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Especialistas y datos. Uso excesivo de pantallas: riesgos para el pensamiento crítico y la salud mental

Especialistas en salud mental advierten sobre los efectos negativos de pasar demasiado tiempo frente a pantallas, como el aislamiento social y la superficialidad en la comprensión. Conversamos con Martín Schapiro, co-creador de ChatPTS. Lucía Fainboim, directora de Bienestar Digital, y Miguel Benasayag, filósofo y psicoanalista, también analizan este problema.

Domingo 12 de enero 21:54

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La masificación del uso de las pantallas está cerca de cumplir 20 años. Un tiempo significativo para evaluar las consecuencias que ha traído el uso excesivo de la virtualidad. Los investigadores reconocen que el uso compulsivo de la tecnología digital puede contribuir a la depresión, a la ansiedad, tanto en adultos como en niñeces y adolescencias. La dependencia de las pantallas provoca una fatiga mental constante, empobrecimiento del lenguaje, pérdida de memoria, superficialidad en la comprensión de contenidos complejos y una alteración en la forma en que nos comunicamos.

Mirar constantemente el celular, chequear redes sociales sin parar, sentir ansiedad al no poder responder mensajes o al escuchar vibrar el teléfono, provoca insomnio, cambios de humor inexplicables, entre otros síntomas. Priorizando el celular sobre otras actividades, indican un vínculo poco saludable con el dispositivo.

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La Guía de sensibilización sobre convivencia digital de Unicef señala que esta adicción al celular también es conocida a nivel mundial como nomofobia por el término “no mobile phone phobia” en inglés. Algunas de las causas que pueden generar esta adicción tienen que ver con que la recepción constante de mensajes crea una necesidad por “estar al día” o la sensación de estar perdiéndose algo si no estamos pendientes de las redes, también conocido como FOMO por sus siglas en inglés: Fear Of Missing Out.

El uso de las plataformas

A pesar de los avances que Internet ha aportado a nuestras vidas, tanto en el ámbito personal como en lo laboral, hoy se cuestionan los efectos adictivos que provoca. No es Internet en sí lo que genera esta compulsión, sino las empresas que diseñan sus plataformas para mantenernos cautivos. A menudo, el contenido que ofrecen es de baja calidad, y los algoritmos han afectando nuestras interacciones sociales.

De acuerdo a un estudio elaborado por la Red de Atención a las Adicciones (UNAD), el uso excesivo de celulares y redes sociales puede generar problemas de autoestima, ansiedad y depresión. Las mujeres que están sobreexpuestas a las pantallas tienen como principales consecuencias los problemas de autoestima (73%), depresión (64%) y autolesiones (32%). A esto le siguen los trastornos de conducta alimentaria y problemas de socialización.

Respecto a los hombres, la adicción deriva en ansiedad (72%), falta de concentración (70%), baja autoestima (67%) y depresión (37%). A su vez, también mostraron síntomas de agresividad generalizada y conductas disruptivas. Desde ya que todas estas manifestaciones están atravesadas por los estereotipos sociales que se promueven en esta sociedad.

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La era digital, la Inteligencia Artificial (IA) y los avances tecnológicos son aliados que simplifican nuestras tareas cotidianas. Sin embargo, surge un dilema inquietante cuando estas herramientas, en lugar de ser meros apoyos, se convierten en usurpadoras de nuestras capacidades. Al delegar en exceso en la tecnología, ciertas partes de nuestro cerebro se ven afectadas, y este impacto es aún más significativo en los niños, quienes están en pleno desarrollo y aprendizaje. Ellos necesitan moverse y experimentar en el mundo real, no solo recibir información a través de sus dispositivos. La tecnología, aunque es un recurso valioso, no debe convertirse en una barrera que los separe de sus actividades lúdicas entre pares.

Martín Schapiro, que lleva diez años trabajando en experiencias IA, explica que el constante avance de la tecnología digital no solo está al servicio de facilitar tareas cotidianas, “sino también para manipular comportamientos en función de intereses de los gigantes tecnológicos". Agrega que “los algoritmos que utilizan las plataformas están diseñados para identificar patrones de uso y ajustar sus contenidos en tiempo real". Subraya que esto crea un ciclo de retroalimentación “donde cada clic, visualización, interacción o compra alimenta al modelo con datos, perfeccionando su capacidad de predecir los intereses, o más bien la permanencia, del usuario”. Este mecanismo refuerza y promueve los comportamientos compulsivos al brindar recompensas psicológicas inmediatas, como la liberación de dopamina, generando una experiencia casi adictiva.

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En este sentido, Miguel Benasayag, autor de “La inteligencia artificial no piensa, nuestro cerebro tampoco”, plantea que el algoritmo es globalizante y totalizador. No es una simple herramienta, sino una fuerza que modeliza al mundo, uniformizándolo y desregulándolo a la vez; lo que propone es reconocer los peligros de lo que denomina “colonización algorítmica”. Para definir ese concepto, el autor recurre a una metáfora: en biología, se habla de una colonización cuando una especie se devora a las demás y conquista un territorio. “Esa misma idea se puede aplicar a la dinámica del mundo digital. Es como si hubiera emergido una nueva especie dotada de una enorme potencia para colonizar todo lo existente. No es estrictamente una nueva especie, pero tiene ecos de una transformación de esas características. Un ecosistema, una persona o una especie pueden incorporar cambios que rompan sus ciclos metabólicos, telúricos o culturales, pero hay un punto dado en el que el cambio destruye la identidad del organismo. Este es el peligro”, sostiene Benasayag.

