En 2020, en medio de la cuarentena represiva, una bala del gatillo fácil casi le arranca una pierna. Este año el joven de 19 años estuvo cuatro meses preso, acusado de un delito que no cometió. Mientras cumple prisión domiciliaria junto a su familia relata su historia, denuncia la causa armada y reclama su libertad.
Daniel Satur @saturnetroc
Lunes 24 de mayo de 2021 10:21
Fotos gentileza familia Trotta
El año pasado, a lo largo de la cuarentena estricta impuesta por el Frente de Todos (con el argumento de enfrentar la pandemia), La Izquierda Diario te informó de muchos casos de muertes y desapariciones de jóvenes trabajadores en todo el país a causa del accionar de las fuerzas represivas del Estado, tanto federales como provinciales. En prácticamente todos esos casos las víctimas fallecieron, por gatillo fácil, torturas en cárceles y comisarías y demás acciones violentas ejecutadas por uniformados.
Hoy habla un sobreviviente de ese accionar criminal que, a la corta edad de 19 años, ya sufrió una sorprendente serie de ataques de parte de la fuerza que conduce Sergio Berni. En mayo de 2020 Sebastián Ventorino sobrevivió al gatillo fácil en Wilde, lo que le dejó una dura secuela en su pierna derecha. Durante meses recibió hostigamientos de la Comisaría local. En enero de este año lo detuvieron en Monte Grande y le armaron una causa acusándolo de haber encabezado una entradera en Sarandí. Pasó cuatro meses preso en comisarías superpobladas donde reinan la sarna, el hambre y la degradación humana.
Como ya te contó este diario hace casi dos meses, Sebastián fue víctima directa del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) impuesto por el gobierno de Alberto Fernández con la excusa de combatir al coronavirus y “cuidar” a la población.
La misma Policía que le disparó de atrás y, literalmente, le reventó la pierna derecha, es la que estuvo detrás de los crímenes de Facundo Castro, Brandon Romero, Alan Maidana, Lucas Verón y tantos otros jóvenes de la provincia. Todos crímenes encubiertos por Axel Kicillof y su ministro de Seguridad, Sergio Berni, con la complicidad de la Subsecretaría de Derechos Humanos y demás funcionarios.
Mala pata
“Fue en plena cuarentena, íbamos con un amigo en moto y un patrullero nos quiso detener. No sabíamos cómo reaccionar. Al querer seguir nos chocaron la moto y nos obligaron a bajar. Me dijeron ‘ahora empezá a correr’. Corrí. A los pocos segundos que estaba alejándome sentí el disparo y una explosión adentro de la pierna. Hice un par de pasos y me caí, sin poderme levantar más. Me patearon mientras estaba en el piso, me decían que me iban a poner un arma como para simular que estábamos armados”, recuerda Sebastián en una extensa conversación con La Izquierda Diario.
El hecho ocurrió la noche del sábado 30 de mayo de 2020. Los atacantes eran efectivos de la Comisaría Quinta de Avellaneda, con asiento en Wilde. Efectivamente le plantaron un arma, lo cargaron en el patrullero y lo llevaron al Hospital Finocchietto. “Ahí no me dieron bola, yo tenía una lesión vascular, se dieron cuenta de que no tenía pulso en el pie, pero sólo me vendaron, me dieron un analgésico y me dijeron que en quince días ya iba a estar bien. Llegué a escuchar a un médico decirle a los policías ‘la próxima le tienen que dar entre ceja y ceja así no tienen que traerlo’”, detalla el joven.
En la Quinta lo metieron en una celda. La pierna no dejaba de perder sangre, la venda ya no contenía nada. Sebastián se estaba poniendo pálido y le agarró mucho frío. “Cuando le dije a los policías que no daba más, se ve que se asustaron, habrán dicho ‘este pibe se nos va a morir acá adentro’, así que al rato me dijeron que me vaya”, recuerda.
