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Todos los fuegos el fuego: el movimiento estudiantil al calor de diciembre del 2001

Maximiliano Olivera

Todos los fuegos el fuego: el movimiento estudiantil al calor de diciembre del 2001

Maximiliano Olivera

Ideas de Izquierda

Continuamos la reconstrucción del accionar del movimiento estudiantil frente a los recortes presupuestarios de las universidades, en el marco de un brutal ajuste de la Alianza contra el pueblo trabajador. La movilización estudiantil se desarrolló a lo largo de los meses convulsivos que derivaron en las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre que tiraron abajo el gobierno de De la Rúa.

En este artículo continuamos repasando cómo se desenvolvió el movimiento estudiantil en los meses convulsivos que terminaron en las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre, reconstruyendo también las posiciones de En Clave Roja, la corriente universitaria del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) junto a estudiantes independientes. Luego de abordar el primer semestre del 2001 en un artículo previo, aquí sucintamente podemos señalar que además de las experiencias de años anteriores, el movimiento estudiantil venía de protagonizar las acciones que derivaron en la renuncia del ministro López Murphy y la caída de su recorte. Mientras la Alianza continuaba manteniendo en su agenda el arancelamiento de las universidades, desde sectores del movimiento estudiantil también se tejían lazos de unidad con los piqueteros y el movimiento obrero que salía a las calles. La ley de Déficit Cero de Domingo Cavallo fue el inicio de un nuevo round.

“Déficit Cero”: un nuevo round

A fines de julio, Cavallo y su equipo de economistas como Federico Sturzenegger pujaban por el octavo plan de ajuste en menos de dos años de gobierno de la Alianza. El último plan, conocido como “megacanje”, solo había sido un negocio para los bancos, por lo que para negociar un nuevo desembolso del FMI se presentó la ley Déficit Cero. Esta establecía que el gasto público no podía superar la recaudación y que si esto sucedía las partidas debían reducirse proporcionalmente, incluyendo jubilaciones y salarios. El proyecto tuvo media sanción en Diputados el 20 de julio y fue sancionado como ley en el Senado el 30 de julio. La oposición, encabezada por el peronismo, sostuvo que aprobó la ley de ajuste para “dar las herramientas” que necesitaba De la Rúa. En el marco de ese plan, el 22 de julio se había decretado, con la firma de Patricia Bullrich como ministra de Trabajo entre otros, el recorte del 13% de las jubilaciones, pensiones y salarios de los empleados públicos.

El Gobierno mantenía con las universidades una deuda presupuestaria de 100 millones, a la vez que sostenía que el ajuste podía llegar al 30 o 40%. En ese marco, varios decanos y rectores comenzaron a hablar de que algunas unidades académicas entrarían en suspensión de pagos. El recorte presupuestario del 13% motivó la reactivación de la protesta docente en todos los niveles, en las provincias y en las universidades. De cara al segundo cuatrimestre, en la UBA el 27 de julio se realizó una asamblea docente que votó un paro hasta mediados de agosto, incluyendo no tomar exámenes finales, y ratificar en una próxima asamblea el no inicio del cuatrimestre. Ese mismo 27 se reunió una Asamblea Interfacultades donde los estudiantes votaron apoyar las medidas docentes y participar de las jornadas de cortes del 31 de julio, convocadas por la Asamblea Nacional de La Matanza y la adhesión al Encuentro Nacional de Organizaciones Obreras Combativas y Antiburocráticas convocada por el Sindicato Ceramista de Neuquén. A fines de julio también se registraron movilizaciones de docentes y estudiantes en Córdoba, Rosario, Tucumán y Salta. Agosto también comenzó con paros docentes en todas las universidades, convocados por la Conadu y la Conaduh. También hubo paro de trabajadores no docentes [1].

