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Series. The Marvelous Mrs. Maisel: ¿quién es esa chica?

¿Qué pasa cuando se quiebra el silencio doméstico y las mujeres ya no se quedan en casa? Una versión standapera de ese “malestar sin nombre” que dio paso a la segunda ola feminista.

Celeste Murillo

Celeste Murillo @rompe_teclas

Miércoles 27 de diciembre de 2017 16:18

Imagen: Amazon

“¿Alguna vez pensaste que serías algo y después te diste cuenta de que no lo eras?”, le pregunta Joel Maisel a su esposa Miriam. “Sí, una mujer casada”, responde ella. Así comienza el momento explosivo en el que Miriam se transforma de ama de casa perfecta en un diamante en bruto del stand up cuando casi termina la década de 1950 en Nueva York (Estados Unidos).

La miniserie producida por Amazon, escrita y dirigida por Amy Sherman-Palladino, da vida a Miriam -o Midge- Maisel, una chica de la clase media alta judía del Upper West Side de Nueva York. Interpretada por Rachel Brosnahan (a quien conocimos en House of Cards como Rachel Posner), nominada a los Globos de Oro por este papel, Midge cuenta una historia muy particular pero a la vez habla de muchas mujeres en ese momento.

Tráiler de The Marvelous Mrs. Maisel

Desde la primera escena podemos responder a la pregunta que nos confirma cotidianamente la misoginia de los medios y la industria cultural: ¿las mujeres pueden hacer humor? Midge es la principal oradora en el brindis en su propio casamiento y ya pone de manifiesto su humor mordaz a toda velocidad (un rasgo característico de la guionista Amy Sherman-Palladino, que quienes hayan visto Gilmore Girls reconocerán rápidamente).

En un primer momento, Midge nos engaña al mostrarnos una esposa y madre dedicada, que se desvive por cada detalle y por estar perfecta para su marido Joel, un ejecutivo por acomodo que sueña con ser comediante. Dispuesta y compinche, Midge alienta las ambiciones de su marido aunque de este lado de la pantalla sospechamos que ella es el genio que le da brillo.

Será una separación abrupta lo que motorice el estallido. Una noche, después de que Midge aconseja a su marido aprovechar los detalles cotidianos para su rutina en lugar de “usar” (léase robar) material de otros comediantes, Joel le anuncia que abandona el hogar. Alimenta la tragedia el hecho de que la bomba sea arrojada unas horas antes de Yom Kippur, la tradicional celebración judía que reunirá en su casa a personalidades de la comunidad. Es difícil saber qué es peor si la amarga noticia de la separación o tener que comunicarla a sus padres e invitados.

Después de una botella de vino kosher y un viaje en subterráneo, Midge se encuentra frente al micrófono del bar Gaslight, un antro de comediantes y músicos de jazz en el barrio Greenwich Village. Enfundada en un camisón coqueto, Midge dispara su catarsis que no tiene nada muy especial salvo por los detalles particulares. La presión del matrimonio, la familia, las expectativas de los padres, los sueños interrumpidos y la monogamia, todo es material para la “tragedia” pero también para el humor.

En una escena dominada por los varones, Midge aparece como una promesa de lo que inundará las calles pocos años después (también de dominio masculino, como el ámbito público en general) con la segunda ola feminista tan solo unos años después. El choque contra la moral y las buenas costumbres, que incluyen los arrestos por exhibicionismo y lenguaje obsceno, también nos regalan una fotografía de la pacatería reinante.

Los primeros shows, plagados de sinceridad y adrenalina, hablan de una época donde empezaba a sentirse el lado incómodo del bienestar de posguerra. Lo que parecía un escenario perfecto, el “sueño americano”, empieza a despertar sospechas entre la juventud, la comunidad negra y las mujeres.

De hecho solo unos años después de que Midge llegue a los escenarios, una mujer bautizará como “malestar sin nombre” a esa inquietud y desasosiego que golpearía las mujeres de clase media criadas en el silencio y los buenos modales. Lo que Betty Friedan plasmará en papel (La mística de la feminidad) adquirirá forma de movimiento por la emancipación femenina y la liberación sexual.

El aire que se respira en The Marvelous Mrs. Maisel es muy parecido a ese “malestar” de las amas de casa que parecen tenerlo todo. A través del derrotero de Midge, le seguimos los pasos a las mujeres de su generación: conquistar la independencia económica, salir al mundo “sola”, escabullirse y hablar en el “mundo de los hombres”.

Nuestra heroína es subestimada por todos, empezando por su exmarido y sus padres, que la acogen en su departamento y cuidan a sus hijos cuando Joel la deja por su secretaria. Su madre verbaliza los prejuicios al preguntarle qué hizo ella para provocar la huida del marido; su padre escucha atónito cuando Midge anuncia que ha conseguido un trabajo porque no aceptará la condición de “menor de edad” que quieren imponerle sus padres ahora que ya no es la esposa de alguien.

Midge dispara en el escenario pero también pelea la batalla cotidiana de su hogar. Irónicamente, una de las escenas más liberadoras está rodeada de silencio, cuando de noche frente al espejo se da cuenta de que ya no debe maquillarse ni fingir perfección para un esposo y se ve, quizás por primera vez, a sí misma.

The Marvelous Mrs. Maisel no tiene ninguna aspiración a serie política ni mucho menos, tampoco juega a ser realista. Pero sabe usar las reglas de la comedia para hablar de cosas serias: los mandatos sociales, el “lugar” de las mujeres, qué pueden y qué no pueden hacer. La vida vista a través de las que se suponía que debían guardar silencio y sonreír hasta que un día todo empezó a parecer una broma de mal gusto y empezaron a hablar.

Y todo lo demás también

Acompañan a Midge, además de sus padres conservadores, nuevos y viejos amigos que personifican la bisagra entre los dos mundos que la atraviesan. Su amiga Imogene, que le recuerda constantemente el mundo que cada vez parece pertenecerle menos, de las fiestas y los ejercicios para estar perfecta, las fiestas de cumpleaños y las salidas de matrimonios.

La proto agente Susie (Alex Borstein), la primera en descubrir el talento de Migde, que se transforma en confidente -a veces a su pesar-, guía en este nuevo mundo de los bares y los shows, y protagonista ella también de la incursión en el mundo masculino de los representantes. Lenny Bruce (él sí real, interpretado por Luke Kirby), que se transforma en una especie de mentor y blanco también de la Policía de la moral y las buenas costumbres (el comediante debió enfrentar una causa penal en la vida real por utilizar blasfemias y lenguaje obsceno).

Quienes conozcan a Amy Sherman Palladino por su serie Gilmore Girls verán en Mrs. Maisel algunos rastros de las aventuras de la joven madre soltera y su hija adolescente en el pequeño y soñado Stars Hollows. Aunque a diferencia de Lorelai, Midge no teme encajar en su mundo perfectamente decorado, ambas comparten la rebeldía frente al mandato familiar. La cinefilia y la melomanía son marca registrada de Sherman Palladino, solo que en Mrs. Maisel los tributos se dan en vida y la música está en todas partes.

El soundtrack hace sonar clásicos de la época desde Frank Sinatra hasta Cole Porter, pasando por Barbara Streisand y Peggy Lee, acompañando el clima de época, donde las bandas de jazz acompañaban la escena neoyorkina del stand up. Pero la música no se queda restringido a su época, sabe jugar muy bien con elecciones “fuera de libreto” para 1958, como cuando suena Rebel Rebel de David Bowie para marcar el momento en que MIdge empezará a romper el molde.


Celeste Murillo

Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.

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