La lucha de clases desencadenada por la pandemia y los levantamientos contra la brutalidad policial racista muestran los límites de la política de ir peleando por pequeños cambios dentro de este sistema. Son millones los que piden una salida radical, mientras Bernie Sanders propone reformas tibias y pone su esfuerzo en asegurarle los votos a Joe Biden.
Sábado 4 de julio de 2020 11:22
Charlie Neibergall/AP/Shutterstock
A continuación presentamos una versión resumida de un artículo publicado originalmente en Left Voice, el sitio en inglés de la Red Internacional La Izquierda Diario
La realidad política de los Estados Unidos sufrió cambios muy drásticos en los últimos tres meses, con activistas de la Generación Z- aquellos nacidos entre 1994 y 2010- liderando enormes marchas contra el racismo y exigiendo cambiarlo todo. Estos jóvenes rechazan de hecho la política del histórico sistema bipartidista y le dieron un nuevo impulso a la Izquierda en EE.UU. Sin embargo, un sector de los denominados socialistas insiste en volver a una política reformista moderada. En especial la conocida revista Jacobin que sigue publicando artículos que elogian a Bernie Sanders como un disco rayado, mientras que el excandidato presidencial, a su vez, hace campaña por el candidato del establishment del Partido Demócrata Joe Biden.
Hace unos meses la pandemia del Covid-19 llegó y golpeó de lleno en Norteamérica, y no sólo tomó desprevenido al gobierno, sino que también se encontró con una izquierda sin ninguna preparación. La pandemia impactó de frente y empujó a miles de trabajadores a participar en huelgas contundentes, ceses de tareas y otras formas de la lucha de clases. Los viejos límites en la conciencia de los trabajadores rápidamente tambalearon. La amenaza de morir por Covid-19 en un depósito de Amazon fue más fuerte que el miedo a ser despedido. Y la ira de los trabajadores de la salud obligados a trabajar sin el equipo de protección adecuado fue más fuerte que la voz de los funcionarios del gobierno alabándolos - y obligándolos a convertirse en mártires. Si al calor de la crisis por el coronavirus la lucha de clases hizo una entrada improvisada en la escena nacional, el asesinato de George Floyd y las movilizaciones de masas que le siguieron transformaron el terreno de esa lucha.
Mientras esta doble crisis se desentrañaba, Sanders hizo sus valijas, se bajó de la campaña y apoyó al candidato del establishment Joe Biden. Ni Sanders, ni la izquierda reformista estaban preparados para responder a tal desastre social. El reformismo se basa en la suposición de que el crecimiento económico y la estabilidad son posibles sostenidamente y permitirían distribuir más y mejor las riquezas a través de obtener algunas concesiones económicas para la clase obrera. Esta idea denominada “incrementalismo”, choca con la cruda realidad de las crisis cíclicas que son intrínsecas en la economía capitalista.
El DSA (Democratic Socialist of America) es un ejemplo de los límites de la política antes mencionada, la organización- con unos 70 mil miembros- apoyó la campaña de Sanders, se reclama socialista y tiene varias alas y corrientes dentro de ella, pero predomina el reformismo entre sus dirigentes. Los acontecimientos que se desarrollaron desde principios de 2020 no hicieron más que renovar la importancia de las ideas revolucionarias y plantean una revisión del giro de Bernie, y la relación de la DSA con el Partido Demócrata. La crisis puso de manifiesto la urgente necesidad de un partido independiente de la clase obrera que luche por el socialismo.
Cooptación
Sanders comenzó sus campañas, tanto en 2016 como en 2020, prometiendo una "revolución política". Para muchos en la izquierda, su carrera dentro del Partido Demócrata fue un desafío abierto a la cúpula de dicho espacio y creó una base para desarrollar políticas de la clase trabajadora. Sin embargo, desde que abandonó la carrera presidencial, su apoyo incondicional a Biden y la decisión de acabar con las disidencias provenientes de sus propias filas demostraron que su compromiso era, ante todo, el fortalecimiento del Partido Demócrata, a expensas de cualquier proyecto político que pudiera producir un cambio radical.
