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Red Internacional
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Tras la huelga educativa en Madrid: ¿cómo continuamos la lucha? Una contribución para el debate

La huelga educativa en la CAM de los días 27, 28 y 29 movilizó a miles de docentes y volvió a poner encima de la mesa la reemergencia de un movimiento en defensa de la educación pública. ¿Cuáles son los principales retos estratégicos que se nos abren en esta nueva etapa a las y los docentes para seguir construyendo un movimiento en la educación basado en la autoorganización?

Martes 12 de marzo

La huelga educativa en la Comunidad de Madrid de los días 27, 28 y 29 movilizó a miles de docentes y volvió a poner encima de la mesa la reemergencia de un movimiento en defensa de la educación pública. Esta huelga tenía como principal reivindicación volver a establecer el mismo número de horas lectivas que había antes de los recortes de 2011 llevados a cabo por el ministro Ignacio Wert.

Sin duda, se consiguió una movilización que no se veía desde hace años, más si tenemos en cuenta que la huelga no fue secundada por los grandes sindicatos. Sin embargo, ante un gobierno implacable como el de Ayuso y frente a una ofensiva estructural del capitalismo español que tiene como objetivo degradar aún más la educación pública y convertirla en un negocio, es necesario analizar también los retos y límites, para levantar una movilización mucho mayor que la que se produjo durante esta última huelga y torcerle el brazo al gobierno,

Con este artículo queremos pensar cuáles son los principales retos estratégicos que se nos plantean en esta nueva etapa a las y los docentes para conseguir una movilización mucho más contundente y volver a levantar un movimiento en la educación basado en la auto organización que sea capaz de enfrentar todos los ataques que se vienen, así como conquistar unas mejores condiciones y calidad en el sector.


El inicio de un gran movimiento


A finales del curso pasado, los sindicatos CGT, STEM y CNT y, al principio, UGT, convocaron un encuentro apoyándose en el descontento de la plantilla bajo esta reivindicación de reducción de horas lectivas. Este espacio, centralizado en la Asamblea Menos Lectivas, comenzó a agrupar a un sector de docentes y profesores que organizaron algunas asambleas de centro, encuentros docentes, una campaña de recogida de firmas (más de 14.000 firmas en diciembre de este curso) y convocaron diversas movilizaciones a lo largo del curso.

Este movimiento forzó a la mesa de negociación del acuerdo sectorial a poner la cuestión de las horas como un eje central. Sin embargo, el acuerdo propuesto por la Consejería en enero no sólo no explicaba cuáles serían los medios necesarios para esa bajada, ni tomaba en cuenta otras exigencias como la bajada de ratios efectiva y real y el aumento salarial para la equiparación del poder adquisitivo, sino que concedía la reducción gradual sólo en secundaria, discriminando a la mitad de la plantilla al no aplicarse esta reducción en primaria e infantil. Este acuerdo, puramente verbal y que no estaba firmado en ningún sentido, estuvo rodeado de opacidad durante todo el proceso, pues los sindicatos de la mesa no aclaraban la firmeza del mismo ni tampoco el resto de pormenores en torno a la reducción de horas. Obviando la complicidad de los sindicatos “corporativistas”, ANPE y CSIF, que de forma natural pactan con la Consejería, CCOO y UGT -que se retiró de la asamblea Menos Lectivas- se mostraron dispuestos a aceptar el acuerdo.

La Asamblea de Menos Lectivas reaccionó contra el acuerdo, llamando a la movilización por la reducción de horas para todas y todos los trabajadores de forma inmediata, además de para pelear por la recuperación de poder adquisitivo, mayor infraestructuras y contratación de personal, bajada de ratios efectiva, fin de la segregación y reducción de la burocracia. Estas movilizaciones han tenido como primer colofón la huelga de finales de febrero.


