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40 años. Vergonzoso: las torturas a los soldados en Malvinas siguen impunes

A 40 años del inicio de la guerra, ni uno solo de los jefes, oficiales y suboficiales que torturaron de las más diversas y brutales formas ha sido siquiera juzgado. Mientras esto ocurra, el dolor, la crueldad y la impunidad se siguen perpetuando. La Corte tiene la causa paralizada. Conversamos con Jerónimo Guerrero Iraola, abogado del Cecim La Plata.

Gloria Pagés

Gloria Pagés @Gloria_Pages

Sábado 2 de abril de 2022 16:14

Foto: Telam. Excombatientes del Cecim La Plata frente a la Corte Suprema

Foto: Telam. Excombatientes del Cecim La Plata frente a la Corte Suprema

Si una inmensa cantidad de crímenes cometidos durante la dictadura genocida siguen impunes porque sus ejecutores y mentores civiles no han sido juzgados o se encuentran en confortables “prisiones” domiciliarias, las aberraciones cometidas por las mismas Fuerzas Armadas en Malvinas adquieren el superlativo de la impunidad.

A 40 años del inicio de la guerra, ni uno solo de los jefes, oficiales y suboficiales que torturaron de las más diversas y brutales formas ha sido siquiera juzgado. Al día de hoy, y a 15 años de que la causa por los tormentos en Malvinas se iniciara, el Poder Judicial no reconoce los crímenes como de lesa humanidad, por tanto, imprescriptibles.

Las Malvinas fueron un campo de batalla no sólo contra el imperialismo inglés. En las islas se libraba una batalla interna también en condiciones de extrema desigualdad. Soldados con escaso o nulo entrenamiento y alimentación aún más escasa, sin abrigo ni calzado acorde al frío feroz, además del armamento obsoleto, luchaban, también, por sobrevivir a las condiciones que impusieron sus cobardes e irresponsables jefes.

La dictadura genocida replicaba en las islas los métodos empleados en el continente: la tortura y el encierro como disciplinadores. Los que se rindieron ante el imperialismo sin tirar un solo tiro como Alfredo Astiz, y que después pretendieron llamarse “héroes”, se jactaban de haberse hecho del poder y llevar adelante, durante seis años, un genocidio contra los trabajadores y el pueblo.

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"El terrorismo de Estado se trasladó a Malvinas y se aplicó en forma sistemática en todas las unidades militares que participaron dentro del teatro de operaciones", sentenció Ernesto Alonso, excombatiente y secretario de Derechos Humanos del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (Cecim) de La Plata. Esta denuncia fue hecha en el marco de una acción de reclamo frente al edificio de Tribunales donde están los despachos de los jueces de la Corte Suprema, quienes deben pronunciarse acerca de si los hechos investigados constituyen o no delitos de lesa humanidad. Allí, el Cecim La Plata junto a la Comisión Provincial por la Memoria presentaron un petitorio de pronto despacho para que la Corte.

“Con el 10 por ciento de la prueba que hay en este expediente, que cuenta los relatos de las víctimas y documentos oficiales que respaldan aquello que soldados torturados han expuesto, tendríamos a los victimarios condenados, pero no sucede porque el Poder Judicial ha decidido hacer carne el mandato de la dictadura, y hoy perpetúa la lógica de vulneración de los derechos humanos”, denunció Jerónimo Guerrero Iraola, abogado del Cecim La Plata el día de la presentación en Tribunales.

Ernesto Alonso denunció también que entre los militares que estuvieron en Malvinas “vamos a encontrar apropiadores de bebés, pilotos de los vuelos de la muerte y a aquellos que torturaron en los distintos campos de exterminio”. Reveló que “las Fuerzas Armadas durante 40 años vienen sosteniendo en los certificados de defunción de muchos compañeros que sus muertes se dieron ’en combate’ y nosotros fuimos testigos de que lamentablemente muchos de nuestros compañeros murieron en manos de estos genocidas”.

La mayoría de los testimonios relatan escalofriantes tormentos. Sufrieron congelamiento de los pies por la humedad y el frío del terreno, desnutrición, estaqueamiento, enterramiento en fosas y otros tipos de castigos físicos por haber dejado sus puestos para salir en busca de la comida que escaseaba entre los soldados.