El “déficit cero” motivó luchas en otras universidades. En la Universidad de La Plata el Rectorado había resuelto recortar el 13% del salario de los docentes y no docentes que cobraran más de mil pesos, lo que lógicamente desató una protesta gremial. El paro de los docentes universitarios y el de los no docentes duró cerca de un mes y fue interrumpido entre maniobras, una conciliación obligatoria por parte de Bullrich y un acuerdo de la dirigencia sindical y el Rectorado para “normalizar” la situación en una Asamblea Universitaria. Los estudiantes acompañaron el reclamo docente y no docente y continuaron la pelea con la toma de facultades durante semanas. Se llegaron a contabilizar siete tomas, siendo el epicentro el ex edificio del Jockey Club, donde funcionaban varias unidades académicas y el Rectorado. “Las acciones duras obligaron a definiciones y se avanzó en nuevas ideas. La toma efectiva del edificio del ex-Jockey, con control total del edificio por parte de ‘las comisiones’ que ejecutan el mandato de asamblea, sin dictado de clases, con un órgano de prensa diario, la edición de tres afiches callejeros y financiamiento propio, escraches a los diarios carneros, obligando al centro [de estudiantes] a seguir la lucha aún después del levantamiento del paro por tiempo indeterminado de los docentes, etc., es un triunfo de la autoorganización y la voluntad de lucha”, señala una crónica de La Verdad Obrera, semanario del PTS [2]. La Franja Morada y corrientes “opositoras” como La Walsh operaron para que las tomas se levanten, como pedía el Rector.

En Rosario, masivas asambleas docentes votaron diferentes modalidades de paro durante todo agosto, despertando el apoyo activo de un importante sector del movimiento estudiantil, que comenzó a impulsar asambleas por facultad. El ataque a la docencia comenzaba con el rector y continuaba con las agrupaciones de la Franja Morada y el MNR, frente a las cuales, “las Coordinadoras de lucha de las facultades surgieron entonces como una alternativa a estas direcciones burocráticas de los centros de estudiantes, agrupando a los estudiantes bajo la bandera de la democracia directa. Las coordinadoras se basan en las votaciones de asamblea, y mediante comisiones de finanzas, de prensa, de coordinación interfacultades, de actividades culturales y de relación con los trabajadores; se han venido garantizando las actividades y la movilización” [3]. Las Coordinadoras impulsaron movilizaciones con miles de estudiantes, clases públicas, talleres de debate sobre el modelo de universidad y la participación en las acciones obreras y piqueteras.

El proceso de organización también llegó a los secundarios, como se vio con el ejemplo de la Coordinadora de Estudiantes Secundarios (CES) de La Matanza y los colegios de la Capital y Gran Buenos Aires. Estos últimos se reunieron el sábado 11, siendo 250 estudiantes provenientes de 60 colegios que votaron impulsar asambleas y tomas de colegios. La CES de La Matanza participaba también de las acciones piqueteras y participaron de este encuentro para transmitir su experiencia. Además de participar de la Marcha Educativa y movilizarse por el aniversario de La Noche de los Lápices (el 14/09) los secundarios de la Capital posteriormente se organizaron para reclamar por el boleto estudiantil. [4] En La Plata también los secundarios se organizaban en asambleas, votando su participación en los cortes de ruta.

El 22 de agosto se realizó la Marcha Nacional Educativa a Plaza de Mayo, donde se expresaban dos tendencias opuestas. Por un lado la CTERA, Conadu, sectores de Conaduh y la FUA, quienes vieron una oportunidad de cerrar “elegantemente” todo el proceso. Por otro lado los sectores docentes universitarios combativos, luchas provinciales como la de los maestros bonaerenses, tucumanos y jujeños, y el movimiento estudiantil que impulsaba tomas combativas como en La Plata, coordinadoras como en Rosario o la Asamblea Permanente Interfacultades de la UBA. La movilización desde el Congreso a la Plaza reunió a 25.000 personas, con columnas destacadas de la docencia bonaerense que venía realizando un paro por tiempo indeterminado, y del sector docente, no docente y estudiantil, que marchó diferenciadamente de las conducciones burocráticas. “Entre bombos y redoblantes, banderas de colores destacaban a los estudiantes, docentes y no docentes de las universidades nacionales: desde las de Rosario, La Plata, Córdoba, el Litoral, San Martín, Lomas de Zamora y casi todas las facultades de la UBA, hasta las de Patagonia, Comahue, Formosa, San Luis, Cuyo, San Juan, Tucumán y Catamarca, entre otras”, reportó Página 12. “Tal como había votado una asamblea interfacultades la semana pasada, los estudiantes repudiaron el discurso de Terrádez, el presidente de la FUA y dirigente de la Franja Morada, cuna del ministro de Educación Delich. Lo mismo hicieron los estudiantes de la Universidad Nacional del Comahue, que llegaron en 12 micros desde Neuquén y Río Negro para participar de la marcha, junto a varias delegaciones del interior”, refleja una crónica de la multitudinaria movilización. [5] Desde el palco, ni la FUA ni las otras conducciones plantearon una nueva medida de lucha.

