Entrevistamos a Juan, docente de la materia “Prácticas para la inclusión social” de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y a Agustín Frers, trabajador de la cooperativa Madygraf, militante de la Juventud del PTS y estudiante de la carrera de Administración. Nos cuentan la iniciativa llevada a cabo en la materia, donde buscan ligar el conocimiento de la carrera a las necesidades sociales de una fábrica puesta a producir por sus trabajadores.
Miércoles 8 de julio de 2020 00:03
¿Cómo es esta iniciativa? ¿De qué se trata? ¿Cómo fue que pensaron e idearon esta propuesta para colaborar con la cooperativa Madygraf?
Juan: Yo hice la materia donde estoy participando, como estudiante en el 2017 y la profesora me convocó a formar parte del cuerpo docente. La materia se centra en una práctica que no es algo muy común. No tenemos materias prácticas: podemos pasar toda la carrera sentados, tomando apuntes y escuchando al profesor. Lo que proponemos desde la materia es romper con las cuatro paredes y tomar contacto con organizaciones del mundo civil. Buscamos aquellas que estén dentro de la economía social y popular, es decir, organizaciones sin fines de lucro y que tengan como objetivo un fin social. Acotamos estas organizaciones a cooperativas, mutuales y organizaciones civiles. Cuando comencé, hice una conexión con otras cooperativas en el 2018, que están en Capital dedicadas al rubro alimenticio. Y en el 2019 ya tenía conocimiento de Madygraf y le insistía a la profesora para hacer una práctica. Yo le transmitía lo que para mí representa Madygraf, el hecho de ser una fábrica recuperada que esté bajo gestión de sus trabajadores, que resuelvan sus cuestiones mediante asambleas. Este cuatrimestre es la tercera práctica y metodológicamente lo que hacemos es contactar a la organización, que los estudiantes conozcan un poco la historia de Madygraf, lo que está atrás de esa cooperativa y que los trabajadores también conozcan a los estudiantes y así poder formar un vínculo. Ahí, identificar problemáticas, discutir, debatir y ver cómo podemos poner los conocimientos que vamos acumulando a lo largo de nuestra carrera y volcarlos a un fin social.
Por eso también la dificultad en transmitir qué es una fábrica recuperada, teniendo en cuenta que cada una es completamente diferente, transmitir los principios, los valores del cooperativismo. No prima y cuesta bastante, pero yo siento que cada vez hay mayores inquietudes de parte de los estudiantes con respecto a este mundo. Y me parece piola el espacio que tenemos como materia, ¿no?
A: Yo también cursé la materia, pero en otra cátedra, y rompe con la normalidad académica. Hace un año y medio que estamos haciendo esta práctica a través de la materia y empezamos a ver que había más estudiantes que tenían una tensión por pensar en la economía social. Un día nos encontramos con Juan, él ya conocía la fábrica a través de un amigo, y empezamos a ver que había otros estudiantes que querían aportar en su proyecto y que empezaba a haber un intercambio fluido y buena onda. A mí en particular este cuatrimestre me sorprendió para bien, porque hay un par de chicos que quieren aportar más allá de la cátedra ya sea, distribuyendo los sanitizantes o pensando cómo cada uno puede aportar. No somos los únicos que tenemos una sensibilidad social. Pasan cosas por fuera de las cuatro paredes de la facultad que nos interpelan. Cuando encontramos esa vía para desarrollar todo esto, fue una muy buena iniciativa que surgió entre charlas de pasillo.
¿Cómo lograste convencer al cuerpo docente de ir a Madygraf?
J: Cuando empecé a formar parte, empecé a insistir e insistir. La barrera principal era la distancia. Sacando este cuatrimestre, solemos hacer trabajo de campo, visitar la organización y a los trabajadores/as. Trataba de hacerle ver todas las cuestiones positivas que tiene Madygraf y finalmente me dio vía libre para hacer esta tutoría.
