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Opinión. Rápida y furiosa: la riesgosa apuesta de construcción de poder de Milei

A propósito de la crisis entre Javier Milei y los gobernadores. El conflicto permanente y el ejercicio del poder, apuntando también contra sindicatos y movimientos sociales. Contradicciones de una política con destino incierto. La necesidad de que talle otro actor en la escena nacional: la fuerza de los de abajo colándose entre las brechas de los de arriba. A las calles el 1 de marzo.

Fernando Scolnik

Fernando Scolnik @FernandoScolnik

Martes 27 de febrero 20:34

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En la conocida teoría de los juegos, de la cual mucho se ha vuelto a hablar por estos tiempos, un ejemplo clásico es el chicken game. Dos automovilistas conducen a toda velocidad sus respectivos vehículos, uno en dirección al otro. Si uno de los dos cede, apartándose del camino, su oponente avanza sin problemas y resulta ganador. El otro, pierde. Sin embargo, también puede pasar que ninguno se aparte y ambos dos se estrellen y se maten.

Desde el viernes pasado el país se encuentra en una escalada sin precedentes que -con la provincia de Chubut apenas como caso testigo- enfrenta al Gobierno nacional con casi todos los gobernadores. A la retención de fondos de coparticipación de la provincia patagónica por parte del Gobierno nacional, el mandatario Ignacio Torres (PRO) había retrucado que "si para el miércoles no nos quitan la pata de encima, no va a salir un barril más de petróleo de Chubut para la Argentina”. Milei, desde la red social de su amigo Elon Musk, había cantado el quiero vale cuatro. Los autos se acercaban uno al otro. Pero este miércoles habrá petróleo en Argentina. No es que alguno se haya apartado del camino justo a tiempo, sino que un fallo judicial (casualmente un juez de Rawson) apareció casi en el último minuto para ordenar al Gobierno nacional "cesar con la retención" de los fondos hasta tanto se avance "en una refinanciación de la deuda". No será ni la primera ni la última vez que el Poder Judicial intervenga en este fluido escenario político nacional. De momento, a Torres ese fallo le dio aire y una excusa perfecta para no llevar adelante una amenaza que probablemente no quería ni podía cumplir. Este martes por la tarde, en conferencia de prensa, volvió a un discurso "dialoguista".

El episodio, sin embargo, forma parte de una escena más amplia. El vértigo permanente con el que vive el régimen político de una Argentina siempre al borde de un ataque de nervios tiene que ver con el carácter disruptivo de la experiencia Milei y la relación inversamente proporcional que hay entre su plan mesiánico y refundacional, por un lado, y su debilidad de origen en distintos poderes del Estado, por el otro, en un contexto de larguísima crisis económica, política y social.

Dicho de otro modo: se expresa a cada paso la contradicción de querer llevarse puesto todo siendo minoría en el Congreso Nacional y sin contar con ningún gobernador que sea de su espacio, ni fuerza propia en sindicatos o movimientos sociales. En apenas dos meses y medio de mandato, esto ya se manifestó en la derrota de la faraónica Ley Ómnibus y, en el momento actual, en la escalada no solo con Torres, sino con prácticamente la totalidad de los gobernadores de distintos signos políticos, unificados por el espanto del recorte de sus cajas. Este lunes también Axel Kicillof anunció que irá al Poder Judicial a reclamar por el Fondo de Fortalecimiento Fiscal de la Provincia. Sin embargo, a no engañarse: como lo demostraron desde los debates en el Congreso Nacional (que votó a favor de la mega ley “en general” antes de que el Gobierno retirara el proyecto al perder artículos en la votación en particular) hasta la carta de Cristina Kirchner aceptando poner en debate la reforma laboral o las privatizaciones, en la discusión de los de arriba hay diferencias, sí, imposibles de negar, pero también hay núcleos de coincidencia. Las rispideces emergen muchas veces por ver quién paga el costo político del ajuste -que también hacen los gobernadores- y qué sectores empresariales se benefician más que otros.

En la mal llamada locura de Milei, acelerando contra todos y todas, sin embargo, hay estrategia. Cruzado por múltiples debilidades, el presidente busca apalancarse en su punto más fuerte, aquel que resulta de la combinación del repudio que existe a todos los gobiernos de los últimos años y del 56 % obtenido por su candidatura en el ballotage. Desde ahí, intenta obtener una enorme concentración del poder en la institución presidencial, reclamando poderes para tomar medidas de shock y articulando el relato: nosotros o la casta que defiende sus privilegios. Hacen correr la voz de que se sienten cómodos en el conflicto. Retroceder o aparecer cediendo significaría en esta lógica que le tomen el tiempo , desencantar a su base electoral y quizás que le licúen su poder en negociaciones donde llevaría las de perder. Tiene que aparecer dispuesto a todo con la lapicera presidencial para hacerse valer y compensar todas sus demás debilidades. Lo que salga bien, será su mérito. Lo que no, culpa de la casta. Es una política audaz. O aventurera. Puede fallar cuando algún conflicto o el descontento social se les vaya de las manos. Sobre todo a medida que ese apoyo inicial empiece a menguar. El factor tiempo no será nada menor en esta historia. A la hora de cerrar esta nota se confirmaba el conflicto con el gremio aeronáutico, así como la semana pasada fue con los ferroviarios, entre otros. También un nuevo decreto para atacar a los movimientos sociales.

