Todo crimen de Estado requiere de encubrimiento: un repaso sobre todas las noticias falsas y relatos de la impunidad que construyeron los medios oficialistas en torno al caso Maldonado.
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Miércoles 1ro de agosto de 2018
“Santiago Maldonado se ahogó y no hay indicios de que su cuerpo fuera movido”. Eso dijo el Juez Lleral 48hs antes de las elecciones de octubre 2017 y su relato fue adoptado como "la verdad” por casi la totalidad de los medios de comunicación, eximiendo con ello de responsabilidades al Gobierno y la Gendarmería. Este mismo domingo Jorge Lanata la reiteró en su programa, a pesar de que ya que conocen los serios cuestionamientos a la autopsia en la que se basó Lleral por aquellos días.
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¿Cuáles son las novedades que, como mínimo, relativizan el relato del juez? Por un lado, se encontró polen en las ropas de Santiago. Estas partículas no estarían allí si el cuerpo hubiera estado 78 días bajo el agua. Además, los peritos usaron como referencia la temperatura más baja que tuvo el agua del río Chubut cuando en realidad se debería haber tomado la temperatura promedio. Hoy por hoy es muy dudoso y falto de sustento afirmar que el cuerpo “siempre estuvo bajo el agua”.
Pero incluso sin tener en cuenta estas novedades, ya las declaraciones del juez eran en aquel momento dudosas. Porque en aquella autopsia se indicó que el cuerpo había estado entre 53 y 74 días bajo el agua: o sea que no había una conclusión clara. ¿Por qué esa versión apresurada que brindó Lleral a horas de las elecciones (dando con ello un espaldarazo enorme al gobierno de Cambiemos) ganó fuerza de “verdad”, cuando no se sostenía con datos científicos claros?
Una respuesta quizá se encuentre en la inusitada cantidad de noticias falsas y operaciones políticas que rodearon el caso de Maldonado desde el primer día. Cabe preguntarse si la sucesión permanente de falsedades y confusiones sembradas por el gobierno y los medios colaboraron en bajar el piso de expectativas y facilitaron la aceptación de una “verdad”, como mínimo, ambigua e incompleta.
“Santiago no estuvo el día de la represión en el Pu Lof de Cushamen”
Lo dijo Patricia Bullrich. Lo repitieron funcionarios y medios contradiciendo a todos los testigos. El secretario de DDHH, Avruj, lo dijo el mismo día en el que se difundió un video que demostraba que Santiago estuvo allí.
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Un camionero lo llevó a Entre Ríos; un matrimonio lo levantó en la ruta; cruzó con vida a Chile y un largo etcétera
Mientras Santiago estaba desaparecido, los medios fueron una usina de pistas falsas que ubicaban a Santiago en cualquier lado menos a donde reprimió la gendarmería. Se dijo que un camionero lo llevó a Entre Ríos. Se dijo que podría estar en Mendoza, en San Luis, en Osorno, en Tartagal. Se dijo que en un pueblito de Córdoba todos se parecen a Maldonado. Se dijo que “podría haber” cruzado el río, que “habría” cruzado a Chile, que dos médicas lo “habrían" atendido días después de la represión, que un matrimonio lo levantó en la ruta y lo llevó hasta Tecka. Todas mentiras. ¿Quienes las difundieron?: Clarín, La Nación, Infobae, entre otros.
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A los medios, se sumó la inefable Carrió diciendo que había un 20% de probabilidades de que Santiago estuviera en Chile:
Lo mató un puestero días antes de la represión
Esta mentira fue negada por el propio puestero y sin embargo el diario La Nación tardó una semana en rectificar la información falsa que había brindado. Además, se hizo un ADN que terminó por descartar la enloquecida hipótesis.
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“Habría aparecido un cuerpo que sería de Maldonado”
El 23 de agosto Clarín difundió una supuesta llamada al 911 que hablaba de un cuerpo en el río Chubut. Resultó falsa. Lo mismo hizo La Nación, hablando de que se habría hallado el cuerpo del joven en Chile aún cuando la Interpol ya lo había desmentido.
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“La familia no colabora”
A una semana de la desaparición, Gerardo Milman, secretario de Seguridad Interior, dijo que “la familia de Santiago Maldonado y los mapuches no colaboran”.