Sanders llegó a exigir, a finales de mayo, que sus delegados a la convención demócrata firmaran un compromiso de no criticar públicamente a otros candidatos y líderes del partido. El incumplimiento, según el documento, resultaría en una acción disciplinaria, incluyendo la remoción de la delegación. Esta censura de sus propios partidarios se produjo cuando Biden estaba bajo fuego, no sólo por una acusación de violación presentada por Tara Read, sino también por una serie de errores y comentarios reaccionarios del candidato y su campaña: anuncios anti- China, su cuestionamiento profundamente polémico a un conductor radial negro a quien acuso de “no ser negro” si no decidía a quién votar, y su apoyo al golpista Juan Guaidó en Venezuela, entre otros.
Sanders amordazó a sus propios delegados para evitar las críticas a Biden y a otros líderes del Partido Demócrata. Esto debería ser un fuerte llamado de atención para los socialistas que aún están convencidos de que Bernie podría liderar el camino hacia el socialismo.
Una mirada más amplia
Intentemos recordar por un momento cuál era el clima político de principios de 2020, cuando el Covid-19 aún no había llegado a los Estados Unidos. Durante los tres años de Donald Trump en el cargo, los demócratas, incluso su flamante ala izquierda, demostraron ser completamente incapaces -y la mayoría de las veces, poco dispuestos- de proteger a los inmigrantes contra un envalentonado ICE- Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos-, de tomar cualquier paso decisivo para evitar la catástrofe climática, o para proteger los derechos laborales atacados bajo la administración de Trump. Para cualquier lector de la Red Internacional La Izquierda Diario, esto no es una sorpresa: Tanto los republicanos como los demócratas sirven a los intereses del capital y perfeccionaron su rutina de policía bueno/policía malo, en la que uno pretende estar del lado de la clase obrera mientras que el otro es más descaradamente racista y se opone a los derechos de los trabajadores y las mujeres.
Pero esta realidad se volvió evidente para muchos norteamericanos, no sólo para los que consumían propaganda marxista. Aumentó significativamente el sector que no se siente representado por el bipartidismo tradicional, en su mayoría jóvenes, que fueron interpelados por las propuestas de Sanders, cuyo mensaje no sólo era anti-establishment y generalmente a favor del trabajador, sino que era creíble porque mantuvo cierta coherencia en su discurso durante las últimas tres o cuatro décadas. La pregunta es, entonces, ¿Por qué se hizo tan popular ahora? Sanders fue capaz de articular de forma convincente un programa socialdemócrata, como lo hizo miles de veces antes. La diferencia fue que esta vez logró confluir con un sentimiento generalizado anti-establishment de izquierda, con la ira contra los multimillonarios y con la necesidad de un cambio radical que impregnó a las nuevas y viejas generaciones de la clase trabajadora. Lo nuevo, en particular, es que existe una nueva generación de “socialistas”.
Cuando anunció su candidatura presidencial en 2020 -en realidad desde su campaña de 2016- argumentamos que, aunque su popularidad reflejaba un descontento profundamente sentido con el sistema capitalista, la campaña de Sanders tenía un defecto fatal: se presentó dentro de la interna Demócrata y, como tal, prometió lealtad al partido, construyó el partido, y lo legitimó. Vastas franjas jóvenes y trabajadores, comprensiblemente, vieron un rayo de esperanza en el septuagenario de Brooklyn que hablaba en contra de las grandes empresas. Sin embargo, algunos, entre ellos nosotros, señalamos su accidentado historial, que incluye el apoyo a la guerra de Irak y al bombardeo de Kosovo, y su problemática postura en el conflicto palestino-israelí - todos hechos que indicaban que no era tan amigo de la clase trabajadora.
Pero especialmente señalamos que su papel histórico era dar nueva vida a un partido que se estaba desmoronando. En un momento en que el Partido Demócrata estaba en crisis, cuando cada vez más norteamericanos buscaban ideas radicales y se interesaban por el socialismo, el autoproclamado "socialista" más popular en los Estados Unidos decidió postularse nuevamente como Demócrata. El mensaje fue claro: para jugar a la política, tenés que hacerlo dentro del Partido Demócrata.