Impacto en el aprendizaje

La rapidez de la información en línea puede hacer que los niños pierdan tolerancia a la frustración. Si no obtienen respuestas inmediatas, pueden sentirse ansiosos o desmotivados, lo que afecta su capacidad para resolver problemas y pensar críticamente. También, la sobreabundancia de estímulos puede dificultar su concentración, generando problemas para enfocarse y profundizar un tema. Los niños que dependen de la tecnología para aprender pueden perder la capacidad de procesar y reflexionar sobre lo que aprenden, ya que la información se presenta de manera rápida y superficial. Por último, el exceso de tiempo en las pantallas también afecta sus relaciones sociales. Las pantallas, generalmente, no permiten ni fomentan una interacción real, lo que impide que el niño se exprese. Esto puede llevar a las dificultades señaladas en los estudios mencionados: trastornos y problemas en el desarrollo del lenguaje y la comunicación. Cuanto más tiempo pasa con un dispositivo, menos tiempo dedica a relacionarse cara a cara, a la construcción de vínculos.

Asociaciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la American Academy of Pediatrics (AAP) recomiendan evitar el uso de pantallas en niños menores de 2 años y aconsejan que el tiempo con estos dispositivos no supere una hora diaria para menores de 5 años.

Hoy en día, el mundo entero está cautivado por la fascinación ante lo algorítmico, y se hace evidente la necesidad de una alternativa estética. No podemos simplemente decirles a los niños que no pasen todo el día frente a una pantalla. Es necesario encontrar prácticas más deseables, y es aquí donde debemos dar la pelea. Benasayag sostiene que a esta altura ya sabemos los efectos nocivos de la exposición de los niños a las pantallas, pero el asunto no se soluciona con amenazas o sanciones. Tenemos que imaginar una estética alternativa gracias a la cual la adicción a la pantalla aparezca como algo no deseable, y eso se construye con prácticas y subjetividades, múltiples, variadas y diversas.

Es común escuchar en las escuelas sobre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad en niños que "no prestan atención ni pueden quedarse quietos". Desde ciertos discursos pedagógicos y médicos, se patologizan estos comportamientos y se medicaliza a los niños. Sin embargo, este enfoque aborda erróneamente un problema que es social y de época.

La licenciada en Ciencias de la Comunicación, Lucía Fainboim, autora del capítulo “Crianza digital y apuestas online” del libro Apuestas online. La tormenta perfecta, compilado por Federico Pavlovsky, señala que niños de seis o siete años han dejado de jugar con juguetes y realizar juegos simbólicos. Si solo atendemos diagnósticos, perderemos el debate sobre la integración de “cómo vinculamos a los chicos con las plataformas que, obviamente, llegaron para quedarse”. Agrega que los adolescentes se encuentran insertos en una cultura que promueve un tránsito efímero, “vinculado al consumo y rápido en los territorios digitales. Ahora entendemos que este contexto es tierra fértil para el uso de apuestas online, a pesar de su prohibición”.

Podredumbre cerebral

El diario británico The Guardian utilizó esta expresión "brain rot" (podredumbre cerebral) para explicar por qué la Universidad de Oxford la designó como la palabra del año. Un concepto que comenzaron a adoptar los más jóvenes para describir la sensación corporal después de navegar durante muchas horas en las redes sociales, principalmente mirando contenido basura. Lo explican con comentarios como, por ejemplo: “Miré tantos videos en TikTok que ya tuve un brain rot”. La frecuencia de uso del término aumentó un 230 % entre 2023 y 2024.

A medida que las consecuencias del consumo excesivo de contenido trivial en línea se hacen más evidentes, los estudios sugieren que el "doom scrolling" y el uso compulsivo de la tecnología pueden tener consecuencias a largo plazo. Nuestra capacidad de atención ha disminuido drásticamente en los últimos años y las redes sociales y el diseño persuasivo de las plataformas digitales tienen mucho que ver con esta tendencia.

Es fácil culpar a los usuarios por su consumo excesivo, pero es importante recordar que estas tecnologías están diseñadas para ser cautivadoras. Martín Schapiro da cuenta de cómo actúan los dueños de las plataformas: “Un ejemplo es el sistema de recomendación de TikTok, cuya capacidad para mantener a los usuarios "atrapados" en la plataforma es clarísima. El sistema recolecta múltiples fuentes de datos con todo lo que el usuario hace o deja de hacer: likes, compartidos, comentarios, tiempo de permanencia en el video, momento en el que lo dejaste de ver, si lo volviste a ver, combinado con toda la información que el propio contenido tiene; funciona muy bien para predecir tus intereses. Estos algoritmos combinan datos de comportamiento en tiempo real con técnicas avanzadas de IA, optimizando la duración de visualización por usuario”.

