Realizamos un repaso por la reforma laboral francesa impuesta por Macrón y una nueva pulseada en 2019/2020 sobre la reforma de pensiones, para pensar los no tan originales discursos que defienden estas reformas y las conclusiones que dejan las importantes resistencias de la clase obrera francesa.
Sábado 16 de octubre de 2021 12:57
En la actualidad, la discusión sobre reformas laborales se está dando en un número importante de países. Las transformaciones del mundo del trabajo han traído importantes debates ahora que la pandemia ha menguado y una parte de la población mundial se encuentra vacunada. Argentina no es un caso excepcional. En medio de la campaña electoral, los partidos de la derecha y extrema derecha como Milei, Espert, Randazzo y Juntos por el Cambio, intentan poner en agenda una “necesaria” reforma laboral supuestamente, para aumentar el empleo. El Frente de Todos no se queda atrás y aunque hay tímidas críticas en contra, siguiendo su lógica del mal menor ya comenzaron algunas figuras a plantear que efectivamente el mercado laboral es muy rígido. Lo han reconocido tanto Antonio Caló (UOM) como Ricardo Pignanelli (SMATA), peronistas y dirigentes de las centrales sindicales.
En esta nota tomaremos el caso de Francia en relación a las reformas laborales impuestas por Macrón en 2017/2018 y la reforma de pensiones que intentó aplicar en 2020. La poderosa clase obrera francesa logró retrasar la discusión de ésta última, con la organización y la movilización, convirtiéndose en la huelga más importante desde 1968. Algunos elementos pueden guiarnos en esta pelea por evitar la degradación de las condiciones de trabajo en nuestro país y repensar la organización necesaria para seguir la lucha.
¿De qué hablamos cuando hablamos de reforma laboral?
A partir de la década de los ‘80 se abrió una nueva etapa regresiva para la clase trabajadora: el Neoliberalismo. Éste se asentó sobre importantes derrotas de la clase obrera en distintas partes del mundo, en la caída de la Unión Soviética y en el ingreso de millones de trabajadores (provenientes de esta parte y de China) al mercado laboral, deprimiendo el salario. Esto implicó condiciones cada vez más regresivas para los trabajadores: aumentando la tasa de explotación, degradando las condiciones de trabajo e implementando la tercerización y precarización laboral en distintas partes del mundo. La clase obrera no solo fue atacada subjetivamente para imponer la idea de que el único futuro viable podría ser en el Capitalismo, sino que también fue económicamente atomizada en sus posibilidades de organización.
La crisis del 2008 volvió a poner en el centro de la escena la irracionalidad de un sistema social que le da más peso a la especulación financiera e inmobiliaria que a las necesidades sociales. En Europa, uno de los epicentros de la crisis, los organismos financieros de préstamos nucleados en la Troika, les otorgaron a los Estados la plata para salvaguardar a las principales empresas en quiebra. A cambio, establecieron duros regímenes para devolver esos préstamos que implicaban sobre todo expoliar aún más al pueblo trabajador. Uno de los ítems más solicitados era la imposición de reformas laborales y previsionales regresivas, que avanzara sobre nuevos derechos que la clase obrera europea tenía. Ya aplicaron distintos elementos de reformas en el mercado de trabajo en España, Portugal, Grecia e Italia.
Francia fue uno de los países más rezagados. En parte fue así porque siempre hubo una tradición muy combativa de la clase obrera francesa. Hollande, presidente del Partido Socialista, realizó una reforma en 2016 pero fue parcial por la fuerte organización obrera que lo hizo retroceder, costándole además su capital político.