Una mirada de cerca
Avancemos rápido hasta junio del 2020: todas las contradicciones de nuestra sociedad, lejos de disminuir, se agudizaron con la pandemia y después con los levantamientos tras el asesinato de George Floyd. El negacionismo por parte de la administración Trump de la amenaza que representa el Covid-19 y su desastrosa respuesta no requiere ni ser explicada en este artículo. Los lugares de trabajo se convirtieron en un caldo de cultivo para el virus, ya que los trabajadores precarios, que no pueden quedarse en casa ni siquiera cuando se sienten enfermos, fueron a trabajar. El sistema de atención médica con fines de lucro, que en tiempos "normales" deja a más de 80 millones de personas sin seguro o con seguro insuficiente, tomó la forma de pacientes que usaron sus últimos minutos de vida consciente para preguntar quién iba a pagar por la atención que recibieron. Y para los trabajadores considerados "esenciales", ya sea del sistema de salud o de un depósito de Amazon, la realidad se convirtió en un trato fáustico entre arriesgarse a enfermar e infectar a sus familias o incluso morir, o dejar su trabajo y unirse a los 40 millones de nuevos desempleados. Muchos tomaron un tercer camino: abandonar sus trabajos y salir a exigir condiciones seguras.
Con este sombrío telón de fondo, el atroz asesinato de George Floyd fue la chispa que encendió la llama. La violencia sistemática contra los negros, el lento pero constante deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores, la cada vez más descarnada e inhumana explotación de los trabajadores en general, en resumen, la erosión de la hegemonía burguesa como consecuencia de las propias victorias de la burguesía bajo el neoliberalismo, encontró expresión en una revuelta nacional contra el puño que más brutalmente sostiene este régimen insoportable: la policía.
La respuesta de Sanders al levantamiento contra la brutalidad policial fue a la izquierda de la mayoría de los demócratas, pero siempre dentro del ámbito de las reformas moderadas. Mientras las calles se llenaban de jóvenes negros y latinos que pedían la abolición de la policía o su total desfinanciamiento, Sanders propuso algunos cambios tibios para reducir la letalidad de la fuerza policial y aumentar su responsabilidad – y de paso, propuso aumentar los salarios de los policías-.
Perro pastor de los demócratas
En estos tiempos difíciles, necesitamos más que nunca una política audaz y revolucionaria. Mientras esta situación dinámica e inestable se desarrollaba, en el pico de la pandemia, Sanders decidió abandonar la carrera presidencial y apoyar a Biden. Por un momento, después de su victoria en Nevada, pareció que Sanders podía ganar la interna; pero una rápida maniobra orquestada por el establishment del partido fue suficiente para unir el voto contra Sanders y despejar el camino para la victoria de Biden.
Unas semanas más tarde, al igual que en 2016, Sanders mostró su lealtad al partido y apoyó a su oponente, Biden, después de acusarlo en debates anteriores de ser financiado por Wall Street. Pero no conforme con esto; unos días más tarde Sanders envió un correo electrónico a todos sus partidarios instándoles a donar dinero al Fondo de Unidad Demócrata del partido. Además, ignoró abiertamente las llamadas de algunos de sus partidarios de izquierda y antiguos organizadores de campaña que le exigían que convirtiera su campaña en una herramienta de organización para el activismo en torno a diferentes causas sociales, como el Medicare para todos o planes de vivienda accesibles. El senador rechazó cualquier posibilidad, e incluso abandonó al principal asesor de su campaña, Jeff Weaver, para formar un nuevo comité con el objetivo de reunir a su base más activa para hacer campaña y votar por Biden.
La verdad es que el principal compromiso de Sanders es revitalizar al Partido Demócrata, bloqueando de forma efectiva el surgimiento de una tercera fuerza política a su izquierda. En este momento, apuntalar al Partido Demócrata significa fortalecer el partido de Jacob Frey y Tim Walz, alcalde y gobernador políticamente responsables del asesino Departamento de Policía de Minneapolis y del asesinato de George Floyd. Significa construir el partido de Andrew Cuomo y Bill de Blasio, cuya respuesta a las protestas fue una brutal represión, que incluyó cráneos rotos, arrestos a trabajadores de la salud y el hostigamiento sistemático a los neoyorquinos. En los últimos días, Sanders incluso empezó a acercarse al líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, escribiendo una declaración conjunta para empujar a Mitch McConnel a impulsar la votación de un nuevo proyecto de ley de estímulo económico.