El pseudo-periodismo se hizo eco de esta línea oficial. Desde la pantalla de TN, Adrián Ventura tiraba la “noticia” de que Sergio Maldonado se había guardado durante dos meses una mochila y un celular de Santiago y recién ahora la entregaba como prueba. FALSO. La mochila y el teléfono no eran los que llevaba el joven el día de la represión y habían sido puestos a disposición de la justicia en tiempo y forma.
A este coro se sumó Pablo Duggan, el periodista de Polémica en el bar, que atacó por Twitter a Sergio Maldonado y su familia durante la conferencia de prensa que brindaron cuando apareció el cuerpo. Los criticó por querer formar parte de los procedimientos de traslado e identificación. Miserable.
Estos ataques ocurrían mientras era público que la familia Maldonado estaba siendo espiada ilegalmente por las fuerzas de seguridad, por orden del juez Otranto. Es decir, no eran simplemente intentos de tirar primicias y especular, sino que se sumaban a un ataque organizado contra la querella y las víctimas de la represión, con la intención de que no se esclarezca el caso.
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“Los mapuches son terroristas”
Así como se atacó a la familia, también se persiguió, amenazó y espió a la comunidad mapuche del Pu Lof de Cushamen y, por extensión, a comunidades originarias en todo el país.
Para ello se creó un enemigo interno: la RAM. Una supuesta organización terrorista con una “lógica anarquista” y “financiamiento inglés”, según Patricia Bullrich. A esta organización se la acusó de ataques a la policía (que nunca se probaron) y de “provocar la represión” en las manifestaciones por la aparición con vida de Santiago. ¡Oh casualidad!: apenas apareció el cuerpo del joven, la RAM desapareció del mapa y no se habla más de ella. Nadie nunca demostró su existencia.
El prestigioso editorialista de Clarín, Julio Blanck, buscó darle fundamentos a esta insólita teoría del Ministerio de Seguridad. Desde las páginas de “el gran diario…” lanzó una operación para igualar a la comunidad de Cushamen con la RAM y decir que los mapuches habían protagonizado incidentes en el juzgado de Esquel. Así se refirió a la manifestación que hizo otra comunidad mapuche, la de Vuelta del Río, que fue a denunciar que sus casas fueron incendiadas y que varios habitantes habían sido torturados, incluso ancianos de más de 80 años. De esas agresiones, ni una palabra dijo Blanck.
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No podía faltar el aporte de Lanata a esta sucia faena. En entrevista con Facundo Jones Huala, el periodista negó la desaparición forzada de Santiago y demonizó al pueblo mapuche
De “los mapuches mienten” a “lo mataron los mapuches”
Una vez establecido el rumor de que ciertos mapuches podrían ser terroristas, se hizo más sencillo apuntar contra los testigos de la represión y desaparición de Santiago para desacreditar sus testimonios. Las versiones son tantas que es imposible recopilarlas todas.
Se habló, por ejemplo, de que los mapuches no permitían el ingreso a las tierras del Pu Lof para hacer rastrillajes. Esta mentira se siguió repitiendo aunque los rastrillajes se hacían, aunque un video muestra como los buzos agradecen a los mapuches por dejarlos trabajar y aunque Otranto organizó un mega rastrillaje donde detuvo de forma ilegítima a toda la comunidad mapuche allí presente, a la que tuvo esposada durante horas mientras impedía el ingreso de la familia Maldonado y los organismos de DDHH.
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También se cuestionó al testigo Santana por haber perdido, en medio de la represión, un par de binoculares con los que había visto a gendarmes golpear a Santiago. Pero nadie cuestionó que la gendarmería “perdiera” los videos del operativo o que limpiara las camionetas Unimog antes de los peritajes.
Estas operetas llegaron al paroxismo de que durante el programa de Carlos Pagni en LaNación+ se lanzara la “hipótesis” de que a Santiago lo habrían matado sus propios compañeros.