Extenuado, cuando llegó a la casa lo primero que hizo fue acostarme a dormir. “Al rato me desperté con fiebre y una presión muy fuerte en la pierna, desperté a mi mamá y le pedí que llamara a una ambulancia, que eso no era solamente por el tiro”. Terminó internado más de un mes en el Hospital Penna de la Ciudad de Buenos Aires. En plena cuarentena no podía recibir visitas. “Solamente mi mamá, que se terminaba metiendo de prepo para verme un rato”, aclara.
Ventorino se salvó por poco de una amputación. Antes de entrar al quirófano los médicos le dijeron “vamos a hacer lo posible por salvar la pierna, pero está complicado”. Le hicieron firmar el consentimiento por si finalmente el intento fracasaba. “Entré a la operación con mucho miedo, por suerte me la salvaron y no me quedaron secuelas graves, puedo caminar bien y no tengo ninguna discapacidad. La bala la tengo alojada atrás de la rodilla, no me la sacaron porque no molesta”, explica a un año de aquellos hechos.
De punto
Pocos meses después de haber zafado del gatillo fácil de la Bonaerense, Sebastián volvió a toparse con los uniformados de la Quinta de Wilde. Una tarde de diciembre salió a hacerle un mandado a su abuela. Con la misma impunidad de siempre, un patrullero se le acercó y empezó a hostigarlo. Le dijeron que podría seguir su camino si les daba plata. Como no tenía los miles que le pedían, lo llevaron a dar una vuelta en patrullero y, finalmente, desembarcaron en la casa de la abuela. Le terminaron sacando a ella la improvisada “fianza”.
“La Policía es así, cuando te ve que andás por todos lados, cuando te cruza seguido te toman de punto y te encuentran cualquier excusa para joderte la vida. Ellos están al pedo y se la pasan buscando complicarle la vida a la gente. Los únicos que están tranquilos con ellos son los tranzas”, dice Sebastián con total convicción.
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A esa altura de los acontecimientos Ventorino y su mamá, Paula, pensaban que lo que les estaba pasando era demasiado. Mucha mala suerte hay que tener, pensaban, para que la Bonaerense te ataque tantas veces y de esa manera. Pero aún faltaba lo peor.
El 17 de enero, cuando iba a Monte Grande a visitar a una amiga en remís, terminó detenido y acusado de haber protagonizado una entradera en Sarandí dos días antes. El hecho está relatado con detalle en la nota de abril. El joven terminó preso en la Comisaría Primera de Monte Grande por haberlo encontrado viajando en el auto supuestamente robado a la víctima de la entradera.
Allí, entre una treintena de detenidos, no terminaba de caer. Ere como una pesadilla. “Cuando caí preso me dijeron ‘en cinco días te vas’, pero pasaban los días y nada. Me seguían diciendo ‘en cinco días te vas’, así que en un momento ya no les creí más. Con los días vas perdiendo la esperanza, cada vez te ves más ahí adentro, pensás que no vas a salir nunca más”. Cuatro meses después, cuando lo fueron a buscar para decirle que se iba a su casa, no podía creerlo.
Causa armada
¿Cómo es estar preso y, encima, por algo que ni siquiera hiciste?
¿Ahí es donde te dieron un facazo?
Los efectivos de la comisaría no impidieron la pelea ni asistieron a Sebastián cuando quedó herido. Tres días después, cuando el tajo se había infectado, los compañeros de celda se comunicaron con Paula y le pidieron que llamara a la comisaría y reclamara atención para su hijo. Recién ahí lo llevaron a la Clínica Santa Marina. Un médico puso en el informe que había una herida de arma blanca, pero en el legajo oficial de Sebastián hicieron figurar que la ida al médico fue por un “dolor estomacal”.
Su madre asegura que ese apuñalamiento fue una represalia por todo lo que ella se estaba moviendo afuera para rescatarlo. De hecho horas antes del ataque contra su hijo, ella había denunciado a la fiscal Alejandra Olmos Coronel en la sede de La Plata de la Procuración de la Provincia. Razones no le faltan para sospechar.
¿Te llevaron a otra comisaría
¿Conociste algún caso similar al tuyo estando detenido?
¿A vos la Policía te trataban diferente?