Como explican Bilinkis y Sigman en su libro Artificial (2023), cada recarga de pantalla o salto de reel es el equivalente a bajar la palanca de la máquina tragamonedas. Es más eficaz la incertidumbre de no saber cómo será lo que aparezca que la certeza de ver siempre cosas geniales, por eso cada vez vemos más información de cuentas que no se siguen, una estrategia que implementó por primera vez TikTok. A diferencia de las máquinas tragamonedas, las aplicaciones de redes sociales son los productos más accesibles del mundo.

Los modelos de negocio que dependen de mantener la atención de los usuarios han creado una lucha constante por captar nuestra atención, utilizando técnicas diseñadas para maximizar el enganche mediante recompensas dopaminérgicas. Como sostiene Schapiro, también están replicando esta lógica en otras áreas digitales. “Otro ejemplo es el comercio electrónico, donde empresas como Temu emplean estrategias similares, utilizando gamificación y recompensas para fomentar compras impulsivas. Temu, recientemente investigada por la Comisión Europea, ha implementado sistemas que combinan descuentos dinámicos, notificaciones constantes y mecanismos de recompensa instantánea para maximizar el tiempo de interacción y compras en su plataforma. Así como Instagram ha imitado el sistema de Tiktok, es de esperar que otras plataformas de comercio electrónico hagan lo mismo”.

Las empresas del entretenimiento también buscan captar y retener la atención de los usuarios, intentando aumentar el tiempo que pasamos frente a plataformas como Netflix o Facebook. Su objetivo no es solo conectarnos con otros individuos u ofrecernos un servicio, sino principalmente monetizar el tiempo que pasamos allí.

Como afirma Schapiro, el avance hacia nuevos modelos adictivos no se limita al entretenimiento o las compras. “El concepto de ‘gamificación’ —introducir elementos típicos de los videojuegos, como recompensas, niveles o sistemas de logros— se está aplicando cada vez más en ámbitos como la educación y el trabajo, creando ecosistemas donde los usuarios quedan atrapados en ciclos de recompensa diseñados para prolongar su compromiso”.

A través de algoritmos y la automatización de diversos recursos, somos constantemente bombardeados con recomendaciones sobre qué deberíamos ver, publicar o compartir, fomentando así la construcción de un sujeto consumista en términos del uso del tiempo libre frente a las pantallas. A partir de este registro detallado de nuestras actividades en el online, aparece el concepto de huella digital: cada cosa que vemos, buscamos o compartimos en las pantallas se convierte en una información almacenada que es utilizada por las empresas con fines económicos para lograr la manipulación de la opinión pública.

Además, no olvidemos que Milei, Trump y Bolsonaro llevaron a cabo sus campañas con un fuerte enfoque en las redes sociales; Twitter es el medio que más emplean para propagar desinformación y realizar ataques personales contra opositores políticos y críticos, desde imputaciones de fraude electoral hasta ofensas personales. Con sus retóricas polarizantes buscan constantemente dividir a la audiencia entre "nosotros" y "ellos". Trump, con su consigna "Make America Great Again!" (MAGA), y Milei, con el eslogan "¡Viva La Libertad, Carajo!" (VLLC), instigan a sus bases de seguidores al enfrentamiento y a generar reacciones intensas.

En las últimas horas, Mark Zuckerberg, presidente de Meta, ha generado polémica al anunciar el fin de la verificación de datos en Instagram y Facebook y por colocar a aliados de Trump en posiciones clave. Así, se une a Musk, Bezos y otros en el apoyo al presidente republicano para asegurar y aumentar sus ganancias.

Los pajaritos con sus dientes de brillo filosos

El Indio Solari en su canción: "A los pájaros que cantan sobre las selvas de Internet" explora la abrumadora y atrayente influencia de internet en nuestras vidas, planteando preguntas sobre las dinámicas del poder, la pérdida de una conexión genuina entre nosotros y los peligros de desconectarnos de nuestras propias palabras y experiencias.

Pero nada está dicho aún. La tecnología artificial es un campo de disputa, ni prometeísmo biotecnológico (pensar que la tecnología va a solucionar los problemas de la humanidad sin terminar con sus raíces sociales e históricas capitalistas) ni ludismo antitecnológico: no se puede atacar el avance de la tecnología, pero sí podemos revertir el movimiento para que la tecnología y las redes estén al servicio de facilitar el trabajo humano.

Schapiro sostiene que “no es un dato menor que las principales empresas que aplican estas técnicas reciben ingresos por marketing o diferentes ventas” y agrega que “actualmente vemos que, mientras la IA evoluciona de manera significativa, estos avances son apropiados de manera que sirven para acumular ganancias”. Sostiene, además, que es fundamental “democratizar el diseño de estas tecnologías y someterlas a control público para así apropiarnos colectivamente de estos avances, decidir qué hacer y qué no queremos hacer orientado a nuestro bienestar general”.


Rosa D’Alesio

Militante del PTS, columnista de la sección Libertades Democráticas de La Izquierda Diario; se especializa en temas de narcotráfico y Fuerzas Armadas.

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