$16,000,000,000,000. Sixteen trillion, with a "t."
That's the estimated long-term economic harm caused by this pandemic.@SenSchumer and I have a simple question: Why the hell won't Senator McConnell act like this is a crisis and pass emergency relief NOW? pic.twitter.com/FA5W642ihz
— Bernie Sanders (@SenSanders) June 1, 2020
“$16,000,000,000,000. Dieciséis trillones, con "t". [1]
Ese es el daño económico estimado a largo plazo causado por esta pandemia. Schumer y yo tenemos una simple pregunta: ¿Por qué diablos el Senador McConnell no actúa como si esto fuera una crisis y vota la ayuda de emergencia AHORA?
El papel que Sanders está llamado a desempeñar en las elecciones de 2020 es el de infundir entusiasmo y sangre joven a la anémica campaña de Biden. El juego está claro. Casi se puede escuchar a Sanders diciéndole a Biden: "Voy a ser tu cara de izquierda, dame alguna migaja que mostrar, seguime el juego". Los seis grupos de trabajo conjuntos que formaron en el momento en que Sanders apoyó a Biden son un ejemplo obvio. ¿Qué otro propósito podrían tener estos grupos de trabajo? ¿Biden va a ceder en Medicare para todos, o en cualquier otra política de la campaña de Sanders? Biden sigue repitiendo hasta el día de hoy que se opone a Medicare para Todos, y no cede en ninguna otra propuesta política significativa, como la matrícula universitaria gratuita, la cancelación de las deudas estudiantiles, o el Green New Deal. Como dijera Juan Domingo Perón: Si querés que algo no avance, "crea una comisión".
La gota que rebalsó el vaso
A finales de mayo, vimos un nuevo capítulo en la sumisión de Sanders al Partido Demócrata, cuando obligó a sus delegados a firmar un compromiso de no criticar a Biden (o a cualquier líder del partido) en los medios de comunicación bajo la amenaza sacarles la delegación. El argumento de que Sanders estaba construyendo un movimiento democrático y transversal se desmorona ante esta medida disciplinaria absolutamente verticalista. No hay necesidad de repetir acá lo lejos que está Biden de cualquier cosa – ni hablar de socialismo - que se parezca a la política progresista. Sanders, sin embargo, se las arregló para posicionarse como defensor de políticas progresistas radicales, como la anulación de las deudas estudiantiles o Medicare para todos, a la vez que promete hacer "todo lo posible" para que Biden sea elegido presidente.
La insistencia en romper con Sanders puede parecer fuera de lugar en este momento, después de que suspendiera su campaña. Pero si nos tomamos en serio la necesidad de construir un partido socialista de clase obrera, independiente de toda variable burguesa, debemos tener claro el legado de Sanders. Si seguimos repitiendo que "Sanders impulsó la lucha de clases" y ayudó a "construir una base" para la Izquierda, sin una valoración crítica de su papel en el fortalecimiento del Partido Demócrata, seguiremos cediéndoles a los demócratas la representación política de esa "base".
Además, a medida que aumenten las presiones de una juventud que se reivindica socialista, proliferarán los progresistas de todos los colores en la arena política que quieran aprovechar el fenómeno. Pero para los verdaderos socialistas, las elecciones son un medio para difundir un programa de la clase trabajadora, denunciar el régimen político y poner en la agenda temas que de otra manera pasarían desapercibidos. Aunque ganar una banca en el Congreso o en una legislatura local pueda proporcionar una tribuna desde la que avanzar en la difusión política anticapitalista, las campañas electorales deben ser coherentes con los esfuerzos a largo plazo para construir una organización que pueda realmente derribar el capitalismo. Esta organización debe tener su centro de gravedad en la lucha de clases, no en las campañas electorales.
