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Un encuentro entre Bourdieu y Trotsky: clases, lucha de clases y cambio social

Francesco Colicchia

Un encuentro entre Bourdieu y Trotsky: clases, lucha de clases y cambio social

Francesco Colicchia

Ideas de Izquierda

Continuando con la serie de artículos sobre el pensamiento de León Trotsky, traemos un debate con uno de los autores más destacados de la sociología, Pierre Bourdieu. En estas líneas intentaremos desarrollar una discusión en relación a la teoría de las clases sociales y la lucha de clases.

Bourdieu es uno de los sociólogos más sobresalientes del siglo pasado. En innumerables ocasiones se ha opuesto a la desigualdad en el capitalismo y unos ejemplos formidables son sus obras Los herederos o La miseria del mundo. Hoy en las universidades su pensamiento sigue teniendo vigencia e incluso inspira a nuevas ediciones de sus cursos. En su historia ha discutido con varias tendencias del pensamiento social de su época, entre ellas ha establecido un debate particular con el marxismo. No obstante, como hemos dicho, Bourdieu dialoga con un tipo peculiar del marxismo que nunca especifica, un marxismo al que ha llamado “la tradición más economicista que conocemos”.

Los planteos que Bourdieu realiza al marxismo en relación a las clases sociales tienen validez en tanto son una franca crítica a la reducción económica de lo social. No obstante, el pensamiento de Trotsky puede profundizar en estos problemas teóricos y, a su vez, plantear otros interrogantes al pensamiento del sociólogo francés en relación al antagonismo social y las clases sociales.

La agonística de lo social y la reproducción

Para iniciar con el debate tenemos que empezar con definir el concepto estrella de Bourdieu, el espacio social. Como mencionamos en otra oportunidad, el espacio social se puede entender como un espacio de relaciones entre personas con recursos y poderes sociales, llamados capitales, que los diferencian unos a otros y establecen jerarquías entre ellos. En su teoría de las clases, el espacio social es el sitio de las luchas entre personas y entre las clases por la obtención de recursos estratégicos en juego. Este proceso es la incesante lucha donde cada grupo pelea para mantener o mejorar su posición. Esta situación “implica que todos los grupos afectados corren en la misma dirección, hacia los mismos objetivos, las mismas propiedades, aquellas que son designadas por los grupos dirigentes y que, por definición, no están disponibles para los grupos dirigidos (...)” (1984: 163). Es decir, el objetivo es impuesto por los grupos dominantes de aquel juego, definido en los campos particulares.

En este campo las luchas no hacen más que reproducirlo junto a sus desigualdades. Las clases dominadas juegan un juego, generan estrategias para ganar, pero siempre son contrarrestadas por las acciones de las clases dominantes, que establecen la pauta, que también son activas para conservar su distancia y el control de capitales de mayor magnitud y, por ende, la desigualdad de esos recursos opera como un factor importante a la hora de la lucha y la estabilidad social porque determina las capacidades de lucha de cada grupo. Como dice el autor:

Entonces, bajo una aparente paradoja, el mantenimiento del orden, es decir, el conjunto total de brechas, diferencias, diferenciales, rangos, precedencias, prioridades, exclusiones, distinciones, propiedades ordinales, y entonces de las relaciones de orden que le dan a una formación social su estructura, es provista por un incesante cambio en propiedades sustanciales. (1984, 163)

La paradoja sería, entonces, que la desigualdad social se mantiene estática a través de la lucha entre dominantes y dominados, al no ser capaces los segundos de subvertir el orden del juego. [1]

Además, detrás de la visión reproduccionista del espacio social, lo que el autor nos deja ver es una forma particular de entender la lucha de clases. Lo que se nombra lucha de clases viene con el apellido de “lucha competitiva” (1984: 157, 160, 163, 164, 165) que va a bautizar a estos conflictos sociales incapaces de cambiar las distancias sociales y que, al contrario, van a integrar a las clases dominadas en el juego de las clases dominantes. La lucha de clases, entonces, viene a reducirse a la forma de lucha competitiva. Es a través de este lapsus, el de significar el crisol de formas que adopta la lucha de clases bajo la imagen especular de la lucha competitiva, que podemos identificar que la noción de lucha en Bourdieu no proviene de un trabajo de apropiación de la fuente de la tradición marxista, sino del concepto weberiano de lucha explicitado en Economía y Sociedad (Weber, 1964: 31, 32) que refiere al carácter de la lucha en tanto competencia.

