Entrevistamos a Juan Contrisciani, hijo y sobrino de detenidos-desaparecidos; a Lili Mazea, abogada querellante en juicios de lesa humanidad y parte del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos, y a una trabajadora despedida de los sitios de la memoria, que se encuentran profundamente atacados por el gobierno de Javier Milei en su embate negacionista. Charlamos con ellos sobre sus experiencias personales y políticas, en pasado y presente, para pensar los desafíos que hoy tenemos por delante para construir la resistencia.
Ellas y él son parte de tres generaciones distintas de trabajadoras y trabajadores pero con algo que los une: la lucha contra los responsables de la dictadura y la impunidad atraviesa sus vidas. Decidieron que sus experiencias individuales sean parte del legado de los 30.000 y que de sus historias de vida se desprenden conclusiones para pensar en un presente y futuro colectivos.
Juan Contrisciani, es delegado del Astillero Río Santiago, un astillero naval y metalmecánico ubicado en Ensenada. Él tenía diez meses cuando desaparecieron a su papá, que era militante del PRT-ERP. También tiene una tía desaparecida. Siempre supo sobre la historia de sus familiares a través de su madre. Ella, al ser sobreviviente, siempre crió a sus hijos con la verdad. Para Juan, el involucramiento en política se dió muy naturalmente, ya que su familia siempre fue parte de los organismos de Derechos Humanos. A los veinte, empezó a encontrar su propio camino cómo militante, primero en H.I.J.O.S y luego en la militancia partidaria en el PTS: “empecé a pensar la política no sólo cómo historia si no también para pensar la actualidad”.
Lili Mazea, empezó a estudiar para ser abogada durante la dictadura de Onganía: “En esa época se creaban Ateneos o Centros de Estudios, que estaban permitidos y se formaban comités por la liberación de Tosco u otros presos, entre otras formas de participación”. En su largo camino militante, tuvo varios compañeros muy cercanos a ella que fueron detenidos-desaparecidos: “por eso me comprometí a reivindicarlos y con la anulación e inconstitucionalidad de las leyes del perdón (obediencia debida y punto final) me permitió ser querellante no sólo por casos individuales sino también representando a organismos de Derechos Humanos”.
M., quien pidió mantener el anonimato por cuestiones laborales, cuenta que nació en otro país, ya que su mamá se fue al exilio luego de haber estado secuestrada. La reconstrucción de la memoria de su familia fue un proceso “no comprendía del todo esa vinculación entre su país de nacimiento y Argentina, por qué nos habíamos ido, por qué volvíamos a vivir a este país después de algunos años, y de a poco fui construyendo mi historia familiar”. Iba con su mamá a las movilizaciones del 24 de marzo, y a través de las preguntas que pudo hacerle a su abuela y su mamá, pudo empezar a comprender con mayor profundidad lo qué las había atravesado. Sin embargo, ella identifica sus primeros pasos como activista de los Derechos Humanos por un interés más social. Empezó a sentir un “compromiso con las movilizaciones y la lucha contra la impunidad en esos primeros años en los que vivía acá en Argentina, en la posibilidad de juzgar a los genocidas y después de conseguir un trabajo en un espacio de memoria”. Después de más de una década de trabajar en un Centro Clandestino y de Detención recibió aviso de que la despidieron. Desde ese momento, se organiza junto a cientos de trabajadores despedidos que enfrentan las consecuencias de la motosierra de Milei que los lugares por dónde eligió pasarla tienen una clara intención negacionista. Se la puede ver en movilizaciones y asambleas levantando la consigna “Vaciar es Cerrar” ya que hay muchos espacios que están protegidos por ley pero que si se dejan sin presupuesto y sin trabajadores no se pueden sostener.
La memoria como construcción permanente
ADC: Juan, ¿cómo fue el proceso de enjuiciamiento de los represores implicados en los casos de tu familia? ¿Cómo fue el proceso de reconstrucción de la identidad de tu familia?
JC: En mi familia no hubo enjuiciamiento de los casos tanto de mi papá como de mi tía. El de mi papá, por el lugar y la fecha, en La Plata en diciembre del 76, lo que estaba operativo era el Pozo Arana pero no fue visto ahí. Sobrevivientes me han dicho que lo más probable es que haya caído ahí, pero no está elevado a ninguna causa en particular, sino que se incluyó en casos “no vistos”. Eso fue presentado pero nunca fue elevado a juicio. Y en el caso de mi tía, mi tía desaparece en Capital en junio del 77, cuando cae, cae con su compañera, que fue vista en el Pozo de Banfield. Entonces fue mencionada, tía como para ampliar los casos en el Juicio de las Brigadas que se hizo hace poco en el juzgado federal de La Plata.
