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Red Internacional
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Brasil. Quién es Arthur Lira, el hombre que unió a lulistas y bolsonaristas en el Parlamento

Se fue Bolsonaro, entró Lula, pero el presidente de Diputados seguirá siendo Arthur Lira. Otra prueba del abismo que hay entre Brasilia y la realidad del pueblo brasileño.

Sábado 4 de febrero de 2023 18:58

Lira en las sombras. Foto: João Gabriel Rodrigues/Fatopress/Folhapress

Lira en las sombras. Foto: João Gabriel Rodrigues/Fatopress/Folhapress

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En Brasil, la elección de las presidencias de las dos cámaras parlamentarias ocurren cada dos años, y esta vez coincidieron con la asunción del nuevo Parlamento. Los palitos se venían moviendo al menos desde octubre del año pasado.

Arthur Lira, el ganadero que lideró la cámara baja durante los dos últimos años de mandato de Bolsonaro y lo apoyó en la segunda vuelta, obtuvo una votación histórica: 464 votos de los 509 presentes y 513 posibles. O sea, fue apoyado masivamente por el PT y la mayoría de sus aliados.

La presidencia de la Cámara de Diputados es una investidura de gran poder en Brasil. Desde 2016 viene ganando aires de primer ministro, controla el presupuesto federal y es el único ser humano en el país que puede abrir un proceso de impeachment (destitución parlamentaria), controla proyectos de ley y reformas en la Constitución que afectan la vida de millones, tiene gran poder político.

En su elección, el voto es secreto, lo que garantiza que el pueblo no sepa qué votaron los diputados que eligieron, un mecanismo antidemocrático que aleja aun más al Congreso de las grandes mayorías.

¿De dónde viene la fuerza de Lira?

La reaccionaria alianza entre el bolsonarismo y el lulismo/petismo se viene construyendo desde hace meses. No se trata de una unidad insólita o inesperada. Arthur Lira fue una pieza clave de sostenimiento del gobierno de Bolsonaro y uno de los comandantes de las atrocidades de los últimos años. La alianza con un reaccionario de esta calaña fortalece el fisiologismo, ese intercambio de favores entre el Ejecutivo y el Parlamento aceitada con dinero público que caracteriza el régimen político brasileño. Se fortalece también el proyecto golpista que se puso en marcha con la destitución de Dilma Rousseff en 2016.

Por fuera de Lira, estaban solo Chico Alencar del PSOL, el principal partido de izquierda de Brasil hoy aliado del nuevo gobierno, y Marcel Van Hattem de NOVO, un partido de reciente creación liderado por un banquero.

Esta alianza fortalece el degradado régimen político brasileño. Es una contundente victoria del establishment político nacional, del fisiologismo, de la corrupción, de la conciliación con la derecha y de los que desde hace décadas se mantienen en el poder.

Arthur Lira es un hombre de récords. Debe tener un Guinness escondido en el apellido. Tiene el récord de mayor escándalo de corrupción institucionalizado de la historia del país: la creación del “presupuesto secreto”, que le permitió a Bolsonaro ingentes fondos reservados para comprar voluntades durante la campaña electoral. Tiene el récord de cajoneo de pedidos de impeachment de Bolsonaro. Ahora tiene el récord de votos a la presidencia de la Cámara de Diputados.

Lira unió petistas, el “centrão” (“gran centro” parlamentario), la derecha tradicional y bolsonaristas, en un ecléctico abanico parlamentario que simboliza el reaccionario pacto nacional de la era Lula 3.0. Fueron 464 votos, cerca del 90 % del plenario. Los números ilustran bien el tamaño del abismo que hay entre las expectativas y necesidades de la mayoría de la población y la deplorable realidad del Congreso Nacional.