Creo que como decía Agus, después de 6 años que sigan apostando a cierto modelo organizativo no es para nada fácil, teniendo en cuenta todas las variables económicas y el rubro en el que está inserto. Me parece que es para destacar, y lo que pretendemos es darles una mano y a su vez retroalimentarnos: la práctica educativa que llevamos a cabo es ver problemáticas, plantear objetivos en común donde nosotros podamos volcar las herramientas que disponemos. Ni hablar lo que plantea la práctica de este cuatrimestre, que está centrada puntualmente en la reconversión que está llevando adelante Madygraf, que en sus inicios fue una gráfica. Esta diversificación en la producción de material sanitario en pos de, no sé si combatir el Covid-19, pero paliar un poco las consecuencias y tratar de llegar a donde el Estado no llega.
A: Precisamente, hace 6 años que los trabajadores venimos sosteniendo una fábrica enorme, con más de 150 compañeros y compañeras que nos organizamos en asambleas, y que hemos tenido iniciativas que muestran el rol social que podemos jugar cuando la producción está puesta al servicio de las mayorías. Cómo gráfica, produjimos cuadernos para las escuelas que lo necesitaban. Ahora, por la pandemia, decidimos producir sanitizantes e insumos para la protección de trabajadores esenciales. Cuando fue lo de Ramona Medina, en la Villa 31, nos acercamos a los vecinos para donar estos productos a quienes lo necesitaban. ¡Imaginate si todas las empresas, en vez de lucrar con la pandemia, reconvirtieron la producción! Incluso nosotros estamos enfrente de la Ford, que es un monstruo. Tranquilamente podrían hacer ambulancias, respiradores, entre otras cosas.
Ya, en años anteriores, convertimos la fábrica en un lugar para organizarnos, no sólo con el barrio, sino también con otros trabajadores de la zona norte. Creo que hay un espacio clave ahí, para pensar cómo organizarnos ahora, en medio de una pandemia cuando hay miles de despidos y cierres de fábrica, y jóvenes precarios que de hecho vienen organizándose. Es un lugar importante contra la persecución empresarial.
¿Cómo están llevando a cabo estas comunicaciones? ¿En qué sentido ponen en común esta práctica de enseñanza en favor de los trabajadores?
J: A raíz de la suspensión presencial de clases, perdemos un espacio físico en común que tenemos con los estudiantes y con la profesora para desarrollar cierto vínculo de confianza entre los estudiantes, conocerlos y proponerles una práctica social que no es común en nuestra facultad. También perdemos la posibilidad de recorrer la fábrica y de conocer a los trabajadores, ver las máquinas funcionando. Tenemos que llevar adelante la práctica en torno a las plataformas digitales que están plagadas de dificultades. Más allá de la conexión, que deja por fuera a un montón de estudiantes, no recibimos ninguna capacitación como docentes a la hora de utilizarlas. Y tenemos que tener una computadora o un celular, acceso a internet, un espacio común. Después sale un artículo diciendo que la UBA está en un top de Universidades con conectividad y el Rector saca pecho.
A: Me parece que precisamente aún con grandes obstáculos que te pone la Universidad, los estudiantes lo superan para ayudar a los trabajadores.
J: Ahora en el curso quedaron 7 estudiantes. Había más, pero algunos abandonaron la materia. Teníamos pibas y pibes de intercambio que tuvieron que volver a sus países por el COVID. Bajo ese contexto, que tengan ganas de seguir colaborando para mí es súper valorable.
A: Es cierto que la virtualidad no te permite ir a la fábrica. En mi experiencia personal, yo cuando fui como estudiante, me voló la cabeza, porque siempre en las fábricas hay un patrón que dirige la producción y acá ves cómo la dirigen los trabajadores. Eso lo perdimos este cuatrimestre.
Pero el proyecto de Madygraf empuja a que las dificultades que se puedan presentar, no obstaculicen la ayuda que quieren dar los estudiantes. Nosotros estuvimos intercambiando cuando nos juntamos de manera virtual con los pibes, con Juan y con la profe, alrededor de la producción de sanitizantes. Y ahí empezaron a pensar proyectos de cómo mostrar lo que estaba haciendo Madygraf.
Para las personas que no estudiamos Administración tendemos a vincularla con la economía de mercado, ¿qué cosas consideran ustedes que la carrera puede aportar en términos de colaborar en los aspectos sociales y a los sectores más vulnerables?