El día después de la masiva movilización, el Gobierno difundió que el presidente norteamericano George W. Bush llamó a De la Rúa para felicitarlo y recordarle el “déficit cero”. Mientras Delich le restaba importancia al acatamiento de los paros, la Alianza universitaria –desde los gremios docentes de la CTA hasta la FUA, pasando por los rectores– buscó aplacar la protesta en todos los estamentos. La idea de la privatización seguía presente en la agenda del Gobierno y el FMI. Autoridades como el presidente del CIN, Adolfo Torres, llegaron a declarar que “si los recortes se profundizan y afectan, además del mantenimiento de las universidades, los salarios de docentes y no docentes, la única salida que queda es arancelar los estudios” y que “si el porcentaje del recorte llegara a poner en peligro el funcionamiento de la universidad y los sueldos, estarían obligando a arancelar” [6].

Por su parte los estudiantes de la Asamblea Permanente de la UBA, posterior a la marcha, discutieron impulsar la toma de facultades en apoyo al paro docente, bajo la consigna “facultad ajustada = facultad tomada”, junto a la participación con mandatos de asambleas en la nueva Asamblea Nacional Piquetera del 4 de septiembre. Un debate en curso fue con los sectores opositores a la Franja Morada que votaron en contra de las tomas y extender el plan de lucha, planteando concentrarse en las elecciones. En Clave Roja destacó los primeros pasos dados y llamó a “reorganizarnos desde abajo, en base a las asambleas y cuerpos de delegados con mandatos para sacarnos de encima de una vez por todas la tutela de la burocracia estudiantil y unirnos a los trabajadores” [7]. En la segunda semana de septiembre se votaron tomas con diferentes modalidades en el Rectorado de la UBA, en el Litoral, Comahue, Catamarca y otras universidades del país, mientras continuaba la del ex-Jockey Club de La Plata, como parte de las protestas organizadas por la Conaduh durante un paro docente de 48 horas. [8] Las clases públicas continuaron realizándose, incluso frente a nuevos lugares como la sede de Repsol-YPF.

Síntomas de un nuevo movimiento estudiantil

A mediados de septiembre, tras los variados ejemplos mencionados arriba, En Clave Roja comenzó a plantear que habían síntomas de un nuevo movimiento estudiantil. Una nota que inicia esta reflexión señala:

La crisis histórica que atraviesa el país se ha colado indefectiblemente en las facultades. Una extendida politización y acalorados debates son el aspecto distintivo del momento. La «universidad isla» tan promovida por las clases dominantes, parece llegar a su fin. El movimiento estudiantil está entrando en escena con movilizaciones, tomas y asambleas masivas. Más allá de las desigualdades y los ritmos, la lucha contra el ajuste y el intento de arancel encuentra a los estudiantes junto a los trabajadores y piqueteros contra el gobierno.

A su vez, para el sector de activistas persistía el desafío de buscar un diálogo con los miles de estudiantes que simpatizaban con la lucha pero lo hacían pasivamente. Esto ameritaba una discusión sobre cómo desarrollar la organización estudiantil en el cuál sostuvo que “los centros deben subordinarse a las asambleas masivas y gestar los cuerpos de delegados para que la vanguardia se dé una política para ganar a la mayoría de los estudiantes” y que “el denominador común de los sectores más avanzados en la lucha estudiantil es el de pasar por arriba de los centros y federaciones burocráticas vaciados hace tiempo de cualquier participación estudiantil” [9].

