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Red Internacional
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ARTES PLÁSTICAS Y POESÍA. Un día como hoy, el Guernica volvía a casa

Luego de la caída de la dictadura de Franco, el 10 de septiembre de 1981 el famoso cuadro de Pablo Picasso retornaba a su tierra. Aquí algo de información y un poema en homenaje.

Martes 10 de septiembre de 2019 19:50

La pintura no ha sido hecha para decorar los departamentos. Es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo.

Pablo Picasso

El 10 de septiembre de 1981, luego de estar durante años expuesto en el MoMA de New York, el famoso cuadro de Pablo Picasso retornaba definitivamente a su tierra.

El cuadro fue pintado entre mayo y junio del año 1937. Ese mismo año, el 26 de abril, las bombas fascistas caían sobre el pequeño poblado vasco de Guernica. Se estima que el bombardeo mato entre 120 y 300 personas.

El cuadro fue un pedido del gobierno de la Segunda República al artista malagueño. En ese mismo año la obra fue expuesta en la Exposición Internacional de París. De inmediato se transformó en algo más que un cuadro. Fue y es un símbolo. Mil interpretaciones se han hecho. Tal vez una frase del propio Picasso pueda arrojar luz sobre lo que representa el Guernica: “La pintura no ha sido hecha para decorar los departamentos. Es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo”.

Desde la década del 40, y puesto que en el Estado Español gobernaba Franco y su dictadura, el cuadro permaneció en el Museo de Arte Moderno de New York. Picasso había pedido que cuando la democracia volviese a su país el cuadro fuese devuelto a su verdadera casa.

Pablo dibuja

Pablo dibuja,

un toro infinito,

fuerte,

debajo del toro

una madre,

una madre

que grita al cielo,

(su lengua quiere perforar

la indiferencia de los dioses)

(sus ojos son dos lágrimas)

el niño y su ojos blancos,

el niño muerto,

para siempre,

en los brazos de su madre.

Pablo dibuja,

una paloma imperceptible,

sus alas rotas.

Un soldado muerto,

su cabeza y sus brazos,

desparramados,

una mano vacía

y en la otra,

una espada rota,

una espada rota y una flor.

Pablo dibuja,

una lámpara inmensa,

alumbra

el cuerpo de un caballo,

hermoso,

potente,

su carne abierta

por una herida oscura,

y una lanza

que lo atraviesa.

Pablo dibuja,

una mujer arrodillada,

otra mujer

que con su mirada busca,

lleva en su mano

una vela encendida.

Pablo dibuja,

una casa en llamas

desde sus fauces

como una chispa,

como un grito,

un desgarro,

una mujer sale

sus brazos y sus ojos

hacia el cielo,

como preguntando,

tal vez a dios,

tal vez a los aviones.