J: Yo creo que la carrera de Administración, como todas las carreras de la Facultad, tiene un perfil orientado y fomentado por y hacia el mercado, donde vemos que se acrecientan estas pasantías con empresas multinacionales, donde recibimos esta formación que repite, materia a materia, términos como rentabilidad, liquidez, lucro. Me parece que se pierde un poco el foco de nuestra facultad, que en definitiva es una Ciencia Social, y perdemos de vista el factor humano. Por eso yo agradezco a la profesora el espacio que da, donde se pondera el sujeto, tanto Madygraf como los estudiantes, revalorizando la organización y el fin que persiguen. Yo cuando hice la materia fue para cuestionar la carrera y también qué estudiantes queremos que salgan. Me parece que por ahí pasa la clave.
Agus, ¿vos cómo lo vivís desde tu propia experiencia?
A: Para mí hay algo interesante en lo que dice Juan sobre qué tipo de ciencia es la que estudiamos en la facultad, porque hay una visión de que, al ser una ciencia económica, lo social va por otro lado. De hecho, la facultad ha pasado por procesos y gobiernos que la moldean: antes tenías carreras como Licenciatura en Economía Política, con un tinte social, que finalmente moldearon para tener, como decía Juan, una visión empresarial, con eje en el lucro. Para mí está bueno cómo se puede pensar la Universidad para fines sociales. Hay contadores públicos que podrían desarrollar un sistema de registro de lo que se produce. Lo mismo si pensás en un actuarial: cómo hacer para medir la probabilidad de tales sucesos. Nosotros estudiamos Licenciatura en Administración y es una carrera que nace a principios del siglo XX ligada a las fábricas capitalistas y a pensar cuál es la manera más eficaz de llevar a cabo el proceso del trabajo. Yo creo que nosotros podemos pensar cómo hacemos para organizar la producción, que hoy está en manos de empresarios que lo que quieren es que dejes tu vida en la fábrica y no les importa si te rompes la espalda, o si tenés que trabajar 18 horas. Y ahí lo de Madygraf muestra cuándo una fábrica está bajo gestión de sus trabajadores y cuándo está bajo gestión de los miserables, que no les importa la vida de los obreros. Yo opino que podemos hacer mil cosas si el norte no está puesto en la ganancia, como hoy está pensado, sino en cómo los recursos que se generan, se ponen en pos de las mayorías.
En la facultad, ¿hay muchas iniciativas sociales ligadas a los sectores vulnerables? Porque entré a la página web y lo que encontré son 595 convenios que figuran vigentes, con Techint, o con laboratorios como Bayer y Roemmers. Por lo que entendí, se les da a los “becarios” una asignación estímulo como salario y, en ese sentido, como es un “trabajo formativo” no tienen aportes. Me llamó mucho la atención porque lo encontré muy rápido y me costó encontrar otras iniciativas sociales.
J: Yo tengo contacto con otra materia que está enfocada en la Economía Social y el cooperativismo. Pero es como vos decís, no son las que abundan cuando tendría que ser así. Las pasantías están destinadas a favorecer a un sector que está en sintonía con la formación que recibimos. Nos forman para esto, para ser CEO de Techint, sin tener en cuenta la utilidad que podamos llegar a tener en otros aspectos. Ver que el centro de estudiantes avala esto, ver cómo se va devaluando nuestro título y cómo quedan contenidos por fuera del plan de estudios que están dentro de los posgrados pagos, cada vez más caros, cuando el contenido puede estar tranquilamente en el plan de estudios de grado, estando por fuera materias que son idiomas, tecnologías que son claves, etc.
El tema de las pasantías, por ejemplo, que vos estabas relacionando con los planes de estudio, ¿cómo se deciden? ¿Quiénes deciden que hay “tantas” pasantías dedicadas a las empresas privadas en vez de al conocimiento social?
J: La verdad es que no tengo idea, no sé cómo se estipulan las pasantías. No saber si se concursan o no las pasantías demuestra que es una burbuja nuestra facultad. Y en realidad te precariza, por sueldos que no son sueldos, de miseria, en una multinacional con contratos de 3 meses, que se van renovando sin derechos básicos. Me parece que es grave, además del hecho de que no se sepa cómo son los convenios y demás.
