Crónica de una estudiante terciaria y docente en la Escuelita de La Lucha en Guernica. Mientras el Gobierno criminaliza la lucha de las familias, les estudiantes y trabajadores nos unimos a ellas para solidarizarnos.
Martes 13 de octubre de 2020 14:49
Es sábado. Llego a la toma de Guernica después de más de una hora de viaje. Llevo mi guardapolvo puesto. Rapidamente, las madres del predio nos reciben y nos acompañan hasta la escuelita. No llego sola: voy con mis compañeres docentes y estudiantes que, como yo, son de los institutos de formación docente de CABA.
Me acerco con les compañeres de la 9 de Abril y La Marrón a la toma de Guernica. No es la primera vez que me acerco al predio ni la primera vez que activamos para que a la toma le llegue toda la solidaridad que necesita: ya venimos, hace varias fechas, impulsando colectas en nuestros profesorados y colegios.
De camino a la escuelita, mientras piso tierra y charcos, veo las casillas de la toma. Algunas hechas con madera. Otras con alguna chapa. Otras, simplemente, son una estructura arropada por un nylon, por múltiples bolsas de consorcio. Por todos lados hay niñes que juegan con lo que encuentran a su paso.
La escuelita es un espacio que mantienen las familias junto a compañeres docentes, maestras y maestros solidaries. Una tela que decía “Escuelita de La Lucha” completaba la imagen. Ahí mismo y en torno a ella, nos encontramos con la jornada educativa y cultural preparada para ese día con las distintas propuestas que acompañan el espacio: cuentos, sector de Educación Sexual Integral, bloques, arte, música. Ahí conozco no solo a les niñes que se acercan, sino también a su familia y, con elles, cuáles son sus realidades, cómo llegaron a Guernica.
Una nena hace un dibujo de una casita. “No al desalojo”, escribe al pie del dibujo. Otra nena se acerca para que le limpie las manos después de pintar. Mientras se frota las palmas e intenta atajar agua naturalmente comenta “en mi casa no tenemos agua para lavarnos”. Tragué saliva. De vuelta, aparece la bronca: nuestres pibes privados de agua, comida, educación y techo. Y ahí no más, countries de valores que de tan altos, podrían vivir elefantes más que personas. Lugares donde no conocen el verbo “faltar”.
Les niñes se acercan para jugar con nosotres. Preguntan si pueden llamar a sus hermanitos para que se sumen. Puedo ver en ese momento cómo se desmiente el relato del gobierno y los grandes medios. Puedo ver que ahí hay un barrio. Hay familias. Puedo ver cómo a eses niñes les es negado su derecho a la vivienda: un derecho que, cuando lo vemos en el profesorado, nos enseñan que es un derecho constitucional, elemental. Así también lo es el tener acceso a la educación y a la alimentación de calidad. Pienso en todos los textos que me han hecho leer sobre la inclusión educativa, en la integración. ¿Dónde está todo eso ahora? ¿Cuándo se aplican todos esos conocimientos y debates pedagógicos si no es ahora? No hay inclusión sin techo, sin panzas llenas, si te despertás todos los días con el ruido de los helicopteros de la Policía Bonaerense.
Se me acerca una de las mamás, “gracias por venir y acompañarnos”, me dice. Por dentro pienso: “¿Cómo no hacerlo? Son nuestres futures alumnes”. En cada rostro veo a mis propies alumnes. No puedo estar en otro lado que no sea este: con las familias, con estos 3 mil niñes. Hoy su lucha se volvió mi lucha y la de muchos compañeres que apoyamos su pelea por el derecho a la vivienda digna.
Va terminando la actividad lúdica. Preparamos la merienda. Entre chocolatada, galletitas, torta y cuentos, compartimos ese momento con las familias. Se acercan a charlar con nosotras algunas madres. Algunas para preguntar por la escuelita y nos expresan que sus hijes no pudieron mantener la escolaridad por falta de recursos. Otras nos explicaban cómo se estaban organizando en la comisión de mujeres. “Hoy hicimos asamblea”, cuentan.
“También están en la comisión de mujeres familias de otras tomas: las de “El Hotelito”, por ejemplo”, detalla otra. Es admirable la fuerza que tienen y cómo no se resignan a que ni elles ni sus hijes tengan un techo sobre su cabeza o les arrebaten el pedazo de tierra que ahora tienen para vivir.
Pienso en qué pasaría si los sindicatos docentes como UTE-CTERA y la CET - Coordinadora de Estudiantes Terciarios se pusieran a disposición para apoyar a todas estas familias, impulsando también las colectas y viniendo a traer todo el apoyo. Si los centros de estudiantes impulsaran asambleas en donde les estudiantes transformemos la bronca en organización. Si hubiera miles de guardapolvos en las marchas del centro de la Ciudad de Buenos Aires. Si organizaran micros enteros de estudiantes y docentes que se acerquen a las familias. Si hicieran que esas mujeres de la toma tengan la oportunidad de hablar con nosotres, en cada una de nuestras cursadas. ¿No tienen mucho que enseñarnos ellas de su lucha? Les doy mi delantal a ellas. Les digo en serio.
Todo el potencial que tendría, sería una unidad y fuerza imparable contra el desalojo y para conquistar las reivindicaciones de les que se paran por sus derechos. Se podría unir la fuerza de les que peleamos en defensa de nuestros profesorados y la educación pública, con les que ni tienen derecho a la educación. Podríamos unir la fuerza de les estudiantes que llegamos con la lengua afuera para pagar nuestros alquileres y servicios, con les que les han arrebatado el techo. Uniríamos la fuerza de les estudiantes que llevamos en la mochi nuestro pañuelo verde, con las mujeres trabajadores, desocupadas y pobres. Lo que queremos es simple: conquistar nuestro derecho a luchar en unidad.
Como estudiante terciaria y docente de una institución privada, estoy convencida de que la unidad con las familias es indispensable para que su lucha triunfe. Por eso, quiero trasmitir a las familias y a les pibis que vamos a seguir poniendo todos nuestro conocimiento y esfuerzo al servicio de ustedes para seguir acompañando y apoyando su lucha.
El Gobierno de Kicilof y la intendencia de Blanca Cantero sólo buscan criminalizar la pelea por el derecho básico a la vivienda, y les ofrecen migajas, jugando con su desesperación. Pero al FMI, a los sojeros, a los dueños del negocio inmobiliario, le ponen alfombra roja. Los intereses son claros. Más que nunca, los delantales junto a la clase trabajadora y los sectores populares. ¡Ni desalojo ni extorsión! ¡Tierra para vivir!