Bulgaria y Rumania son los dos países más pobres de la Unión Europea. A más de dos años de iniciada la pandemia esa desigualdad se expresa con fuerza en la caída de la esperanza de vida, y en la deficiencia de las condiciones sanitarias, sociales y económicas. Se trata de un patrón que se registra en todo el mundo y que muestra la irracionalidad capitalista ante una pandemia de esta magnitud.
Miércoles 19 de enero de 2022 10:13
Todos los países del mundo no afrontaron de igual manera la pandemia del coronavirus. A más de dos años de inicada, los países más pobres en todos los continentes y las comunidades más pobres dentro de cada país han cargado con lo peor de los efectos.
Con sistemas sanitarios desfinanciados, sin poder acceder a equipos de protescción personal y test, y finalmente sin poder acceder a vacunas suficientes para inocular a toda su población, los países más pobres del mundo han visto reducir la esperanza de vida de su población a medida que la cantidad de muertes superaba a la de los nacimientos. Es un patrón que se vió en todo el planeta y que tiene una relación estrecha con la irracionalidad capitalista que guió la gestión de la pandemia a nivel mundial.
Dentro de la Unión Europea la pandemia afectó con especial dureza a los dos países más pobres y menos vacunados, Bulgaria y Rumania, cuyos sistemas sanitarios se han visto desbordados por la covid hasta el punto de dejar sin atención a otros enfermos.
Según datos publicados el pasado diciembre por la Comisión Europea (CE), la tormenta perfecta provocada por el coronavirus en Rumania y Bulgaria ha supuesto en los dos países del este la mayor caída de la esperanza de vida de todo el bloque comunitario.
Sólo en 2020, primer año de la pandemia, este indicador se redujo en 1,4 años en Rumania (que tiene ahora una esperanza de vida de 74 años) y en 1,5 en Bulgaria (73,6 años) con respecto a 2019.
El descenso es dos veces superior a una media europea que la Comisión calculó en 0,7 años. La media de esperanza de vida de la UE supera los 80 años.
Bulgaria -con casi 7 millones de habitantes- es el país de la UE con menos vacunados, solo el 28,3 % tiene la pauta completa, mientras que en Rumania -con unos 19 millones- esa cifra es del 41 %.
Esos números están muy lejos de la media comunitaria, con el 70 % de la población con al menos dos dosis, y llevaron a ambos países a sufrir, en octubre y noviembre, una cuarta ola muy virulenta que colapsó los hospitales y causó miles de muertos.
Los datos de esa última ola todavía no se han contabilizado en las futuras estadísticas comunitarias sobre caída de esperanza de vida en 2021.
Según el propio informe de la CE, las muertes causadas directamente por la covid son sólo uno de los factores que han disparado la mortalidad en estas dos naciones que entraron en la UE en 2007, ya que durante la pandemia, el resto de pacientes han sido discriminados y no han tenido acceso a la sanidad. Es decir que también se disparó el índica de mortalidad por otras enfermedades que no fueron tratadas al encontrarse saturados los sitemas sanitarios.
En varios momentos de la pandemia, los hospitales de Rumania y Bulgaria suspendieron la atención a pacientes considerados no prioritarios para centrarse en los casos graves de covid.
Por detrás de las enfermedades cardiovasculares, el cáncer es la principal causa de muerte tanto en Rumania como en Bulgaria.
El informe de la CE identifica problemas similares de detección precoz en Rumania, que comparte con Bulgaria un grave déficit de infraestructuras médicas.
Rumania es, con el 5,75 %, el país con el menor gasto sanitario en relación al producto interior bruto (PIB) de la UE, solo por delante de Luxemburgo. La situación de Bulgaria es mejor, con el 7,1 %, pero ambos están muy lejos de la media comunitaria del 9,9 %, según datos de Eurostat.
La Comisión Europea solo se limitó a señalar la situación calamitosa en la que se encuentran estos países pero nunca tuvieron una sola iniciativa para ayudar a fortalecer sus sitemas sanitarios o proveer de vacunas para avanzar en un plan de inoculación en toda la población.
El patrón se ve en todo el mundo y tiene que ver con la desigualdad entre los países ricos que acapararon desde un primer momento los insumos básicos como test, oxigeno, mascarillas y finalmente las vacunas, mientras que los más pobres sufrian de una carencia total de estos mismos elementos. La irracionalidad de la gestión internacional de la pandemia llegó a su máximo exponente en la negativa de las principales potencias imperialistas para liberar las patentes de las vacuanas para que estas se puedan producir de forma masiva y al costo en todos los labratorios del mundo que tengan capacidad para hacerlo, eliminando del medio el lucro empresarial. Esto redundó en que en los países sin posibilidad de vacunar a su población, la circulación comunitaria del virus haya dadu lugar a nuevas variantes, cómo la Delta y la Ómicron, y que aún pueda seguir mutando en el futuro.