Al FMI, que ve con buenos ojos su plan económico pero a la vez advierte que la dolarización no haría milagros, todo esto le parece mucho. En la visita al país de Gita Gopinath (número 2 del organismo) la semana pasada, le recomendaron al presidente ser más pragmático para buscar acuerdos políticos, consejo que al parecer de momento cayó en oidos sordos. También quedó en veremos el anunciado y por ahora no concretado acuerdo con el PRO tras la caída de la Ley Ómnibus. Ahora el partido fundado por Mauricio Macri aparece dividido entre un Torres enfrentado a Milei con apoyo de otros gobernadores, una Patricia Bullrich apoyando con todo al Gobierno del que es parte y un ex presidente que por ahora mantiene un estruendoso silencio.

El látigo fiscal con el cual Milei busca disciplinar a los gobernadores (“los voy a fundir a todos”, había dicho tras la derrota de la Ley Ómnibus), junto con su aspecto material, tiene la cobertura política de un relato inédito que busca hacer pasar la política de motosierra, desregulaciones y privatizaciones pro mercado en favor del capital financiero internacional y los grandes empresarios, como si fuera el interés general de la nación para salir de su decadencia. Aquella máxima thatcheriana de que “no hay alternativa” se dirige contra todos y todas los que se opongan a sus medidas. Hacia quienes sufren las consecuencias de la inflación histórica, la recesión y los tarifazos, el relato es paciencia porque esto es lo que hay que hacer, buscando aprovechar de forma demagógica el profundo rechazo hacia el pasado reciente de crisis eterna del país.

Sin embargo, son muchos los factores que abren signos de interrogación para Milei. Más allá de las propias contradicciones de la política económica (la alta inflación y la recesión de los próximos meses son seguras, pero la posterior recuperación es más incierta), tanto la entrada bonapartista del Poder Judicial -a donde se dirimirán muchas de sus medidas- como un incierto panorama en el Congreso Nacional (que hasta podría derogar el mega DNU de diciembre), abren dificultades, así como el mencionado frente de gobernadores que actúan en defensa propia.

Pero la tormenta perfecta tendría lugar si escenarios adversos para el Gobierno en esos terrenos se combinan con una pérdida de la paciencia social que haga agotarse el cheque del triunfo electoral que Milei utiliza en sus primeros meses. El tema no es especulativo: tan solo en el primer mes de Gobierno de La Libertad Avanza 1,13 billones de pesos pasaron de los bolsillos de la clase trabajadora a los empresarios. También las clases medias sufren con los tarifazos o el aumento en las cuotas de colegios o prepagas. Es el robo del siglo, en beneficio principalmente de exportadores, alimenticias, energéticas y otros grandes ganadores. Como analizó Lucho Aguilar en La Izquierda Diario, de este tema se habla mucho menos en los medios mainstream, pero se trata de un monto que es 83 veces más que el que generó la crisis entre el gobernador de Chubut y la Nación. O 75 veces el Fondo de Fortalecimiento que este lunes le eliminaron a la Provincia de Buenos Aires. Otros datos ilustran lo que más palpablemente se siente en la calle día a día: según datos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), en enero (en la comparación interanual) cayó un 37 % el consumo de alimentos y un 45 % el de medicamentos. La pobreza, según la Universidad Católica Argentina (UCA), ya alcanza a más del 57 % de la población.

El cheque que le da por un tiempo -¿hasta cuándo a este ritmo?- su triunfo electoral habilitado por el rechazo a los gobiernos previos, no es, sin embargo, el único factor que hace que todo esto hasta ahora no haya estallado. La siempre renovada tregua de las centrales sindicales después del 24 de enero, que se suma a los años de pasividad acumulada, hace que en la escena política haya una voz y una fuerza de lucha que todavía no se expresa a la altura de lo que podría. Entre las brechas de los de arriba hace falta una fuerza de lucha que señale y pelee para que los destinos del país no solo se diriman entre la presidencia, los gobernadores, el Congreso o el Poder Judicial, sino que plantee la perspectiva de que las fuerzas de los de abajo emerjan para vetar el plan de la ultraderecha y comenzar a discutir otra salida en favor de las grandes mayorías, como hicimos no solo en el paro nacional sino también en las jornadas de lucha que fueron claves contra la Ley Ómnibus.

Se equivoca Milei si cree que ese tiempo que le conceden las burocracias le garantizará su éxito. Porque en las asambleas populares que se autoorganizan, en los estudiantes que convocan molinetazos, el movimiento de mujeres que se prepara para salir a las calles este 8 de marzo, las y los docentes que en Córdoba y otros lugares del país se movilizan, o quienes plantan bandera en cada lugar de trabajo o estudio, ya está el germen para tallar en la escena política. También en los reclamos y conflictos abiertos en aeronáuticos, petroleros, estatales y otros gremios y la movilización de las organizaciones sociales contra el hambre. Coordinar esas luchas desde abajo, hacerlas pesar en las calles e imponerles con su fuerza salir de la pasividad a los burócratas es una de las tareas del momento. Este viernes, aunque algunos no lo quieran, nuevamente estaremos en las calles cuando Milei inaugure la Asamblea Legislativa. El desafío es que seamos miles y se escuche fuerte nuestra voz. Se viene un marzo de grandes desafíos para las luchas de los de abajo.


Fernando Scolnik

Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.

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