Además, vemos cómo juega un rol central el concepto de capitales, en tanto posee una afinidad con la problemática de la lucha competitiva. El nombre de capitales es adecuado porque, en sus lentes, la lucha de las clases se produce como si fueran propietarios privados de mercancías que tienen que competir unos con otros. De esta manera, los proletarios luchan como pequeños propietarios en el espacio social, su pequeño capital se pone en juego contra grandes capitales de las clases altas. Si bien la clase obrera es propietaria de una mercancía, la fuerza de trabajo, sus formas de lucha distan mucho de ser la lucha competitiva contra las clases poseedoras. Por el contrario a una lucha individualizada, el proletariado y la burguesía mantienen una relación social de explotación, y no solo de dominación, donde la resistencia a la explotación tiene la posibilidad de expresarse colectivamente, es decir, como clase. Además, la lucha de clases, entendida por el marxismo, tiene la capacidad de afectar la relación misma de explotación, lo que en el pensador francés no aparece. La reducción, con su consecuente pacificación, de la lucha de clases a las formas de lucha que tiene la pequeñoburguesía conduce a una incomprensión de las clases sociales y a una individualización de las formas de lucha.

Sin embargo, el autor matiza esta visión reproduccionista, abriendo la posibilidad de un cambio radical en tanto se efectúe una caída abrupta en las condiciones objetivas en relación a las aspiraciones subjetivas, es decir, cuando las expectativas sociales se ven fuertemente contrastadas por la imposibilidad material de cumplirlas. Esto lo llama desfase o desajuste. El desfase podría producir una ruptura en donde las clases dominadas dejen de seguir los objetivos de los dominantes y generen unos propios.

Así tendríamos dos momentos: el del orden y la dominación, con la lucha competitiva integradora; y el de la crisis, donde las estructuras objetivas no coinciden con las disposiciones aprendidas y se produce una “suspensión temporal de la adhesión original al orden establecido” (Freyre y Capdevielle, 2013: 118) y la revuelta. Este último momento, donde se abre la posibilidad de cambiar el mundo social, es definido por estas autoras como el de la lucha revolucionaria.

Los resultados de esta conceptualización son: una forma limitada de ver la lucha de clases (lucha competitiva y revuelta), una incomprensión acerca de la relación de clases en el capitalismo y una forma mecánica de describir las situaciones de la lucha de clases (los dos momentos, de normalidad y de crisis). La sociología de Bourdieu limita a los dominados a una lucha que no puede cambiar nada por sus limitados recursos y se cae en un escepticismo para con las clases dominadas. Y es que el sociólogo francés es preso de su propia caracterización porque generaliza la impotencia de la pequeñoburguesía a las demás clases sociales. La pequeñoburguesía compite contra los grandes monopolios con un capital modesto, no tiene capacidades de paralizar la producción por lo que sus únicas capacidades son simbólicas en tiempos de paz y, en tiempos de crisis, su forma de lucha es la revuelta. En cambio, la clase obrera y la burguesía disponen de diferentes formas de lucha entre las que se encuentra la competencia (forma particularmente importante de lucha que la burguesía fomenta dentro del proletariado) pero que de ninguna manera se agota allí, sino que va desde el sabotaje hasta la guerra civil. Existe, entonces, una incomprensión de las distintas capacidades y formas de acción colectiva que poseen las diferentes clases.

Además, la teoría de Bourdieu abreva en un sector de la teoría sociológica que entiende a los fenómenos en su estabilidad, en su orden, en sus relaciones estables y ordenadas. Piensa al equilibrio de manera estática, es decir, que los movimientos no motorizan al todo social sino que lo mantienen en su lugar. Esto es lo que observamos con la lucha competitiva en la teoría de nuestro sociólogo. El problema es que no se puede dejar de teorizar situaciones de ruptura porque efectivamente existen. Cuando se quiere zanjar esta contradicción, se torna inevitable introducir un factor externo de la problemática en cuestión para que el aparato conceptual se desplace hacia otro tipo de situación.