A mi me sirvió mucho encontrarme con familiares o amigos de mi viejo, que en general siempre los terminé conociendo en los actos que se realizaban en homenaje, tanto de la facultad donde trabajó o del Hipódromo de La Plata, dónde era delegado o en la escuela secundaria. Hablando con gente que lo conoció en distintas etapas. Ahí fui como armando el rompecabezas.Uno va reconstruyendo así, por pedacitos y con cuestiones ultra mínimas, cuestiones más personales. Desde ese punto, ligado más a lo que es la memoria y todo lo que se está haciendo, me parece que sirve un montón, a mí me sirvió, y supongo que a todos los familiares les sirven mucho estos actos, estos lugares de reivindicación y de mención. Sirven mucho para eso, para que te den el legajo de la facultad o para que te den la ficha, sirve mucho para hacerlos presentes, para conocer algún aspecto que no conocías y que te faltaba de esa historia.
ADC: Juan, ¿qué relación hubo entre tu militancia por los Derechos Humanos y la organización en una fábrica tan importante cómo el Astillero Río Santiago?
JC: Cuando yo entré a trabajar en el astillero en el 2004, todo este tema de Derechos Humanos, de desaparecidos, estaba mucho más velado, mucho más tabú todavía. La Marina era la patronal y la burocracia, ligada al peronismo de derecha, decía que los zurdos son quilomberos y “pone bombas”. Ahí en el astillero hubo un atentado, creo que fue en el año ‘77, donde se le puso una bomba a una fragata de la Armada para hacerla hundir y todo eso quedó muy impregnado en la memoria.
En el 2006, a los 30 años del golpe, logramos que se haga el primer acto por los desaparecidos en el Astillero y creo que fue el primer acto que se hizo por los desaparecidos en una fábrica. Desde ese año, ininterrumpidamente todos los 24 de marzo se hace un acto donde se reivindica a los 46 desaparecidos y asesinados que hubo. El primer acto fue muy progresivo porque se rescató lo que había sido esa generación, la pelea por el Convenio Colectivo de Trabajo que se logra con la huelga general del ‘75, que es el que tenemos hasta el día de hoy y que todos, del primero al último de la fábrica, lo defendemos y lo reivindicamos. Se hicieron un monumento y placas, se reconstruyó la historia y el nombre de cada uno de los desaparecidos.
Todo lo que se logró en el Astillero es producto de la lucha, no solamente de la resistencia a las privatizaciones en los ‘90, sino también con las que vienen desde mucho más atrás, con todo ese sector setentista. Incluso muchos sobrevivientes volvieron a laburar al Astillero en ese momento. Ya eran re veteranos, re grandes, pero volvieron a la fábrica y eso ayudó mucho a recuperar esa memoria: de cómo se había logrado el Convenio, de lo que eran las asambleas, de lo que era la militancia obrera, nosotros tuvimos la oportunidad de entrevistar a varios de ellos y contaban cómo se organizaban frente a los secuestros que hubo previo al golpe, cómo fue la instancia del golpe, cómo amaneció la fábrica militarizada y cómo fueron los secuestros.
Cuando fue el juicio a la Fuerza de Tareas 5, la fuerza que operó en el Astillero, se reconstruyó esa memoria y me parece que sirvió mucho porque se revirtió, no digo en la totalidad, pero en gran parte ese discurso medio antisubversivo, muy impuesto desde la burocracia de la fábrica, que fue colaboracionista en la época de la dictadura. La burocracia que dirigía en el astillero y los que siguieron, tenían todavía el discurso “anti zurdo”. De hecho denunciamos a un dirigente jubilado de ATE, que era parte de la directiva, que fue mencionado en este juicio como colaborador, señalando compañeros.
ADC: Lili, ¿cómo fue la búsqueda de justicia durante los distintos gobiernos democráticos? ¿Cuáles fueron algunos momentos decisivos en la pelea contra la impunidad?
LM: Desde que se instauró el Estado de Derecho hubo varios momentos críticos, voy a señalar dos: en primer lugar, en el Juicio a las Juntas con Alfonsín, ponderaba la teoría de los dos demonios, no se juzgó a la última Junta militar con persecución a muchos miembros de organizaciones armadas del período anterior, no se consideró delitos de lesa humanidad y sólo se acusó con el Código Penal que regía al momento de los hechos, con prescripción latente, entre otras fallas. En ese gobierno y por presión de los genocidas (con levantamientos militares) el Congreso dictó las leyes que los beneficiaron de no ir a juicio y la investigación y proceso que dictaba la Sentencia en causa 13/84 para los ejecutores en la cadena de mando militar, quedó en la nada, impunidad total.