Dice la leyenda que la Cámara de Diputados sería la casa más “representativa” y “democrática” de los poderes de la República. El Senado es la vieja hacienda de las oligarquías regionales y el Supremo Tribunal Federal ni siquiera es elegido por el voto popular. Diputados expresaría, según la cantinela mediática, la “vasta” y “rica” gama de intereses ciudadanos y populares, la “casa del pueblo” y otros cuentos de cuna. Nada más lejano a la realidad, y Arthur Lira es el símbolo mayor de esa triste fantasía.

La realidad brasileña no es fácil

Hambre, desocupación, inflación, subempleo, filas en las estaciones de servicio, escuelas destruidas. Casi todos los días la población brasileña es consternada por un video de otro policía racista golpeando a algún joven negro. Esta semana, Janaína, una estudiante de la UFPI, una universidad federal del noreste del país, fue violada y asesinada por el mismo machismo que victimiza a mujeres todos los días. La crisis humanitaria de los yanomami, pueblo originario que vive en la selva amazónica, está invadiendo los noticieros internacionales.

No son pocos los jóvenes que se matan pedaleando por las ciudades para hacer un salario ínfimo a fin de mes mientras las empresas de plataforma incrementan sus ganancias. Las reformas neoliberales, ajustes y privatizaciones ya se sienten día a día. Las familias todavía lloran los cientos de miles de muertos que dejó la pandemia de Covid en el Brasil que Arthur Lira ayudaba a gobernar.

Los trabajadores y la mayoría de la población brasileña mata un león por día para sobrevivir, mientras el Congreso reinstala a Lira, uno de los principales responsables por la desgracia que vive la población, en la presidencia de Diputados con la bendición de Lula, el PT, el centro político y el propio bolsonarismo. Entre Brasilia y la realidad brasileña hay una grieta de dimensiones astronómicas.

Mientras tanto, Lira tejía silenciosamente un ducto multimillonario para el bolsillo de los parlamentarios. Fue el gran arquitecto del “presupuesto secreto”, un artilugio que permitió destinar el equivalente a 12.600 millones de dólares del presupuesto federal al intercambio de favores con diputados y senadores sin transparencia alguna.

De este mecanismo surgen escándalos de partidas presupuestarias para tractores, médicos falsos o robótica para escuelas que no existen. El 2023 promete otros tantos miles de millones. Hay harta literatura sobre cuán absurdo es este verdadero escándalo de corrupción institucionalizado y apoyado por el bolsonarismo, por el PT y permitido por el propio Supremo Tribunal.

El legado de barbaridades que continuará

Lira fue una pieza clave de sostenimiento de Bolsonaro durante los dos últimos años de mandato, además de los brutales ataques contra los trabajadores y los servicios públicos. Lira no solo garantizó la sobrevida del presidente jaqueado por numerosos pedidos impeachment, sino que cumplió un papel decisivo en la privatización de la compañía de electricidad del Estado, Electrobras, junto al (también reelegido) presidente del Senado, Rodrigo Pacheco.

También peleó por una reforma administrativa que busca terminar con los servicios públicos, promovió la persecución política contra un parlamentario de la izquierda, trabajó a favor de un paquete de leyes que fue bautizado como “motosierra de oro” ya que permitirá la destrucción ambiental, después de aprobar un proyecto de ley que legaliza el desmonte y el robo de tierras públicas. Además, intentó aprobar la privatización de los correos, buscó tejer una enmienda constitucional para modificar el actual presidencialismo por un régimen semipresidencialista, entre tantas otras iniciativas antipopulares.

La bendición de Lula y el PT vienen a tirar agua a este molino privatizador, neoliberal y sediento de ajustes y ataques contra los trabajadores.

¿Qué explica todo esto?

¿Carisma? ¿Habilidad discursiva? ¿Grandes ideas? ¿Sonrisa seductora? Pocos pueden reconocer estos atributos en el señor Lira. Algunos dicen que el dinero lo compra todo, incluso el amor. Esta es una hipótesis válida, pero por más generoso que sea el encargado de distribuir las partidas presupuestarias secretas, solo es parte de la explicación.