En 2017 se anunció por parte del presidente francés Macrón la firma de 5 ordenanzas que modificaban el mercado de trabajo. Esta reforma era la continuidad de la aplicada por Hollande, con la radicalización de algunos puntos centrales que venían exigiendo las patronales francesas. Estos implicaban no solo un ataque a las condiciones de trabajo, sino también a la organización sindical: la simplificación de la formalización del despido, poniendo un tope al monto y un plazo a la apelación, ampliando las posibilidades de despedir con dos meses consecutivos de disminución de ganancias nacionales (aunque en el exterior las ganancias fueran enormes). El otro eje central era dar primacía a la negociación dentro de la empresa, en detrimento de las normas legislativas y de los convenios sectoriales, sobre todo en las pymes: los empresarios podían aplicar convenios menos favorables a los trabajadores, lo cual disminuye la fuerza de estos para imponer mejores condiciones si la negociación no es por sindicato.
A finales de 2019, el gobierno de Macron intentó realizar una reforma jubilatoria, que consistía en eliminar regímenes de jubilación temprana por trabajos insalubres (por ejemplo, los trabajadores de cloacas en Francia tienen una media de 17 años menos de vida) y universalizar el sistema a través de puntos otorgados por la cantidad de dinero aportado. Esto implicaba tomar los aportes de toda la vida laboral y no los mejores 25 años. A su vez, se introdujo posteriormente la intención de elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años para obtener la pensión completa.
Finalmente la resistencia de la clase obrera y la pandemia implicó que decidieran “pasar para el 2021” dichas reformas, al igual que la reducción de las pensiones. La columna vertebral de la resistencia fueron los transportistas y los ferroviarios, que producto de la coordinación, lograron sostener una huelga de 60 días, con la movilización y el apoyo popular, frente a la negociación de las centrales sindicales. En la radicalidad de las medidas se podía ver la influencia de los chalecos amarillos, movimiento que puso en vilo al gobierno de Macrón en 2018 por el aumento de los combustibles y la degradación de la calidad de vida sobre todo de quienes viven en los suburbios.
Discursos de ayer y hoy
Los discursos que se utilizan para convencer a la mayoría de la población tienen una extraña sensación de familiaridad. En todas partes parecerían repetir los mismos argumentos: las reformas laborales y previsionales son necesarias para el desarrollo del país. Lo que no plantean es que estas reformas regresivas, además, son contrarias una con otra: aumentar la edad de jubilación implica objetivamente menos puestos de trabajo para la juventud, aumentando el desempleo.
En la página oficial del gobierno francés, se plantea que el código laboral actual: “Crea rigideces y desigualdades que frenan la iniciativa y la contratación.” Sin embargo, la reforma apenas ha podido bajar un punto la desocupación, sin contar que hay niveles preocupantes sobre todo entre los jóvenes, que entre 2017 y 2019 seguían teniendo una tasa de desocupación de más de 20% [1]. No es que los “pobres” empresarios pueden ahora contratar más, sino que terminan reduciendo su plantel con menores gastos y obligan a los trabajadores a jornadas más extendidas: En junio de 2018, la planta de PSA en Vesoul aumentó el tiempo de trabajo de 35 a 37,45 horas semanales, es decir, un aumento de la jornada laboral del 8% frente a un aumento salarial de sólo el 3,1%. No se magnifica el empleo, sino las ganancias empresariales.
En este sentido, en un debate televisivo, el Ministro de Transporte de Macrón, Jean-Baptiste Djebbari, planteó que la reforma de pensiones era necesaria porque al aumentar el nivel de vida de la población, se sobrecargan los sistemas de pensiones al tener que pagar más tiempo de jubilaciones. Lo que no plantea el ministro es que esa plata podría sacarse eliminando la “donación” de 40 mil millones de euros que hace el Estado mediante el Crédito de Impuesto para la Competitividad y el Empleo a las grandes empresas, otorgando una reducción de los aportes patronales que deberían ir a capitalizar el sistema de pensiones. Este impuesto fue puesto por Hollande para reducir el desempleo supuestamente: el presidente de la unión patronal prometió un millón de empleos, algo que por supuesto, no ocurrió.
