Aunque digan que los jóvenes se volvieron de derecha, el mundo muestra otra cosa: la juventud está despierta una vez más. Si no llega a los principales medios de comunicación de Argentina, es porque intentan ocultar lo que por abajo se empieza a extender por redes y parece imparable. Las terribles imágenes del genocidio que el Estado de Israel está llevando adelante en Gaza se suceden con dolor y bronca. Pero ese odio se está organizando. Miles de jóvenes en el mundo vienen protagonizando protestas, donde arriesgan sus títulos universitarios y sus trabajos; son reprimidos por la policía y arrestados. Los mueve la solidaridad con el pueblo palestino y la certeza de que, si Netanyahu logra vencer, este mundo en el que vivimos será aún peor.
La juventud se levanta por Palestina
Las redes sociales estallaron cuando una influencer, vestida de Maria Antonieta en la Met Gala, (una de las fiestas más de élite del mundo), subió un video de ella diciendo “Let them eat cake”, una frase que se le atribuye a la reina francesa que mostró que no tenía registro de los precios de la comida cuando un sector importantísimo de la población francesa se moría de hambre, antesala de la revolución francesa. Automáticamente se generó el “#Blockout movement”(movimiento por el bloqueo): las redes se llenaron de videos donde se superponían las imágenes de Gaza y el derroche de los ricos en su fiesta privada. Este movimiento supuso el bloqueo a todas las celebridades que fueron y no dijeron una palabra del genocidio en Palestina. Algunos influencers perdieron, en pocos días, millones de seguidores en Tiktok. Otros tuvieron que salir a hablar del tema. La exigencia era concreta: “Queremos que hablen de lo que está ocurriendo en Gaza desde sus plataformas”.
Esto fue una muestra del apoyo que tiene un movimiento que viene en alza y radicalizándose en Estados Unidos y en varias partes del mundo. El movimiento estudiantil resurgió en las universidades, haciendo acampes que terminaron con una violenta represión y desalojo como no se había visto desde hacía muchas décadas. Esto sucedió en las universidades más prestigiosas de Estados Unidos: desde Harvard a Columbia. Docentes y estudiantes se solidarizaron contra la represión y creció una importante vanguardia estudiantil dispuesta a ser un actor en la situación política internacional: exigen frenar el genocidio y que Estados Unidos deje de financiar a Israel. Esta dinámica favoreció la aparición de otro actor central: el movimiento obrero. El 15 de mayo, 48.000 trabajadores universitarios del sindicato UAW en Estados Unidos votaron a favor de llamar a una huelga en defensa de los estudiantes reprimidos en los campus universitarios y a favor de sus demandas por el Alto al fuego en Gaza. Por abajo, muchos sectores sindicales están peleando para que sus organizaciones se sumen a este reclamo.
Este movimiento se extendió en distintas partes del mundo, con la toma de la Sorbona en Francia, con barricadas en Amsterdam y manifestaciones en España, Noruega, Tokio, Berlín y Suiza. Al cierre de esta edición, varios países hicieron mención de su intención de reconocer al Estado de Palestina, como Noruega, Portugal o España.
Pero ¿Por qué jóvenes estudiantes arriesgan tanto por gente que no conocen y que están muy lejos de donde viven? The New York Times sacó una nota donde entrevistan a algunos manifestantes. Creen que lo que ocurre en Gaza es parte de un sistema integral donde prima la desigualdad y la injusticia y que, si no hay un alto el fuego, la situación será peor para todos.
La generación del “Avocado toast”
En 2017, el millonario australiano Tim Gurner, en una entrevista, dijo que las nuevas generaciones no podían tener una vivienda propia porque gastaban mucha plata en tostadas con palta y café. Las repercusiones no se hicieron esperar. Las redes sociales estallaron de jóvenes explicando las verdaderas razones: grandes deudas universitarias para títulos que ya no otorgan buenos trabajos. Sueldos que se deprecian y precios de alquileres por las nubes. Valores de viviendas imposibles de aspirar en ninguna parte del mundo y, en cambio, ciudades llenas de edificios vacíos, surcados por la especulación inmobiliaria y financiera. Hoy en día, en Estados Unidos, el valor de la misma vivienda que las generaciones anteriores pudieron comprar, saldría 50% más.