Las organizaciones progresistas dentro del Partido Demócrata, como “Justice Democrats” o “Our Revolution”, no representan un paso en la dirección de construir un partido anticapitalista, sino que son ladrillos de un dique que trata de contener a los sectores más de izquierda dentro Partido Demócrata. Desde que se retiró de su candidatura, Sanders apoyó a un montón de candidatos en las internas, todos dentro del Partido Demócrata y todos, quieran o no, fortalecieron al partido al contener y potenciar a su ala izquierda.
El DSA y Bernie Sanders
Muchas de las reacciones de la izquierda ante la derrota de Sanders fueron desconcertantes. Empezando por todos los miembros del DSA que vieron en la campaña una oportunidad sin precedentes para los socialistas y que se esforzaron al máximo por la candidatura (en particular, el ala que publica la revista Jacobin) pero aun después de la derrota de Sanders, la pandemia de Covid-19, y cuando las masas siguen inundando las calles exigiendo un cambio radical siguen repitiendo el mismo discurso. ¿Qué fue lo que falló en la campaña Bernie 2020? Nada. Sólo están tristes de que haya perdido. En una reunión virtual llamada "Más allá de Bernie" organizada por el DSA de la ciudad de Nueva York a finales de abril, presentaron a Meagan Day, del ala dura de Sanders, como única oradora. Cuando se le preguntó sobre el balance, ella –no es que sorprenda- no tenía ningún aspecto negativo que señalar sobre la campaña y la plena participación de la DSA en ella.
Aunque el DSA tiene el crédito de resistirse a la presión de apoyar a Biden, incluso cuando recibieron presiones y ataques de medios liberales, progresistas - y algunos ex-izquierdistas – . El editor de Jacobin, Bhaskar Sunkara aclaró en un artículo de opinión publicado en el New York Times que el DSA no presenta un tercer candidato y que hace campaña por candidatos locales que en su mayoría se presentan dentro de una interna del Partido Demócrata. De hecho, el DSA intensificó su militancia en las elecciones locales, sin hacer nunca un balance crítico de la orientación de Bernie 2020.
El comité directivo del DSA de la ciudad de Nueva York votó a principios de mayo para reasignar recursos de todas sus actividades hacia la campaña electoral como forma compensar la actividad presencial que la organización no puede hacer debido a la pandemia. Concretamente, esto significó que se pidió a muchos sectores y grupos de trabajo que suelen hacer una valiosa militancia no relacionada con las elecciones - como los activistas obreros que crearon el Comité Organizador de Trabajadores de Emergencia - que dedicaran tiempo y recursos para tratar de que estos candidatos demócratas fueran elegidos.
Aunque no haya un balance crítico de todo esto, hay lecciones que se pueden sacar. Por segunda vez en cuatro años, Sanders hizo campaña sobre una plataforma muy progresista, atrayendo a cientos de miles o incluso millones de personas al Partido Demócrata, sólo para ser derrotado por el establishment del partido y después apoyar al candidato moderado.
La mecánica de la cooptación
La cooptación siempre implica concesiones de la burguesía o sus estructuras de poder para canalizar y aplacar un movimiento potencialmente perturbador nuevamente hacía los marcos institucionales del capitalismo. En cualquier régimen político, el Estado no puede operar sólo mediante la coacción. Es necesario que haya cierto consentimiento o pacto social, si los gobernantes quieren evitar las rebeliones cada dos años. Esto no es más que la idea más básica de Gramsci. La tarea de intermediar en estos nuevos pactos sociales y hacer que las cosas vuelvan a la "normalidad" recae centralmente en quienes administran el Estado, gobierno, partidos, etc. - los capitalistas sólo se ocupan de ganar más dinero, sin importar el costo (social).
Durante las casi cinco décadas de neoliberalismo, tanto republicanos como demócratas inclinaron demasiado la balanza en dirección a aumentar las ganancias capitalistas, a costa de bajar el nivel de vida de los trabajadores, o, en otras palabras, como representantes en el poder de la clase capitalista, concediendo a las masas demasiado poco. Este descuido del lado del "consentimiento" muestra profundas consecuencias. Los "perdedores del neoliberalismo" les dieron la espalda a los políticos del establishment y, desde 2016, buscan alternativas a los representantes tradicionales. Esto se refleja, entre otras cosas, en una creciente presión a la izquierda para que abandone el Partido Demócrata en la búsqueda de espacios más radicales. Esta misma dinámica subyace en el enorme crecimiento del DSA, que ya ha alcanzado la cifra de 70.000 miembros.