La autoorganización de la huelga de febrero: avances, límites y potencialidades


El descontento y saturación del profesorado, cada vez más consciente de cómo sus condiciones laborales empeoran año tras año, y esta alineación de los sindicatos mayoritarios con la Consejería, hicieron que la huelga fuese un éxito cualitativo. El primer día de huelga hubo un seguimiento que los sindicatos cifraron entre el 15 y 18% y culminó con una gran manifestación de más de 8.000 asistentes, entre las docentes, las familias y estudiantes solidarios. El resto de los días estuvieron marcados por múltiples concentraciones, piquetes informativos, pancartas en puentes y carreteras, charlas, debates, comidas de apoyo y asambleas de decenas de docentes en los distritos, concluyendo la huelga con una concentración en la Puerta del Sol, donde la Asamblea Menos Lectivas dio un mensaje claro: la huelga no había sido más que el principio.

Uno de los aspectos mas destacados de la huelga es el desarrollo de las asambleas y las tendencias a la autoorganización. En los tres días de huelga surgieron nuevas asambleas en centros donde no había, se reforzaros otras y surgieron nuevas asambleas por zona con centenares de docentes que participaron. Junto con ello, el otro aspecto enormemente auspicioso ha sido el resurgimiento de un renovado activismo docente, en su amplia mayoría no afiliado a ningún sindicato, que nutrió los piquetes informativos, que participaron de las movilizaciones y actividades que dieron vida a la huelga. Por último, también es necesario destacar la participación de las y los estudiantes solidarios que desde el inicio estuvieron junto al movimiento, llamando a apoyar la lucha y participando de las movilizaciones y concentraciones.

En este marco, también es necesario reconocer algunos límites. El principal límite de la huelga fue que los sindicatos mayoritarios no solo se opusieron a convocarla, sino que algunos como CCOO militaron abiertamente en contra para boicotearla.

Esto nos lleva a pensar en otro problema y es cómo rompemos con los límites que nos impone la resistente burocracia sindical que impide que este fuerte malestar se organice de manera masiva. Muchos compañeros y compañeras, la mayoría, confían todavía en las direcciones de sus sindicatos, o quizá no tengan una gran confianza, pero son escépticos de la posibilidad de vencer. Hay algo de razón cuando se dice que una huelga no puede ser verdaderamente exitosa si no hay unidad en las filas de los trabajadores. Pero por ello es necesario poner blanco sobre negro quienes luchan por la unidad y quienes no. El hecho de que ni CCOO ni UGT se sumarán a la huelga, fue un dique para que esta pudiera transformarse en una verdadera huelga general en la educación. Esto no es un argumento para el inmovilismo o la inacción, el papel que juegan y pueden jugar espacios como la Asamblea Menos Lectivas y los sindicatos que la impulsan es esencial para desplegar un proceso de autoorganización que, de expandirse, logre imponer a los grandes sindicatos que levanten el culo de sus sillones para llamar a la organización y movilización. Por ello, no se trata de pedir, sino de imponer y para ello hace falta una fuerza material que pueda llevarlo a cabo.

En este sentido, el desarrollo de las asambleas, juegan un papel central, pero no exento de contradicciones. En el plano de la propia convocatoria de la huelga, también existió un límite a la hora de lograr que se convocase efectivamente desde abajo mediante asambleas masivas por centro de estudio y no fuera sólo sustentada, al menos al inicio, por un pequeño sector de activistas. Esto evidentemente no es por falta de voluntad, ni es sencillo hacerlo, y por supuesto, tampoco se trata de esperar pasivamente que brote la espontaneidad de las y los trabajadores para actuar.

Esto se debe en gran medida al bajo nivel de autoorganización del que se partía después de años de pasividad impuesta por los grandes sindicatos. Es por esto mismo que el espacio de Menos lectivas fue construido mediante una asamblea de activistas comprometidos que se reunieron a nivel de Madrid y no de manera orgánica desde los centros de trabajo, ya que en dichos centros la movilización era escasa y solo se contaba con algunas asambleas no lo suficientemente fuertes todavía para jugar un papel determinante.

Pero la propia huelga ha permitido empezar a pensar la posibilidad de revertir esta situación al desarrollar nuevas asambleas de centro y fortalecer las que ya existían. Aunque todavía en la mayoría de institutos y colegios no hay asambleas donde los trabajadores estén debatiendo la hoja de ruta para proseguir la lucha y ampliar el movimiento, el éxito de la huelga han generado un clima para que puedan comenzar a extenderse. Por ello uno de los retos a los que se enfrenta actualmente este movimiento es seguir extendiendo estos espacios y reforzando las asambleas que ya existen, para que sean los organismos que debatan y resuelvan democráticamente los pasos a seguir para continuar la lucha.

