Mientras se cuentan los votos observados, y con el reconocimiento de la derrota por parte de Daniel Martínez, la sensación de sorpresa aún persiste en el ambiente. Es que el estrecho margen de 30 mil votos entre el nuevo presidente electo Luis Lacalle Pou y Daniel Martínez generó efectos y sentimientos contradictorios en uno y otro bando.
Viernes 29 de noviembre de 2019 09:00
Festejos cambiados
Si el domingo a la noche un observador extranjero miraba los actos y no estaba en conocimiento de los números, le podría haber dado la sensación de que el ganador fue el Frente Amplio. El festejo y la pose exultante de la dirigencia del partido de gobierno denotaba sorpresa por una elección que desde hacía una semana la daban por perdida.
No así las bases, que en palabras de Yamandú Orsi “pasó por arriba a la dirigencia”. La campaña voto a voto realizada por la militancia de a pie activó y volvió a mostrar que el Frente Amplio es por lejos el principal partido del país en capacidad de organización y movilización. Esto pese a los intentos de vaciamiento de parte de algunos de sus sectores internos que repetidas veces intentaron acompasar la estructura interna de la coalición al pasaje de partido de oposición a ‘partido de estado’.
La campaña de las bases hacia la segunda vuelta contrastó con lo errático de la campaña del candidato frenteamplista. En el debate presidencial (donde Martínez no tuvo una gran participación) el ex Intendente cometió algunos errores, como plantear que el programa ‘son solo propuestas’, lo que fue rápidamente contestado por Mujica. O las declaraciones con respecto al riesgo de una eventual crisis como la de 2002 en caso de triunfar Lacalle-Argimón, cuestión que fue primero desmentida por Orsi y después por el propio Astori.
Pese a la derrota electoral, para Daniel Martínez hubo un doble triunfo político. Por un lado logró un resultado cerrado, contra los pronósticos previos de las consultoras de opinión que lo exime parcialmente de un balance catastrófico con respecto a su candidatura, lo mantiene con vida en su ambición política, donde es posible que vuelva por un nuevo mandato en la Intendencia de Montevideo, y no le cierra las puertas pensando en 2024. El segundo elemento de triunfo para el candidato del gobierno radica en lograr evitar los festejos de la coalición en la misma noche del domingo.
Las razones de la ‘remontada’ pueden ser variadas. El rechazo al video de Guido Manini Ríos llamando a no votar por Martínez fue extendido. El video fue un mensaje no solamente a la tropa, sino intentó también marcar la agenda del gobierno entrante. Por otra parte, el silencio durante días de los socios coalicionistas da pistas claras de su subordinación.
La valoración negativa sobre la editorial del Semanario Nación, distribuida por el Círculo Militar, también. Tocaron fibras republicanas en sectores del electorado de la propia coalición que en octubre había votado por un cambio hacia la derecha en clave moderada.
En el medio sucedieron cuestiones extrañas como los mensajes del ‘Comando Barneix’ incitando a votar al candidato blanco en tono amenazante, o el intento de ingreso a una planta de explosivos del ejército, que no sería extraño sea una operación de ‘falsa bandera’.
Las expresiones de los nostálgicos de la dictadura que llamaron a ‘extirpar el cáncer del marxismo de la nación’, con un lenguaje de la década del 70’ y de la doctrina de Seguridad Nacional, también fueron un revulsivo importante para que la mayoría de los “indecisos” y las personas que declaraban votar anulado o en blanco en los días previos, se volcara masivamente hacia el Frente Amplio. Fueron una combinatoria de factores que motorizaron el voto por el Frente Amplio.
En Montevideo la victoria del Frente Amplio fue importante (57%), avanzando 7% con respecto a octubre. En los barrios populares de la ciudad se aprecian ventajas importantes para Martínez-Villar. Los sectores de trabajadores votaron masivamente por el Frente Amplio como última barrera de contención para evitar el triunfo de la derecha. Si se observa un mapa con la votación de Montevideo se encuentra un importante sesgo de clase en el voto. En las zonas de clase media o media-alta obtiene los mejores resultados la fórmula Lacalle-Argimón, mostrando el corrimiento de sectores de esas capas medias hacia la derecha.
