La salida de Irma Erendira Sandoval de la Secretaría de la Función Pública fue una demostración de fuerza de parte de AMLO con el fin de aclarar que a sus designios nadie se opone. También refleja la lucha intestina que se desarrolla al interior del partido gobernante.
Miércoles 23 de junio de 2021
La salida de Irma Erendira Sandoval de la Secretaría de la Función Pública ha sido una de las noticias más comentadas en la semana. La mayoría de los análisis políticos señalan que la causa de la defenestración de Sandoval fue el impulsó a la candidatura de su hermano, Amílcar Sandoval, para ser candidato a la gubernatura del estado de Guerrero para el proceso electoral 2021. Sin embargo, no la obtuvo porque Mario Delgado –presidente de Morena— y Andrés Manuel López Obrador apoyaron la candidatura de Félix Salgado Macedonio (FSM).
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A partir de ese momento, el grupo de Erendira Sandoval movilizó toda su energía para tratar de descarrilar la candidatura de Salgado Macedonio y colocar a su hermano en el puesto. La estrategia elegida fue exigir una indagación por señalamientos de violación y abusos sexual contra FSM, que tanto la Fiscalía General de la República y Morena, en los hechos, se negaron a investigar. Al final, y con intervención del INE, FSM fue inhabilitado para competir electoralmente, pero, al más puro estilo de la clase política mexicana, fue colocada Evelyn Salgado Pineda como candidata y “sucesora” de su padre, por medio de encuestas que, al parecer, nunca se llevaron a cabo. El final es conocido, las aspiraciones de Amílcar Sandoval se derrumbaron y la “Torita” terminó ganando las elecciones en Guerrero.
Como quedó evidenciado, la afrenta de Irma Erendira al oponerse al designio presidencial no quedó sin consecuencias. Apenas terminadas las elecciones el pasado 6 de junio, AMLO en un video pregrabado, es decir, previniendo cualquier exabrupto, anunció la “sustitución” de Sandoval de la SFP por un connotado salinista, Roberto Salcedo, cercano al grupo del priista Manuel Camacho Solís, mentor del actual canciller, Marcelo Ebrad.
A partir de este hecho, la campaña de críticas hacia la dirección de Morena por parte del investigador de la UNAM, John Ackerman, esposo de Irma Erendira Sandoval, se intensificó. El académico denunció una serie de irregularidades al interior del partido gobernante como, por ejemplo, la falta de convocatoria a un Congreso Nacional o la efectiva realización de encuestas para designar candidatos. Las declaraciones de Ackerman profundizan el clima de disputa interna contra el actual presidente del Morena, después de unas elecciones que arrojaron un resultado complejo y contradictorio.
La lucha dentro de las altas esferas del poder
Este caso sólo refuerza lo que muchos han dicho antes. Primero, que Morena opera al estilo del Partido de la Revolución Democrática (PRD) del cual surgió, como tribus o corrientes que tratan de asegurarse beneficios políticos, lo que genera constantes pugnas internas e intestinas. Esto es la consecuencia del carácter del Morena, un partido que defiende los intereses de los capitalistas, más allá del discurso “progresista” del presidente o de su base social y electoral. Congruente con esto, el Morena reproduce el funcionamiento de cualquier otro partido burgués, con cuotas de poder, amiguismo, corrupción, etc.
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Por último, somos testigos de una disputa entre las alturas dentro del grupo gobernante, que solo buscan asegurar la dirección política en favor de su propia corriente, mientras que sobre millones de trabajadoras y trabajadores continúan sintiéndose los efectos de la crisis sanitaria y económica, como el desempleo y la precarización laboral.
La salida ante las penurias de las grandes mayorías no pasa por los grandes partidos del régimen, que están realmente interesados en mantener el status quo de la sociedad, o dicho de otra manera, en cambiar para que nada cambie, ni siquiera por el Morena y su retórica antineoliberal.
Las y los trabajadores debemos organizarnos de manera independiente a todos los partidos del régimen, en particular, frente a los partidos de la derecha y al partido gobernante, necesitamos una herramienta política propia, un partido de las y los trabajadores, revolucionario, socialista y antiimperialista, que levante una perspectiva de independencia de clase y lucha, pero no para “reformar” este sistema de explotación y miseria, sino por un gobierno de los trabajadores, en el camino de construir una sociedad sin explotadores ni explotados.
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