Para alivio de Washington y Tokio, el triunfador de la contienda fue el conservador Yoon Seok-yeol, un exfiscal anticorrupción del Partido del Poder Popular. Los resultados de las elecciones presidenciales del 9 de marzo en Corea del Sur, deben leerse en el contexto de la guerra de Rusia contra Ucrania.
Viernes 11 de marzo de 2022 02:09
Sin dudas, el acontecimiento que sobredetermina la situación internacional es la guerra de Rusia contra Ucrania, en la que están involucradas las potencias de la OTAN aunque no intervengan militarmente de manera directa. El conflicto bélico tiene un alcance global. Las sanciones que Estados Unidos y la Unión Europea impusieron a Rusia han llevado por las nubes el precio del petróleo y otras commodities, alimentando las tendencias inflacionarias de la economía mundial, lo que tarde o temprano encontrará su expresión en la política y la conflictividad social.
Esta guerra reaccionaria ya ha entrado en la tercera semana sin que por ahora ni la situación del campo de batalla ni las rondas de negociaciones hayan creado las condiciones para un cese del fuego. La reunión en Turquía entre los cancilleres de Rusia y Ucrania, auspiciada por el ministro de exteriores turco, concluyó sin ningún avance decisivo. Putin mantiene sus demandas de máxima y Zelenski se niega aún a capitular. Por lo que es esperable que en los próximos días recrudezcan escenas de destrucción y sufrimiento en las ciudades ucranianas.
En este contexto se deben leer los resultados de las elecciones presidenciales del 9 de marzo en Corea del Sur, junto con Japón, un aliado indispensable de Estados Unidos en el escenario estratégico del Asia Oriental, donde se juega en gran medida la confrontación con China.
Para alivio de Washington y Tokio, el triunfador de la contienda fue el conservador Yoon Seok-yeol, un exfiscal anticorrupción del Partido del Poder Popular, que en política exterior milita por la profundización de la relación con Estados Unidos y el reseteo con Japón; y como contrapartida es partidario de una línea más dura contra Corea del Norte y China.
En una nota reciente publicada en Foreign Affairs, el actual presidente electo sostiene que la administración de Moon tuvo una visión provinciana del lugar de Corea del Sur en la región, y en el sistema de alianzas de Estados Unidos. Según Yoon la política exterior estaba adaptada al objetivo primordial de mejorar las relaciones con Corea del Norte, mientras mantenía una ambigüedad estratégica en las tensiones entre Estados Unidos y China, con una inclinación más amigable hacia Beijing.
Hacia Corea del Norte, Yoon propone volver a la estrategia “desnuclearizar primero y rever sanciones después” para mantener a raya al régimen de Kim Jong-un y sus aspiraciones nucleares. Sin embargo, este enfoque que mostraba el garrote antes de prometer la zanahoria parece estar perdiendo sentido para los estados que se han logrado introducir de prepo en el selecto club del armamento nuclear. Ucrania podría ser el espejo en el que se miren. Tras la desaparición de la Unión Soviética, Kiev entregó el arsenal nuclear y hoy es invadida por Rusia, la potencia nuclear que se había comprometido a garantizar su seguridad.
El otro pilar de la política exterior del próximo gobierno conservador es dar un giro decidido hacia reforzar la alianza con Estados Unidos, lo que implica retomar el despliegue del sistema antimisiles norteamericano (THAAD) y considerar unirse al “Cuadrilátero” (Quad) el escuadrón de seguridad anti China formado por Estados Unidos, Japón, Australia y la India.
Lo que en la mesa de arena suena como música para los oídos de la Casa Blanca, quizás no sea tan sencillo en el terreno. El futuro gobierno de Yoon tendrá que hacer un delicado equilibrio que surge de la posición dilemática de Corea del Sur, que incluso en mayor medida que otros países de la región, depende de Estados Unidos para su seguridad pero tiene a China como su principal socio comercial. Para tener una dimensión del significado de los lazos comerciales con China, en 2020 Corea del Sur exportó bienes por 136.000 millones de dólares a China, comparado con 73.000 millones a Estados Unidos, su segundo destino de exportaciones.
No menos contradicciones genera el reseteo de las relaciones con Japón. Corea del Sur comparte con China una historia de humillación por parte del imperio nipón, que se resiste a reconocer los crímenes de guerra, entre ellos la reducción a la prostitución de miles de mujeres al servicio de las tropas japonesas.
Probablemente como viene sucediendo en los últimos años, una cosa es ganar una elección y otra garantizar la gobernabilidad en sociedades profundamente desiguales y polarizadas. En esto Corea del Sur no escapa a la regla.
El clima social y político doméstico está enrarecido. La desigualdad, el desempleo juvenil, las deudas astronómicas de los hogares, los precios exorbitantes de la vivienda y la corrupción política en el marco del recrudecimiento de la pandemia alimentan el descontento y las tendencias anti políticas.
La situación incluso puede empeorar con la guerra en Ucrania. Corea del Sur es importador neto de energía, que seguramente impactará negativamente en los precios.
Esta tensa situación social ha llegado a las pantallas: Parasite, la película premiada de Bong Joon Hu, y la serie El juego del calamar, muestran cómo en el país de las grandes multinacionales como Samsung y Hyundai, millones de ciudadanos habitan sótanos inhabitables y recurren a la estafa menor y el riesgo como estrategias de supervivencia.
Como si fuera poco, en los últimos años ha surgido una fuerte reacción contra el movimiento feminista, que había emergido motorizado por demandas contra la discriminación y la violencia de género. Este machismo organizado, que incluso ataca movilizaciones de mujeres y presiona fuertemente para revertir políticas que considera discriminatorias hacia los varones, atrae sobre todo a los varones más jóvenes. Esto a pesar de que Corea del Sur es el país de la OCDE donde es más amplia la brecha salarial en detrimento de las mujeres y donde recién en 2021 se despenalizó el aborto.
Este movimiento anti feminista reaccionario, que arremete contra las mujeres y contra las personas LGTBI, se impuso en la campaña electoral. Yoon ha tomado sus demandas, entre ellas la posibilidad de eliminar el ministerio de igualdad de género. Incluso ha culpado a las mujeres por la caída en la tasa de natalidad. Pero no es solo la derecha. El actual presidente Moon, que se había declarado un “presidente feminista” retrocedió ante este movimiento, lo mismo que su candidato Lee.
Yoon, que toma muchos gestos políticos de Donald Trump y la extrema derecha, llega con una agenda neoliberal ambiciosa: promete flexibilización laboral, conservadurismo fiscal, reducción del salario mínimo y liquidación de los límites a la jornada laboral. Aunque con un alto perfil anticorrupción –fue el fiscal en el caso de la ex presidenta Park Geun-hye destituida en 2017 en medio de una imponente movilización social– no ha definido aún su política hacia los “chaebols”, los conglomerados familiares como Samsung, Hyundai o LG, que son el corazón del milagro económico surcoreano.
Yoon ganó la elección por menos del margen de error: apenas 0,7% de diferencia con Lee Jae-myung, el candidato del Partido Democrático que había tomado como un eje de campaña la implementación de una renta universal.
Su base de sustentación es demasiada estrecha como para legitimar la magnitud del ataque propuesto. La grieta política también es institucional. Tendrá que gobernar con la Asamblea Nacional controlada por una supermayoría del Partido Democrático.
Todo indicaría que, como sucede con los gobiernos no hegemónicos que abundan desde la crisis capitalista de 2008, tiene planteadas hacia futuro varias hipótesis de crisis política y conflictividad social.
Claudia Cinatti
Staff de la revista Estrategia Internacional, escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.