Somos parte de las generaciones que estamos más cerca de la caída de Lehman Brothers que de la caída del Muro de Berlín. Atrás quedaron las bondades consumistas que tenía para “ofrecer” el neoliberalismo capitalista. Más bien, la crisis cruje contradictoriamente en nuestras vidas. Aquellos con títulos universitarios cada vez consiguen empleos con mayor inestabilidad laboral y peores sueldos, en una economía que no logra crecer como antes. Mientras, otro sector privado de estudios superiores, solo puede aspirar a mayor precarización laboral con la “uberización” del trabajo. En el medio, algunos luchan por mantener un estilo de vida cada vez más degradado de consumo.
Lo que ocultan los ricos es que vivimos en un sistema basado en la opresión y explotación y que, con la pandemia del covid19, siguió creciendo. Mientras las fortunas de los principales ricos aumentaba un 34%, la pobreza crecía. Del 2020 a 2022, la jornada laboral en los principales países aumentó, haciéndose más extensa. ¿Qué tiene entonces el Capitalismo para ofrecernos? Al parecer, mayor explotación y desigualdad. Las tendencias de la economía mundial son inflacionarias y los trabajadores buscan recuperar el salario perdido. Pero la mayoría de las veces son perseguidos por organizarse, como lo hace la cadena Starbucks en Estados Unidos o las empresas de Elon Musk en Suecia. A su vez, se realizaron reformas laborales y jubilatorias regresivas, como en Francia y Brasil, o ahora intentan aprobar en Argentina, que buscan aumentar la edad de jubilación o directamente dejar sin jubilación a millones de mujeres y empeorar las condiciones de trabajo.
Por otro lado, tuvo mucho peso en la conciencia de esta generación las experiencias realizadas sobre movimientos “ciudadanos”, masivos, que irrumpieron en la escena política de estos últimos 15 años, como el movimiento de Indignados en España, o el movimiento Occupy Wall Street. No podemos dejar de nombrar los grandes movimientos feministas o el Black Lives Matter contra la opresión racista. En Francia, el movimiento de los chalecos amarillos tuvo mucho peso. No solo en Estados Unidos, sino también en Europa, se sucedieron manifestaciones en contra del racismo y también contra el colonialismo, con el derrumbe de importantes estatuas de colonizadores, como la de Cecil Rhodes en Gran Bretaña.
Decimos que estos movimientos implicaron fenómenos importantes porque pusieron de relieve que si había algún tipo de pretensión de igualdad, quedó cada vez más claro que la democracia capitalista se sostenía sobre un entramado profundamente explotador y opresivo, no sólo en términos económicos, sino en materia de derechos. Estos movimientos mostraron que la única forma de conquistar estos derechos no era esperándolos pasivamente desde el Estado, sino en las calles y organizados. Sin embargo, es necesario señalar que las conducciones de estos movimientos en muchos casos los han encolumnado bajo diversas alternativas políticas dentro del capitalismo, o encapsulado en los estrechos márgenes de acción dentro del estado burgués, intentando limitar sus demandas a problemas supuestamente resolubles de forma aislada, corporativa, confiando en los partidos del régimen o por fuera del conjunto de la clase obrera. Esto es, dividiendo las distintas demandas, a veces apelando a cuestiones “identitarias”, evitando que esos movimientos se unan en torno a lo que podría representar una mayoría poderosa para imponer sus reclamos: una articulación con el resto de la clase trabajadora.
El movimiento propalestino que viene desarrollándose tiene sus particularidades. En principio, su vanguardia se encuentra organizada en sus estructuras de estudio o trabajo. No es meramente ciudadano, en donde los individuos participan sin sus organizaciones. En este caso, tiene más peso en las universidades, lo cual permite un nivel de organización y deliberación mayor. A su vez, el impacto social que tienen estos sectores es mayor: tienen mucha llegada a diversos sectores de la sociedad. Esto, en parte, ha permitido cambiar la opinión pública, aumentando la desaprobación de las acciones de Estados Unidos en Gaza al 55%. Por otro lado, en muchas universidades del mundo los estudiantes lograron que estas instituciones rompieran sus acuerdos con Israel y dejaran de financiar proyectos armamentistas, como la Trinity College Dublin, cuatro universidades de Noruega, y setenta y siete Universidades en España, representadas por la Conferencia de Rectores y Rectoras de las Universidades Españolas, entre las que se destacan las Universidades de Granada y Barcelona. En la Universidad de Chile, los estudiantes hicieron acampes y juntadas de firmas y lograron que la Facultad de Filosofía y Humanidades rompiera uno de los tres contratos que tiene con Israel.
