exprese en agrupaciones libertarias que dirijan centros de estudiantes, si la resistencia contra este gobierno da un salto, pueden surgir fenómenos de este tipo como respuesta. Sobre el fenómeno libertario pueden leer la reseña crítica que publicamos en este número de Armas de la Crítica, sobre el libro “Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir?”, coordinado por Pablo Seman.

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Sin embargo, la contracara de este proceso empieza a emerger. Algunos jóvenes empezamos a organizarnos, al calor de las asambleas barriales que se pusieron en pie en el AMBA y otras provincias, y que son el fenómeno más progresivo que dio hasta ahora la resistencia contra Milei. Muchos de sus participantes se movilizaron en las jornadas al Congreso cuando se trató la Ley Ómnibus y resistieron la represión de la policía. Estudiantes de la salud, empezaron a coordinar con sus futuros colegas que ya son trabajadores de hospitales, y pusieron en pie una Posta de Salud, que ayudó a curar a los heridos de la represión de Bullrich, y hoy impulsa en las Universidades espacios para organizarse. Comités convocados desde abajo en defensa de la educación pública, como entre los estudiantes secundarios, o estudiantes de Filosofía y Letras o de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Estos confluyeron en acciones como el cacerolazo educativo; festivales e iniciativas políticas como el “molinetazo” para denunciar el aumento del transporte y pelear por el boleto estudiantil, como los que están organizando las asambleas de estudiantes terciarios y los centros de estudiantes dirigidos por la izquierda. Algunas asambleas de los barrios del conurbano se hicieron presentes en las estaciones de trenes para mostrar esa oposición organizada. Los trabajadores de la cultura vienen mostrando una enorme organización y coordinación en el grupo “Unidos por la cultura”, realizando festivales e importantes acciones. Los trabajadores de la ciencia, que en asambleas de cientos definieron tomar la sede del CONICET, siguen organizados. Muchas pibas también participamos de las importantes asambleas de mujeres y diversidades para preparar el 8 de Marzo.

¿Por qué es importante que resurja el movimiento estudiantil?

Como decíamos en esta nota, los estudiantes podemos jugar un papel muy importante “por su rol dentro de una estructura que se encarga de los principales avances de la ciencia y la técnica, de reflexionar y preguntarse cómo se conforma la sociedad actual, conforman una capa social sensible al conjunto de los problemas y contradicciones que la aquejan”. Esto significa que por el lugar que ocupamos en la sociedad, somos un sector muy influenciado por los grandes problemas sociales. Desde ya esto no significa que el conjunto de les estudiantes se interesen por estos. La idea de “movimiento estudiantil” refiere a los sectores más activos que se involucran en algún nivel en la vida política.

Al ser un sector social heterogéneo, del que participan distintas clases sociales, desde hijos de trabajadores hasta hijos de empresarios, “en el estudiantado se reflejan a toda potencia, exactamente como en una cámara de resonancia [2], los intereses y aspiraciones sociales generales de las clases en que es reclutado” [3]. Es decir, como “capa social sensible”, los sectores más activos pueden tender a desarrollarse como un movimiento conservador del status quo, o como un movimiento progresivo que se une a las y los trabajadores y las grandes mayorías en sus luchas. Esto depende de muchos factores, en gran medida externos a las universidades, como el nivel de crisis y de lucha de clases, pero también de las propias luchas políticas e ideológicas que se dan al interior del movimiento estudiantil, peleas que desde la izquierda nos proponemos dar.

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Estos elementos sirven para pensar por qué es importante que resurja hoy este movimiento, con sus métodos de organización, y que los estudiantes no participen de forma “suelta” en la resistencia. Si una parte de esa fuerza de más de dos millones de jóvenes empieza a organizarse y unirse a los de abajo, rompiendo la pasividad de los últimos años, el gobierno de Milei se ganaría un poderoso enemigo. Por un lado, el movimiento estudiantil ha jugado varias veces en la historia de nuestro país un rol en enfrentar a distintos gobiernos que atacaron nuestros derechos, con movilizaciones como el Cordobazo, donde junto a los trabajadores iniciaron la pelea contra la dictadura militar de Ongania, derrotando el intento de privatizar la educación pública de Menem, o enfrentando el ajuste del gobierno de Macri. Experiencias muy importantes para pensar las peleas que tenemos hoy.