La votación récord es parte integral del frente amplio que vienen tejiendo el PT y Lula en los últimos meses, un reaccionario pacto nacional que ahora incluye al propio bolsonarismo, para tratar de gobernar al país con estabilidad y responsabilidad fiscal, al gusto del mercado, de los bancos y de los grandes capitalistas.

Las tendencias provenientes de este pacto van a contramano de las expectativas generadas en muchos trabajadores y jóvenes que ayudaron a elegir a Lula. Desde sus comienzos, las y los compañeros del Movimiento Revolucionario de Trabajadores, que impulsa Esquerda Diario en Brasil, venimos llamando la atención sobre el hecho de que fue la alianza con la derecha lo que pavimentó el camino al golpe y todo este escenario devastador que se vive actualmente en Brasil.

El PT repite la misma película, ya no “solo” con su vice Geraldo Alckmin y su nueva aliada Simone Tebet, personeros del capital financiero y el agronegocio, sino también con sectores del propio bolsonarismo. Ahora gritan por todos lados “presidencialismo de coalición”, “hay que ceder para gobernar” y de esa manera se va ampliando la grieta entre la representación política del Estado y la mayoría de la población.

En lugar de ahogarse en la zanja, habría que desbordarla para levantar una fuerza independiente.

Las contradicciones de una enorme votación

Si por un lado Lira sale fortalecido, tendrá que articular los grandes bloques dirigidos por Lula y Boslonaro si quiere controlar con totalidad los recursos de la Cámara.

Lira fue el primer líder estadual en reconocer la victoria de Lula en la noche del segundo turno. También venía haciendo señas al PT de que facilitaría la votación de la enmienda constitucional de la Transición impulsada por el vice Geraldo Alckmin, que permitirá subir el techo de gastos sociales que fue congelado por 20 años en el gobierno del golpista Michel Temer. Con la enmienda constitucional aprobada, ahora el PT cumple su parte apoyando con toda su banca su reelección como presidente de Diputados.

El intercambio con el PL de Bolsonaro vino por la vía de las comisiones y cargos en la mesa directora de la Cámara baja. El partido del expresidente se queda con la vicepresidencia y disputa con el PT la Comisión de Constitución y Justicia (CCJ), una comisión con poderes para frenar las propuestas del gobierno y que puede provocar fuertes crisis para el Poder Ejecutivo.

Esta es la primera gran contradicción de Lira. Históricamente, la CCJ se la lleva el partido con la mayor bancada en el Parlamento, en este caso sería el PL. Sin embargo, si eso llegara a pasar, la vida del gobierno se dificultaría enormemente y los trámites podrían transformarse en batallas verdaderamente dantescas dentro de la Cámara.

Lira busca garantizar que la CCJ se la quede el PT, pero a cambio darle al PL muchas comisiones que puedan tejer un acuerdo provisorio entre gobierno y oposición en Diputados. Está por verse si el PL aceptaría este acuerdo, lo que sería una pista de cuál va a ser su línea institucional en relación al gobierno.

La realidad es que no hay “presidencialismo” sin “coalición” que sostenga intereses tan irreconciliables como los que hoy representa Brasilia y a los que aspira la mayoría de la población. La cuestión es cómo construir una izquierda que logre superar esa criminal conciliación de clases que hace décadas construye el PT y presentar una política independiente de los trabajadores ante este escenario, que ligue las expectativas y necesidades de las mayorías con una lucha contra este régimen político degradado y haga que los capitalistas paguen por la crisis que generaron.

El pueblo trabajador brasileño tiene en las mujeres y trabajadores peruanos, que hace semanas luchan bravamente contra el gobierno dictatorial de Dina Boluarte y el Congreso Nacional corrupto y reaccionario que se embanderó en el vecindario, una gran inspiración para pensar la lucha en Brasil.