Este proceso no ha estado exento de contradicciones, como han sido los grupos organizados de sionistas que montaron provocaciones en los campus contra los campamentos y ayudaron a propiciar la represión. El estudiantado no es una clase homogénea y en momentos de mayor conflictividad suele dividirse. Para realmente torcer el curso de la historia, los sectores propalestinos deberán buscar nuevos aliados que tengan peso en los sectores estratégicos de la economía, como el movimiento obrero estadounidense (que viene, vale mencionar, de diversos procesos de sindicalización).
Una nueva juventud antiimperialista
El mundo está cambiando a una velocidad cada vez más vertiginosa. Las redes sociales fueron en parte las que permitieron extender las terribles imágenes de lo que ocurre en Gaza a todo el mundo ya que existe un importante bloqueo mediático y también se muestran las noticias de forma que favorecen al Estado de Israel. Pero también las redes y los medios nos permiten ver y conocer las crecientes tensiones que vienen desarrollándose en el mundo: las guerras comerciales entre China y Estados Unidos, la guerra entre Ucrania/OTAN y Rusia, procesos de liberación colonial como lo que está ocurriendo en Nueva Caledonia. Las potencias imperialistas comenzaron a tomar medidas a este respecto: en Alemania se está discutiendo incorporar el servicio militar obligatorio nuevamente y las principales potencias aumentan cada vez más los recursos hacia el armamentismo.
Frente a eso, las tendencias de estudiantes que intervienen en apoyo a Palestina son una importante contratendencia. Volvió a agitarse el fantasma de Vietnam, porque se extiende un movimiento antiguerra, con una vanguardia juvenil radicalizada. En la opinión pública también comienza a impactar: Las encuestas muestran una oposición del 55% a la política de apoyo a Israel por parte de Estados Unidos. En ambos movimientos, hubo una enorme represión sin precedentes, que además, generó una movilización e involucramiento mucho mayor. Sin embargo, tiene algunas diferencias. El movimiento antiguerra de Vietnam tardó varios años en expandirse. La principal oposición provenía del reclamo de que los jóvenes no querían ir a la guerra a combatir. En este caso, la guerra podría “quedarles muy lejos”, pero los jóvenes se involucran por sensibilidad, porque canalizan el descontento por su situación de vida y porque quieren un futuro mejor para Gaza.
Si bien el movimiento por Gaza tiene raíces más profundas y políticas, se vuelve acuciante la pelea por otro tipo de sociedad. No alcanza solo con frenar al imperialismo, es necesario derribarlo y cambiar de raíz este mundo. Sólo es posible que se terminen las cadenas de opresión imperialista, el mundo no puede estar organizado en función de las ganancias de los empresarios. Solamente una sociedad socialista podrá organizar el mundo bajo las necesidades de las grandes mayorías populares y conquistar todos los derechos que nos merecemos tener, con jornadas laborales de pocas horas, repartiendo el trabajo colectivo entre ocupados y desocupados, para producir lo justo y necesario. Organizando la economía sobre otra base que no sea la ganancia de unos pocos sino ir más allá de la propiedad privada capitalista y planificar la economía democráticamente, para las necesidades sociales y una relación más armónica con la naturaleza. Para pelear por esta perspectiva, es necesario construir una organización política que trascienda esos movimientos y se plantee una alternativa de sociedad, superadora a las que conocemos.
Las reformas parciales y cambios graduales a un sistema capitalista que está profundamente corroído ya no es una opción, siempre deja a miles de millones en la miseria más profunda. El capitalismo ya no encuentra nuevas vías de expansión que no sean a costa de la explotación más profunda, el saqueo de los recursos naturales, extractivismo y depredación. Eso genera tensiones geopolíticas permanentes, escaladas armamentísticas a las cuales no es realista pensar que se pueden resolver de forma pacífica.