Además, el diario La Nación, citando a “investigadores”, sugirió que los mapuches tendrían escondido el cuerpo
“La gendarmería nunca llegó hasta el río” y “Noceti nunca estuvo en el lugar”
Esta mentira infinitamente repetida por funcionarios y medios contra los testimonios de los testigos fue desmentida por las propias declaraciones de 19 gendarmes, las escuchas a sus teléfonos e imágenes donde se ve al gendarme Echazú volver de la zona del río con una herida en la frente y portando una escopeta.
Por otra parte, también el Ministerio de Bullrich negó la participación de su jefe de Gabinete, Pablo Noceti, en la represión. Esto fue desmentido por la declaración de Soraya Maicoño que vio al funcionario dos veces en el lugar de los hechos y por un audio del propio Noceti en el que se demuestra su participación en la planificación de la represión.
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Teorías disparatadas: “el golpe de prensa”, “el sacrificio”, “el testigo K”, “el testigo E”
Daniel Santoro, en Clarín, escribió una insólita nota hablando de un documento mapuche que menciona la idea de dar "un golpe de prensa" para difundir la causa de la RAM, sugiriendo que la desaparición de Maldonado sería parte de ese “plan”. Las fechas que aporta el periodista no coinciden con los hechos.
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También desde las páginas de Clarín surgió la teoría de “el sacrificio”. Su narrador no fue otro que Claudio Andrade. Este "periodista" (por llamarlo de algún modo) ya había lanzado las historias de que Santiago había cruzado a Chile o que había estado en Cushamen 15 días después de su desaparición. A esos ensayos mentirosos Andrade los coronó con su más elaborada ficción: escribió que Santiago habría asumido el "sacrificio" de pasar a la clandestinidad, acordando esto previamente con Jones Huala, para que sea más fácil lograr la libertad del referente originario. Ni una sola prueba solventó esta teoría que se derrumbó junto con las otras al aparecer el cuerpo de Santiago.
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Sin indicar por qué su “teoría del sacrificio” dejaba de ser una hipótesis, Andrade escribiría más tarde en Clarín que las únicas alternativas posibles para explicar el caso eran que Maldonado se hubiera ahogado o que nunca haya estado en el lugar (esto ya estaba largamente probado en la causa y públicamente]. Digamos que lo único coherente en las historias de Andrade es la defensa de gendarmería.
También en Clarín, Nicolás Wiñazki escribió con entusiasmo sobre el “gremialista y misterioso testigo k”, que estuvo el día del corte “y no dijo nada de Santiago”. La nota de Clarín sugería que este testigo sabría algo que no estaba declarando, sin embargo en cuestión de horas se supo que en realidad esta persona había llegado luego de culminada la represión y que no fue llamada a declarar por ninguno de los dos jueces que tomaron la causa: es decir, no es testigo.
Otra fuente muy “citada” fueron las declaraciones del famoso testigo E que primero había acusado a la gendarmería y luego se desdijo frente al juez. Sin embargo, este repentino "cambio de postura" del testigo E ya fue señalado como muy sospechoso por la querella, más teniendo en cuenta que a la familia Maldonado y su abogada no se les permitió participar de la declaración donde sorpresivamente esta persona cambio todo su testimonio. Por eso la querella solicitó la nulidad de este testigo.
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En todo caso, poner el eje en el testigo E -que al haber cambiado radicalmente su testimonio ya indica no ser un testigo confiable- en vez de en las sendas y más solventadas pruebas contra gendarmería tuvo por parte de los medios una intención clara de desviar la atención. Veamos el mecanismo: se dudó hasta el hartazgo y se embarró a los testigos que nunca cambiaron su declaración y que declararon desde el principio (a diferencia de los gendarmes a los que se los citó con enorme retraso) mientras se encumbró al testigo E como irrefutable. Una clara maniobra.
“El Ministerio de Seguridad no comandó el operativo” y “Gendarmería no portaba armas de fuego”
La primera frase corresponde a Patricia Bullrich. Sin embargo, un documento prueba que el operativo fue diseñado a nivel de detalle desde las altas esferas del poder cambiemita.
Además, gendarmería mintió en su informe del 8 de agosto, firmado por el comandante general Claudio Osvaldo Domenechini, cuando dijo que quienes portaban ese día pistolas 9 milímetros cargadas y listas para usar eran parte del “personal de conductores de los vehículos que no intervienen directamente en los hechos”. Lo desmintió el gendarme Ahumada cuando declaró y afirmó haber portado una 9mm.