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La tortura en primera persona

Juan de la Cruz Martins fue soldado y combatió en Malvinas, le sumergieron la cabeza en agua fría mientras lo golpeaban por haberse quedado dormido en la guardia". A Julio César Mas lo estaquearon de pies y manos sobre la tierra helada a la intemperie una semana antes de la rendición, el día 14 de junio de 1982.

Si bien matar ovejas para comer era una práctica corriente dada la falta de alimento para sobrevivir ante el frío extremo, hay testimonios señalan que muchos soldados fueron duramente castigados cuando los oficiales los “descubrían” cazando. Uno de los casos es el del subteniente Gustavo Malacalza del Regimiento 12 quien fue acusado de haber estaqueado a tres conscriptos por haber abandonado sus puestos para ir en busca de comida. El excombatiente Oscar Núñez, relató a varios medios que él y dos compañeros estaban carneando una oveja cuando fueron descubiertos por Malacalza, quien junto a otros militares “empezaron a patearnos y pisotearnos, finalmente llegó el estaqueo”.

“A veces matábamos una oveja; teníamos que comer la carne cruda, con la sangre que nos manchaba la cara… El hambre te hace hacer cosas que nunca pensás que podés llegar a hacer. El hambre es algo terrible”, relató el tucumano Carlos Quirós, también excomabtiente.

La oficialidad, en cambio, comía y bebía como si a su alrededor nada estuviese ocurriendo.

En el libro “Tecnologías de impunidad. Cómo la dictadura intentó ocultar los crímenes cometidos durante la guerra de Malvinas", Jerónimo Guerrero Iraola da cuenta de varios testimonios crudísimos, reproducimos uno de ellos.

  • “Un día decido ir a buscar comida y me escapo al pueblo, consigo la comida entre la basura, cambié el reloj que tenía y me dieron panceta, latas… cuando llego a mi posición ya me estaban esperando el Subtte. Flores, Fiocchi, Sto. González y Cancino, estaban haciendo la revista de equipo a toda la compañía, por cualquier cosa le decía al resto que por culpa de [AB] los castigaba por ejemplo, los metieron al lago, hoy no comen, hoy vuelven a hacer guardia doble, y muchas cosas más. Ahí mismo Flores, Fiocchi y Cancino me meten la yerba que traía toda en la boca, para ahogarme y Pucca nunca intervino para evitar la situación. Flores, Fiocchi y Cancino me llevan a el Bunker de Flores donde veo que tiene toda la comida, me hacen tirar la comida, la mezcla con mierda humana y me la hicieron comer, comenzando a pegarme, me deforman la cara de los golpes, me golpean con el fusil FAL una en la costilla, me quiebra tres costillas y la clavícula, casi pierdo el ojo derecho, me hacen caminar por la zona minada ida y vuelta dos veces, ese fue Cancino, me mandan a pegar por la tropa. Flores me manda a estaquear, a desvestir, me sacan todo el equipo, el armamento, junto a mi estaban BE y BF estaqueados, me pone una granada en la boca, me manda a poner un lazo de carpa alrededor del cuello para que tuviera la cabeza agachada y una estaca en los testículos atada con el lazo para que no me moviera, toda la tropa presenció esto, ya que mandó a la tropa a que me mearan (Testimonio de AB, de la compañía “B” del Regimiento de Infantería Mecanizada N° 3 de La Tablada).

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Los siguientes fueron publicados en un reciente documento producimos por la CPM y el Cecim La Plata “40 años de la guerra de Malvinas, justicia para los soldados argentinos torturados por sus superiores”.

“Fuimos enterrados en los pozos construidos para protegerse del fuego enemigo, parados hasta el nivel del cuello. Permanecimos enterrados ocho horas aproximadamente.”

