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Política. Republiquita en el país de las maravillas

El jueves demostró que a Macri se lo puede derrotar. Pero no basta un jueves. Segunda entrega del debate con Carlos Pagni, al calor de la coyuntura política.

Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r

Domingo 17 de diciembre de 2017 00:35

Republiquita

Imaginemos que, un jueves 14 de diciembre de 2017, Republiquita -la muñeca de Carrió- hace la gran Pinocho y se convierte en una muñeca con vida. Ansiosa por ser una nena -o una República- de verdad, se dirige al Congreso, a mostrarle a su madre que ahora puede hablar. Al llegar, Republiquita se encuentra con 900 gendarmes y otros tantos policías sosteniendo a punta de escopeta un virtual estado de sitio. Muy preocupada por el asunto, pide que la dejen pasar para hablar con Carrió. Ella escuchó muchas veces a su madre hablar de los valores republicanos, esto no podía ser. El gendarme le dice que no y le tira gas pimienta en los ojos. Republiquita empieza a llorar, no ve nada y los gendarmes se le ríen. Se enoja y le pega una patada a la valla al grito de “qué clase de República es esta”. Prestamente, un gendarme abre la valla y de ahí salen cincuenta. Hacia Republiquita van cinco. El resto va en busca de otra gente. A Republiquita la agarran contra el piso, le pegan unos buenos palazos y la meten en una trafic. Esa noche la pasa en una celda. En la tele de la comisaría escucha a su madre acusarla de generar violencia.

Como siempre pasa en los cuentos de hadas, el Hada aparece cuando nuestra protagonista está a punto de perder la esperanza. El Hada le dice a Republiquita que ella le puede conceder ser una nena de verdad. Mientras mira por última vez a su madre, en la pantalla de la comisaria, Republiquita le dice que no, que mejor la deje volver a ser una muñeca inanimada.

Carlos Pagni

En un sentido, el editorialista de La Nación, Carlos Pagni, previó los acontecimientos del jueves pasado, solo que lo hizo desde un marco teórico que apenas logra enunciar la superficie del problema.

En una editorial llamada la “La dificultad de la sociedad argentina para obedecer la ley y no la voluntad del que manda”, con la que ya hemos debatido en otra oportunidad, Pagni elabora una suerte de “ontología del ser argentino” en el cual la obediencia se debe no a las leyes ni al Estado, sino a la voluntad del que manda, al caudillo. Agravando aún más este escenario, Pagni caracteriza que en la Argentina de Macri “no está claro quién manda” (…) el “poder está fragmentado”, Macri “gana elecciones, pero sigue en minoría en el Congreso”. Por lo tanto, ya no se obedece a la ley ni a un caudillo y todo se resuelve, según Pagni, por el choque de fuerzas: “la realidad se comporta de acuerdo con quién tiene mayor capacidad de extorsión sobre el sistema”, es “una especie de paralelogramo infinito de fuerzas para definir el propio interés o para definir la vida pública”.

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La conclusión de Pagni, ese “paralelogramo de fuerzas” que se enfrentan, parece ser atinada para describir los eventos del jueves. Efectivamente, la relación de fuerzas se impuso, frustrando el escandaloso intento del oficialismo de votar, contra reglamento, sin quórum y con un Congreso militarizado, el robo a los jubilados. Sin embargo, en la visión de Pagni las fuerzas que se enfrentan siempre se describen operando en las alturas, como lo hace en esa misma editorial examinando la relación entre Moyano y Macri como una relación entre individuos con determinadas cuotas de poder personal. La concepción teórica de Pagni (que parte de considerar al Estado como un ente abstracto, sin contenido de clase, como hemos dicho en un debate anterior) impide ver que ese “choque de fuerzas” transciende los enfrentamientos dentro del régimen político y responde a una relación de fuerzas más general, entre las clases sociales.