Este debate era pertinente tras dos meses de un proceso de lucha que parecía entrar en un impasse, centralmente por dos elementos relacionados entre sí. Por un lado, las alas de la burocracia sindical le dieron una tregua al Gobierno y, por otro lado, este había pausado el ataque en pos de recuperar base social de cara a las elecciones legislativas de octubre. Los síntomas de este nuevo movimiento estudiantil pasaban por experiencias como las tomas en La Plata, las coordinadoras en Rosario y la Asamblea Permanente Interfacultades en la UBA. Otra expresión, más pasiva, fue la derrota de la Franja Morada en las elecciones de Económicas, que mostraba una ligazón con todo el proceso de lucha. El repaso de estos elementos tenía el sentido de pensar “que ya nada será igual en las facultades” y que “la clave para darle una estrategia a nuestra próxima batalla”, una estrategia basada en la autoorganización, la ligazón con los trabajadores y el repudio a las agresiones que el imperialismo preparaba tras el atentado a las Torres Gemelas. En el marco de esta reflexión, En Clave Roja volvía a levantar la política de un encuentro nacional y de cara a las elecciones de los centros, impulsar listas en base al activismo y la autoorganización, y no reeditar la fallida experiencia de los “centros opositores” que habían dado la espalda o atacado, según el caso, las asambleas y las tomas. [10]

Otro elemento a tener en cuenta fueron las relaciones establecidas desde el sector más combativo de los estudiantes con los movimientos de desocupados y ocupados, participando de acciones en común y apoyando sus reclamos. Un ejemplo fue lo ocurrido en la Universidad del Comahue ante el proceso de lucha en la cerámica Zanón en Neuquén, apoyando a los obreros en diferentes etapas como la huelga de 34 días (abril-mayo), el lockout patronal (septiembre), la ocupación de la fábrica (octubre), las movilizaciones y represiones ante el cierre (noviembre-diciembre) y la puesta a producir bajo control obrero, ya en 2002. El apoyo estudiantil y docente incluyó la recorrida de los ceramistas por los cursos, clases públicas en la ruta frente a la fábrica, comisiones de solidaridad y acuerdos para poner los conocimientos al servicio de los obreros. [11]

Los síntomas para el surgimiento de un nuevo movimiento estudiantil estaban relacionados con una mayor tensión entre las clases, en la previa a los comicios de octubre:

Las tendencias a la irrupción de sectores combativos del movimiento estudiantil que se muestran más directamente en La Plata con tomas de facultades, pero que se expresan como ebullición política en todas las universidades del país, están reflejando cada vez más tensiones entre las clases, que vamos a mayores enfrentamientos abiertos después de octubre. Las penurias de las masas se están agravando a niveles insoportables para cada vez más amplias capas. [12]

Del “voto bronca” en octubre a la debacle de la Franja Morada en la UBA

El domingo 14 de octubre se realizaron las elecciones legislativas nacionales, que marcaron un desplome de la Alianza mientras que el Partido Justicialista (PJ) lograba el control de las dos cámaras, con mayoría absoluta en el Senado y mayoría simple en Diputados. Dos de los datos más relevantes fueron el alto número de ausentismo, 26,3% del padrón habilitado, y el elevado porcentaje del “voto bronca”, que tuvo como expresiones el voto en blanco, el voto anulado a través de diferentes maneras creativas y un crecimiento de las listas de izquierda. En una primera lectura, Alberto Bonnet señaló que

Este incremento de los votos en blanco e impugnados condujo a que los grandes partidos tradicionales de la burguesía perdieran votos en términos absolutos: la Alianza, la gran perdedora, casi cinco millones y medio, y el PJ de conjunto un millón doscientos mil. La mayor dispersión del voto —el PJ y la Alianza explicaban el 75% de los votos positivos en 1999 y hoy apenas el 50%— contribuyó también a reducir el peso de esos dos grandes partidos sin que, no obstante, las principales opciones preexistentes de la burguesía pudieran capitalizar dicha dispersión —la AR [Acción por la República] de Cavallo, en particular, quedó pulverizada tras perder a su vez otro millón doscientos mil votos. [13]

Los resultados reflejaron el fuerte descontento con la “clase política”, principalmente con la Alianza pero también alcanzando a la oposición tradicional. Este descontento se daba también con sus contradicciones, como el fortalecimiento de figuras ubicadas en el centro –como Elisa Carrio y el ARI– y un desplazamiento de la impugnación en términos de corrupción, quedando ocultos la discusión de los planes burgueses ante la crisis (enfrentados entre dolarizadores versus devaluadores). En ese marco, el conjunto de expresiones de izquierda alcanzó un millón de votos, con resultados muy relevantes en varios distritos. [14] En la UBA, centralmente, se desarrolló el “movimiento 501”, que consistía en viajar a un punto donde se alcanzara la distancia del kilómetro 501 para estar eximidos de la obligación de votar, alentado en parte por las agrupaciones independientes que capitalizaron una parte del descontento.