Por otro lado, la Ministra de Trabajo, Muriel Penicaud, afirmaba en un discursoen junio de 2017:
“Nuestra legislación laboral fue construida hace varias décadas para organizar las relaciones laborales en las grandes empresas industriales (...) Los cimientos son sólidos, no lo tocaremos. Pero la economía francesa ha cambiado profundamente (...) El Código del Trabajo debe ser reformado para adaptarse a las nuevas realidades y necesidades de hoy y de mañana: libertad y agilidad empresarial para las empresas, protección y perspectivas de desarrollo profesional para los trabajadores. Unir el desempeño social y el desempeño económico es la condición para un modelo de sociedad sostenible, consagrado en nuestros valores y nuestra historia, para que Francia tenga éxito y sea una oportunidad para todos.”
De fondo, esta idea intenta consolidar el planteo de que las reformas laborales son una mejora para ambas clases, que son intereses conciliables. En realidad es una puja entre los empresarios, que intentan hacer retroceder los logros conquistados por los trabajadores para mejorar sus ganancias precarizando a millones. Diferente sería si los trabajadores buscaran una reforma que consistiera en la reducción del trabajo repartiendo las horas y mejorando las condiciones laborales.
Esta idea es algo que no solo vemos durante esta reforma llevada adelante por Macron. Se repite con distintos gobiernos y en distintos países: generar empleo para las nuevas generaciones.
Resistencia a la reforma laboral: el rol traidor de las centrales sindicales
Las reformas de Macrón no pasaron gratuitamente, como en ninguna parte del mundo. A pesar de los lindos discursos a favor de los empresarios, los trabajadores saben que estas modificaciones implican un ataque a sus condiciones de trabajo.
Un elemento central que permitió el avance de la reforma fue el rol de las dirigencias sindicales. A pesar de que la reforma ya era anunciada en junio de 2017, la única central que llamó a una movilización fue la CGT dos meses después, en septiembre.
Las otras centrales sindicales FO y CFDT se la pasaron negociando con el gobierno de Macrón. Finalmente se impusieron dos huelgas con movilización para el 12 y el 21 de septiembre de 2017 por la presión de las bases. Las clases habían comenzado y en las Universidades los estudiantes y la juventud comenzaban a organizarse en asambleas, apoyando las medidas de lucha. Era más que necesario continuar con un plan de lucha escalonado para derrotar al macronismo. Sin embargo la CGT, junto con el partido de Melenchón (La France Insoumise), convocaron algunas acciones aisladas sin este objetivo. Para mejorar la relación de fuerzas de los trabajadores y la juventud era necesario que la política de las direcciones sindicales traidoras, principalmente las de la CFDT y la de Force Ouvrière (FO), sea derrotada y crear un movimiento amplio que una las filas de la clase trabajadora y con los demás sectores populares.
Reforma de las pensiones: Coordinación desde abajo de los sectores estratégicos
Durante la reforma de pensiones, la burocracia sindical jugó un rol similar al 2017. Si bien al principio la FO y la FPDT plantearon estar en contra del aumento de la edad jubilatoria, participaron de todas las negociaciones y no hicieron ninguna medida de lucha seria. Es necesario destacar que la burocracia sindical venía ya fuertemente golpeada porque habían sacado una declaración en contra de los chalecos amarillos, ganándose el repudio de muchos sectores de la población que veía con simpatía la movilización popular [2]. La CGT, en una postura más combativa, llamó a importantes jornadas de movilización pero no como una medida que fuera continuación de un plan de lucha. Esto llevó a no darle continuidad a las medidas tomadas y al movimiento que había en las calles, que participaron de importantes huelgas generales como las del 9 de enero de 2020 o las del 5 de diciembre de 2019. También hay que decir que esta central en ningún momento cortó el diálogo con Macrón y participó de todas las negociaciones que hubo.