La CGT, el kirchnerismo y la izquierda

Solamente el enorme repudio popular a la reforma jubilatoria -la encuesta más conservadora lo ubica en un 72%- puede explicar que una CGT, tan afecta a la tregua, se haya visto obligada a convocar un paro nacional que finalmente levantó una vez frustrada la sesión del jueves. También puede explicarse desde este punto de vista el rol clave que pudo jugar la izquierda en los acontecimientos, siendo la única fuerza política que optó por hacer pesar el rechazo popular en las calles. Si la CGT y la oposición kirchnerista hubieran movilizado el jueves, el escenario habría sido aún más favorable y probablemente se hubiera opuesto un freno más contundente, por la fuerza de los números, a la salvaje cacería que condujo la gendarmería por las calles de Congreso y que hasta la inefable Carrió tuvo que salir a criticar. Aún con la defección de las organizaciones mayoritarias, una izquierda decidida, con figuras de peso como Nicolás Del Caño, Myriam Bregman y Nathalia González Seligra (que tuvieron un rol destacado tanto afuera como dentro del Congreso) logró poner sobre la mesa una parte de esa relación de fuerzas que, de otro modo, hubiera estado silenciada.

Para el lunes, el gobierno prepara el escenario con mayores cuidados. Ratificó el acuerdo con los gobernadores y con el peronismo que votaría a favor y, mientras mantiene la opción del DNU como extorsión, lanza una supuesta compensación que, hasta matemáticamente hablando, es una burla. Sin embargo, y a despecho de lo que ocurra el lunes, ya hay conclusiones para sacar.

El gobierno de Macri efectivamente no tiene tanta autoridad como parece. En esto tiene razón Pagni y no tienen razón los que, desde el kirchnerismo, exageran las fortalezas de Cambiemos reconociéndole una “nueva hegemonía”. Los artificios de la pos-verdad son suficientes para capitalitalizar el consenso negativo (anti-k, anti-corrupción) de las clases medias, pero no son suficientes para construir un consenso positivo, que acompañe un paquete de contra-reformas de ajuste, aun cuando se las presente como graduales o se ofrezcan “compensaciones”. En el terreno de relegitimar la represión a la protesta social -en lo que el macrismo parecía haber avanzado más- los eventos del jueves le pusieron un límite y el discurso contra “los violentos”, sonó, en boca de Marcos Peña y la republicana Carrió, como a cáscara vacía.

Ahora bien, la relación de fuerzas no es un equilibrio estable. Y hay que reconocer que el gobierno de Macri, aunque sus intentos fracasen o no sean suficientes, sí muestra una voluntad muy grande de cambiar esa relación de fuerzas a favor de un puñado de empresarios y terratenientes.

El gobierno de Macri muestra infinitamente más voluntad de cambiar esa relación de fuerzas a su favor que lo que muestran la mayoría de los que dicen oponerse. Cristina Fernández de Kirchner no pisó una movilización, ni contra los pedidos de prisión preventiva ni contra la reforma jubilatoria. No solo eso, llamó a la cautela. Los diputados kirchneristas tuvieron una actuación correcta en el recinto, el jueves, pero sin llamar a la movilización esa actuación era un saludo a la bandera. Si la izquierda no hubiera movilizado, el paquete se aprobaba. Fue el escándalo represivo, la brutal cacería de Gendarmería, el vallado inédito sobre el Congreso lo que puso en crisis la sesión, impidiendo al oficialismo juntar el quórum. De la CGT, ya lo dijimos: apenas se resolvió momentáneamente la cosa volvió a su estado de vacaciones permanentes.

Ahora se trata de subir las apuestas para el lunes. El gobierno se está preparando. ¿Y la oposición? ¿y los sindicatos? Si no se logra una movilización más fuerte que la del jueves, aprovechando que el gobierno está impedido de reprimir con la misma brutalidad y cantidad de efectivos que el otro día, el oficialismo contará con una enorme ventaja.

He aquí el problema: la relación de fuerzas no es para siempre. Cada defección de los sindicatos, cada llamado a la cautela de la oposición, impide que la relación de fuerzas se vuelque categóricamente a favor de los trabajadores y le deja respirar a Macri, reacomodarse, volver a tomar la iniciativa.

Solamente la izquierda le opone a la voluntad de Macri otra voluntad igual de grande. La trampa está en que la voluntad de Macri es, por estos días, la voluntad del Estado y su banda de hombres armados al servicio del Capital. El desafío es lograr convertir las enormes muestras de apoyo que reciben Nicolás Del Caño y Myriam Bregman en una fuerza militante mayor que la que tiene hoy la izquierda, que conquiste peso en algunos sindicatos para poder imponer a la CGT paros y acciones, y que logre movilizar y organizar a una enorme juventud que en cada ciudad mira cada vez más con desprecio al gobierno y al Estado, y a la que el kirchnerismo le dice que se quede en su casa.

El jueves demostró que a Macri se lo puede derrotar. Pero no basta un jueves.