El rechazo a la Alianza también llegó a las universidades. Entre septiembre y noviembre se realizaron las elecciones de los centros que marcaron el fin de la hegemonía de la Franja Morada en la UBA, un fenómeno político que se replicó, con desigualdades, en otras universidades. La primera derrota de la Franja fue en Ciencias Económicas, la facultad más grande de América Latina y bastión morado, por una diferencia de 200 votos a favor de la agrupación independiente TNT (Tontos pero no tanto). [15] En Derecho, la segunda facultad más masiva, la Franja retuvo el centro pero pasando del 38% al 20% de los votos y por un margen de 0,5% frente a NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas), otra agrupación independiente. Un retroceso más leve se registró en Medicina mientras que en FADU, el Frente de Estudiantes por el Cambio, integrado por agrupaciones de izquierda y centroizquierda, le ganó el centro a la Franja.

Tras la última ronda de elecciones en noviembre, ya era un hecho la debacle de la Franja Morada, que solo pudo retener 4 de los 13 centros de la UBA. En 2001 la agrupación radical perdió los centros de Económicas, Psicología y Arquitectura, mientras que entre 1999 y el 2000 había dejado de conducir los centros de Sociales, Ingeniería, Agronomía y Veterinaria (en Filosofía y Letras la Franja Morada no dirigía como tal, fueron sus aliados del Frepaso quienes perdieron el centro hacia 1997). Con una considerable pérdida de votos, la Franja pudo retener Derecho, Medicina, Odontología y Farmacia [16].

En la lectura de En Clave Roja, la caída respondía al repudio generalizado a la Alianza y también a los escándalos de la agrupación radical manejando para beneficio propio los planes que eran para jefes de familia desocupados. Pero además se debía a un proceso más profundo que se venía dando al interior de la universidad y que fueron mencionados como “los síntomas de un nuevo movimiento estudiantil”. Este proceso tuvo sus límites porque si bien el sector más activo y combativo dio lugar a experiencias como la Asamblea Permanente de la UBA, las tomas en La Plata y las coordinadores en Rosario, no surgieron “corrientes militantes en el movimiento estudiantil que cuestionen hasta el final el actual régimen universitario”. Este límite, a su vez, era “producto de no haberse consolidado nuevas organizaciones democráticas y de que aún perduran elementos corporativos e ilusiones en variantes reformistas” [17].

Una expresión de esto fue el fortalecimiento de agrupaciones independientes surgidas en los primeros años de los 90’ como TNT, dirigida por Axel Kicillof e Iván Heyn, o las que surgieron posteriormente a 1995, como NBI, encabezada por Mariano Recalde. Estas agrupaciones combinaban un lenguaje lavado y paródico en sus volantes y afiches, junto a una negativa rotunda de posicionarse ante los grandes acontecimientos políticos. La impugnación que hacían a “los partidos” se terminaba reduciendo a una oposición a las agrupaciones de izquierda mientras que la “independencia” fue un valor negociable frente a decanos, rectores y, luego, los partidos del régimen, como lo demostró la posterior integración al kirchnerismo.

Cómo superar los límites mencionados era un debate en la izquierda, donde En Clave Roja señaló “el oportunismo de los frentes de la izquierda que con nombres juguetones levantaban la combativa consigna de ‘votá el cambio’, la tónica de estos frente la impuso la CEPA con el MST, Venceremos y el PO subordinados”. El punto era si los centros de estudiantes bajo la conducción de opositores a la Franja iban a ser una herramienta contra las estructuras burocráticas en la universidad y ser “una palanca para que el movimiento estudiantil emerja como factor político independiente y junto a los trabajadores plantee una perspectiva de salida a la crisis en la que nos hundieron los capitalistas”. Para esto era imprescindible poner en pie un Congreso nacional con delegados por cursos, votados y revocables; con el paso previo de organizar cuerpos de delegados a los cuales los centros se subordinen en sus decisiones. [18]