Por otro lado, la forma de explicar el desfase (histéresis) no es una novedad para la teoría social, sino que bebe de la fuente de la teoría de la deprivación relativa. Como asegura Burawoy:

Es una versión trasplantada de la teoría de la privación relativa que ha influenciado mucho en las teorías de los movimientos sociales y la psicología social. No toma en cuenta seriamente el auto-entendimiento de los actores, ni siquiera los recursos que tienen a disposición. La disyunción entre el habitus y el campo, la expectativa y la oportunidad, disposición y posición es siempre una fuente potencial de cambio, pero necesitamos saber cuando esta conduce a un ajuste con el campo, cuando conduce a la inovación y cuando conduce a la rebelión.(2012, p.39) [2]

Las diferentes probabilidades de salida de la histéresis permanecen sin explicar, siquiera sin construir algunos factores a tener en cuenta para el análisis de esos fenómenos. Este terreno, que es el terreno de la estrategia y la política, lo abordaremos en el siguiente apartado.

Aunque Bourdieu plantea que todo esto sería superador al marxismo, queremos introducir la visión marxista de León Trotsky para observar posibles vías de superación de estos dilemas que deja planteada la teoría sociológica. Del pensamiento de Trotsky [3] se puede extraer una metodología particular para evaluar las cambiantes relaciones de fuerza y situaciones sociales. Este enfoque parte de los equilibrios inestables del capitalismo y observa las contradicciones que este tiene en su movimiento. La burguesía rompe el equilibrio e intenta reconstruirlo de diversas maneras: guerra de tarifas aduaneras, bloqueos, dumping, guerras, huelgas generales, sabotajes, lock-outs, rompehuelgas, crisis, booms, recesiones, concesiones a las clases populares, cooptación de dirigentes obreros, fomentando la división entre los oprimidos, etc. La ventaja del marxismo de Trotsky frente a la sociología de Pierre Bourdieu radica, también, en que el primero se basa en la forma del pensamiento dialéctico, donde los seres poseen contradicciones inherentes que se desarrollan incluso en situaciones de equilibrio, pudiendo pensar así potenciales crisis y superaciones.

Revisitando una discusión que mantiene Trotsky contra el PC francés en los 30, el revolucionario ruso afirmaba: “¿Qué diríamos de un artista que nos distinguiera más que los dos colores extremos del espectro? Que es daltónico o medio ciego y que debe renunciar al pincel.” (2013, p.83). El marxismo de León Trotsky otorga gran importancia a las situaciones intermedias o contradictorias de la lucha de clases, a diferencia de la sociología de Pierre Bourdieu. Esto es en gran parte porque es en esas situaciones la acción del partido puede influir en esas situaciones para cambiar su rumbo. Este asunto es invisibilizado en la teoría sociológica del autor francés, cosa que abordaremos más tarde. Por otro lado, las formas de la lucha de clases que no rompen con la propiedad privada, como muchas luchas sindicales, no son meramente reproductoras de su dominación, por lo menos no necesariamente. Las luchas sindicales bien pueden cambiar el equilibrio social, despertar nuevas luchas o funcionar como “escuela de guerra”, es decir, ser un anticipo de ciertos fenómenos que se pueden encontrar cuando la lucha de clases se agudiza. Entonces, vemos que a diferencia de lo que puede ser un tiempo homogéneo, las situaciones de estabilidad o de “integración” pueden dar numerosos fenómenos de lucha, cada uno con una significación particular, que ayude a formar un cúmulo de experiencias, de recursos políticos, que hagan una mejor preparación estratégica para cuando la situación se torne más contradictoria

El problema es que los capitales bourdianos son incapaces de efectuar una explicación de esta transición porque se limitan a propiedades de poder que ocultan las verdaderas capacidades y conflictos enraizados en la producción social de mercancías. En cambio, el marxismo trotskista mediante el concepto de los equilibrios inestables y observando las formas de lucha como la forma de organización que adopta la lucha de clases, y participando dentro de ella con su programa transicional, puede analizar las situaciones concretas en sus matices, predecir ciertos movimientos y hechos [4], y plantearse acciones para llevar a cabo su agudización.

Clases teóricas, movilizadas y fuerzas sociales

El primer debate que el sociólogo francés le propone al marxismo es la afirmación de que la teoría marxista tendría la ilusión de que las clases son automáticamente reales, grupos unidos por la conciencia y el conocimiento de esta conciencia compartida. Para el autor, clase en el “sentido de Marx” sería “un grupo movilizado en pos de unos objetivos comunes y en particular contra otra clase” (1997: 23). Además, las clases sociales movilizadas en términos marxistas serían un efecto de la teoría, una forma en la que los intelectuales sociales le imponen a la realidad sus análisis, así como en otro artículo hacían los juristas con los ciudadanos.