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Despertar en Argentina el sentimiento antiimperialista
En Argentina no podemos ignorar la situación geopolítica en la que nos encontramos. Milei ha dado sobradas muestras de que su intención es alinear completamente el país debajo de las cadenas de Estados Unidos e Israel, votando incluso en contra de que Palestina pudiera participar de la mesa de la ONU. Otra muestra de eso es el servilismo de Milei con los planes de ajuste del FMI, una de las principales cadenas de sometimiento que tiene la Argentina con el imperialismo, que hace décadas azota la economía nacional sin que ninguno de los distintos gobiernos rompiera estos lazos.
En un momento donde el gobierno nacional busca llevar adelante un proyecto de país al servicio del capital financiero y las grandes corporaciones, es cuando más cruje el agotamiento de esas tendencias a nivel mundial. La política de Milei nada en sus múltiples límites. La juventud debe tomar en sus manos lo que está pasando en Gaza, no solo porque no podemos quedarnos al margen de la historia ante un genocidio, sino también porque un triunfo de Netanyahu fortalecería a Estados Unidos y a Milei, el único aliado que defiende a Israel con los ojos cerrados en medio de un enorme descrédito mundial.
El movimiento en apoyo a Palestina en Argentina aún está más retrasado que en otras partes del mundo, aunque hubo movilizaciones y jornadas de solidaridad que reclaman el alto al fuego en Gaza. En este momento el movimiento estudiantil está sacudido por los ataques del gobierno de Milei contra la universidad pública. Venimos de una movilización de masas, dónde más de un millón de personas salieron a las calles en defensa de una educación pública y de calidad. Se organizaron asambleas, vigilias, se debatió en las cursadas, se inundaron las redes por esos reclamos. Ahí el gobierno, con una versión distorsionada de sí mismo, se topó con sus propios límites. Salieron a las calles también numerosos votantes de Milei, que reprobaron las medidas del gobierno.
Ahí se vió nuestra fuerza cómo estudiantes, nuestra capacidad de llegar a sectores enormes de la sociedad con nuestros reclamos y hacernos oír. Muestra la potencialidad que tenemos cómo estudiantes, docentes y trabajadores de las universidades si tomamos en nuestras manos los reclamos contra las injusticias que ocurren. Si el movimiento estudiantil se uniera también en solidaridad a la causa palestina y tomara en sus manos banderas antiimperialistas, se le podría dar un golpazo enorme a un gobierno que cruje permanentemente ante sus propias debilidades, por arriba y por abajo. Por eso también se vuelve una necesidad de urgencia la pelea por la ruptura con el FMI y la denunciar a la ofensiva que busca llevar adelante Estados Unidos en Latinoamérica, en medio de su disputa geopolítica con China, ante la cual Milei también se presenta como el mejor alumno yanqui.
Hay múltiples contradicciones y problemas a los que se enfrenta el gobierno de Milei: se volvió a disparar el precio del dólar en el mercado paralelo, no logran luego de meses de negociaciones tener un dictamen de la Ley Bases para su tratamiento en el Congreso, empiezan los cambios de figuras importantes en el gabinete. El país cruje por arriba pero también por abajo: estalló la conflictividad social en la provincia de Misiones, hubo ya dos paros generales, volvieron las asambleas barriales, hubo movilizaciones masivas, una de las cuales le dolió profundamente al gobierno: la marcha educativa en defensa de la universidad pública fue una de las movilizaciones más grandes de las que hay registro en las últimas décadas. Ahí participaron incluso votantes del propio gobierno. En esa movilización se vió el potencial que tiene el movimiento estudiantil en nuestro país.
Las conducciones de los centros de estudiantes y de las federaciones de nuestro país están dirigidas por radicales y peronistas, quienes se niegan permanentemente por acción u omisión a posicionarse contra el genocidio en Gaza. El radicalismo usa a los estudiantes cómo base de maniobra para negociar con el gobierno presupuesto para las universidades pero a costa de pasar una reforma laboral que nos deje a los jóvenes con el futuro hipotecado y a los jubilados con el presente en riesgo. El peronismo hace pura especulación electoral, midiendo cada una de sus palabras y acciones para sacar rédito y volver en 2027 sobre tierra arrasada después de cuatro años de saqueo, intentando vendernos el "mal menor". Buscan no mover mucho el amperímetro ni impulsar grandes movilizaciones en la que se coordinen los distintos sectores en lucha para que realmente pongan en jaque al gobierno de Milei.