El corolario de este proceso fue el Congreso de la FUBA, realizado el 28 de diciembre (a días de la renuncia de De La Rúa y las jornadas del 20 de diciembre), donde el Frente “20 de diciembre” le ganó la conducción a la Franja Morada, que estaba al frente de la federación hacía 18 años. Este frente estuvo integrado por las agrupaciones independientes (Iván Heyn de TNT fue el primer presidente), algunas agrupaciones de izquierda (PO, MST) y agrupaciones centroizquierdistas (Venceremos-Libres del Sur, El Mate, La Mariátegui, entre otros). En Clave Roja participó con sus delegados planteando que la primera resolución tenía que ser expulsar de la FUBA a la Franja y los radicales, responsables de la represión que mató a 30 jóvenes el 19 y 20 de diciembre. Como segundo paso, votar una comisión “normalizadora” que convoque a un congreso de bases donde se defina una nueva dirección democrática. [19]

Pese a la oportunidad de organizar al movimiento estudiantil, en el frente actuó la ley del paralelogramo de fuerzas, con agrupaciones que apuntaban en direcciones opuestas y la resultante tendió a cero. Llenar de participación estudiantil la federación, cambiar las estructuras burocráticas heredades de la Franja y también su modelo de “centros shoppings”, fueron tareas que pasaron a un tercer o cuarto plano, en el mejor de los casos, y sostener un “frente anti Franja” se volvió un fin en sí mismo.

Las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre

Hacia comienzos de diciembre la fuga de capitales se aceleraba por lo que el Gobierno decretó el “corralito”: un congelamiento de los depósitos bancarios, imponiendo una cifra irrisoria como tope para el retiro de efectivo mientras que el resto de las compras y ventas debían hacerse mediante débito automático o tarjeta de crédito. En una economía con altos niveles de informalidad el resultado inmediato fue desastroso, afectando desde los sectores más empobrecidos pero también a comerciantes y ahorristas en general. Tras el “corralito” y el default de la deuda externa, Cavallo decidió postergar el pago de las jubilaciones y amenazó con aumentar el porcentaje del recorte de sueldos y jubilaciones y suprimir el pago de aguinaldos. Las largas filas en los bancos, bajo un calor agobiante, fueron deviniendo en los primeros cacerolazos y protestas.

El 11 y 12 se sucedieron movilizaciones de diferentes sectores de trabajadores, estudiantes, ahorristas, pequeños comerciantes y vecinos, acompañadas por cortes de ruta de desocupados y los primeros cacerolazos en Capital y otras ciudades del interior. El 13, la CTA y ambas CGT convocaron al paro general, con un alto grado de masividad, mientras comienzan a producirse los saqueos a supermercados. El 19 de diciembre la situación se agudiza con la generalización de los saqueos y los enfrentamientos con las fuerzas represivas, con un saldo de muertos, heridos y detenidos. De la Rúa anunció por cadena nacional, a las 19, la imposición del Estado de Sitio por 30 días. Fue más nafta al fuego:

La reacción fue inmediata, generalizada y espontánea. En la Ciudad de Buenos Aires, así en otras ciudades del interior, son cientos de miles los que comienzan a hacer sonar sus cacerolas y a cortar las calles improvisando barricadas por toda la ciudad; enseguida la multitud comienza a dirigirse desde cada barrio, tanto los más acomodados como los más pobres, hacia el Congreso y Plaza de Mayo. Allí se canta por primera vez la consigna que marcaría la irrupción popular de aquellos días: “¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”. En Plaza de Mayo primero, y luego en el Congreso, la policía reprime con gases y se enfrenta a los manifestantes. Aunque en la madrugada se anuncia la renuncia de Cavallo, una parte de los manifestantes se queda en vigilia durante toda la noche, demandando la salida del presidente. Por la mañana del día 20 la policía intenta desalojar la Plaza de Mayo, incluyendo a las integrantes de la Asociación Madres de Plaza de Mayo que allí se habían hecho presentes. El accionar represivo enardece a los manifestantes, que comienzan un combate callejero que duraría hasta las primeras horas de la noche, cuando se conoce la renuncia de De la Rúa. [20]

