El Senado votó por 99-0 a favor de una resolución que recorta la financiación a cualquier administración local que tome medidas para desfinanciar a la policía.
Jueves 12 de agosto de 2021 21:35
En un enorme golpe al movimiento contra la violencia racista y policial que sacó a millones de personas a las calles de todo el país y del mundo el pasado verano (boreal), el Senado votó por unanimidad a favor de un acuerdo no vinculante, presentado por el senador republicano Tommy Tuberville, que recortaría la financiación a cualquier ciudad que tome medidas para desfinanciar a la policía. El proyecto de ley fue aprobado por el Senado con una abrumadora votación de 99-0, siendo el republicano Mike Rounds el único que no votó. Esto significa que progresistas como Bernie Sanders y demócratas como Cory Booker y Elizabeth Warren, que se llenaron la boca hablando del Black Lives Matter, votaron a favor de este proyecto de ley.
El año pasado, los activistas denunciaban los presupuestos policiales inflados y exigían un cambio. Los departamentos de policía de todo el país reciben millones, o miles de millones de dólares cada año, mientras que a las escuelas y los hospitales se les recorta el presupuesto. Mientras los policías salían a reprimir a los manifestantes de BLM con equipo de alta tecnología, los trabajadores sanitarios que luchaban contra el coronavirus llevaban bolsas de basura como única protección. Mientras las clases estaban abarrotadas y las escuelas carecían de orientadores y enfermeras, se gastaban millones en policías dentro de las escuelas.
La muestra de apoyo de ayer a una fuerza policial violenta que mata impunemente a negros y latinos fue un esfuerzo bipartidista, y los demócratas le dieron un respaldo rotundo. Esto, después de que el establishment del partido demócrata y sus satélites en la burocracia de las organización no gubernamentales hicieran un enorme esfuerzo el año pasado para canalizar la energía de las calles hacia las urnas. Los demócratas, tanto los moderados como los progresistas, se presentaron como campeones de la liberación de los afroamericanos, subrayando que las demandas del movimiento para desfinanciar e incluso abolir la policía sólo serían posibles si conseguían ganar la presidencia y el control del Senado. Ahora, con el control firme de tres de las cuatro ramas del gobierno, los demócratas están aplastando las demandas del movimiento BLM y de hecho están aumentando los fondos para la policía. Los demócratas, como en décadas pasadas, siguen dejando claro para quién gobiernan: no para la clase obrera y los oprimidos, sino para los intereses del capital.
Como escribió Lenin en Estado y Revolución, el Estado requiere cuerpos especiales de hombres armados para mantener el dominio de clase. Es precisamente este papel el que cumple la policía en la sociedad moderna. Descendientes de los cazadores de esclavos y de los rompehuelgas, la policía funciona como el brazo armado del estado capitalista, diseñado para proteger la propiedad privada y mantener a las masas a raya. De hecho, sólo hay que ver el papel que cumplió en el movimiento BLM el año pasado, donde la policía, incluso en estados de mayoría demócrata como Minnesota y Nueva York, reprimió brutalmente a los manifestantes y aplicó toques de queda.
Ahora, un año después, mientras los manifestantes siguen enfrentándose a cargos por luchar contra el racismo, la policía encuentra un apoyo abierto en los pasillos del gobierno. En un vídeo viral, el ex aspirante a la presidencia y demócrata, Corey Booker, dio un sonoro respaldo en el pleno del Senado a la moción de Tuberville. "Este senador nos ha hecho el regalo de que, por fin", dijo, "podemos acabar con esta acusación escabrosa de que alguien en este gran cuerpo estimado quiera desfinanciar a la policía". Los demócratas no perdieron el tiempo en distanciarse de las peticiones de desfinanciación de la policía, y apoyaron una moción que se comprometía a penalizar a los gobiernos locales que cedieran a las demandas de los activistas. Este apoyo a la policía fue secundado por el campeón progresista, Bernie Sanders, que también votó a favor.
Una y otra vez, el partido demócrata ha demostrado quién es, y ya es hora de que les creamos. Mientras desvían toda la responsabilidad a sus homólogos republicanos, los demócratas también tienen las manos manchadas de sangre. Hoy en día, el partido está liderado por Joe Biden, que fue el arquitecto de la reforma penal de 1994 y de la Guerra contra las Drogas que se dirigió desproporcionadamente a los jóvenes negros y destruyó las comunidades de clase trabajadora de color.
Pero esto no es historia antigua. Durante la campaña del año pasado, en medio de un movimiento que protestaba por el asesinato de George Floyd, Biden propuso que los policías dispararan a la gente en la pierna. Para apuntalar el apoyo de las masas que salieron a las calles el verano pasado, el ala progresista del partido demócrata jugó un papel activo en la cooptación del movimiento, apoyando de palabra la demanda de desfinanciamiento mientras hacían lo contrario con sus votos. De hecho, progresistas como Alexandría Ocasio-Cortez abrieron el camino para el aumento de la financiación de la policía del Capitolio a principios de este verano, mientras que Ilhan Omar y otros votaron por el aumento de la financiación militar de Israel, que se destina a la brutal opresión de los palestinos. Desde la presidencia hasta los pasillos del Senado y el Congreso, el Partido Demócrata ahora fortalece el aparato represivo del Estado que se utiliza para disciplinar a la clase obrera y la izquierda tanto en casa como en el extranjero, todo para que el Estado pueda mantener el buen funcionamiento del capitalismo.
Booker, en su discurso, preguntó además: "¿Podemos añadir también que todos los senadores aquí presentes quieren financiar(sic) a la policía, creen en Dios, la patria y el pastel de manzana?" Efectivamente, Corey Booker tiene razón: el racismo, y por tanto la defensa de la policía, es tan estadounidense como la tarta de manzana. Para los millones de personas que salieron a las calles el año pasado y que siguen luchando por la justicia contra un sistema racista y capitalista, el partido demócrata no es el vehículo para el cambio que necesitamos. Mientras algunos siguen albergando ilusiones en transformar este partido en uno que el pueblo trabajador necesite, la experiencia de los progresistas, que tanto a nivel local como nacional siguen alineándose detrás del establishment del partido para gobernar en interés del capital, muestra que tal programa no es más que una quimera. La clase obrera y la izquierda necesitan un partido propio, uno que sea independiente de la influencia de los capitalistas y que luche como un demonio no sólo para hacer sonar las campanas de muerte del estado racista y capitalista, sino también para construir un mundo libre de opresión.