Organización pionera en la pelea por la liberación sexual en el país y Latinoamérica. Un breve recorrido por su historia. Similitudes y diferencias con el fenómeno en Estados Unidos y Francia.
Pablo Herón @PhabloHeron
Lunes 30 de agosto de 2021 09:50
“Nuestro Movimiento surge como una organización de homosexuales de ambos sexos que no están dispuestos a seguir soportando una situación de marginación y persecución por el solo hecho de ejercer una de las formas de la sexualidad”, manifiesto Sexo y Revolución, 1973.
En agosto de 1971, un grupo de homosexuales se reunía en la casa del escritor y abogado, Blas Matamoro, que quedaba por el barrio de Once para, sin saberlo, terminar fundando el Frente de Liberación Homosexual Argentino (FLH). En esa primera reunión se encontraban además el militante Héctor Anabitarte, el intelectual Juan José Sebreli y el reconocido escritor Manuel Puig.
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Héctor Anabitarte, que era trabajador del correo y había sido expulsado del Partido Comunista por homosexual, impulsó junto a otros trabajadores a finales de la década de 1960 el grupo Nuestro Mundo que terminó en el FLH. Si bien fueron un grupo reducido de militantes, a lo largo del tiempo surgieron varios grupos más: los profesionales, Safo que era un grupo de lesbianas, Eros donde se encontraban algunos estudiantes universitarios, Bandera Negra, católicos homosexuales argentinos, entre otros.
Eran tiempos sumamente hostiles para ser homosexual, la represión sistemática imponía la clandestinidad absoluta. Entre sus reclamos urgentes, el FLH levantaba la derogación de los edictos policiales que penaban la homosexualidad. En sus revistas Somos, daban cuenta de las detenciones y las razzias policiales que recorrieron los años de la dictadura desde Onganía hasta Lanusse, así como el del tercer gobierno de Perón. Debido a la gran persecución hacia toda la militancia de izquierda, las actividades del FLH se planificaban minuciosamente, hacían volanteadas en lugares bien preparadas para difundir sus ideas y evitar ser detenidos.
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Además de la persecución estatal, también se ganaron enemigos como a la derecha reaccionaria nucleada en la revista El Caudillo, ligada a la Triple A y financiada por el Ministerio de Bienestar Social de Isabel Perón, que publicó un panfleto titulado “Acabar con los homosexuales”.
No era para menos. El FLH no se limitó a una defensa irrestricta de derechos democráticos elementales, como no ser detenido y reprimido por la sexualidad. Su surgimiento estuvo íntimamente ligado a la radicalización de época que se palpitaba a nivel internacional con el mayo francés, el black power, el movimiento por la liberación de las mujeres o contra la guerra de Vietnam. La revolución cubana había trazado un antes y un después en el continente. En Argentina, obreros y estudiantes fueron protagonistas del cordobazo, una semiinsurrección que derrotó a las fuerzas policiales e hirió de muerte a la dictadura de Onganía en 1969.
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Dos años después de su fundación y ya con la incorporación de Nestor Perlongher en la organización, el manifiesto Sexo y Revolución del FLH sentenció: “Como hemos pretendido demostrar a lo largo de este documento, esta persecución tiene una raíz netamente política. El sexo mismo es una cuestión política. En esa medida, la liberación que postulamos no puede tener lugar dentro de un sistema económico de dominación, tal como lo es el capitalismo dependiente argentino. Pero partiendo de nuestra propia marginación, cuestionando desde ella a la sociedad sexista, llegamos a un cuestionamiento global de la sociedad”.
La pelea por la liberación sexual no se terminaba por la vía de conquistar determinados derechos dentro de las democracias capitalistas. Al contrario, partiendo de las particularidades de la opresión hacia lesbianas y gays y desde un horizonte anticapitalista, postularon una crítica radical al sistema patriarcal, apostando a repensar la sexualidad, las relaciones y los afectos como parte de la emancipación del conjunto de la sociedad.
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En ese sentido el grupo Safo proclamó en uno de sus materiales: “Si el matrimonio y la familia, como bien sabemos, no pueden satisfacer los requerimientos impuestos por nuestra conciencia cambiante, esas instituciones deberán ser dejadas de lado. Una alternativa viable es la vida comunitaria. Los hombres y mujeres liberados, heterosexuales u homosexuales, podrán en conjunto, desarrollar conceptos revolucionarios sobre el vivir, que les serán útiles para satisfacer sus necesidades de compañía, amor, sexo, y todo lo que sea humanizante. Los adultos y los niños podrán desarrollarse más plenamente, sin las relaciones que imponen las jerarquías y los roles. La cooperación podrá reemplazar a la competencia. Todos podrán vivir plenamente en el marco de una comunidad”.