La imágen de De la Rúa abandonando la Casa Rosada en un helicóptero recorrió el mundo: la movilización popular se mostraba capaz de tirar abajo a un gobierno. En la región se sumaba a los ejemplos de Ecuador y Bolivia y en comparativa con la historia del país, no se veía una acción de masas de tal magnitud desde el ciclo abierto por el Cordobazo en 1969. En referencia a esas semi-insurrecciones, surge una diferencia clave sobre el papel dirigente jugado por la clase obrera, ya que en el 19 y 20 de diciembre los trabajadores participaron más como “ciudadanos” sin golpear como la clase que mueve los resortes de la economía, una fuerza encorsetada por responsabilidad de las burocracias sindicales [21]. La dos CGT, la “disidente” de Hugo Moyano y la “oficial” de Rodolfo Daer, habían anunciado recién el 20 de diciembre a la tarde la convocatoria a un paro general exigiendo la renuncia presidencial, cuando ya era prácticamente un hecho. Actitud similar tomó la CTA. La FTV-CTA de Luis D’Elía y la CCC-PCR habían desertado de la movilización que previamente había convocado para el 20 de diciembre, aduciendo la “ausencia de condiciones” políticas.

En un sentido análogo, se puede hablar de una intervención limitada del movimiento estudiantil desde el punto de vista de sus organizaciones de masas, lo que no implica negar que muchos estudiantes participaron el 19 y 20 de diciembre en las protestas reclamando la renuncia de De la Rúa y enfrentando el Estado de sitio y la represión. La participación atomizada de estudiantes no puede explicarse solamente por el receso en la cursada sino por el rol que jugaron las direcciones como la Franja Morada y su modelo de centros y federaciones vacíos de participación y reducidos a gestionar servicios. Los “centros opositores” venían sosteniendo a grandes rasgos ese modelo de centro, que implicaba centros administrados por las agrupaciones y sus aparatos sin desarrollar una militancia orgánica de un sector del estudiantado que llene de participación a los centros y sus secretarías, motivando cuerpos de delegados, comisiones u otras instancias que permiten mantener una ligazón con el conjunto de las cursadas. Es decir, poner en pie un “mecanismo de engranajes” para desarrollar la movilización estudiantil masiva. Como otro punto de contacto, la Franja Morada y los “centros opositores” había sido contrarios a las instancias de organización democráticas y combativas que habían surgido en la pelea contra la ley de Déficit Cero, las que sin dudas eran un punto de apoyo para poner en pie al movimiento estudiantil. Además, la idea de que solamente bastaba con derrotas electorales de los radicales limitó el horizonte de la intervención estudiantil en la crisis terminal de la Alianza.

La intervención destacada de la juventud en general, incluyendo a los trabajadores precarizados y la ligada a la militancia social y de izquierda, puede inferirse por los muertos en los enfrentamientos con las fuerzas policiales. De las 38 personas asesinadas directa o indirectamente en esas jornadas en todo el país, 35 tenían una edad menor a 34 años, mientras que 25 de los asesinados tenían menos de 25 años. La acción de los cadetes y deliverys, los “motoqueros”, actuando como “caballería” de las columnas que avanzaban sobre la policía o como “correos” entre los diferentes puntos de resistencia, fue otro ejemplo del papel de la juventud. La participación de este sector también será destacada en procesos del año siguiente como las asambleas barriales, la defensa de la fábrica recuperada Brukman y la protesta del movimiento piquetero. A su vez, en 2002 también habrá peleas de magnitud en la universidad, como el proceso de democratización con la elección directa de las autoridades en Sociología de la UBA y la toma del Rectorado.

***

Esta reconstrucción parcial del movimiento estudiantil al calor del 2001 es pertinente en momentos donde las universidades despliegan una pelea contra el ajuste presupuestario de Milei y sus socios. Volver sobre la historia reciente, retomar las potencialidades y pensar cómo superar los límites, es parte de pelear porque surja un nuevo movimiento estudiantil, independiente de las autoridades y los partidos del régimen, que pelee junto a los trabajadores en la resistencia para tirar abajo el plan de Milei y el FMI.


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NOTAS AL PIE

[1“Rectores, docentes y estudiantes, en guardia frente a las tijeras”, Página 12, 12/07/2001; “No es un golpe de muerte, pero sí nos hiere de mucha gravedad”, Página 12, 19/07/2001. “Las universidades le tiran una gambeta a la tijera (por ahora)”, Página 12, 26/07/2001; “Masiva asamblea de docentes de la UBA vota para activo”, La Verdad Obrera N° 87, 30/07/2001; “Estudiantes se sumarán al corte piquetero”, La Verdad Obrera N° 87, 30/07/2001.