La posición más importante del discurso de Bourdieu es la cuestión de la relación entre la clase teórica o en el papel y la clase históricamente real o movilizada. La clase en su segundo sentido sería un resultado de efectos circunstanciales, eventuales.

La división entre clase teórica y real tiene dos cuestiones. La primera es que pensar a las clases sociales “reales” solamente como clases movilizadas no solo es una caricatura de Marx sino que significa una polarización exagerada. Como dice Maiello, Bourdieu repite una dicotomía que dice así: “o bien la clase trabajadora surge preconstituida como sujeto revolucionario consciente desde la producción misma, o bien no hay fundamento sólido para una política de clase”. Esta falsa dicotomía entre determinismo absoluto y contingencia pura no ayuda a pensar a las clases sociales en su proceso histórico real. La pregunta debería ser: ¿cuál es la relación entre la estructura social y económica, es decir, unas condiciones objetivas relativamente homogéneas, y la movilización y subjetividad de los grupos sociales?

La discusión sobre la teoría de las clases sociales tiene una importancia destacada para Trotsky en sus combates políticos contra el menchevismo pero también contra aquellos que postulaban que la URSS era un Estado burocrático, resaltando el carácter de clase de la burocracia. Para ello se atiene a la centralidad de las relaciones con la propiedad de los medios de producción. Para Trotsky:

Una clase no se define solamente por su participación en la distribución de la renta nacional sino por su rol independiente en la estructura económica general y sus raíces independientes en los fundamentos económicos de la sociedad. Cada clase (la nobleza feudal, el campesinado, la pequeña burguesía, la burguesía capitalista y el proletariado) ejerce sus propias formas especiales de propiedad. La burocracia carece de estas características sociales. No ocupa una posición independiente en el proceso de producción y distribución. No tiene raíces de propiedad independientes. (Trotsky, 1979)

Además, esto se relaciona especialmente con el concepto de las clases sociales como “fuerzas motrices” o “fuerzas sociales”. Este concepto aparece sucesivamente y es el subtítulo de la famosa obra Resultados y perspectivas: las fuerzas motrices de la revolución, una de las primeras veces donde se plasmó la teoría de la revolución permanente como lección de la revolución de 1905. El concepto de fuerzas sociales es aplicado a su teorización sobre el rol del Estado y la dinámica de la revolución, donde dice: “La revolución es una prueba de fuerza abierta entre las fuerzas sociales en lucha por el poder (...) La fuerza motriz es el interés de clase (...)” (Trotsky, 2011, 60) Bajo la definición de clases como fuerzas sociales impulsadas por las fuerzas motrices de sus intereses puede el trotskismo aportar para entrever las relaciones entre la estructura de clase y la movilización revolucionaria de la clase.

Las clases se convierten en fuerzas sociales en tanto poseen fuerzas motrices (sus intereses de clase) que limitan y presionan a diversas acciones o las alejan de ciertas peleas y alianzas. El caso paradigmático de la teoría de la revolución permanente es el de la burguesía de los países que no habían realizado íntegramente su revolución burguesa, como las tareas de la destrucción de la monarquía (poder político), la instauración de la propiedad privada campesina, la soberanía nacional, etc. Estas tareas se mostraban irrealizables para una burguesía que “no era lo suficientemente dispuesta o audaz como para asumir la responsabilidad de la eliminación revolucionaria del orden social que se oponía a su dominación” (2011, p.55). En 1848, la burguesía ya no tenía como fuerza motriz su dominación integral, sino quería incluir “en el viejo sistema garantías que le eran necesarias (...) para un reparto del poder con las fuerzas del pasado” (2011, p.55). ¿Qué alejaba a la burguesía (fuerza social) de ser una fuerza motriz para llevar su propia dominación a cabo? Lo que la alejaba era el proletariado. El desarrollo del capitalismo en esos años quebraba la posibilidad de la burguesía de ser “fuerza dirigente” de la nación entera. La tendencia de la contienda entre fuerzas sociales daba este resultado:

Los ásperos conflictos internos que consumen gran parte de sus energías y privan a la burguesía de la posibilidad de desempeñar el papel principal, empujan a su antagonista hacia delante, le dan en un mes la experiencia de décadas, le colocan en el frente más avanzado y le entregan las riendas tendidas, ocasión que él aprovecha para, decididamente y sin vacilaciones, dar a los acontecimientos un ímpetu poderoso (2011, p.53).