Por otro lado, la universidad pública tiene un enorme prestigio y reconocimiento de amplios sectores de la población. Los estudiantes organizados, cuando además de defender un verdadero acceso a la educación, hacen propias las peleas de otros sectores y rápidamente se ganan el apoyo de quienes ven en sus luchas una causa justa y que hay que defender. Por lo mismo, para otros sectores en lucha, el apoyo de los estudiantes también es muy importante, y suele ser un impacto muy negativo en la opinión pública para los gobiernos que enfrentan.

Por último, el estudiantado tiene grandes libertades para organizarse. A diferencia de muchos lugares de trabajo, donde constantemente está el riesgo de que nos despidan si nos organizamos, en las facultades tenemos la posibilidad de discutir abiertamente y coordinar con otros sectores.

¿Qué papel juegan los Centros de Estudiantes?

La pasividad de los últimos años no es algo natural. Esta quietud se sostuvo mediante un enorme aparato de contención de las burocracias estudiantiles, que llevaron a un proceso de degradación de los centros y federaciones, transformándolos en prestadoras de servicios que venían a “cubrir” los huecos de la universidad precarizada. Estas agrupaciones, que dirigen la mayoría de los centros y federaciones del país, son la Franja Morada, parte de la UCR que estuvo entre la “oposición dialoguista” que negoció la Ley Ómnibus hasta el ultimo dia, y las distintas variantes del peronismo universitario, incluidas las que responden a Grabois, la oposición discursiva que desde el paro del 24 de enero no convoca a ninguna acción de lucha contra Milei.

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Estas agrupaciones y los centros que dirigen se han integrado al llamado “régimen universitario”, y mientras los sucesivos gobiernos no paran de atacar nuestras condiciones de vida y la educación pública, se han limitado a administrar buffets, fotocopiadoras y grupos de estudio para quienes pueden permanecer, naturalizando la enorme deserción y elitización de la que hablábamos. Por dar un ejemplo, en La Plata un coordinador del curso de ingreso de la facultad de Psicología que es radical y de la Franja Morada le dijo a los estudiantes que había que “fingir demencia con el contexto y seguir adelante”. Esto no potencia la organización colectiva y solidaria sino la individualización de la experiencia de cursada. La profesionalización de los centros como “empresas de servicios” despolitizadas le abre camino a los sentidos comunes de derecha, al avance de las ideas de los libertarios en la juventud, donde solo importa recibirse y “salvarse” más allá de lo que pase en el país o al compañero de al lado. Estos centros se han negado a convocar a espacios de organización para que podamos pelear por nuestros derechos, o apoyar las peleas de otros sectores, muchas veces con la excusa de que “los estudiantes no quieren participar”. Es un debate que desde la Juventud del PTS incluso hemos tenido con sectores de la izquierda, que no rompieron con la idea de “centros de servicio”, o que recientemente, se han negado a convocar a asambleas para enfrentar la Ley Ómnibus.

Si las propias organizaciones del movimiento estudiantil no promueven una participación activa y se limitan a esta práctica “degradada”, donde la participación sólo consiste en votar una vez cada uno o dos años a quien provee mejores servicios, es evidente que no puede responsabilizarse de la pasividad al propio estudiantado, sin ver la responsabilidad de estas organizaciones.