“Fuimos enterrados parados hasta el nivel del cuello, sólo con el uniforme, con los borceguíes puestos, sin ropa de abrigo y sin casco. Permanecimos enterrados, tal como los otros soldados, el lapso de ocho horas aproximadamente, desde las 10 u 11 de la mañana. Nevaba levemente en ese tiempo. Mientras el tiempo que estuvimos enterrados, fuego enemigo cayó en las inmediaciones, a 300 metros de la posición. Mientras, el Cabo caminaba alrededor de su cabeza y de la de los demás soldados mientras estaban enterrados. La orden de enterrarlos llegó por vía radial de parte del Mayor, Jefe de Operaciones del Regimiento. Fuimos enterrados por nuestros propios compañeros, cuyos rostros expresaban tristeza cuando ejecutaban la orden por la fuerza”.

“Nos ponían boca arriba, nos hacían abrir los brazos formando una T con respecto al cuerpo y las piernas separadas atadas con piola, con la nevada y el frío, te congelaba todo el cuerpo.”

“Las trincheras se fueron llenando de agua, estaban inutilizadas. Me metieron junto a otro compañero más a los pozos de agua como castigo, llegándonos el agua hasta la cintura y la misma era congelada. Eso me provocó principios de gangrena. Hacía mucho frío, las temperaturas eran muy bajas”.

“Una vez, nos llevaron bailando por un camino que iba hacia la playa y nos hicieron hacer cuerpo a tierra al lado del campo minado”.

"Conocí personalmente a Remigio, él estaba completamente desnutrido, ninguno de nosotros tenía qué comer. En una oportunidad, lo encontré revolviendo la basura y encontró allí una cáscara de zapallo podrida. Ahí me pidió sal, que yo me robaba de la cocina de los oficiales. Le di sal y él se pudo comer la cáscara. Luego de eso, al tiempo, murió”.

Al volver, nos llevaron a la ESMA. Allí nos hicieron firmar un pacto de silencio, era una carpeta. Nos decían que no debíamos comentar a nadie lo que había pasado en la guerra, que si comentábamos a algún civil lo ocurrido, íbamos a ser sometidos a un Consejo de Guerra. Yo creo que muchos soldados terminaron suicidándose porque no sabían a quién recurrir y dónde contar lo sucedido”.

La causa de la vergüenza

La causa, que debería estar ya en juicio oral, tramita en el Juzgado Federal de Primera Instancia de Río Grande a cargo de la jueza Mariel Borruto, en la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

En diálogo con La Izquierda Diario, Jerónimo Guerrero Iraola, abogado del Cecim La Plata, señaló que “la causa inicia en 2006 con una primera denuncia de Rubén Darío Gleriano en Mar del Plata, luego a la causa se incorporaron las 22 denuncias que recopiló Pablo Vassel, entonces subsecretario de Derechos Humanos de Corrientes”.

A partir de allí comenzó un tránsito judicial que estuvo signado por una vocación manifiesta de parte de las personas denunciadas de que la acción penal quedara prescrita”, denunció e indicó que “en ese sentido, y a la fecha, tenemos 176 personas que han declarado en el marco del expediente la causa 1777/07 en trámite Juzgado Federal de Río Grande, Tierra del Fuego Antártida e islas del Atlántico Sur, algunos de ellos en calidad de víctimas directas, otras en carácter de testigos presenciales de los hechos.”

“La verdad es que se han recopilado casos de tortura, estaqueamientos, obligarlos a sumergirse en agua helada, obligarlos a enterrarse hasta el cuello, picana con teléfono de campaña, golpes y demás formas de tortura cruel que han sido denunciados con lujo de detalles”, indicó a este diario Guillermo Iraola. El abogado enfatiza que las denuncias se vieron plasmados en documentos militares desclasificados: “lo revelado no solo encuentra en el relato de las víctimas la materialidad de los hechos sino también a partir de documentos oficiales que no hacen más que refrendar que aquello que se ha ido denunciando en los distintos y sucesivos momentos, encontró un asidero en la redacción de los documentos por parte de las Fuerzas Armadas argentinas”.