Seguramente en esos lugares no habrás visto a ningún rico
Volver a casa
Paula Trotta no descansó un instante para sacar a su hijo de prisión. Habló con cuanto funcionario pudiera atenderla. Buscó la compañía de organizaciones de derechos humanos y hasta viajó a La Plata a denunciar a la fiscal del caso, máxima responsable de que esta causa siga su curso.
Gracias a su tesón y a la repercusión pública que empezaba a tener el caso, Sebastian obtuvo a principios de mayo la prisión domiciliaria. “Estar con mi familia no tiene precio, seguimos luchando pero ahora desde acá adentro, todos juntos es más fácil”, dice desde su hogar en la Ciudad de Buenos Aires.
Hoy están a la espera de una resolución favorable al pedido de nulidad de la causa (solicitada hace meses). El expediente está desde hace pocas semanas en manos de la Sala III de la Cámara de Apelaciones de Lomas de Zamora, después de que se la sacaran al juez de Garantías de Avellaneda José Luis Arabito. Aún no tienen respuestas, pero en los próximos días esperan poder dar nuevos pasos a partir de un cambio en la estrategia de la defensa.
La familia acusa a la fiscal Alejandra Olmos Coronel de negarle sistemáticamente a Sebastián la posibilidad de defenderse, llegando a no aceptar que declaren los testigos propuestos, quienes demostrarían que el joven estaba en otro lugar al momento de producirse la supuesta entradera de la que se lo acusa. Además, la titular titular de la UFI 1 de Avellaneda le niega a la Comisión Provincial por la Memoria el acceso a la causa, que le fuera solicitada por el organismo tras la denuncia de la madre del joven.
Trotta también denunció a la fiscal ante la Procuración General de la Provincia de Buenos Aires, comandada por Julio “opus dei” Conte Grand. Lo hizo en la misma sede de La Plata cuando su hijo llevaba casi dos meses detenido. Allí el subsecretario del Departamento de Enjuiciamiento de Magistrados, Miguel de Lezica, le dijo que Olmos Coronel “es de ese tipo de fiscales que meten presos como por un tubo”. Pero nunca la llamaron ni resolvieron nada. Ella pidió reunirse con el procurador. Nunca le respondieron.
La tía de Sebastián fue a buscar a la Comisaría Primera de Monte Grande las pertenencias de su sobrino. Le devolvieron el celular y su billetera totalmente vacía. No le devolvieron el dinero y una cadenita que llevaba al momento de ser detenido. Por si fuera poco comprobaron que la oficial Mercedes Paz seguía en funciones. Se trata de quien le armó la causa al joven (con un testigo trucho, luego de que Sebastián se negara a pagarle $ 20.000 para quedar libre) y había sido supuestamente pasada a disponibilidad.
Salir adelante
¿En qué te cambió, en lo personal, todo lo que te hicieron?
¿Qué estás pensando para el día en que te dejen en libertad?
¿Qué es tu mamá para vos?
¡Y tu familia
¿La Policía?
¿El Poder Judicial?
¿La justicia?
¿Estar preso?
Los médicos que te salvaron la pierna
¿Qué le dirías a las pibas y los pibes como vos que están todo el tiempo expuestos a lo mismo?
Sobre el final de la conversación con Sebastián, Paula interviene con una reflexión sobradamente fundada en su propia experiencia: “Desarmar una causa armada es más difícil que pelear siendo culpable de eso que ellos deciden que es delito. La causa armada, desde el comienzo, es doblemente injusta porque no te dan chance siquiera a la presunta inocencia. Una vez que estás en la comisaría es como que ya estuvieras condenado. Todo lo demás es un circo, es una farsa donde cada uno empieza a actuar de acuerdo a un libreto sincronizado. Es algo que está tan premeditado y planeado que es muy difícil de desbarajustar. Es una manera muy siniestra de lucrar con los seres humanos. Porque está claro que con estas cosas, con la vida de los pibes y las pibas, hacen guita. Es un negocio redondo para ellos, mientras para nosotros es todo desesperación”.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).