Ahora bien, las clases sociales también se definen en relación de su capacidad (potencial) de ser una fuerza social independiente y dirigente. En otras palabras, las clases sociales también tienen una característica política potencial que se vincula con las relaciones de producción que mantienen entre ellas. Esta capacidad política potencial de clase es la de poder sustituir las relaciones dominantes de propiedad por otras, de imponer su dominio general y de llevar a cabo los intereses de otras clases sociales. No obstante, esta capacidad política es una potencia que puede realizarse o no, y ello depende de la política, y, por ende, de la estrategia, la lucha política, los partidos, etc.

Estas caracteristicas politicas potenciales pueden ser definidas por lo que Wright (1983, p.93) llamó capacidades de clase, entendidas como la potencialidad de que las clases, por su posición en la estructura económica, técnica y su historia política, puedan dar paso a otras formas de propiedad como a formas de lucha que puedan afectar a otras clases e imponerles sus propios intereses. En sus palabras: “El socialismo científico no sólo postula el imperativo moral de una sociedad socialista, sino que también identifica los agentes sociales capaces de crear una sociedad tal.” (ídem, p. 92). Esta forma de ver las capacidades debe ser entendida como potencias que pueden realizarse pero que dependen de acciones políticas de la lucha de clases para hacerse efectivas. Otra forma de capacidad de clase es su poder asociativo, entendido como los vínculos que generan la organización de clase en sus diferentes formas como modo de garantizar una acción unificada y una identidad como grupo. En este sentido, Trotsky agrega una capacidad asociativa muy importante y particular que es la capacidad (potencial) de una clase de ser una fuerza dirigente (hegemónica) e independiente. Esta capacidad se encuentra en varios escritos y hace referencia a la problemática del campesinado como clase. Trotsky la aborda mediante las lecciones de las revoluciones de 1848 cuando dice “Al campesinado le faltaba (...) una iniciativa política independiente. (...) desunido, dispersado, rechazado de las ciudades, los centros nerviosos de la política y de la cultura (...) el campesinado no podía tomar importancia como fuerza dirigente.” (2011, p. 56). ¿Qué quiere decir que el campesinado no podía ser una fuerza dirigente? Que el campesinado no podía hacer “un partido campesino revolucionario hostil a la burguesía liberal e independiente con respecto al proletariado” (2011, p.291). Ahora, ¿a qué se debe esta falta de independencia? Los campesinos “a consecuencia de sus situación intermedia y de la heterogeneidad de su composición social, no pueden tener ni una política ni un partido independientes y en la época revolucionaria se ven obligados a elegir entre la política de la burguesía y la del proletariado” (ídem).

En otras palabras, las relaciones de clase generan ciertas capacidades (potenciales) de clase. El proletariado no puede hacer lock-outs, los capitalistas no pueden planificar la producción a nivel social o hacer una huelga general, los campesinos no pueden hacer ni la una ni la otra, etc. Además de las capacidades estructurales también se generan capacidades políticas potenciales de las clases en tanto que en el capitalismo, como modo de producción dominante, se produce una centralidad de la ciudad sobre el campo, de la industria sobre la agricultura, las clases medias sólo pueden orbitar sobre la dirección política de las dos clases fundamentales de las relaciones sociales capitalistas. En tanto enfrentadas por la propiedad privada, ellas oponen dos tipos distintos de propiedad: el proletariado amenaza con socializar la propiedad y los capitalistas con privatizarla; las clases medias deciden entre estas dos opciones puesto que no pueden oponer un principio de organización de la propiedad distinto. Incluso, en el caso de la clase media urbana siquiera poseen propiedad en muchos casos, son individuos con poca relación con la propiedad como tal. Esta imposibilidad de imponer otro principio de propiedad hace también a su incapacidad política independiente. Es por eso que, si bien los campesinos formaron parte indispensable como fuerza motriz de la revolución no lo hicieron como fuerza dirigente. Esto postulaba a la clase obrera como potencial fuerza motriz independiente y dirigente de la revolución, capaz de llevar las demandas del campesinado hasta el final. Es por ello que la clase trabajadora no se opone solamente a los capitalistas como clase, sino a todo el sistema capitalista, a la civilización de la propiedad privada; y, por lo tanto, le opone potencialmente la civilización de la propiedad colectiva y planificada, capaz de liberar del yugo y la opresión a los demás grupos sociales dominados.