Los sindicatos comprometidos con la asamblea y la lucha, como CGT, CNT y STEM, tienen ante si una gran responsabilidad de tomar en sus manos esta tarea como una de las más importantes. Porque sin desarrollar la autoorganización desde los centros no se conseguirá dar el salto que necesitamos para impulsar el movimiento.


Hay condiciones para superar la división sindical y unir a todas y todos los trabajadores extendiendo las asambleas en cada centro


A pesar del rol conservador de los sindicatos mayoritarios, la huelga ha mostrado, aunque de forma incipiente, que hay una gran parte de las y los afiliados de estos sindicatos que han visto justa esta lucha, e incluso han participado de alguna u otra manera en este proceso. Este elemento es enormemente sintomático y al que debemos prestar la mayor atención. Porque para conquistar unas mejores condiciones laborales y una mejor educación pública, es necesario tender lazos, coordinar y unificar todas nuestras fuerzas un movimiento unificado. Esto no es sólo una cuestión aritmética (ser muchos más), sino que es un objetivo estratégico fundamental: las y los trabajadores de estos sindicatos pueden forzar a las conducciones de sus organizaciones a “bajar al barro”, a dejar de actuar como aristocracias que contienen y controlan las luchas impidiendo que se pueda derrotar los planes antieducativos de los gobiernos de turno.

Cuando muchos decimos que queremos que CCOO y UGT se unan a la lucha, no es porque queremos que se haga un pacto por arriba con las direcciones para que se laven la cara, sino porque queremos que las propias bases de los sindicatos que quieren luchar se lo impongan desde abajo.

Esta misma semana, después de la huelga, fuimos testigos de cómo las negociaciones en la mesa sectorial aparentemente se rompían, y como las cúpulas de los grandes sindicatos se revolvían y empezaban a maniobrar para reubicarse ante el nuevo escenario. De pronto, CCOO y UGT anunciaban su voluntad de convocar movilizaciones. No confiamos en que aquellos que hasta hace unas semanas estaban dispuestos a pactar a puerta cerrada un acuerdo que no implicaba la reducción de horas, después de una exitosa huelga y la “ruptura” de las negociaciones, quieran desarrollar un verdadero movimiento que enfrente al Gobierno de la comunidad con el que llevan años negociando. Sin embargo, este hecho abre un nuevo escenario en el que se plantea la necesidad de apelar a la organización de un frente único de lucha para derrotar a Ayuso.

En este sentido, una medida fundamental que puede ayudar a fortalecer la autoorganización en los centros es convocar las asambleas organizadas desde el espacio Menos Lectivas haciendo llamamientos explícitos a todas y todos los trabajadores, especialmente a aquellos organizados en otros sindicatos. Un llamamiento que va más allá de hacer comunicados: no se puede dejar todo a una decisión individual, sino que hay que trabajar para convencer a nuestras compañeras y compañeros que están afiliados en los sindicatos mayoritarios a que se organicen en Menos Lectivas y exijan a sus direcciones un plan de lucha autoorganizado desde los centros de trabajo y la convocatoria a una jornada de huelga general educativa en toda la Comunidad de Madrid antes de que termine el curso.

La potente experiencia de las asambleas impulsadas por Menos Lectivas en algunos lugares es un gran punto de apoyo para explicar pacientemente a todas las trabajadoras, al tiempo que exigimos a las direcciones burocráticas, que la manera de continuar esta lucha pasa por unificar la fuerza de todas las docentes en un gran frente único organizado democráticamente en asambleas de cada centro. Sólo desde estas instancias se puede realmente conseguir una auténtica unidad de la clase trabajadora, a la vez que involucramos a la mayor parte de la comunidad educativa que de otra manera se mantendría al margen. Porque no solo somos las docentes, también son las y los trabajadores no docentes, (que en su mayoría se encuentran super precarizados) y los estudiantes.