Por otro lado, frente a la gran campaña que atraviesa al mundo en apoyo al pueblo palestino, el peronismo no hace más que callar la boca y estuvo ausente como movimiento político de todas las acciones que se realizaron en el país convocadas por las organizaciones palestinas, que solo fueron acompañadas por los partidos del Frente de Izquierda Unidad que también llevó su reclamo al Congreso Nacional.
Por nuestra parte, desde la Juventud del PTS buscamos desde nuestras fuerzas construir un movimiento estudiantil de lucha, que se proponga tirar abajo los planes del gobierno a la vez que sea solidario, que no mire para el otro lado ante un genocidio, que muestre cómo se conmueve ante las injusticias que se están viviendo en Gaza, dónde se bombardearon hospitales, escuelas y universidades. Nuestro país tiene fuertes tradiciones de defensa de los Derechos Humanos. Apostamos a una juventud que teja esos lazos de solidaridad a nivel internacional, como se mostró el 15 de mayo en la acción global contra el genocidio en Gaza de la que fuimos parte los distintos grupos juveniles que conformamos la Fracción Trotskista Cuarta Internacional.
Esto expresamos el día de ayer en el Encuentro de Trabajadores realizado en el Congreso:
Tenemos el orgullo de compartir un proyecto militante internacionalista con nuestros compañeros de Left Voice en Estados Unidosque son parte de las movilizaciones y los acampes en las universidades que anidan en el corazón del imperialismo, con los compañeros de Le Poing Levé en Revolution Permanenteque están peleando en Francia y se enfrentan a las duras represiones del gobierno de Macron, o con las y los camaradas de Contracorriente en el Estado Españoldonde recientemente también se organizaron acampes en las universidades. En Chile, a partir de un acampe en el cual fuimos parte en la Universidad de Chile se logró la ruptura de uno de los tres convenios de la facultad de Filosofía con universidades israelíes. También con las y los compañeros de Alemania desde Waffen der Kritik, e Italia con los compañeros de Frazione Internazionalista Rivoluzionaria. En Latinoamérica junto a nuestros grupos juveniles hermanos de Faísca Revolucionária en Brasil, Juventud Anticapitalista en México, Vencer en Chile, Juventud de la OSR en Costa Rica, Combate Rojo en Bolivia, la Juventud de la LTS en Venezuela, la Corriente Socialista de las y los Trabajadores (CST) en Perú y la Corriente de Trabajadores Socialistas (CTS) en Uruguay.
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Las tendencias económicas siguen estando atravesadas por un mundo con mayores tensiones geopolíticas. Las cadenas imperialistas se retuercen en forma de deudas externas impagables sobre los países dependientes. No podemos construir una juventud que espere pasivamente derechos y migajas que caigan del Estado, porque en los tiempos que corren, parecería ser una utopía.
Anteriormente, a las generaciones se las recordaba por algún combate de la lucha de clases o algún movimiento artístico-cultural, como los soixante huites franceses (los del ‘68) o los setentistas en nuestro país. Después del neoliberalismo, se intentó despolitizar esta caracterización. A quienes nacieron en la década de los ‘90, los llamaron la generación X, la generación perdida, a los que vinieron, la generación Y y luego, llamaron a los más jóvenes la generación de cristal, por ser más “sensibles” con las causas sociales y no “bancarse” las jornadas laborales extenuantes. Esa tendencia está cambiando. ¿Seremos la generación que combate por liberarse de las cadenas de la opresión imperialista? A eso apostamos. No seamos objetos de la historia, seamos sujetos de ella. Peleemos por un mundo sin guerras, pero desde una perspectiva antiimperialista, internacionalista y revolucionaria, porque confiamos en que junto a la fuerza de la clase trabajadora podemos tirar a este sistema capitalista al basurero de la historia, y ser nosotros los que tomemos el gobierno de nuestros propios destinos.
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