El proceso social en su movimiento se vuelve pensable a partir de estos intereses que se pueden volver reales. Este es el lado contingente, aunque condicionado, del proceso histórico social. Es en esta área donde la teoría se hace estrategia, articulación de luchas diversas en torno a un objetivo, y la estrategia se prueba en diversas tácticas donde median el proceso, “la actividad de la clase, el cálculo de probabilidades y la política revolucionaria como tres polos de atracción” (2022, p.34). El aporte de Trotsky en este sentido es la importancia que deben tomar los partidos para establecer un puente, mediante la propia experiencia política determinada, entre la conciencia presente y los intereses de clase, entre su estado actual y los objetivos estratégicos, entre sus direcciones políticas actuales y la pelea sin cuartel para que emerja una dirección revolucionaria de la clase que hegemonice a las demás. Es por ello que, como dice Trotsky, “la victoria es una tarea estratégica” (2014, p.432) y no un producto de un desajuste relativo entre disposiciones y estructura.

Este último punto distancia de gran manera al marxismo de Trotsky con la sociología Bourdiana y es en lo que la primera puede hacer un aporte sustancial en las áreas que hemos abordado. Como dijimos anteriormente, la teoría del espacio social invisibiliza situaciones contradictorias, híbridas, y posee una visión tendiente a la reproducción de las desigualdades sociales. El marxismo de Trotsky si bien piensa que en tiempos de orden las clases sociales luchan bajo los límites de la propiedad privada, un ejemplo claro es el sindicalismo, sostiene que en esa acción de lucha, mediante la interacción de debates políticos y los conflictos (que siguiendo con la tradición leninista son vistos como “escuelas de guerra”, la conciencia y disposiciones de las personas involucradas puede avanzar a un nivel de conciencia que se proponga romper con esos límites que lo integran a la dominación capitalista.

Esto tiene relación con el punto sobre las situaciones intermedias y la formación de las clases en tanto su capacidad política definida anteriormente. Las situaciones intermedias tienen una gran relevancia para el estudio marxista en tanto son situaciones que dependen, en gran parte, de la política desplegada por los diversos partidos para que esa situación avance a una situación revolucionaria o retroceda a situaciones de mayor orden. Allí es donde cobra sentido la estrategia. Como Bourdieu piensa las situaciones de la lucha de clases de manera mecánica, la relevancia de las acciones de los sujetos colectivos pierde su capacidad de romper los equilibrios. Sin este fenómeno, no tiene importancia lo que hemos definido como estrategia, esto es lo que hemos llamado “el grado cero de la estrategia”.

No tener en cuenta la estrategia naturaliza ciertos fenómenos que solo pueden ser explicados por la acción recíproca de las clases en lucha, los partidos políticos, la vanguardia y el Estado. Es por ello que Bourdieu repite el lugar común de que la clase obrera sólo existe preconstituida como clase revolucionaria o no existe. Este planteo pierde de vista que la constitución de la clase obrera en una clase revolucionaria y hegemónica es el resultado de un proceso de confrontaciones parciales y luchas políticas; y que, este proceso está ligado a las relaciones de explotación y dominación objetivas en la sociedad. Incluso se pierde la capacidad de explicar los fenómenos de retroceso de la propia clase, que también son el producto de los factores que mencionamos anteriormente. Sin incluir el problema de la estrategia y de la confrontación política no se pueden establecer las potencialidades de las clases ni explicar sus avances ni retrocesos.

Una explicación que elabora Bourdieu sobre la capacidad simbólica de formación de las clases es que las clases sociales reales son el “efecto teoría” del marxismo, que las ha construido usando dispositivos institucionalizados (sindicatos, partidos, etc) y discursivos. A mi parecer, este sobrevalora los elementos discursivos de los intelectuales e infravalora las condiciones sociales que originan la posibilidad que ese discurso se encarne en sujetos sociales. Daniel Bensaid, trotskista e intelectual francés ya fallecido, argumenta contra el discursivismo de Bourdieu que para el sociólogo no se establecen los límites (materiales) de esta formación de clase, de esta clase real movilizada. Esto “le otorga a la eficacia simbólica del discurso de clase un valor sin límites” donde cuando la clase no está movilizada “puede considerar que la desaparición de las relaciones que la constituyen” (Varela y Rossi, 2022, 250-251).