El punto es que, visto así, es evidente que el crecimiento de un movimiento socialista que desafía al sistema bipartidista en los Estados Unidos fue una consecuencia natural de los recientes acontecimientos políticos. Cuanto más abren los gestores estatales las puertas del gallinero a los zorros capitalistas, más se disuelve la legitimidad de las instituciones del régimen, y esto incluye el sistema de partidos. Sanders, independientemente de sus intenciones, ya jugó en dos ocasiones el rol del outsider que impulsa una agenda radicalizada, desafiando a los partidos políticos, pero dentro del bipartidismo.
La pandemia empujó a un sector de los trabajadores más combativos a dar un paso adelante, organizarse y luchar. De la misma forma, las protestas contra la brutalidad policial racista están radicalizando a un nuevo sector de la juventud dispuesto a luchar contra el régimen.
Sólo una izquierda políticamente independiente y lo suficientemente audaz para enfrentar al régimen político en su conjunto podrá converger con estos sectores en lucha. Si el movimiento socialista converge con el movimiento contra la brutalidad policial racista, las consecuencias podrían ser explosivas.
Las elecciones y la lucha por el socialismo
Las campañas electorales no son intrínsecamente perjudiciales para los socialistas. Muchos socialistas dentro y fuera de la DSA, legítimamente frustrados por el carácter monopolizador y finalmente fallido de la campaña de Sanders, llegaron a la conclusión de que las elecciones siempre conducen a un fortalecimiento del dominio burgués. Por eso creen que la única actividad que vale la pena es la organización en los barrios y lugares de trabajo, creando comunidades entre esos sectores. Todo esto es bueno, y son esfuerzos que pueden contribuir en gran medida a generar conciencia y fuertes lazos entre la clase trabajadora, pero tiene que haber un objetivo a largo plazo de que esa clase tome el poder. Con este objetivo en mente, las campañas electorales pueden ayudar a construir una identidad para los trabajadores, difundir la política revolucionaria, promover consignas radicales que socaven la legitimidad del Estado burgués, y avanzar en la construcción de un partido político que, en una situación revolucionaria, sea capaz de dirigir a las masas de trabajadores al poder. Todo esto, sin embargo, requiere independencia política desde el principio. Una campaña dentro del Partido Demócrata, por su propia naturaleza, no puede lograr ninguno de estos objetivos.
La obstinada continuación (o incluso la profundización) del electoralismo sin independencia de clase es aún más problemática en tiempos de pandemia, en medio de los levantamientos contra la violencia policial racista. En un momento en que los socialistas son los más necesarios en las primeras líneas de la lucha de clases, cuando los trabajadores y la gente de color se levantan para defender sus vidas, construyendo vínculos de solidaridad entre sectores y luchando juntos por su bien común, hay una necesidad urgente de dos acciones interrelacionadas que sólo los socialistas pueden hacer. Por un lado, participar en esas luchas, organizando a los compañeros de trabajo, luchando junto con los trabajadores de otros sectores, movilizándose como organización socialista en las calles por la vida de los negros, y empujando al movimiento obrero a tomar medidas contra el terror policial. Por otro lado, necesitamos que los que están en la lucha creen en su propia fuerza, confíen en sus propias fuerzas y se den cuenta de que pueden construir su propia herramienta política. Se necesita un nuevo partido que represente a los trabajadores y luche contra la opresión racista desde una perspectiva de la clase trabajadora, uno que no esté dominado por financistas capitalistas; uno que luche sin disculpas por el socialismo. Esa es la primera tarea de los socialistas en los Estados Unidos hoy en día, y Bernie Sanders y el Partido Demócrata se interponen en nuestro camino.
[1] Trillones según uso norteamericano serían cuatrillones según el uso español
Juan Cruz Ferre
Editor de Left Voice y columnista en La Izquierda Diario. Médico, actualmente vive en Estados Unidos y cursa Sociología en la City University of New York.