Los audios producto de las pericias sobre los celulares de los gendarmes indican bastante bien las intenciones de la fuerza ese día en que desapareció Santiago:
“Cuando tenga 50 con escopeta atrás, tomá que van a revolear piedras… a la nuca” (diálogo con Emanuel Echazú 31/7)
“Estuve cuatro días en Leleque, garroteando indios” (charla con un amigo de la fuerza - 3/8).
“Ahí nos metemos en el terreno y les damos corchazos para que tengan” (diálogo con personal de la Dirección de Región - 4/8).
“Que los chicos ejecutaron disparos, ejecutaron disparos” (diálogo con el comandante principal Pablo Badie - 9/8).
A pesar de que toda esta información ya era pública, el periodista Joaquín Morales Solá seguía diciendo el 20 de septiembre que “no hay ninguna huella que inculpe a la Gendarmería”
Cabe destacar también que esta información está a disposición de Lleral, incluyendo las llamadas de Noceti, y el juez no hace nada con eso ni avanza en la investigación.
“Macri fue felicitado internacionalmente por su modo de investigar la desaparición de Maldonado”
Fue la mentira más ridícula de todas. La inventí Silvia Mercado que publicó en Infobae una nota donde decía que en la 13° sesión plenaria del CED en Ginebra, “el Estado argentino fue felicitado por ‘su compromiso con la justicia y el tratamiento responsable’ en las causas que investigan la desaparición de Santiago Maldonado”.
Según Mercado, eso se lo confirmó “un vocero”. Suela Janina, presidente del Comité, no tardó en desmentir la noticia apenas se enteró.
No contenta con ello, al aparecer el cuerpo de Maldonado, la periodista de Infobae dedicó 23 tuits a culpabilizar al joven de su propia muerte
La “zona cero”, las "internas mapuches" y “Clarín ya sabía hace un mes donde estaba el cuerpo”
Cuando apareció el cuerpo de Santiago en el río Chubut las operaciones del diario Clarín se volvieron todavía más miserables. El pseudo periodista Andrade afirmó haber adelantado hacía un mes desde su cuenta de Twitter que el cuerpo estaba a una distancia de “unos 409 metros de cushamen, pu lof abajo de los sauces en el agua”; y que ese dato lo “tenían los lugareños y especialistas que Andrade consultó”. Si es así ¿no tendrían que haberlo llamado a declarar? Como mínimo, la declaración es sospechosa.
No está claro, con todo, que el cuerpo haya aparecido en el lugar que Andrade mismo bautizó la “zona cero” ya que la información oficial habla de que se lo encontró “aproximadamente a 300 metros río arriba desde el epicentro del conflicto que se desarrolló el 1° de agosto”.
En sus especulaciones, Andrade volvió a insistir con las "internas mapuches", indicó que contaba con fuentes de "mensajes filtrados" (forma diplomática para hablar de servicios de inteligencia) que referían a encuentros entre grupos mapuches cuyos "motivos se desconocen" pero que "podrían ser radicalizados". Lo que no sé, lo invento y lo escribo con un condicional "podrían", "habrían" y todo eso.
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La usina de Andrade no descanza un año después: por estos días en las páginas de Clarín volvió a insistir que Santiago "se ahogó" y murió ese mismo 1ro de agosto de 2017, desconociendo que nunca existió una prueba clara de ello a partir de la autopsia y que ahora, encima, esa misma autopsia está cuestionada.
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Conclusión: un crimen de Estado necesita encubridores
La longitud de esta nota demuestra por si misma la cantidad inusitada de falsas noticias que rondaron el caso desde el comienzo. Como afirmó la legisladora del Frente de Izquierda y abogada especializada en Derechos Humanos, Myriam Bregman, un crimen de Estado no solo se define por el accionar de las fuerzas represivas sino también por el posterior encubrimiento. En este marco, los relatos de la impunidad para salvar a la Gendarmería y al Gobierno fueron construídos gracias al concurso no solo de los efectivos, jueces y funcionarios, sino también de las usinas de los diarios y medios oficialistas.
A un año de la desaparición seguida de muerte de Santiago, ganemos las calles para exigir justicia.