En segundo lugar, con Menem no se logró revertir la decisión de otorgar los indultos, en 1989 a 70 civiles y 220 militares, como los participantes en rebeliones militares (Monte Caseros y Villa Martelli) y en 1990 como a los condenados en el Juicio a las Juntas y varios civiles (Martínez de Hoz ministro de Economía de la dictadura) y a otros que pertenecieron a organizaciones armadas. Las manifestaciones populares contra estos decretos fueron gigantescas, atento que nos quedábamos con total impunidad en el genocidio articulado y penado escasamente con anterioridad. La lucha de las víctimas, familiares, organismos defensores de los Derechos Humanos y Sociales, fue incesante y producto de la misma se anularon las leyes de impunidad y luego la Corte Suprema las declaró inconstitucionales, reanudando todas las causas suspendidas por el perdón.
ADC: M, en cuanto a tu experiencia cómo trabajadora en un Centro Clandestino de Detención, ¿qué fue lo que más impacto te generó en estos años?
M: Lo que más me asombró fue cómo los pibes y pibas que vienen a visitar los sitios de memoria siempre quedan muy impactados, movilizados, se les despierta una fibra sensible cuando terminan la visita. Cuando conocen de alguna manera lo que sucedió en esos lugares, muestran un interés muy genuino. Es una historia que necesita seguir siendo contada. Ante todo eso que dicen de que a estas nuevas generaciones no les importa o que son de derecha. Cuando vienen a hacer las recorridas y quizás no sabían mucho o no habían leído ni escuchado o no habían visto ninguna película, pero cuando recorren alguno de los espacios de memoria hay algo que cambia ahí y salen de otra manera.
También lo que siempre me marcó mucho fue la posibilidad de conectar muy sencillamente para ellos las violaciones a los Derechos Humanos en la dictadura y las violencias de las fuerzas policiales en la actualidad. Entonces podíamos terminar la visita y hablar de los desaparecidos durante la dictadura, pero también hablábamos de Santiago Maldonado, Facundo Castro, Julio López, Carlos Fuentealba. Podíamos hablar de las represiones en las movilizaciones y en las distintas manifestaciones durante todos los gobiernos democráticos. Y eso generaba una reflexión y una mirada muy crítica por parte de los pibes y las pibas, que a mí me parecía muy importante para que estos lugares no queden anclados en un pasado museográfico, sino para poder entender las líneas de continuidad con el presente, poder comprender las consecuencias profundas que dejó la dictadura en la actualidad. Y que los pibes y las pibas entendieran esa conexión, que no estaban viniendo a ver un pedazo de historia cerrado, sino que existen múltiples conexiones con su vida actual.
ADC: ¿Cuál es la situación actual de los sitios de la memoria y cómo fue el proceso durante el primer año del gobierno de Milei?
M: Hoy los sitios de memoria están en peligro, hay una política sistemática de despidos y de vaciamiento que impide el desarrollo de las tareas fundamentales que se hacen en los espacios de memoria: investigación, tareas de conservación, arqueología, pedagógicas. Todo eso no se puede sostener porque la mayoría de los espacios de memoria tienen menos de la mitad de los laburantes que tenían hace un año. El caso del Virrey Cevallos es el más extremo porque no quedó ningún trabajador, despidieron a todos. Hoy es un sitio de memoria que está con peligro de cierre. Las organizaciones sociales, barriales y los trabajadores están sosteniendo las actividades, pero lo hacen sin tener garantizada su continuidad laboral y la renovación de sus contratos. La situación hoy es urgente.
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ADC: ¿Qué rol juegan estos espacios en la construcción de la memoria, la búsqueda de justicia y terminar con la impunidad?
M: Además de lo que les contaba del papel importante que cumplen para que las nuevas generaciones puedan conocer esta historia. En estos lugares se sigue construyendo memoria: desde los testimonios de aquellos que pasaron por estos lugares, los sobrevivientes, los detenidos desaparecidos, los familiares, los vecinos que vivían alrededor de estos espacios de memoria, son voces que pueden seguir siendo escuchadas y que se transmiten a quienes no vivieron esa época. En eso hay una tarea fundamental de seguir fogoneando esa memoria. Después en la pelea contra la impunidad y por obtener justicia y también verdad, los sitios de memoria son pruebas judiciales: los testimonios de los sobrevivientes se materializan ahí mismo, toman forma por lo que ellos recuerdan, relatan, dicen en los juicios. Tiene una base concreta en esos lugares, en las marcas, en los objetos que se encontraron, en las paredes. En las ventanas que fueron tapadas y se encontraron cuáles eran las ventanas originales, dónde estaban las puertas, dónde estaba cada lugar y cómo funcionaban los centros clandestinos. En estos edificios se pueden encontrar las pruebas y seguir aportando a la verdad. Se puede demostrar que hubo un plan sistemático de persecución, secuestro, tortura y desaparición, que hubo un genocidio y que hubo desde el Estado un plan para acabar con la militancia obrera y popular durante los ‘70.
