“Claramente vemos la conexión de estas actividades con organizaciones terroristas, incluyendo el Estado Islámico”, señaló el secretario de Estado de Trump ante el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes.
Jueves 15 de junio de 2017
Fue durante su comparecencia para defender el proyecto presupuestal de Trump para el año fiscal 2018 que Tillerson realizó esas declaraciones.
Rex Tillerson, ex CEO de Exxon y actual secretario de Estado de Estados Unidos, sostuvo que los cárteles mexicanos tienen contacto con organizaciones terroristas en otros países, incluido el Estado Islámico. Fue en respuesta al congresista republicano Michael McCaul, de Texas, que lo interpeló respecto a si compartía el punto de vista del secretario de Seguridad, John Kelly, quien afirmó ante el Comité de Seguridad Interior que los cárteles tenían conexiones con organizaciones terroristas.
A su vez señaló que el gobierno de Estados Unidos y el de México han hecho un esfuerzo por combatir a las organizaciones trasnacionales, así como por eliminar la oferta de narcóticos y el tráfico de personas. Abundó “Esto es parte de nuestro esfuerzo global para negar financiamiento a los terroristas”.
“Se trata de un esfuerzo integral que hemos tenido, que estamos promoviendo, con la cooperación de nuestras contrapartes mexicanas. Creo que van a ver un enfoque muy diferente de cómo atacamos el problema de los cárteles”, explicó Tillerson.
Su “esfuerzo” fue la guerra contra el narco, financiada por los fondos de la Iniciativa Mérida, firmada por los entonces presidentes George W. Bush y Felipe Calderón. Una guerra donde el pueblo mexicano puso los muertos, las personas desaparecidas y las desplazadas, que se cuentan por cientos de miles, mientras floreció el crimen organizado abastecido por el tráfico de armas desde Estados Unidos, como se evidenció con la Operación Rápido y Furioso.
En esta oportunidad, McCaul declaró que como representante de Texas le preocupaba lo que pudiera atravesar la frontera, y agregó que “así como se debe garantizar la seguridad en la frontera de Estados Unidos, también se debe buscar la seguridad de la frontera sur de México”.
No obstante, aunque no es la primera vez que hacen una afirmación de este tenor (ya la DEA dijo algo similar en 2008) los funcionarios estadounidenses no dieron informaron concreta respecto a cuáles son los vínculos entre el crimen organizado de México y el Estado Islámico.
De la guerra contra el narco a la guerra contra el terrorismo
El 9 de mayo pasado se dio a conocer el estudio del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS por sus siglas en inglés), según el cual México es el segundo país donde se registran más homicidios del mundo. El primer lugar lo tiene Siria.
El gobierno de Peña Nieto intentó con múltiples declaraciones descalificar el estudio, pero claro que el fracaso de la militarización y la guerra contra el narco lo descalificaron. En particular por los recientes escándalos que salieron a la luz los nexos con el crimen organizado de distintos ex gobernadores, como Javier Duarte de Veracruz o Tomás Yarrington de Tamaulipas (protegido de George W. Bush).
La comparación con Siria ya estaba instalada. Y aunque en México se está lejos de una guerra civil reaccionaria como la que está desatada en ese país asiático, la violencia desatada en las regiones donde los cárteles disputan la plaza llega a niveles muy altos.
Pero no se puede perder de vista que la proliferación del crimen organizado -y todos los fenómenos de descomposición social que trajo consigo- fue producto de la aplicación de los planes neoliberales impulsados por las administraciones estadounidenses desde la de Ronald Reagan en México y Centroamérica, junto con el apoyo a grupos paramilitares como la Contra nicaragüense.
En ese contexto, “poner orden” en el “patio trasero” de Estados Unidos parece ser uno de los objetivos de la administración Trump. Un orden hecho a la medida de las necesidades de las trasnacionales, para garantizar los negocios capitalistas.
La crisis del gobierno de Peña Nieto, abierta desde 2014 con la masacre de Iguala y la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa terminó de eclosionar con el fracaso electoral en los comicios de este 4 de junio pasado -a pesar de haber retenido la gubernatura del Estado de México-, y lo llevan a un miserable 12% de apoyo por parte de la población. Las mayorías tienen desconfianza en las instituciones. Lo hacen un gobierno débil para sostener las condiciones que exigen las grandes corporaciones para aprovechar el “paraíso” de la supexplotación laboral que es México.
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Vincular a México con Siria es la forma del gobierno estadounidense para abrir camino a posibles intervenciones militares -aun con recorte presupuestario-, como el plan de construir una base militar en la frontera con Guatemala, para lo cual el ejército guatemalteco desplazó por la fuerza a más de 700 campesinos o la reunión que tiene lugar ahora mismo entre funcionarios de México, El Salvador, Guatemala, Honduras y Estados Unidos.
También es una forma de dar nuevas “oportunidades” a la industria armamentística estadounidense, a través de abrirle nuevamente el mercado militar y de seguridad a México y Centroamérica.
El discurso del guerrerismo imperialista que despliega Trump, mientras agita el fantasma del terrorismo, es también un ingrediente que lo ayuda a enfrentar la actual crisis que tiene abierta en el frente doméstico con el Rusiagate, la trama en la que funcionarios de su administración son sospechosos de vínculos con sus pares rusos para incidir en las elecciones presidenciales que lo llevaron al poder.
Contra la nueva ofensiva imperialista de Trump en México y Centroamérica es urgente que la clase trabajadora, la juventud y los pueblos originarios de la región se unan y pongan en pie un amplio movimiento contra la militarización y la injerencia de Estados Unidos.