Las pocas apariciones públicas que realizaron fueron en movilizaciones en apoyo a la vuelta del peronismo al poder, tanto en la asunción de Cámpora a la presidencia en mayo de 1973, como unas semanas después con el regreso de Perón. Participación que la izquierda peronista contestó con el famoso cantito: “no somos putos, no somos faloperos, somos soldados del FAR y Montoneros”. La mayoría de las agrupaciones que pertenecían al FLH creyeron que con el peronismo iba a cambiar la situación para la diversidad sexual.
Previo al golpe cívico, eclesiástico y militar de 1976, decidieron disolver la organización debido a la escalada represiva.
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El orígen de su nombre y la experiencia del FHAR francés
En una entrevista publicada hace unos días José Sebreli cuenta que el nombre del Frente de Liberación Homosexual lo eligieron para “parecer ligados a un movimiento internacional”. Así es que proviene de su organización homónima en Estados Unidos, que en inglés se denominó Gay Liberation Front (GLF). A la par, en 1971 también surgía en Francia el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR). Los procesos y contextos en los que surgieron fueron distintos, lo que se expresó en las posturas que sostuvieron en sus breves recorridos como organizaciones.
Como refleja esta nota, el período abierto por el mayo de 1968 en Francia con huelgas donde llegaron a participar 10 millones de trabajadores y miles de estudiantes radicalizados, tuvo una fuerte impronta en los debates e iniciativas que tuvo el FHAR. Por ejemplo, el 1 de mayo de 1971, día internacional de los trabajadores, organizaron una movilización junto al Movimiento de Liberación de la Mujer y los Comités de Acción de la Escuela Secundaria, con lemas como "Maricas en la calle", "Todos somos una lacra social", "Abajo los falócratas".
El FHAR polemizaba así con el Partido Comunista Francés, que para ese entonces tenía una gran influencia en el movimiento obrero sosteniendo posturas abiertamente reaccionarias contra la homosexualidad y el aborto heredadas del estalinismo: "la clase obrera no pertenece a la dirección del PCF, ni tampoco el marxismo. Por eso nos negamos a tener complejos con ella: denunciaremos y combatiremos sistemáticamente la ortodoxia sexual que nos quiere imponer. Decimos que se jodan los heterócratas falócratas del aparato del PCF como decimos que se jodan todos los heterócratas falócratas. Lo que sí sabemos es que hay bolleras y maricones en el PCF, como en todas partes, y nos solidarizamos con ellos”.
Así buscaban influenciar a la izquierda y dialogar con el movimiento obrero en alza, contra esa política de división entre trabajadores y sectores oprimidos. “No es cuestión de separar nuestra lucha sexual y nuestra lucha diaria por la realización de nuestros deseos de nuestra lucha anticapitalista, de nuestra lucha por una sociedad sin clases, sin amo ni esclavo”, aseguraban.
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A diferencia de los otros ejemplos en Estados Unidos el proceso tuvo como puntapié la revuelta del bar de Stonewall. En junio de 1969, un grupo de gays, lesbianas y trans se enfrentaron cuerpo a cuerpo con la policía una noche en la que intentó hacer una razzia en el bar. El enfrentamiento duró varios días más, y fue la chispa para que el movimiento de liberación sexual estadounidense emerja como un actor en las calles al grito de “gay power”.
A los pocos meses se fundaba el GLF, que ese mismo año participó en las masivas marchas llamadas “Moratoria para poner fin a la guerra en Vietnam” realizadas el 15 de octubre y de noviembre. Un año después de Stonewall, impulsaron junto a otras organizaciones lo que pasó a la historia como la primera marcha del orgullo con una concentración de algunos miles en las calles de Nueva York. “Hacia la mitad de 1970, gays y lesbianas habían formado más de mil organizaciones esparcidas por todo el país” [1] asegura el historiador John D’Emilio. Una situación que explica no solo por el contexto político y social en la juventud, sino también en el desarrollo de una subcultura gay-lésbica en EE.UU. durante la segunda posguerra.
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Si lo miramos con los ojos del presente, lo destacable de estas organizaciones es que no delimitaron su lucha en determinadas fronteras identitarias, en demandas democráticas o la idea de un cambio cultural dentro del Estado capitalista, que son las perspectivas que priman hoy en la lucha de las personas LGBTIQ+. Su mérito fue dejar asentada en la historia una tradición en la pelea por la liberación sexual desde una perspectiva anticapitalista, de emancipación del conjunto de la sociedad de hasta la última cadena de opresión y explotación, por otros vínculos entre las personas, con valores ligados a la solidaridad y lo comunitario contra la competencia y el individualismo.
[1] Sexual Politics, Sexual Communities, John D’Emilio
Pablo Herón
Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.