Ligado a esto, cuando se demuestra el funcionamiento de un centro clandestino, se puede mostrar la necesidad que tenían, en ese momento, de operar con una cantidad muy grande de oficiales y de personal de las distintas fuerzas represivas del Estado, pero también con complicidad civil y de las iglesias. Entonces muestra que hay que seguir investigando, que los juicios tienen que seguir avanzando, que no se pueden terminar con las investigaciones porque siempre aparecen nuevos nombres, apellidos, apodos de los genocidas, de los represores, que se tienen que seguir condenando los crímenes que se cometieron en esos lugares. Entonces la existencia de los espacios de memoria hace que los procesos de juicios contra los genocidas se mantengan vivos.
ADC: Lili, cómo querellante, ¿que significa para vos el desmantelamiento y el vaciamiento de los sitios de la memoria?
LM: Es una forma constante de este gobierno talibán de negar el carácter genocida de los gobiernos de facto, incluidas sus patas civiles y eclesiásticas, porque responde a sus patrones y es cómplice, de los que manejan los hilos del poder real, que permanecieron escondidos pero activos y vigilantes. Y piensa que con estas medidas se perderán todas las pruebas articuladas en los juicios, la gente olvidará los centros clandestinos de detención, los vuelos de la muerte, los asesinatos, robos de bebés, robos de inmuebles, torturas aplicadas a los secuestrados, etc. Pero como la lucha continúa, actualmente ante una denuncia sobre este tema, el Juez Lijo ordenó que los sitios de la memoria de CABA permanezcan abiertos, con personal capacitado, preservación de los acervos y archivos y que se continúen llevando adelante las tareas de investigación y coordinación pedagógicas, ya que la ley de sitios 26.691 establece que deben ser conservados no sólo como prueba en los juicios sino para perpetuar la memoria de los sucedido. Mirá si la lucha sirve.
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Fortalecer la resistencia
ADC: ¿Qué legados les parece importante retomar hoy ante el avance del negacionismo del gobierno de Milei?
JC: Desde la izquierda y el PTS por lo menos, lo que nos planteamos es la reivindicación de los 30.000, la denuncia de lo que fue el terrorismo de Estado como genocidio de clase, denunciando la complicidad civil y de la Iglesia, exigiendo el juicio y castigo y cárcel común de todos y cada uno de los genocidas, por todo lo que falta todavía por condenar. Me parece que hoy ante el ataque que está habiendo a los trabajadores de los sitios de memoria, son cuestiones de primer orden que tenemos que defender. Lo tratamos de plantear ante cada 24 de marzo, ante cada fecha importante o cada ataque. Es mostrar justamente la necesidad de que esas banderas sean defendidas, no solamente por una cuestión del pasado o por lo que nos pasó en las familias de muchos, sino por lo que implicó socialmente: todo lo que pasó en su momento tiene que ver con la sociedad que tenemos hoy. Con la cantidad de injusticias y de desigualdades y de grados de explotación que hay. Lo que significó el retroceso en derechos laborales, condiciones de trabajo, sometimiento al imperialismo. Son causas que están íntimamente ligadas, las cuestiones democráticas, con los ataques y el intento de continuar la obra que hizo la dictadura en cuanto a transformación del país en algo mucho más desigual, al servicio de los empresarios y las multinacionales.
Tomar el ejemplo de los paros que hubo en la dictadura, en el ‘79 fue la primera huelga general y también hubo muchos paros y medidas de los trabajadores, aún en condiciones mucho peores que en las que estamos ahora. Lo que tenemos que transmitir, es que todos esos ataques tienen que ser resistidos y tenemos que poner toda nuestra fuerza para que haya triunfos, como fue el año pasado lo del Hospital Bonaparte, que ahora está nuevamente atacado por despidos. Impulsar la autoorganización de los trabajadores para recuperar esa memoria que es de lucha, que implicó la vida de 30.000 desaparecidos. Es una lucha que reivindicamos en ese momento y que es muy necesaria ahora para que este ataque y para que estos planes que tienen sobre nosotros y sobre el país, no pasen. En ese sentido, me parece que el negacionismo es funcional y es una pelea que tenemos que dar en todos los niveles: desde lo cultural, lo simbólico, lo reivindicativo, pero también desde los conflictos concretos, rodearlo de solidaridad, llevarles apoyo, plantearles una salida que muchas veces desde las conducciones oficiales se transmite derrotismo o se transmite impotencia y mostrar que los trabajadores cuando salimos a la lucha, cuando nos organizamos, cuando coordinamos, cuando ganamos fuerza y ganamos apoyo en la sociedad, no nos para a nadie, me parece que eso es lo que se demostró en los ‘70 y me parece que esa es la memoria que de alguna manera tenemos que recuperar.