Sin embargo, fue en el interior donde logró recuperar votos de forma notoria. En Rivera, Durazno y Soriano el FA aumentó en el entorno de un 11%. Paralelamente hay estadísticas que muestran un retorno importante de 27% de votos “mujiquistas” que el 27 de octubre había votado por Cabildo Abierto. La campaña segmentada y sin un discurso público de confrontación contra Manini, logró hacer retornar ese electorado.
En la campaña hacia el balotaje algunos analistas de opinión habían instalado la idea de que sería un escenario similar a la elección de 1999 en la que Jorge Batlle derrotó a Tabaré Vázquez. Los puntos de partida en común con aquella elección fueron la votación de alrededor del 40% del FA en primera vuelta y que se enfrentaría a una coalición de “todos contra el Frente Amplio”. Ahora bien, había otros aspectos que la hacían diferente. El primero tiene que ver con que en 1999 el FA aún no había gobernado a nivel nacional, solo lo había hecho a nivel municipal en Montevideo. Además, en aquella elección poco más del 40% había votado alguna vez por el FA, mientras que en 2019 aproximadamente el 56% de la población lo había votado anteriormente, es decir, la operación que debía hacer la fuerza de gobierno era de ‘retorno’ de votantes. De hecho, si vemos comparativamente el 47,5% obtenido por Martínez-Villar en el conteo preliminar del domingo pasado y el 47,8% de Tabaré Vázquez en la primera vuelta de 2014 es muy probable que la composición del electorado sea prácticamente la misma. Habrá que confirmarlo.
Otro aspecto importante es que en 1999 se sumaron casi que de forma perfecta los votos blancos y colorados y la coalición Batlle-Lacalle mostraba mayor homogeneidad, sin embargo en este 2019 los ‘multicolores’ perdieron 5,3% con respecto a octubre y su estabilidad como bloque todavía se está por ver. El escenario regional y mundial cambió y no se parece en lo más mínimo a aquel de hace dos décadas y en nuestro país el sistema político se encuentra fragmentado y con un partido con base en la familia militar y reaccionario que irrumpe en el parlamento. Otro aspecto para nada despreciable de diferencia con la segunda vuelta de 1999 es que en esta ocasión el oficialismo y quien cuenta con el aparato estatal es el Frente Amplio, una ventaja comparativa importante a la hora de realizar campañas electorales.
Una victoria que muestra fragilidad
El semblante de Lacalle y su discurso del día domingo, más allá de la recriminación a Martínez por el no reconocimiento de la derrota, escondía la desazón de un triunfo que, aunque cuente con mayoría parlamentaria, lo plantea débil. Es el presidente menos votado desde que existen los balotajes y la foto final no es la de ‘un país que masivamente votó cambiar’, el discurso de la coalición ‘multicolor’ desde la noche del 27 de octubre. Es la de un país partido a la mitad.
La coalición ‘multicolor’ nace herida. Con el rechazo importante a uno de sus componentes principales, Manini Ríos. A su vez, también con las ansias del ex comandante en jefe de lograr cierta autonomía e imponer aspectos de su agenda. Quizás este sea el cálculo que hace por estas horas para no aceptar el Ministerio de Salud Pública. Esta es la contradicción a la que se enfrenta Lacalle. Manini es un socio complicado e inestable para la coalición, pero sin Manini no hay mayoría parlamentaria. ¿Cuánto está dispuesto a ceder Lacalle? Si se mimetiza con su ala radical correrá el riesgo de enfrentar el rotundo rechazo popular y tendrá protestas sociales. Sabiendo este problema, en su discurso del mismo domingo, el herrerista más allá de su enojo tuvo gestos de diálogo hacia el Frente Amplio. ¿Buscará la ayuda de los sectores ‘progresistas’ del Frente Amplio? Si el Frente Amplio acepta discutir ley a ley en el parlamento con el objetivo de hacer prescindir a Lacalle de su ala derechista extrema y aislar a Cabildo Abierto, ¿no sé colocaría como socio del ajuste? Estas son algunas de las situaciones y discusiones planteadas en el próximo período.
La estrategia de pactos y coaliciones de ‘gobernabilidad’ por parte de los partidos del sistema político ya es materia de discusión dentro del oficialismo saliente.
