Es lunes 30 de marzo, son las 12 del medio día. Su teléfono suena sin parar. El negro está durmiendo, la noche anterior había trabajado. A lo lejos escucha el timbre del celular, atiende sin entender mucho, era su jefe. Este le dice que ese lunes, y el martes, se trabaja igual.
Lunes 30 de marzo de 2015 05:25
El negro sabe que el riesgo del despido es una constante para alguien que no llega a los tres meses de antigüedad, por lo que la queja es algo que conscientemente reprime. Corta el teléfono y sigue durmiendo unas horas más, hasta que la luz del sol, que entra por la ventana, da de lleno en su cuerpo. Haciendo de su descanso una tortura. Son las tres de la tarde, somnoliento aun, se levanta, le queda una hora antes de salir para la fábrica, por lo que su alimento no será más que fiambre y pan. Su turno es de 9 horas, pero cordialmente la patronal le impone 12, el viajar como ganado en el colectivo que nunca llega a tiempo hace que un viaje que podría durar 45 minutos se transforme en un viaje de dos horas, todo conspira para que el tiempo de la vida del negro no sea para eso mismo, su vida.
Baja del colectivo y camina los 600 metros hasta su fábrica, la reja se abre y entra, detrás de él, la reja, se cierra nuevamente, dejándole la sensación de que a partir de ahí su vida ya no le pertenece a él, sino a su patrón. Su jornada laboral no será distinta a las demás, el calor del plástico fundiéndose a 200 grados curte sus manos, los pigmentos con el que tiñen este también tiñen su piel y no solo eso, tiñen sus pulmones por dentro. A media noche va al comedor por la comida que no llena y luego de nuevo a su sector, al calor y los pigmentos. No tiene representación sindical, como tantos otros del parque. El plástico llama a parar, pero él tiene que que estar ahí adentro igual.
Llegan las 6 de la mañana, el paro nacional de ese día seria una medida contundente de la clase obrera, desde temprano llegan las noticias de los cortes, el mas cercano a pilar es el de la panamericana. El negro y sus compañeros salen, como el “anda a pata” un compañero “lo tira” hasta algún punto de la pana.
El negro no se va a dormir a su casa, el no es un obrero “normal”. El negro es obrero plástico, pero ese no es su oficio real. El negro es un militante revolucionario, esa es su verdadera profesión. Tampoco es casualidad que este donde esta, fue su elección entrar en esa “gran fabrica” que cuenta con más de 20.000 trabajadores, El Parque Industrial de Pilar.
El negro es un hijo de la clase obrera, su padre fue obrero ferroviario hasta los 90´s donde el desmantelamiento del ferrocarril lo condeno a la sub-ocupación, su madre fue, y es, empleada domestica. El es obrero desde los 19 años y desde los 27, hace 6 años, que lucha por lo que él llama “el paraíso en la tierra”. Él, y sus ideas, no necesitan fusionarse con la clase obrera, el negro es parte de esta. Pero él sabe que es uno entre muchos, es consciente que libra una guerra, donde el campo de batalla es la fabrica y el botín es la conciencia obrera.
Saliendo del parque mira hacia atrás, ese mismo día deberá volver y su viaje seguramente será una odisea, pero esto no lo irrita, sabe que una nueva jornada de trabajo es una nueva batalla donde dará pelea.