Los sectores de ferrocarriles parisinos venían ya organizados de ataques anteriores, lo cual favoreció su intervención destacada en el proceso. Junto a los trabajadores del metro y autobuses (RATP) declararon la huelga general por tiempo indeterminado para mostrarle a Macrón su voluntad de lucha. A partir de una coordinación entre estos sectores que fue fundamental, impulsada por la intervención de los compañeros de Revolution Permanente, discutieron la necesidad de unificar la lucha y la coordinación con los demás sectores. Esto permitió llevar adelante un proceso huelguístico de más de 50 días, pasando incluso las fiestas en los piquetes que se organizaron. El 5 de diciembre hubo una fuerte huelga general con importante adhesión. Fue parte de la discusión el problema del desgaste de la manifestación, sobre todo en las fiestas, donde la CGT llamó a una tregua con el gobierno en el momento más agudo de la lucha. Además de una interpelación directa al líder sindical Philippe Martinez, los trabajadores mantuvieron los piquetes y la huelga y se prepararon para un nuevo reagrupamiento. El sector de educación se incorporó junto a sectores del movimiento estudiantil en menor medida, al igual que algunas refinerías.
El 9 de enero se verificó la voluntad popular y la fuerza con una masiva huelga general. Los sectores en lucha lanzaron para marzo un nuevo encuentro de reagrupamiento de los sectores estratégicos junto a las refinerías, para preparar una nueva huelga general. Ya en febrero el gobierno consideraba retirar la reforma.
Uno de los triunfos de este sector fue la importante coordinación que lograron, con la construcción de espacios de base donde confluyeron sectores estratégicos de la economía parisina, realizando importantes medidas de lucha como los piquetes al norte y sur de la ciudad.
Esto desarrolló sectores de vanguardia que adquirieron práctica para la lucha y se destacaron como dirigentes, ganándose la simpatía del pueblo trabajador francés, interviniendo en medios de comunicación como voceros propios de la huelga para discutir los argumentos de la reforma previsional, como lo hizo Anase Kasib, referente transportista y candidato a presidente de la CCR-Révolution Permanente.
A su vez, desarrollaron correctas exigencias a las burocracias sindicales. En un momento, se movilizaron a la dirección del sindicato CFDT, lo cual llevó a que este sector se desvinculara de los huelguistas. Por primera vez en el conflicto, los medios nacionales tuvieron que darle entidad a la coordinadora y sectores del propio sindicato salieron a diferenciarse de sus direcciones -como una seccional ferroviaria- diciendo que apoyaban la huelga y disentían de la dirección.
Otro de los aciertos fue el nivel de radicalidad en las medidas, lo cual mostró la clara voluntad de lucha a todo el pueblo francés de estos sectores. Es imposible pensar en esto sin el impresionante movimiento de los chalecos amarillos.
Conclusión
Nuevos anuncios de legislaciones regresivas a los trabajadores vuelven a abrirse ahora que mermó la pandemia en varias partes del mundo. Francia no es la excepción: Macrón vuelve a iniciar la pulseada por modificar el sistema de pensiones.
La crisis capitalista no tiene más que reformas estructurales regresivas para los trabajadores. Mientras aumenta cada vez más la brecha de desigualdad, con fortunas multimillonarias irrisorias de un par de personalidades, el Estado salva y defiende a los empresarios con jugosos fondos, donaciones y salvatajes en todas partes. Incluso perdonando y permitiendo la evasión fiscal de propios y ajenos, como lo mostraron Los Pandora Papers. Para poder sostener esta “fiesta para los empresarios”, es necesario precarizar y degradar aún más las condiciones de vida de las poblaciones en todos lados. Como plantearon correctamente los jóvenes estadounidenses, las ganancias son privadas pero las pérdidas son socializadas.
Al calor del proceso francés, podemos ver que los discursos son más que poco originales. Pero en momentos de crisis social y económica, el pueblo trabajador busca respuestas activamente contra los problemas sociales que lo aquejan. Es por eso que se vuelve fundamental dar una pelea aguerrida contra todos los argumentos de la derecha en favor de estas reformas. Humildemente, intentamos dar esa pelea desde La Izquierda Diario. Nuestro partido hermano francés ha logrado una importante llegada con su diario Revolution Permanénte, tanto en la lucha de la reforma de pensiones como durante las manifestaciones de los chalecos amarillos, llegando a tener más de 2 millones de entradas mensuales.