[2“Las tomas de Facultades en Rosario y las Coordinadoras en Rosario marcan el camino”, La Verdad Obrera N° 89, 14/09/2001; “Después de las tomas de Facultades en La Plata”, La Verdad Obrera N° 90, 28/09/2001.. Sobre la toma en Periodismo y la experiencia novedosa del “Diario de la Toma” puede verse Rosario Bernasconi, Julio Ramiro Laterza y Ana Clara Pompei, “Medios para la resistencia. Discursos, militancia e identidad política en el Diario de la Toma”, Tesis de grado, FPyCS-UNLP, mayo 2016.

[3“Rosario: las coordinadoras de lucha”, La Verdad .Obrera N° 89, 14/09/2001.

[4“Reorganización y toma de colegios”, La Verdad Obrera N° 88, 23/08/2001; “Asambleas y boleto estudiantil”, Página 12, 01/10/2001.

[5“Docentes y alumnos le pusieron el cero al Gobierno”, Página 12, 23/08/2001, “Multitudinaria marcha de docentes y estudiantes”, La Verdad Obrera N° 88, 23/08/2001. La presencia en el palco de la CEPA, Venceremos y el PO junto a la FUA fueron motivos de debate posteriormente, porque al mismo tiempo que se silbaba desde abajo, en el palco no se dijo nada del rol traidor de la FUA morada, “Tomas y paro docente estudiantil para derrotar el ajuste”, La Verdad Obrera N° 88, 23/08/2001.

[6“Fantasmas del arancel”, Página 12, 01/09/2001.

[7“Tomas y paro docente estudiantil para derrotar el ajuste”, La Verdad Obrera N° 88, 23/08/2001.

[8“Rectorados tomados y se viene un paro estudiantil”, Página 12, 13/09/2001.

[9“Síntomas de un nuevo movimiento estudiantil”, La Verdad Obrera N° 89, 14/09/2001.

[10“Una reflexión en el movimiento estudiantil”, La Verdad Obrera N° 90, 28/09/2001.

[11Raúl Godoy, Zanón, fábrica militante sin patrones. El rol de los trotskistas, Ediciones IPS, Buenos Aires, 2018, p. 65-66.

[12“¿Qué puede pasar después del 14 de octubre?”, La Verdad Obrera N° 90, 28/09/2001.

[13Alberto Bonnet, “Elecciones 2001: nadie vota a nadie”, Cuadernos del Sur, N° 37, noviembre de 2001, p. 24.

[14En el trabajo citado, Bonnet señala que la izquierda obtuvo un millón y medio de votos, triplicando los obtenidos en 1999 y 1997. Sin embargo hay que señalar que la categoría “izquierda” que utiliza es amplia, ya que considera a un grupo de organizaciones anticapitalistas y socialistas junto a organizaciones reformistas como el PSA o el Partido Humanista.

[15La elección derivó en otra disputa, ya que los radicales –comandados por Emiliano Yacobitti, actual vicerrector de la UBA– se negaron al traspaso del centro. Como consecuencia, durante un año funcionaron en simultáneo dos centros con un permanente hostigamiento de los morados hacia la oposición.

[16Cecilia Dinius, “La lucha del movimiento estudiantil en la Universidad de Buenos Aires en el año 2001. La FUBA que parió la crisis, entre la renovación de la conducción y el Argentinazo” en Guadalupe Seia y Nayla Pis Diez (ed.), Actas de las IX jornadas de estudio y reflexión sobre movimientos estudiantiles, Final Abierto, Buenos Aires, 2023, p. 201-203.

[17“Derrumbe de Franja Morada y oportunismo opositor: por un congreso de delegados de base estudiantil”, La Verdad Obrera N° 93, 28/11/2001.

[18Op. cit.

[19“El Congreso de la FUBA y la organización de la juventud”, La Verdad Obrera N° 95, 08/01/2002.

[20Christian Castillo, “Acumulación de experiencias y desafíos de la clase trabajadora argentina” en José Henrique (comp.), Los ’90: fin de ciclo. El retorno a la contradicción, Final Abierto, Buenos Aires, 2007, p. 131-132.

[21Para ahondar en la caracterización de las jornadas de diciembre y la comparativa histórica ver Matías Maiello, “El fantasma del 2001”, Ideas de Izquierda, 19/12/2021.
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Maximiliano Olivera

@maxiolivera77
Nació en Mosconi, Salta en 1989. Militante del Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS). Miembro del comité editorial del suplemento Armas de la Crítica.