Esto puede y tiene que cambiar

Pero la pasividad no es eterna y en ciertos momentos puede romperse a pesar de la política de estas organizaciones, lo cual también es una pelea que tenemos que dar. Un ejemplo cercano es el de la lucha universitaria del 2018: “Miles de estudiantes universitarios protagonizaron movilizaciones masivas, tomas de facultades y asambleas multitudinarias en las principales ciudades del país”. El gobierno de Macri llevó adelante un ajuste muy importante, que afectó fuertemente a la universidad. Había varios conflictos en curso, una fuerte politización que impactaba en las facultades y los estudiantes participábamos de la marea verde para conquistar el aborto legal. Los docentes empezaron un paro en defensa de sus salarios y de la educación pública. Muchos nos sumamos, varias veces, impulsando la organización contra las conducciones de los centros de estudiantes de la Franja Morada, que se oponían abiertamente a las asambleas y las medidas de lucha. Por su lado “en el momento más álgido de la lucha estudiantil, las direcciones kirchneristas de los principales gremios docentes universitarios firmaron un acuerdo salarial con un recorte de más del 17% (...). De esta forma, en uno de los peores momentos del gobierno, el kirchnerismo le hizo un enorme favor a Macri, para bajar las medidas de lucha y evitar que el movimiento desbordara a las burocracias docentes y estudiantiles, radicalizándose”. Más allá del desenlace, es un ejemplo importante para pensar el presente y el futuro.

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Hoy el ajuste de Milei, mucho más brutal que el que intentó Macri, abre de nuevo la posibilidad y necesidad de romper la pasividad. Las asambleas barriales que se movilizaron al congreso y enfrentaron la represión junto con la izquierda, son la expresión más activa del 45% de la población que no votó por Milei, se cansó de esperar y quiere enfrentarlo. Tienen el apoyo, aún pasivo, de sectores mucho más amplios, que en gran medida están descontentos con las direcciones del peronismo, de muchos gremios y la CGT, que no convocan a luchar. La burocracia sindical es una gran garante de la pasividad. Por el nivel de ataques y la presión desde abajo se ve obligada a convocar a distintas acciones, como el paro nacional del pasado 24 de enero, o ahora, el paro nacional docente de CTERA para este lunes. Pero son acciones aisladas, sin llamar a ningún espacio democrático para que sean las propias bases las que tomen las decisiones. Es por eso que para romper la pasividad y desarrollar un gran movimiento para derrotar el ajuste hay que tomar cada pelea en nuestras manos, sin ninguna confianza en ellas. Esto es lo que hacen las asambleas barriales, que reúnen a miles de trabajadores formales e informales, desocupados, activistas feministas, ambientalistas, del movimiento por los derechos humanos, y también estudiantes: espacios en los que cualquiera puede participar del debate democratico y votar para ser parte de las decisiones. Multiplicar estas experiencias es parte de la pelea por romper la pasividad, para también desde ahí, impactar en cada lugar de trabajo y estudio para que allí también se desarrolle la organización democrática, y vencer la resistencia de las burocracias que quieren impedirlo.

¿Cómo rompemos la pasividad?

Desde ya, romper la pasividad en el movimiento estudiantil no es algo que podamos hacer por deseo, solamente desde la izquierda y nuestras agrupaciones. Depende de si todos los elementos que desarrollamos impactan y hay voluntad de organizarse de sectores cada vez más amplios. El propio Milei y su plan motosierra es el elemento más disruptivo, que puede acelerar enormemente este proceso. Pero no podemos sólo esperar que esto ocurra: los centros de estudiantes dirigidos por la Franja Morada y el peronismo serán una traba. Si hay sectores que quieren organizarse pero no se convoca a ninguna instancia de decisión democrática para discutir cómo enfrentar los ataques, apoyar la lucha de otros sectores, de las mujeres y diversidades, será mucho más difícil organizarse para quienes estén dispuestos a hacerlo.

La experiencia de las asambleas barriales es un punto de apoyo muy importante para impulsar esta tarea, ya que muestran otra forma de hacer política que podemos replicar en las facultades. Es por eso que desde la Juventud del PTS convocamos a los estudiantes a ser parte de esa organización y al mismo tiempo apostamos a que potencie la pelea por poner en pie estos espacios en la universidad, de “autoorganización” (es decir, espacios construidos desde abajo, en donde se pueda decidir todo democráticamente) con todos aquellos que quieran enfrentar el ajuste y rechazan la política de pasividad de las conducciones. Si se ponen en pie espacios así que empiezan a ganar peso y reúnen a decenas o cientos de estudiantes, también es otro lugar desde donde exigirle a las conducciones que no pueden quedar al margen de la organización.