LM: Esta pregunta me recuerda a Myriam Bregman, que cuando me ve caída por este avasallamiento de derechos y no sólo en esta materia, sino contra el pueblo en general, con su optimismo de revolucionaria, me dice que vivimos situaciones peores y con lucha salimos. Por ejemplo, recordar que vivimos juntas la desaparición de Julio Jorge López en pleno juicio contra Etchecolatz. ¿Qué peor que esto nos puede pasar? Por eso, creo que vamos bien, Myriam se ríe y dice que las calles son nuestras. Como es una lucha colectiva, más temprano que tarde estos momentos serán el recuerdo de una pesadilla que entre todos pudimos despertar a tiempo. Si bien hay manifestaciones de todo tipo contra las medidas del gobierno, con su darwinismo social, también, no podemos negar, hay muchos traidores y algunos desaparecidos como la Central Obrera (CGT) y otros sindicatos de peso. (...) Debemos tener presente los fallos contra la impunidad en Argentina y otros países de la región de la Comisión y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Experimentar la alegría de las condenas que propiciamos por genocidio que alcanzaron a más de 50 en todo el país. No olvidar algunas sentencias que eran leídas por el tribunal con Sala colmada de militantes o utilizar la calle de Comodoro Py con pantalla, atiborrada de gente. Todo esto quedó grabado en la memoria como dice la canción y no la podrán borrar porque permanece en forma latente en el pueblo y mientras sigamos nosotres transmitiendo a las generaciones actuales estos recuerdos de lucha, audacia, convicciones y valores para la conquista de una sociedad socialista.
M: Cuando nosotros hacemos las recorridas en los centros clandestinos y damos cuenta de las vivencias y de las experiencias de los detenidos dentro de los campos de concentración, rescatamos mucho los gestos y los actos de resistencia durante el cautiverio de los compañeros y de las compañeras. Muchos cuentan de pequeños gestos de solidaridad con otros detenidos para compartirse la comida, para poder salvarlo de la tortura, de no dar información, de no dar nombres, de cuidar que no caigan nuevos compañeros en otros operativos de secuestro. Contamos también cómo muchos de los sobrevivientes recordaron nombres, apellidos, apodos, caras, direcciones, nombres de familiares para poder después, una vez que salían con vida de esos lugares, denunciar y contar quiénes habían estado detenidos con ellos. Y esos ejemplos de resistencia son los que hay que poder pensar para enfrentar los ataques que estamos viviendo.
También hay que pensar en la resistencia a la dictadura que dieron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que salieron pese al clima represivo que había, a denunciar el secuestro de sus hijos, de sus hijas, la apropiación de sus nietos, de sus nietas y daban vueltas a la pirámide de la Plaza de Mayo cuando estaba el estado del sitio.
Recuperando todas esas experiencias, creo que tenemos la posibilidad de pensar la resistencia en este contexto, creando hilos de continuidad entre ese momento y hoy. Pensar que si fueron capaces los compañeros dentro de los centros clandestinos de resistir a la dictadura, nosotros hoy somos capaces de resistir a estos ataques. La fuerza está, la hemos visto. En cada acción y actividad que se hace en la defensa de los sitios de memoria y contra los despidos de sus trabajadores se nota una solidaridad gigantesca, entonces hay posibilidades de resistir el avance del negacionismo y de resistir a los despidos.
Mientras escribimos esta nota, festejamos la noticia de que la nieta 139 recuperó su identidad. A fines del año pasado, se conoció la identidad del nieto 138, quien nació en la ESMA. Paradójicamente, ese mismo día, una multitud se congregó en un abrazo contra el vaciamiento de ese lugar que funcionó cómo centro clandestino de detención y de tortura. Si a casi cinco décadas de iniciada la última dictadura militar, todavía hay hijas e hijos apropiados que están conociendo su identidad, es una prueba más de que los engranajes de la impunidad siguen andando y que la pelea por la memoria, la verdad y la justicia no solo está más vigente que nunca y aún continúa.
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