De conseguirse un proceso de este tipo, no solo permitiría imponer un plan de lucha a todos los sindicatos y que se convoque una nueva huelga, más potente y extendida entre toda la comunidad educativa, sino que también serviría para comenzar a desenmascarar el verdadero papel que juegan las direcciones burocráticas de CCOO y UGT y, en perspectiva, que miles de trabajadores comiencen a plantearse la necesidad de recuperar sus propias organizaciones para la lucha y la construcción en los centros de un movimiento verdaderamente de base, democrático e independiente de los gobiernos.


Por un gran frente único de todas y todos los trabajadores de la educación junto a los estudiantes para ir hacia la huelga general educativa en la CAM


La necesidad del frente único va más allá de la unidad sindical, incluso de la unidad de los trabajadores de base e independientes. En el sector educativo, como en tantos otros como la sanidad, por ejemplo, es más necesaria que nunca la construcción de un polo que unifique a las diversas fuerzas que conforman el campo de la enseñanza. Ello implica, como decíamos antes, que tenemos que lograr unir no solo a todas las etapas y modalidades educativas, sino también a los educadores externalizados, trabajadores de administración, de mantenimiento, comedores, familias y, por supuesto, las y los estudiantes. Sin recoger sus reivindicaciones, ni llamar a la organización en estos espacios, de forma que se coordinen las luchas, una huelga en educación sólo puede ser parcial, limitarse a consignas económicas, cuando la raíz de la problemática educativa no sólo es laboral, sino también política y social.

La construcción de un proceso autoorganizado, que tenga como objetivo la unidad de las filas de las y los trabajadores y logre imponer un plan de lucha a las direcciones burocráticas de los sindicatos, no solo es una cuestión de forma -poniendo el acento en la autoorganización que tanto tratan de evitar CCOO, UGT y el resto de sindicatos corporativos- sino también de contenido.

El papel que han jugado todos estos años las burocracias sindicales como sostén del Gobierno “progresista” es la verdadera losa que pesa sobre la mayoría de la clase trabajadora. El “no se puede hacer más” y el “ahora no es el momento” tienen tras de sí una lógica perniciosa para el conjunto de la clase trabajadora. Trata de blanquear políticas que van en contra de los intereses de la clase trabajadora. Porque no solo la derecha viene atacando continuamente la educación y a sus trabajadores, también quienes se dicen “progresistas”. No olvidemos que fue con el PSOE en el Gobierno desde los años 80 y 90 cuando se inició la auténtica ofensiva contra la educación pública, abriendo de par en par las puertas de la educación a la inversión capitalista. Desde entonces, los procesos de externalización/privatización de servicios en educación no ha parado, como tampoco los subsidios a la Iglesia Católica y a empresas que se lucran con los centros concertados. Y todo esto continúa con el actual Gobierno del PSOE y Sumar, que mientras siguen desfinanciando la educación pública destinan miles de millones al rearme imperialista y el impulso del militarismo.

Es por ello que demandas concretas como la bajada de horas lectivas tienen que estar acompañadas de un programa para unir todos los reclamos, así como un señalamiento y crítica abiertos al modelo educativo privatizador y elitista impuesto desde la instauración del Régimen del 78, que desde todos los partidos políticos integrados en él tratan de profundizar, así como de los ataques continuados hacia el conjunto de la clase trabajadora que los acompañan.

En la actual coyuntura, tras la huelga y la ruptura de negociaciones de la mesa sectorial, se ha abierto una valiosa oportunidad para lograr romper con la división que nos impone la burocracia sindical y con la adaptación paralizante al Gobierno “progresista”, al menos en el sector educativo madrileño, imponiendo a los sindicatos conciliadores la convocatoria a una huelga general educativa en toda la Comunidad.

Pero para ello hay que apelar ahora con más fuerza que nunca a la unidad de todas las trabajadoras para construir una fuerza material que pueda doblar el brazo a Ayuso y comenzar a revertir las consecuencias de un modelo estructural privatizador que afecta a todos los servicios públicos en todo el estado. Se trata de un asunto de enorme relevancia para el conjunto de las y los docentes y de todo el sector público, en especial la educación y la sanidad, que vienen siendo terrenos de batalla determinantes para la lucha de clases en el próximo período.