En momentos donde se rompe la pasividad, y miles de estudiantes entran a la lucha, una posibilidad es que los centros del peronismo que se oponen discursivamente a Milei no tengan otra opción que pasar a enfrentarlo en los hechos. Hasta la Franja Morada, si hay suficiente presión de abajo, se puede ver obligada a hacer algo. Pero como vimos con el ejemplo del 2018, si esto pasa no podemos confiar en ellos. Que haya espacios de autoorganización es central para que surjan sectores más activos que puedan tomar en sus manos la organización, la coordinación y la pelea contra las burocracias. Si la resistencia se desarrolla y el deseo de organizarse crece, no hay que formar estos espacios de cero, sino multiplicarlos al calor de las luchas. Nuestra tarea es siempre buscar masivizarlos, en unidad con otros sectores.

A su vez, la organización de “afuera” puede potenciar la del movimiento estudiantil, como se vio en asambleas como las de Filosofía y Letras de la UBA, que reunieron a más de 200 estudiantes junto a vecinos de las asambleas barriales. También la organización desde “dentro” de las facultades puede potenciar la de afuera. Algunas asambleas barriales del conurbano empezaron convocadas desde centros o secretarías conducidas por la izquierda, como en la Universidad Nacional de San Martín o de General Sarmiento. Este “ida y vuelta entre el adentro y el afuera” es central para romper la pasividad, no solo en el movimiento estudiantil, sino en todos los sectores. Por eso como estudiantes debemos defender la universidad pública, pero también la lucha de los docentes, del movimiento feminista, y de toda la clase trabajadora y los sectores populares, multiplicando ejemplos como estos en cada facultad.

Que empiece la organización estudiantil junto a las y los trabajadores

Desde la izquierda queremos impulsar la autoorganización con todos los que quieran enfrentar a Milei, pero en esos espacios democráticos, pelearemos por nuestro programa. Con el peronismo tenemos un debate, la carta de Cristina Kirchner es una clara adaptación a la agenda de Milei. Como decíamos acá: “Es evidente que la “oposición dentro del régimen”, el respeto a los grandes empresarios buscando sólo “ponerle límites desde el estado”, termina en catástrofes como fue la del gobierno de Alberto, Cristina y Massa”. No queremos volver a un estatismo capitalista decadente que hace promesas discursivas mientras se resignan a un ajuste que solo beneficia a las grandes patronales y el FMI.

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En ese sentido, no peleamos por un movimiento estudiantil que se vuelva base de apoyo de distintas variantes patronales que han demostrado sus límites y llevan al fortalecimiento de la ultraderecha, sino por uno que se una a la clase trabajadora y los sectores populares para defender todos nuestros derechos. Para esto, el camino de la autoorganización para la lucha debe también llevar a recuperar y refundar los centros de estudiantes, no como “empresas de servicios” para una pequeña minoría, sino como herramientas de organización democrática, con un funcionamiento asambleario, a través de cuerpos de delegados, comités y comisiones, que también permitan la coordinación con otros sectores y pelee porque nadie se quede afuera de la Universidad.

Un movimiento estudiantil que ponga sus conocimientos al servicio de dar respuestas radicales a los grandes problemas que sufren las mayorías, poniendo en cuestión las ganancias del poder económico concentrado, como desarrollamos en esta nota. Que utilice su lugar en la sociedad para llevar adelante una profunda crítica a este sistema capitalista que se basa en la explotación y opresión para beneficiar a una minoría de empresarios que se enriquecen a costa nuestra, una pelea ideológica contra los sentidos comunes que instalan los sectores dominantes y que intentamos dar, humildemente, en este suplemento desde las ideas marxistas. Cómo decían los estudiantes del Mayo Francés: “Pasar de la crítica de la universidad de clase, a la crítica de la sociedad de clases”.

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Celeste O’Higgins

Integrante del Comité editorial de Armas de la crítica. Es Socióloga egresada de la Universidad de Buenos Aires y estudia profesorado de Geografía en el Joaquín V. González.

Gabriel Altamirano

Estudiante de Historia en UNGS

Segundo Asse

Estudiante de Sociologia - UNLP
Estudiante de Sociología UNLP