El primer día de la convención que nominará oficialmente a Donald Trump como candidato a presidente definido por los intentos infundir terror racial y anticomunista.
Martes 25 de agosto de 2020 13:03
EFE/EPA/David T. Foster III
Un fantasma recorre la primera noche de la Convención Nacional Republicana (RNC) en los Estados Unidos, el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de Trump han consolidado una alianza sagrada para exorcizar ese fantasma. Desde veteranos militares, congresistas electos, pequeños propietarios, periodistas de Fox News, figuras republicanas en ascenso hasta un sobreexcitado discurso de un inmigrante Cubano. Los oradores de la primera noche de la convención apuntaron sus ataques contra este fantasma.
Si le creyeramos a los republicanos, uno creería que la revolución socialista está a la vuelta de la esquina. En efecto, la descripción de Joe Biden y Kamala Harris como devotos marxistas revolucionarios fue un vistazo a la realidad alternativa que muchos de nosotros desearíamos estar viviendo. El poder de la izquierda en los Estados Unidos fue sobredimensionado a tal extremo en la convención republicana que sus declaraciones estaban completamente divorciadas de la realidad, planteando por ejemplo que la “izquierda radical” ha conquistado al Partido Demócrata.
Esto es obviamente ridículo, dado que los demócratas están y siempre estarán en las manos del gran capital, sumado a que Biden pudo derrotar al ala progresista del partido y ganar las primarias.
Esta estrategia de terror anticomunista demuestra que los republicanos estan explicitamente en contra de programas sociales como el acceso a la salud universal. Aunque esto no sea extraño, y los republicanos nunca han sido amigos de los programas de asistencia social, es importante que en medio de la pandemia y una crisis económica los republicanos hayan duplicado y triplicado su rechazo a los programas gubernamentales como un medio para resolver la crisis. Parece probable que si Trump es reelecto veamos una continuación del rechazo a estos programas y un aumento en las privatizaciones.
En el medio de una pandemia, los republicanos presentan un programa que generara mayores ataques a la clase trabajadora y degradara las condiciones de vida y trabajo, retrocesos que impactarán desproporcionadamente en trabajadores de color. Una señal clave de este plan fue la frecuente referencia a la elección educativa como uno de los elementos claves de la plataforma de Trump, que no es otra que un eufemismo para hablar de privatizaciones y persecución sindical a los docentes.
El terror anticomunista no fue la única tactica que los oradores utilizaron. El terror racial y el pánico generalizado también fueron clave. Mientras los oradores hablaron cínicamente de la muerte de George Floyd, culpaban al mismo tiempo al movimiento Black Lives Matter por la desestabilización actual. En su discurso, la ex embajadora ante la ONU Nikki Haley llegó al punto de decir que “Estados Unidos no es un país racista”. Esto es representativo de una creencia fundamental del Partido Republicano, expresado no solo por Haley sino también por Tim Scott, el único senador afroamericano del partido, y otros oradores: El racismo ya fue resuelto, exceptuando algunas manzanas podridas, y ahora estos Anarco-Marxistas-Demócratas empeoraron la situación y sus manifestaciones.
La Convención Nacional Republicana apeló a varios oradores afroamericanos para explicar como, en realidad, Trump está del lado de la comunidad afroamericana pero simplemente no acuerda con los “anarquistas” que destrozan las calles. Varios oradores negros hablaron del terrible historial de Biden en las cuestiones raciales como justificación para sostener que Trump es de hecho el candidato que apoya a la comunidad negra. Este intento de mostrar, contra toda evidencia, que Trump no es un racista y esta del lado de los negros busca aliviar la conciencia de los votantes de los suburbios, mayoritariamente blancos, que podrian votar por el Partido Republicano. Trump está intentando hablarle a los votantes que no se consideran racistas, pero tampoco desean que las protestas callejeras “vayan demasiado lejos”. En un grado menor, los republicanos también intentan hacer un cínico llamado a los sectores de la comunidad negra que no han sido engañados por las pretensiones demócratas de presentarse como el partido de los oprimidos, además de llegar a los sectores reaccionarios de la burguesía negra.
Orador tras orador habló de “violencia”, “destrucción”, y “anarquía” en las ciudades como un motivo para apoyar a Donal Trump. El mensaje es claro: Donal Trump defenderá la “Civilización Occidental” contra movimientos por la liberación negra.
