El análisis de un laburante de una pizzería platense: la juventud que se organiza desde abajo, los esenciales que ahora sí son visibles, empresas que rompen y gobiernos que avalan. Este martes se suma y convoca a la asamblea de La Red de Precarizadxs e Informales.
Lunes 18 de mayo de 2020 18:08
Hacía tres semanas que estábamos sin trabajar.
Del dueño, nadie sabía nada.
Previo al cierre por la cuarentena de la pizzería de La Plata donde trabajo, habíamos armado un grupo de WhatsApp para poder tener una posición unificada y pelear juntos por la continuidad de nuestros puestos de laburo. En aquellos días de vacaciones forzadas sin goce de un mísero sueldo, compartíamos nuestras formas de administrar la miseria y la incertidumbre total.
De repente, alguien se animó a hacer la llamada que confirmara si estábamos despedidos o sólo se trataba de otra avivada más. Logró ser atendido:
La respuesta fue contundente:
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Hace unas semanas, luego del comienzo del aislamiento social en la mayoría de los países del mundo, vi en un medio una imagen que describía algo "esencial": una ciudad tan grande y oscura como Nueva York en cuarentena, con sus edificios inmensos y sus calles vacías. En esa imagen un joven en bicicleta que llevaba la cena, esperaba ser atendido en la puerta de un edificio.
Entendí todo. Quiénes trabajábamos en los servicios, íbamos a ser esenciales para que la economía interna siga funcionando. Para que el aislamiento sea efectivo, había que garantizar que las personas tengan en sus casas lo que no pueden ir a buscar o comprar y producir. Había que brindar comodidad y ser el nexo entre las casas y los negocios en esas calles tan peligrosas. Había que producir alimentos, conocimientos, atender a los enfermos, trasladar productos y personas. Entre los más explotados, las mujeres con doble jornada laboral, haciendo malabares para sobrevivir y en casa con tareas que no reciben ningún salario y que se multiplican.
Tengo años de trabajos en gastronomía, servicios de todo tipo. Pasé por la industria. La construcción y una combinación altamente insalubre, me dejó el saldo de una hernia y muchos malestares físicos a cambio de exactamente nada más que salarios míseros y tiempo perdido.
Conozco muy bien todas las formas -habidas y por haber- que tienen esos "miserables" de reventarnos la vida, las aspiraciones, el cuerpo y la creatividad. Me faltó decir que intenté muchas veces estudiar en la universidad, pero me dormía en la mesa, en clases, me enfermaba y no llegaba a preparar, leer ni estudiar nada.
Hasta acá, esto podría parecer un lamento o libro de quejas. Pero hace unas semanas empecé a sentirme con una energía vital. Me empecé a recuperar un poco de todo ese cansancio acumulado cuando ví que las ciudades del país se llenaban de jóvenes que estaban cargados de bronca y decían basta.
Esa misma juventud que carga con las peores condiciones laborales está haciendo una experiencia de coordinación a través de La Red de Precarizados e Informales. Están solidarizándose con otros jóvenes que han sido despedidos o están siendo atacados. Tienen formas rebeldes y creativas de mostrarle a toda la sociedad que se plantan contra los capitalistas.
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Exigen que los ricos, que hicieron sus fortunas en base a explotarnos todo este tiempo, paguen un impuesto a la fortuna. Exigen que la prohibición de los despidos no sea una lavada de cara para ocultar la caradurez de todas esas lacras que "no hacen obras de caridad", sino que sea algo efectivo y de hecho. Como dicen los trabajadores de Confitería "La París" de La Plata: décadas generando ganancias para que ahora los dejen morir en una situación así, sin garantías ni derecho a nada.
Esta juventud sabe muy bien que los mafiosos, parásitos y obscenamente enriquecidos burócratas de los sindicatos que juntaron toda la plata de los descuentos enormes que aparecen en nuestros recibos de sueldo por "representación" y "atención médica" (que con diferentes maniobras siempre te niegan), jamás van a venir cuando nos despiden o nos ajustan. Que no nos representan y van a boicotear toda forma democrática que tengamos para decidir alguna vez algo. Por eso formamos asambleas y vamos por más. Vamos a formar nuestras propias representaciones, agrupaciones y redes, vamos a llenar de trabajadores las calles y plazas.
De esto se trata y esto me fortalece. Crear nuestro propio poder para defendernos de tanta miseria. Ellos son nuestros enemigos y se aprovechan de tener leyes, gobiernos, burocracias, policías. Nosotros estamos generando nuestra propia fuerza: la coordinación, la unión de nuestra bronca, la creatividad, nuestra democracia, nuestra hermandad y nuestras ideas.
Por último, quisiera invitarlos a recuperar todo lo que durante años nos sacaron. Nuestra libertad, nuestra manera de pensar una sociedad distinta. Una realidad más justa para todos y todas. Este es el camino. Vayamos a buscar a cada amigue, cada ñeri, cada hermano. Ustedes saben muy bien que la unión hace la fuerza. Y que si morimos solos, es porque nos aislaron.
Por una poderosa Red de trabajadores Precarios e Informales, nacional e internacional que llene las plazas y calles del país con sus demandas, acciones, vitalidad e ideas. Porque nunca más agachemos la cabeza. Fuerza compañeras y compañeros!