A: Me pareció interesante lo que decías de que la facultad es una burbuja. Porque si pienso en una burbuja, explota en algún momento. Creo que es una analogía para pensarlo. Porque no le preguntan ni a un estudiante, cuando ves que hay jóvenes saliendo a reclamar por sus condiciones laborales, como los pibes de las apps y miles de jóvenes saliendo a combatir un sistema racial como es el capitalismo en Estados Unidos. Y no hay un espacio para opinar qué creen los estudiantes, sobre cómo son los convenios y hacia dónde está puesto el conocimiento. Es una gestión que está por encima y que pactan ellos los convenios con las multinacionales y un centro de estudiantes (que dirige Nuevo Espacio/ Franja Morada) que no le importa darle espacio a los estudiantes para que opinen sobre eso.
J: Sí, tal cual. Yo lo que veo es que muchos estudiantes no tuvieron contacto con organizaciones de este tipo y la interacción es lo que más cuesta. También definir objetivos en común, porque la formación que recibimos es para acatar, en un rol más pasivo y no activo, donde tenés que hacer tu laburo y ya.
Volviendo un poco al centro de estudiantes, no hay espacios para debatir, utilizan mecanismos que son clientelares con respecto a los estudiantes, cuando tendría que haber espacio para debate.
¿A qué te referís con mecanismos clientelares?
J: Sus cimientos, cuando son las elecciones de centro de estudiantes, se basan en la red de wi-fi, en fotocopias gratuitas, en un centro de computación gratuito. Y no digo que esté mal todo esto, sino que terminan no debatiendo nuestra formación universitaria para ver cómo poner los conocimientos y en pos de qué.
O sea, si no lo votas a ellos, esas cosas desaparecen. Cuando debería ser algo que garantice la facultad tener wi-fi, tener fotocopias gratuitas para poder estudiar… no una agrupación.
J: Tal cual. Ni hablar, con esto de los posgrados que comentaba antes, dónde sacan contenidos de la carrera de grado y colocan esos contenidos en posgrados que valen muchísimo y están orientados con un perfil mercantilista y al sector privado. Todo muy en consonancia.
Para ir terminando, ¿ustedes consideran que esta iniciativa podría extenderse a otras Universidades, o a otras facultades de la UBA? Pienso en qué podrían aportar los estudiantes de Arquitectura, de Medicina.
J: Sería un gol, la verdad que estaría buenísimo replicar nuestra experiencia y relacionarnos con otras facultades, otras carreras y otras ópticas.
A: Para mí lo que venimos haciendo en la cátedra es muy bueno como ejemplo. Y uno siente la obligación de mostrarlo porque lo que ponemos en discusión en definitiva es el conocimiento para qué. En la Facultad de Medicina… Nosotros levantamos en la fábrica un comité de seguridad e higiene, por ejemplo. Imaginate si los estudiantes de Medicina dieran una mano pensando cuáles serían las prácticas que hacen al cuidado de la salud. Me imagino también estudiantes de la Facultad de Sociales viendo qué relación puede tener la fábrica con los sectores que ahí le rodean. Si hacemos un “brainstorming”, se me ocurren mil cosas. El ejemplo de Madygraf es muy bueno para poner en discusión para qué está el conocimiento. Y retomar algo que creo que venimos elaborando desde Ideas de la Universidad, de plantarnos como una corriente de docentes y estudiantes que empiece a discutir esa ideología dominante de la facultad en el marco de esta crisis capitalista económica, y acá en Argentina agravada por la crisis de deuda. Creo que se empiezan a abrir espacios donde podemos hacer reventar la burbuja.
Bueno, antes que nada, les quiero agradecer la entrevista. No sé si quieren agregar algo más.
J: No, eso… Reventemos la burbuja. (Risas)
A: Ojalá se termine esto y nos encuentre en Madygraf chocando las copas.
Celeste O’Higgins
Integrante del Comité editorial de Armas de la crítica. Es Socióloga egresada de la Universidad de Buenos Aires y estudia profesorado de Geografía en el Joaquín V. González.