El ejemplo más explícito de este terror racial fue la pareja McCloskey, quienes llegaron a las tapas de los diarios por amenazar con sus armas a manifestantes de Black Lives Matter. En sus discursos defendieron sus acciones como “autodefensa”. Fueron más allá y argumentaron: “Lo que nos sucedió a nosotros puede pasarle a cualquiera de ustedes en cualquier barrio tranquilo de nuestro país.” El uso de “tranquilo” como eufemismo de “blanco” no debe pasar desapercibido.
Sin embargo, en la parte tal vez más reveladora de su discurso, la pareja dijo que Joe Biden y los demócratas desean “abolir los suburbios” (en los suburbios de las ciudades es donde vive mayoritariamente la población blanca, NdelT). Esta afirmación es ridícula, pero fue un momento interesante donde lo insinuado se hace explícito. Los republicanos pintan a los demócratas, al movimiento Black Lives Matters y al creciente movimiento por el socialismo como una amenaza inherente a la llamada “cultura blanca” en los Estados Unidos.
Los republicanos plantean una y otra vez el temor al movimiento Black Lives Matter llegando al ridículo de plantear que los demócratas apoyan los levantamientos. Por ejemplo, el diputado Jim Jordan dijo en sus discursos: “Los demócratas no les permiten ir a la iglesia, pero los deja protestar. Los demócratas no te permiten ir a trabajar pero te permiten destrozar la ciudad. Los demócratas no te dejan ir a la escuela, pero te permiten saquear”.
Para cualquier activista que haya estado en las calles de una gran ciudad esta acusación es un mal chiste. Fueron de hecho los gobernadores demócratas quienes desplegaron la Guardia Nacional para reprimir las protestas con gas lacrimógeno y balas de goma. Ciertamente los demócratas no son más amigos del movimiento que los republicanos.
Darle a los demócratas más crédito del que merecen fue el foco de la RNC. Por ejemplo, la competencia para ver quien es más xenofobo contra China continuó el lunes, con múltiples oradores discutiendo que Biden no será firme contra China, contrastando con las idénticas acusaciones de Biden contra Trump. En un momento donde las tensiones entre China y los Estados Unidos continúan en aumento, es increíblemente peligroso y revelador que tanto Biden como Trump compiten cabeza a cabeza respecto a quién será más duro contra China.
Hay una razón por la cual los oradores volvieron una y otra vez a las manifestaciones en las calles, así como también fomentaran el terror anticomunista tan explícitamente: quieren ganar a sectores de la clase media blanca, tradicionalmente republicana, que estan en peligro de desertar al campo de Biden. Para lograrlo, eligen pintar al Partido Demócrata como el partido de las revueltas y la revolución, mientras presentan al Partido Republicano como el partido de la estabilidad, el progreso, la ley y el orden. Ambos están respondiendo a la crisis capitalista actual polarizando su retórica en un intento por ocultar la falta de diferencias reales entre ellos. En esto, es interesante que ambos partidos se presentan como “el mal menor”. Los demócratas se presentan como la última línea de defensa contra el fascismo. Los republicanos afirman ser la última línea de defensa contra el comunismo. Como ejemplo, un inmigrante cubano que habló en la convención republicana comparó a Biden con Fidel Castro. En el intento por elevar la elección a una cuestión de vida o muerte es claro que ambos partidos capitalistas están enfrentando la creciente desilusión contra sus liderazgos y están esforzándose por mantener su equilibrio en medio de una crisis económica y social en aumento.
La realidad es que ambos partidos comparten la mayoría de su programa político, pese a su retórica polarizante. Tanto Biden como Trump se oponen firmemente al programa de salud universal “Medicare For All”, ambos se oponen a desfinanciar la policía, ambos apoyan la privatización educativa, ambos parecen competir por quien puede ser más anti-China y ninguno tiene solución alguna para la crisis actual que no sea forzar a la clase trabajadora a sufrir sus consecuencias.
Trump y el Partido Republicano continúan sus llamados a la base ultraderechista y racista de Trump. Tanto infundiendo el pánico sobre el movimiento Black Lives Matter cómo el terror anticomunista, los republicanos buscan establecerse como el partido reaccionario. Si la primera noche de la Convención Nacional Republicana es indicación de algo, las elecciones van a ser cada vez más sucias, derechistas y una muestra aún más clara de por qué la clase trabajadora necesita su propio partido.
Sybil Davis
Docente y artista teatral, vive en New York.