Es importante no solo oponerse a las reformas laborales y previsionales, sino levantar una solución a las grandes problemáticas en todo el mundo. El aumento del nivel de vida es una realidad, al igual que los altos niveles de desempleo, pero la forma de combatirlos no es haciendo que todos trabajemos más y que cada vez menos trabajemos, sino lo contrario: que todos trabajemos y que trabajemos menos. Implementando por ley las 6 horas de trabajo por 5 días en las grandes empresas multinacionales se podrían crear miles de empleos nuevos. El desarrollo de la técnica permite hace ya varios años un modelo así. Por supuesto, con salarios dignos que alcancen para vivir. Algo que como FT-CI levantamos no solo en Francia y en Argentina con el Frente de Izquierda, sino en todos los países donde nos encontramos.
Desde ya, no es que los empresarios aceptarán algo así pacíficamente. Para eso es necesario construir una fuerza social en las calles que pelee no solo contra las reformas que intentarán imponer los empresarios con sus voceros del Estado y los partidos políticos del régimen, sino también por esta perspectiva. Por eso una de las grandes lecciones que debemos tomar es que ninguna reforma es imbatible si hay organización y coordinación de los trabajadores como se pudo concretar en Francia. Algo fundamental que muestra la lucha francesa es la necesidad de un plan de lucha antes de que las reformas sean aprobadas y la importancia de la coordinación y autoorganización de los trabajadores.
Como en Francia, las burocracias sindicales de los principales sindicatos no tienen problema en traicionar abiertamente a los trabajadores y negociar con el gobierno y los empresarios. Podemos verlo con lo que están haciendo en la Toyota de Zárate, donde se implementó un proyecto completamente reaccionario que retrocede sobre los derechos laborales, flexibilizando más el trabajo: una reforma laboral parcial en un sector de la producción con la complicidad de la burocracia sindical del SMATA. Aquellos sindicatos que posan de más combativos, como el Pianellismo en el Subte, la CTA en Capital o Baradel en docentes, lejos de intervenir y llamar a la movilización popular y a la organización, hacen silencio ante estos atropellos. En ningún momento su perspectiva es pensar cómo unir a los trabajadores, no solo de sus propios sindicatos, sino de toda la población, para enfrentar estas reformas.
Para pelear por esta perspectiva de coordinación y lucha contra las burocracias sindicales, es necesario poner en el centro la construcción de un partido revolucionario con un horizonte claro, que busque cambiar la sociedad de raíz, que haya condensado en sus militantes las experiencias de muchos años de lucha para no comenzar desde cero, y puedan desplegar estas enseñanzas para derrotar la reforma laboral. Es necesario que tenga inserción en los sindicatos y sobre todo en los sectores estratégicos, ya que es allí donde se puede hacer un daño considerable a la burguesía y al Estado, como lo han demostrado los trabajadores transportistas en Francia.
Si los empresarios quieren socializar las pérdidas y quedarse con las ganancias, nosotros tenemos que pelear para socializar las ganancias y que, de una vez por todas, no haya más pérdidas.
[1] El desempleo para jóvenes menores de 25 años en 2017 fue de 23.6%, mientras que en 2018 fue de 22.8%
[2] "Hoy, en un clima muy degradado, la movilización de los chalecos amarillos permitió la expresión de un legítimo enfado. El gobierno, con mucha demora, finalmente abrió las puertas al diálogo. [...] El diálogo y la escucha deben encontrar su lugar en nuestro país. Por eso nuestras organizaciones denuncian toda forma de violencia en la expresión de sus demandas ”.
Celeste O’Higgins
Integrante del Comité editorial de Armas de la crítica. Es Socióloga egresada de la Universidad de Buenos Aires y estudia profesorado de Geografía en el Joaquín V. González.