El tono del discurso de Martínez fue de conciliación. De plantear nuevamente la unidad de todos los uruguayos sin distinción de banderas. El video de militantes de la lista 71 y el del Frente Amplio cantando el himno y bailando juntos intenta ser replicada por el ala ‘realista’ de la política y por los medios de comunicación. La idea es borrar fronteras ideológicas y barreras que remarquen los intereses contrapuestos entre las distintas clases y capas sociales. Es el discurso que se instala porque ‘vendrán tiempos difíciles’ y hay que estar todos/as juntos/as.
En el caso de que en algún momento del gobierno, sectores del Frente Amplio busquen darle gobernabilidad a los multicolores, podremos ver coaliciones de ajuste de ‘extremo centro’ como en europa. Basta ver justamente el caso europeo para concluir que lejos de aislar a la ultraderecha, en un escenario de ajuste y ataque a las condiciones de vida por parte de coaliciones centristas, y ante la debilidad de la izquierda anticapitalista, la ultraderecha aparece como la única opción de real oposición.
La dirección mayoritaria del PIT-CNT, que sobre la recta final realizó campaña por el gobierno, se ha mostrado cauta con respecto a las designaciones del nuevo gobierno. Seguramente en línea con las discusiones a la interna del propio Frente Amplio acerca de la postura de la oposición en el próximo período. Mujica ya avisó que será una oposición ’responsable’ y sin piedras en las manos. El líder de la 609 junto a otros dirigentes ya piensa en la manera de volver en 2024.
Otro punto de debilidad del gobierno electo radica en que esta coalición de herreristas sui generis, liberales y conservadores reaccionarios y militaristas no nace con un programa, sino con una declaración de intenciones generales que ocultan los aspectos más regresivos. Porque lo que unió a los extremos de la coalición, el Partido Independiente y Cabildo Abierto, no fue el amor, sino el espanto. Los unió la coalición como instrumento para desalojar al Frente Amplio del gobierno y para ingresar al Estado.
Lacalle y la coalición llegan en líneas generales con una agenda liberalizante, que buscará afrontar la recesión en el campo mediante la transferencia de recursos desde la ciudad vía recortes impositivos, subsidios a tarifas y devaluación del peso, lo que hará que los trabajadores y trabajadoras paguen la fiesta con una posible mayor inflación y el deterioro de los servicios públicos, ajuste fiscal y ataques al salario. A su vez, desde el punto de vista externo, el experimento coalicionista intente avanzar en tratados de libre comercio y en la baja del arancel externo en consonancia con el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
En el armado del gabinete ya se ven los primeros tironeos entre colorados y cabildantes por el Ministerio de Vivienda, o los cálculos de Talvi que preferiría no ser ministro pensando en su propia construcción política.
La elección uruguaya en su contexto
Estas elecciones nacionales y su empate técnico deben leerse inmersas en la complejidad de la situación política latinoamericana, signada por los ajustes económicos, las movilizaciones y estallidos sociales y las tendencias a la bonapartización de los regímenes políticos y al retorno del ‘factor’ militar. El ‘oasis’ de estabilidad económica, social y política que ha sido Uruguay, contrasta con la situación política de países vecinos como Chile o Bolivia. A diferencia de Brasil, el bloque de la centro-derecha uruguayo se preservó y pudo postularse como sustituto del Frente Amplio, no sin antes pactar con el ala militarista de Cabildo Abierto. La experiencia progresista de 15 años culmina con un sustituto por derecha pero que no explicitó el ajuste en su programa y que debutará en la Torre Ejecutiva con un ley de urgente consideración de alrededor de 300 artículos de la que nadie sabe aún su contenido real.
Lo que sí sabemos es que un mes después de rechazar la reforma ’Vivir sin Miedo’, fue designado Jorge Larrañaga como nuevo ministro del interior.
Alberto Fernández, el presidente electo argentino, buscará en Lacalle a un aliado que permita llevar ‘racionalidad’ a la región y le muestre al gobierno de Estados Unidos que la vía de los golpes de estado y las represiones salvajes abonan el terreno a la inestabilidad política y pueden generar estallidos incontrolables. Por su parte, Lacalle una vez reconocido presidente electo, recibió los saludos la golpista Añez y de Juan Guaidó, a quien contestó de inmediato. Bolsonaro ya anunció su llegada a Uruguay para el 1° de marzo de 2020. Un buen momento para preparar una gran movilización contra el bolsonarismo y en solidaridad con los trabajadores, mujeres y jóvenes de la región que luchan contra los ajustes y enfrentan la feroz represión.