En el mes de los múltiples regresos, la banda liderada por Juanse dio el show más convocante de una historia que se eterniza en el Olimpo del rock argentino, especialmente por la prepotencia de canciones instaladas en el inconsciente popular.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Miércoles 18 de septiembre 10:00
Sarco, Juanse, Roy y Memi: Los Ratones Paranoicos en acción sobre el escenario de un estadio de Vélez colmado. Foto: Facebook oficial de la banda.
El nuevo perfil asceta-evangélico de Juanse pareció influir en las nuevas coordenadas de esta versión 2024 de Ratones Paranoicos, banda que para la cita más convocante de su historia pretendió imponer algo prácticamente imposible en la cultura rock argentina: la estricta puntualidad del inicio de un show.
Sin embargo, ya pisadas las 21 del sábado (hora para la que estaba anunciado el concierto según el texto de las entradas) tanto la Avenida Juan B. Justo sobre la que se extiende Vélez como también sus alrededores (especialmente Álvarez Jonte, nervio originario de la banda formada en el barrio de Villa Devoto) estaba repleta de gente haciendo una previa que distaba aún de concentrarse de cara al estadio.
Para colmo, los que creyeron en el irrestricto cumplimiento del horario establecido (y, más aún, acatando el pedido que hizo la banda en sus redes sociales respecto de “llegar con tiempo para evitar demoras”) quedaron atorados en las distintas filas de acceso durante un largo rato, tal como luego manifestaron muchos y con cierto fastidio en las redes sociales.
Como vemos, el rock es rock con sus himnos y sus próceres, pero también con sus mañas y sus yeites. Así las cosas, la banda que ya lleva cuatro décadas desde su formación no salió al escenario hasta pasado el primer cuarto de hora de las 22. Recién todo se ordenó cuando Juanse Gutiérrez, Sarcófago Cano, Roy Quiroga y Pablo Memi tomaron el tablado, ya con toda la gente dentro del recinto del barrio de Liniers.
Sin fanfarrias ni preámbulos, la banda solo debió asomar su cabeza para que la ceremonia se reencauzara hacia su sentido celebratorio. No hizo falta nada más. Por el contrario: todo ornamento adicional parecía estar de más. Desde el intento fallido y medio vergonzoso de Bobby Flores por presentarlos (olvidándose lo que tenía originalmente previsto decir) hasta la participación de la cantante Dedé Romano, cuyo aporte en los coros de varias canciones solo pudieron escuchar quienes vieron el show por Flow, ya que en Vélez el sonido de su voz fue nulo y nunca quedó justificada su participación.
Así las cosas, y tal como alguna vez sostuvo Walter Giardino, en la música las que terminan mandando son las canciones. Y eso fue, justamente, lo que terminó de reivindicar a Ratones Paranoicos en el Olimpo del rock argento con una performance que, sin llegar a ser perfecta ni tampoco sobresaliente, igual dejó en claro que su repertorio es a prueba del paso del tiempo e, incluso, de distintos pifies y desatinos que la banda tuvo en vivo.
Para muestra de todo esto, tres botones: “Isabel” (con ese indiscutible riff de inicio), el rockanroll contagioso de “Rainbow” y la impronta sexpistolera de “Enlace” conformaron la tríada de arranque para un show que se suponía el último, aunque luego devino en tan solo el comienzo de la gira denominada “Última ceremonia”.
Como sea, si la faena en Vélez fue el final o —en todo caso— el inicio de ese final, ya no importó tanto a medida que Ratones avanzó con una lista indiscutible que incluyó treinta canciones de prácticamente todos sus discos, aunque con especial énfasis en el iniciático Los chicos quieren rock, de 1988, y Fieras lunáticas, de 1991. De esos dos álbumes provienen composiciones que con el paso del tiempo se instalaron en el inconsciente colectivo del rock doméstico más allá de los propios fanáticos de la banda, tales los casos de “Carol”, “Rock del pedazo”, “La nave” o “Cowboy”, fácilmente reconocibles por cualquier persona que habite este país.
Solo un invitado formal para las casi tres horas de concierto: Facundo Soto, cantante de Guasones, fue recibido con honores por Juanse antes de compartir “Una noche no hace mal”. Lo demás (y salvo por el grupo de vientos que acompañó desde la retaguardia del escenario) todo quedó a cargo del cuarteto, en quien se concentró el esmero para imponer un repertorio que remitió especialmente a los años ’90. Sobre todo con “Vicio”, ese rock sencillo que supo ser cortina de El Show de Videomatch en su prime histórico de rating y marcó, en cierto punto, la banda sonora de los consumos masivos de esa década: Marcelo Tinelli arrancando en una lluvia de papel su programa de culos, bloopers y cámaras (no tan) ocultas con presupuesto millonario y grabaciones en el exterior mientras Juanse cantaba “yo vivo en la otra calle, hago rock and roll; no somos gente fina, tampoco lo peor”.
Llegó un punto de la noche en donde parecía que nada de lo que pudiera hacer la banda, ya sea para bien o para mal, modificaría la irreductibilidad de un cancionero que se metió en la memoria popular gracias a sus creadores, pero también a pesar de ellos. Una lista a prueba de fuego, aunque al mismo tiempo incandescente, más allá de que en un momento Juanse haya atravesado un período de cierta interpelación pública (la parodia de Pomelo como una nueva forma de entenderlo, sus declaraciones poco felices, la inclinación casi pastoral al cristianismo, su vínculo comercial y el de la misma banda con gente investigada por hechos de corrupción en el Estado).
Y otra canción como una metáfora sencilla pero poderosa: “Quisiera que esto dure para siempre, casi tanto como una eternidad” inició una versión que se extendió por casi diez minutos con Juanse asegurando que “hace tiempo, otra vez, desde lejos no me ves” después de intentar trepar una columna como lo hizo en tantas otras ocasiones. En esta apenas logró trepar dos metros entre cables y tachos de luces antes de ceder al temor de su entorno, aunque eso fue suficiente para ganarse otra ovación más.
En una noche de finales que no son tales, “Para siempre” también fue algo así: la banda se despidió del escenario, las torres iluminaron todo el estadio y algunos encararon a la salida mientras un video recopilaba fotos e imágenes de la era culmine. Pero, al término del mismo, el grupo volvió para hacer media docena de canciones más. “Viva Argentina, viva el rock… ¡vivan Los Ratones!”, cerró el cantante, mientras sonaban los últimos acordes del tema que estableció una señal a futuro: “Imposible dejar… de tocar rock and roll”.