Además, entra en contradicción con su propia propuesta de sociología de superar los dualismos entre la mirada más objetivista (que tiende a mirar las estructuras sociales, los hechos sociales, independientemente de la conciencia de las personas) y la subjetivista (aquella centrada en el sentido que los individuos dan a sus acciones). Su posición acentúa el carácter subjetivo de la clase, su identidad como tal, y pierde las relaciones sociales que condicionan a esta. Inclusive podríamos decir que el Bourdieu que genera la división entre clases teóricas y reales efectúa una ruptura con su propia posición en su obra magna La Distinción cuando afirmaba:

Pero basta con tener presente que los esquemas clasificadores que se encuentran en la base de la relación práctica que mantienen los agentes con su condición, y en la de la representación que pueden tener de ellas, son a su vez producto de esa condición, para ver los límites de esa autonomía: la posición en la lucha de enclasamientos depende de la posición en la estructura de las clases (1984.p.494)

Si bien la sociología crítica de Pierre Bourdieu puede realizar sus aportes en torno a la ruptura con las posiciones individualistas y estructural mecánicas en el análisis de grupos sociales y sus estilos de vida; su teoría del espacio social deja muchos límites al respecto del análisis de las clases, la lucha de clases y su dinámica que son constitutivas de su teoría del espacio social y de los capitales. Por otro lado, el marxismo de León Trotsky puede generar sus contribuciones para superar estas contradicciones y proponer un marxismo eminentemente dialéctico con perspectiva estratégica. La unificación de la visión objetiva de las clases con los tintes de la lucha de clases y la estrategia revolucionaria que presenta la lucha política en distintas situaciones es la que permite también superar la falsa dicotomía entre la contingencia absoluta y el determinismo mecánico; donde no es necesario tirar por la borda la teoría de las clases en remedio de una teoría culturalista o viceversa.

Bibliografía

Bourdieu, P. (1984). Distinction: a social critique of the judgement of taste [La distinción: criterios y bases sociales del gusto]. Harvard University Press.
Bourdieu, P. (1997) Razones prácticas: sobre la teoría de la acción. Anagrama.
Burawoy, M., & Von Holdt, K. (2012). Conversations with Bourdieu. Wits University Press.
Capdevielle, J. M., & Freyre, M. L. (2013). El concepto de lucha en la sociología de Bourdieu. Revista de Ciencias Sociales, 2(140), 111–124.
Varela, P. y Rossi, G. (2022) El marxismo como teoría crítica y programa de investigación: Daniel Bensaïd y Michael Burawoy, en Luz de giro Nuevas reflexiones sobre filosofía y métodos de las ciencias sociales. Ediciones UNGS. Págs. 219-265.
Trotsky, L. (1979). La naturaleza de clase del estado soviético ], Escritos.
Trotsky, L. (2011). La teoría de la revolución permanente: compilación. IPS.
Trotsky, L. (2013) ¿Adónde va Francia?. IPS.
Trotsky, L. (2014) La victoria era posible. IPS
Weber (1964) Economía y Sociedad. Fondo de Cultura Económica.
Wright, E. O (1983) Clase, crisis y Estado. Siglo XXI.


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NOTAS AL PIE

[1Esta paradoja se encuentra en otros teóricos liberales del conflicto como Dahrendorf. Ver Frenette (1976) Las teorías funcionalistas de las clases sociales. Siglo XXI. p. 336.

[2Para ver críticas al modelo de privación relativa o también llamado “modelo volcánico” ver: Skocpol, T. (1984). “Introducción”, en Los Estados y las revoluciones, FCE; Aya, Rod (1985). “Reconsideración de las teorías de la revolución”, Publicado en Revista Zona Abierta 36/37, julio-diciembre 1985.

[3Aunque es usado de manera circunstancial por Trotsky, creemos que es un concepto muy útil que sirve para analizar las situaciones de la lucha de clases como un proceso en movimiento y esto lo hace un activo para la teoría marxista.

[4Algunos de gran importancia como la Segunda Guerra Mundial, la dinámica de la revolución en Rusia o el futuro de la Unión Soviética si la camarilla burocrática seguía dirigiendo el Estado.
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Francesco Colicchia

Estudiante Sociología UBA
Miembro del comité editorial del suplemento Armas de la Crítica