Breve crónica sobre una lectura de poesía organizada por Karina Macció y su editorial Viajera.
Demian Paredes @demian_paredes
Jueves 2 de junio de 2016
La tarde del pasado sábado 28 de mayo se llevó a cabo, en el teatro-bar Nün, una lectura de poesía organizada por la editorial Viajera. Asistieron al evento medio centenar de oyentes, y participaron del mismo Gabriela Oyola, Daniel Cáseres, Mauricio Dreiling y la cartaginesa Tania del Pilar, en una primera mesa. Y en la segunda estuvieron Karina Macció (además de escritora, fundadora y responsable de Viajera), Ignacio Uranga, Noé Jitrik y el chileno Pedro Lastra.
Si en la primera mesa se pudo apreciar especialmente algo de lo que están escribiendo, con ímpetu y fuerza, nuevas camadas de poetas (nacidos a mediados/fines de la década de 1970 y comienzos de los 80), en la segunda, tras la lectura de Karina Macció y la de Ignacio Uranga (oriundo de Bahía Blanca), vinieron los “platos fuertes” de aquella tarde lluviosa. (Fue el mismo Uranga quien agradeció desde la mesa y explicitó su admiración por Jitrik y Lastra, a quienes llamó “dos héroes de la literatura”, y destacó, “profundamente conmovido”, que además de dos poetas, nosotros los presentes –y perdón si hay pleonasmo– estábamos ante “pensadores críticos y teóricos”, además de humildes.)
Pedro Lastra, agradeciendo la invitación transcordillerana de Karina e Ignacio, comentó que existe el proyecto de publicar, por Viajera, una antología con su poesía. Y que entonces esta “sería la primera publicación que tendría en este país, tan cercano y tan presente en nuestro pensamiento y afecto”. Tras aclarar que leería “poemas de distintos tiempos” –también los llamó “viejos”–, comenzó con “Ya hablaremos de nuestra juventud” (que se consigue en internet), que se transcribe a continuación:
Ya hablaremos de nuestra juventud,
ya hablaremos después, muertos o vivos
con tanto tiempo encima,
con años fantasmales que no fueron los nuestros
y días que vinieron del mar y regresaron
a su profunda permanencia.
Ya hablaremos de nuestra juventud
casi olvidándola,
confundiendo las noches y sus nombres,
lo que nos fue quitado, la presencia
de una turbia batalla con los sueños.
Hablaremos sentados en los parques
como veinte años antes, como treinta años antes,
indignados del mundo,
sin recordar palabra, quiénes fuimos,
dónde creció el amor,
en qué vagas ciudades habitamos.
Luego Lastra siguió con “Datos personales” (que en un momento dice: “[…] A veces yo recuerdo el país en que nací/ y veo como siempre/ sucesivos fantasmas/ entre los cuales fui uno más, por un tiempo/ que me parece muy largo y muy rápido,/ ahora reducido a simples años luz en la memoria […]”), poema que filió con “aquellos que Juan Gelman con tan buen neologismo llamó ‘poesía exiliar’”, y siguió un soneto, “Mester de perrería”, finalizando, a pedido de Ignacio Uranga, con “Conversación con Mary Anna en ‘La casa de la cima’”. Fue una lectura sentida, profunda y con oficio.
Noé Jitrik, previo a su lectura, brindó unas palabras –haciendo, en verdad, una suerte de “mini-análisis” literario, recuperando impresiones sobre las lecturas previas–, comenzando con una humorada: regalándonos con una frase de su amigo, el poeta, periodista y ensayista colombiano Juan Gustavo Cobo Borda: “Los poetas son todos santos y van al cielo”. (Este sería el primero de varios ingeniosos chistes.) Y señaló que la lectura de la poesía “Algo produce”. Explicó: “Cuando escuché la primera lectura, de quienes ahora están mezclados entre el público, entré en un estado de ensoñación, una vigilia... Y entonces me preguntaba por qué. Los poemas me sonaban muy bien. Coherente, armónico el desarrollo. Quizá el tono me hacía pensar en eso. Es la magia de la poesía, que envuelve, y que uno no podría definir demasiado bien”. Y luego dijo respecto a Macció: “Con Karina es otra cosa. Es algo más directo, en cierto sentido. Donde el tono no desempeñaba el papel que había jugado antes”. Y sobre Uranga: “su poesía tiene fuerza, es torrencial la manera de imaginar; no tanto en el hacer el verso, sino en el imaginar”.
Al referirse a Pedro Lastra, dijo que sus poemas le parecen “tan hondos, tan profundos, tan subjetivos (en el buen sentido de la palabra), con vivencias, experiencias…”, y destacó “el tono: recogido, melancólico”.
Respecto a su propio trabajo, Jitrik comentó que, tras la publicación de Cálculo equivocado, volumen (publicado por Fondo de Cultura Económica) que reúne sus últimos cuatro libros de poesía, escritos entre 1983 y 2008, pensó “que una fuente se había agotado. Y al tiempo verifiqué que, sin ruido, la fuente no se había agotado, que seguía trabajando, y volvieron a salir poemas”. Jitrik dijo que le parecía “milagroso que tanto Pedro como yo sigamos escribiendo poesía. Porque ustedes, como jóvenes, tienen el ímpetu de la juventud. Nosotros miramos de manera más distante, y sin embargo seguimos creyendo en la poesía, entre tantas otras cosas, y no de manera solemne, no como Neruda, en su castillo, escribiendo incesantemente. Es más sencillo, como producción, como escritura, realizada al mismo tiempo entre otros trabajos”.
Entonces leyó algunos poemas y sonetos pertenecientes a un libro “casi terminado”, con “secciones que responden a ciclos”. “O él o yo”, “El ser como es a nada” y “Hervores”; una serie de lo que llama “poemas paranoicos (o paranoides)”, que también serían “poemas interruptus”. “Un soneto de Lugones”, “Aullidos” y “Pessoa se mira” –además del breve pero graciosísimo “Ángulos” (“Siempre creí/ o sentí/ o pensé/ que mis pensamientos o sentimientos eran agudos./ Con el tiempo/ que mucho no ayuda/ se hicieron graves./ Y ahora con el tiempo/ que insiste en no ayudar/ creo/ temo/ o pienso/ que pueden hacerse obtusos.”)–. Finalizando con los sonetos “Apollinaire se explica”, “Arlt se detiene”, “Simone Martini despierta” y “Darío se preocupa”, serie que refiere, como se observa ya desde su título, a algún artista, escritor o pintor destacado.
La jornada, que incluyó no sólo poesía sino también análisis y teoría, chispazos de humor (especialmente por parte de Jitrik) y sensibilidad, permitió al público presente (donde se encontraban también Irene Mardones y Tununa Mercado) apreciar el diverso talento de las generaciones más jóvenes de escritores, y el trabajo, ya consolidado, de quienes vienen con más décadas de empeño poético a cuestas.