La causa tiene 130 militares imputados, entre los que hay tres procesados y 20 citados a indagatoria. Esta semana, la Fiscalía de Río Grande y la Procuraduría de Crímenes de Lesa Humanidad presentaron una ampliación de requerimiento y sumó a los hechos investigados 22 casos de imposición de tormentos -por los que imputó a 18 oficiales y suboficiales del Ejército- y 2 de abuso deshonesto -imputados a otro suboficial- cometidos contra soldados del Regimiento de Infantería Mecanizado (RIMec) N° 3. Se incorporan de este modo los delitos sexuales y destaca hechos de antisemisitmo.

Desde mayo de 2021, va a hacer un año, que la causa está paralizada. En ese momento Casación Penal aceptaba el pedido del militar Jorge Oscar Ferrante (quien en 1982 era oficial del Regimiento de Infantería 5, acusado de cometer torturas durante la guerra), y le daba la razón considerando que los delitos cometidos contra su tropa no debían investigarse como crímenes de lesa humanidad. Ese fallo, firmado por los jueces Daniel Petrone y Diego Barroetaveña –la jueza Ana María Figueroa votó en disidencia- hizo peligrar toda la causa y sentó un precedente de impunidad.

Meses después, en octubre, las querellas a cargo entre otros de la Comisión Provincial por la Memoria y el Cecim La Plata insistieron con un recurso extraordinario federal, que fue resuelto favorablemente por la misma Cámara de Casación y desde entonces es la Corte la que debe decidir.

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“Entendemos que a 40 años de Malvinas y 15 años de terminada la causa quedan cuentas pendientes”, nos dice Jerónimo Guerrero Iraola. “Esas cuentas pendientes implican que los soldados conscriptos en Malvinas sufrieron al menos tres momentos de violación a los Derechos Humanos: la primera es con el ejercicio de la tortura y la aplicación de prácticas de tortura en su perjuicio”.

“La segunda”, continúa Iraola de un poco antes de finalizar la guerra pero sobre todo una vez finalizada la guerra, el montaje por parte del Estado genocida de unas tecnologías de impunidad, dispositivos político burocrático institucionales tendientes a que estos hechos quedaran impunes y esto se montó a partir del despliegue de acciones de inteligencia y contrainteligencia, mecanismos de acción psicológica y sobre todo a través del control de los medios de comunicación, de los contenidos que eran difundidos en los medios de comunicación y de la línea editorial. Todo ello orientado a la configuración de un sentido histórico relacionado con ‘la gesta heroica de Malvinas’, circunstancia que contrasta ampliamente con herramientas y elementos documentales como el Informe Rattenbach (1), que da cuenta de que la guerra de Malvinas fue una aventura militar, contrariamente a lo que las voces castrenses pos guerra quisieron instalar y lograron instalar porque todavía ese relato hace sentido en gran parte de la sociedad”.

“Y por último”, relata el abogado del Cecim La Plata, “el tercer momento de violación a derechos humanos tiene que ver con la inacción y la prescindencia de la justicia Federal Argentina que sistemáticamente le da la espalda a los soldados que declararon haber sido torturados. Aquí hay una obligación del Estado de investigar y eventualmente juzgar, que surge de los instrumentos internacionales y de los estándares internacionales que rigen la materia y que obligan a los funcionarios del estado, en este caso a los miembros de los tres poderes, puntualmente el Poder Judicial a llevar adelante una investigación diligente y poder jugar a los responsables del terrorismo de estado en Argentina”, concluye.

Mientras no sean juzgados y condenados los genocidas que en Malvinas cometieron las mismas aberraciones que en los centros clandestinos de detención, esos crímenes se siguen perpetuando. Es urgente que la Corte saque del “freezer” esta causa y se pronuncie a favor de los excombatientes y contra los torturadores: son de lesa humanidad las torturas y acciones vejatorias cometidas en las islas por parte de la oficialidad y suboficialidad.

(1) Luego de la guerra, se impulsó la formación de una comisión investigadora bajo la dirección de Rattenbach. El informe que se realiza da cuenta de la aventura militar que fue la guerra. Bignone terminó congelando el informe de 17 tomos ante las consecuencias negativas que generaría. Todos los partidos que en ese entonces eran parte de la Multipartidaria (UCR, PJ, MID, PI, PC), fueron cómplices del ocultamiento del contenido del informe. Recién en 2012 fue desclasificado.